Aprovecho de invitarlos a que lean mi versión alternativa de la saga: Harry Potter y la Dama de dragones.
si quieres compartir tu opinión, hacer una sugerencia o simplemente decir que el Fic te encantó, te invito a que lo hagas, a mi también me interesa leerte!
La asombrosa aventura de Harry Potter
Capítulo 1: la salvadora
Harry Potter tenía siete años y era un niño de ojos verdes brillantes y una gran cicatriz con forma de rayo dibujada en su frente. Su aspecto, por general, solía ser descuidado; el pelo desgarbado recortado de manera zigzagueante y su cuerpo huesudo lo hacía notar.
Harry no tenía padres. Al menos, hasta donde él sabía, cuando aún era un bebe, murieron en un accidente. Por esa razón, vivía con la hermana de su mamá, tía petunia, y con el marido y el hijo gordinflón de ésta.
Siendo sincero, nadie quería mucho a Harry; eso era algo que él tenía sumamente claro. Bien en las diferencias que tío Vernon y tía Petunia hacían entre Dudley (su primero gordinflón) y él, o en el maltrato que recibía constantemente desde que tenía memoria; podía justificar sus certezas. Allí, en esa casa, era un ser indeseable.
Al tratarse de Harry, tío Vernon y Tía Petunia nunca escatimaban en hostilidades. Como si no les bastara con gritarle y mirarlo con desprecio, lo hacían dormir bajo la alacena de una escalera inmunda, lo alimentaban con las sobras de su primo, y para su cumpleaños y para navidad, le regalaban juguetes rotos. Pese a que Harry ya estuviese acostumbrado, cada vez que veía el plato lleno de comida, el cuarto gigante o el cerro de juguetes del gordinflón de su primo, le era imposible no sentir envidia. Dentro de los cuestionamientos que puede tener un niño de siete años, las preguntas que debía hacerse Harry, sobrepasaban toda lógica. A lo largo de su corta vida, nunca llegó a explicarse qué había hecho para que todos siempre fueran tan malos con él.
Cuando tenía suerte, y en vez de dejarlo encerrado en la alacena, los Dursley lo llevaban a sus paseos al parque de diversiones, al cine o al centro comercial, al ver al resto de los niños, lo invadía una profunda tristeza y se preguntaba por qué él no podía tener una familia con padres cariñosos, hermanos, o en último caso, alguien que lo quisiera y no lo tratara como un estorbo. En momento así, al llegar a casa y encerrarse en su alacena, Harry tendía la cabeza sobre la almohada y se ponía a llorar.
El pobre Harry ni siquiera tenía amigos. En el colegio, al igual que en casa, Duddly se encargaba de hacerle la vida cuadritos. El gordinflón siempre inventaba excusas para molestarlo, golpearlo o hacerlo quedar como idiota delante de todos. Y aunque en ocasiones hubiese quien se compadeciera; la intensión duraba hasta que Dudley lo notaba. Pues cada vez que alguien se le acercaba, él se encargaba de hostigarlo con la misma pasión.
En el transcurso de la mañana de un sábado cualquiera en casa de los Dursley, mientras Harry, como de costumbre, freía tocino y preparaba café, una pelota saltarina con la que jugaba Dudley, rebotó en el piso, llegó hasta el techo, luego a la pared y finalmente golpeó el jarro de la cafetera haciendo que el cristal se quebrara en mil pedazos. Tía Petunia, que en ese minuto se dirigía a la cocina, recibió el líquido caliente en las piernas. El alarido que dio la mujer alertó a tío Vernon, quien al llegar, tras echar un vistazo fugaz, no tardó en sacar las mismas conclusiones de siempre, y sin preguntar nada, se acercó a Harry, le dio un cachetazo y lo agarró del pelo para arrastrarlo hasta la alacena. Bien por el hartazgo, la injusticia, la rabia o el odio, en ese minuto, Harry se armó de valor, se liberó de la mano de su tío y por primera vez en la vida gritó a todo pulmón su deseo más grande.
- ¡QUIERO IRME DE AQUÍ!
Una suave brisa recorrió el lugar, haciendo revolotear sutilmente todo lo que estaba alrededor. A los pocos segundos, la brisa se transformó en un remolino de viento, las persianas de las ventanas se cerraron solas, los muebles comenzaron a moverse y la casa se internó en una profunda oscuridad. Vernon se quedó quieto, sin mover un musculo, observando despavorido lo que ocurría. Su temor más grande se volvía realidad: alguien estaba haciendo magia en su casa.
