Este fic forma parte de los Retos a la Carta del foro La Caja de Pandora (LCDP). Yo trabajo con la Lista 1, número 11. El primer título es el siguiente:

1.-Un beso.

Kyoko puso pies en polvorosa en cuanto su cerebro volvió a funcionar con normalidad.

Apartó a Kuon de un leve empujón, se bajó de su mesa del comedor de un ágil salto y corrió hacia la calle parándose en el recibidor atestado de cajas sólo para coger sus botas. Ni siquiera pensó en agarrar un abrigo: lo único que quería era poner la máxima distancia entre ella y él. No dejó de correr hasta que estuvo en el parque, alejada de Kuon y de aquel beso. Había sido una leve caricia, un beso demasiado breve como para disfrutarlo de verdad. Había sido tierno, sencillo, y dulce.

Y muy pero que muy raro, porque ella estaba subida sobre una mesa y tuvo que agacharse un poco para llegar hasta sus labios.

Sin embargo, en su corazón, había actuado como el detonante perfecto para desatar al caos de sentimientos contradictorios que habitaban en su interior.

No había sido él quien la había besado. Apostaba que Kuon estaba casi tan asombrado como ella de que fuera Kyoko, y no él, quien iniciara el beso. Pero es que hacía días que la idea le rondaba por la cabeza y al final había sucumbido a la tentación. Las revistas decían, y con razón, que su senpai era el hombre más guapo y sexi de todo Japón. Joder, incluso ella, que se negaba a ver con esos ojos a Kuon, lo había notado.

Y también sus hormonas, que gritaban por cualquier tipo de cercanía y la obligaban a hacer esas tonterías.

Cruzó las piernas y observó el parque. Estaba casi vacío, con la única excepción de una joven madre que jugaba con su hija en el cajón de arena. La vieron observarlas y le sonrió. La pequeña niña la saludó con la mano y ella le respondió con un gesto vago. Su cuerpo estaba ahí, pero su mente había decidido volver a recrear aquel beso.

Había creído que con uno sería suficiente. Que aquella curiosidad insana se apagaría y desaparecería para no dejar rastro. Que no volvería a acosarla en medio de cenas tranquilas en el apartamento de Kuon ni en los silenciosos viajes en coche hasta el trabajo. Que acabaría. Punto.

Qué inocente había sido.

Desde el primer contacto, supo que estaba perdida y que iba a necesitar más. Gracias a Dios, Buda, y todos los dioses y figuras a seguir existidas y por existir, había tenido la voluntad suficiente como para no perderse en el beso. Había conseguido apartarse y lo había dejado en su comedor con una expresión patidifusa, como si hubiera reventado frente a él un globo rosa relleno de talco. Ahora no sabía cómo podría volver a su propia casa. Ni cuando. ¿Estaría él ahí, esperándola, si volvía ahora mismo? ¿Esperaría también una explicación? Había preparado una muy buena excusa cuando él, después de negarse al beso, le preguntara la razón de su ataque. Planeaba decirle que simplemente tenía un papel en el que tenía que besar por sorpresa a un hombre y que supuso que a él no le importaría. Tenían la suficiente confianza como para eso. Pero ahora que él le había devuelto el beso…

Emitió un chillido de desesperación, llamando la atención de la madre y la niña que la observaban desde hacía rato. La adulta le murmuró algo a su hija y después se acercó hasta donde estaba ella. Kyoko maldijo, porque no necesitaba a nadie preguntándole por sus rarezas.

Afortunadamente, su teléfono móvil decidió sonar.

Se las apañó para sacarse el aparato de uno de los bolsillos de sus vaqueros y comprobó que no fuera Kuon quien la estuviera llamando. Era Kotonami Kanae y una sonrisa le curvó los labios.

—¡¿Dónde demonios estás?!—La saludó su mejor amiga. Kyoko hizo una mueca de dolor y se apartó el aparato del oído. —¡Acabo de recibir una llamada de tu adorado Tsuruga preguntándome si estabas conmigo!

—¿Y qué le has dicho?—La interrumpió mientras se ponía de pie. Kanae le dijo algo sobre mentiras piadosas y malas amigas y después, colgó. Kyoko se quedó mirando la pantalla de su teléfono por varios segundos hasta que le llegó un mensaje que, por supuesto, era de Kanae. La citaba en el café LA Hearts.

Agradeció no haber elegido un lugar apartado en el que vivir y marchó a pie hasta aquella cafetería que se había convertido en el cuartel general de Kanae y ella. Siempre que podían pasar un rato juntas, lo pasaban en aquel local, disfrutando de un buen café y algunos deliciosos pasteles.

Tardó cerca de quince minutos en llegar y para cuando lo hizo, su mejor amiga ya estaba sentada en una de las mesas más alejadas. La saludó con un vago asentimiento y llamó a un camarero para que las atendiera. Kyoko llegó hasta ellos justo en el momento en que Kanae acababa de hacer su pedido. Decidió no pedir nada porque tenía el estómago cerrado y poco antes de huir de su propia casa se había comido una buena porción de tarta.

—Desembucha. —Le dijo Kanae nada más sentarse.

—Hola a ti también, Moko-san. Me alegro de verte. —Kyoko la ignoró y le dio una sonrisa brillante. Paró de hacerlo en cuanto se dio cuenta de que estaba imitando la sonrisa falsa de Kuon y su mente masoquista quiso recordarle que hacía nada había cometido la más estúpida de las estupideces.

—Kyoko… Tsuruga-san me ha llamado preguntándome si estaba contigo. ¿Le has dicho que ibas a estar conmigo?—Kanae tuvo que chasquear los dedos frente a Kyoko para que ésta le prestara atención.

—