Como punto culmine del espectáculo, luego de un sonido estridente y un fugaz chispazo de luz, en medio de la sala, apareció una mujer regordeta, de pelo cano y lentes rectangulares.
- Tú, cerdo inmundo – dijo sin escatimar en formalidades, acercándose a tío Vernon mientras lo apuntaba con una varita mágica–. No volverás a ponerle un dedo encima a mi sobrino.
Harry abrió la boca, pasmado. No entendía nada. Ella advirtió su asombro, y en respuesta, le guiño un ojo.
- ¿Qqq..que quiieeres dee..decir? – inquirió, con terror. No fue necesario que preguntara su nombre, ya lo sabía.
- Se acabo, Dursley, el chico se va conmigo – aseguró, apoyando las manos en la cintura.
Desde la habitación contigua, tía Petunia espiaba pegada a la pared. Luego de un par de trancos flojos, acercó su cuerpo enjuto al umbral de la puerta, y dejó escuchar su voz horrible en una frase temblorosa y ridícula.
- ¡Pee…pero, no puee..des lle..llevartelo!, El debe quedarse aquí.
- No me importa. Yo me las arreglaré con quien deba arreglármelas, esto ya fue suficiente.
Cambiando la expresión severa por una amigable, giró hacia donde estaba Harry, se acuclilló y lo llamó con una seña para que se acercara. El chico avanzó a tientas, arrastrando los pies.
- ¿Quieres venir conmigo? – preguntó, en el tono más cálido que pudo.
Harry seguía sin entender nada. Por un momento, pensó que estaba soñando. Cerró los ojos buscando aclarar la vista, se pellizcó el brazo, y entonces comprendió que no era un sueño. Todo estaba sucediendo, era real... Miró a los dursley, la miró a ella, volvió a mirar a Dursley y entonces decidió.
- Si – dijo, sintiéndose tan feliz como nunca se había sentido en la vida.
La mujer sonrió, acercándose para abrazarlo.
De pronto, una duda cruzó por la cabeza de Harry.
- ¿Quién eres? – En realidad, sólo quería saberlo. La respuesta no lo haría cambiar de parecer.
La mujer arrugó el ceño en un gesto sentido y desde la comisura de sus parpados, cayó una lágrima que rápidamente se perdió bajo su mentón.
- Soy tu tía abuela.
Sin saber bien cómo se hacía, instintivamente, Harry extendió los brazos para abrazarla.
Un carraspeo débil y forzado interrumpió el momento.
- ¿Cuándo piensas llevártelo? - preguntó tía petunia.
- Ahora mismo – dijo para sorpresa de todos, poniéndose de pie - ¿Vamos? – preguntó a Harry. El niño asintió, convencido.
- Oh, espéreme un segundo por favor – pidió Harry y se fue corriendo a la alacena bajo la escalera, prendió la luz y recogió todos sus soldaditos –. ahora si – dijo algo agitado apenas volvió a la sala.
- Cariño, no te hubieras molestado. Ahora vas a tener muchos juguetes, todos los que quieras.
Harry abrió los ojos sorprendido y estiró los labios en una gran sonrisa.
- Eeeh tía, ¿Cuál es tu nombre?
- Puedes llamarme tía Rita – respondió, achinando los ojos, esbozando una sonrisa aun más prominente que la de Harry –. Querido, ya es hora de que nos vayamos.
Como si conociera la casa de memoria, caminó hasta el fondo del pasillo, llegó a la cocina, abrió la puerta trasera y salió al patio. Metió la mano y luego el brazo entero en un bolso diminuto, sacando de él un paraguas tan grande como un quitasol.
- ¿Tía rita, para que quieres un paraguas? Es verano– preguntó Harry, entre risas.
- Eres muy pequeño para aparecerte y yo prefiero no ocupar la locomoción muggle.
- ¿Apare..qué?… ¿muggle?
- Oh, querido, ya veo, ya veo – dijo lanzándole una mirada de desprecio a los Dursley, quienes en ese momento, husmeaban por la ventana – hay muchas cosas que debo contarte, pero lo mejor es que no sea aquí.
- Está bien – dijo Harry, absolutamente tranquilo.
- Ven querido, debes darme la mano – dijo, estirando la suya para que él la asiera – Recuerda, que no se te olvide, no debes soltarte por ningún motivo.
Harry asintió. Tía Rita abrió el paraguas, lo sujetó fuerte y golpeó tres veces el piso, acto seguido, para espanto y sorpresa de los Dursley, comenzaron a elevarse poco a poco, hasta perderse en el cielo.
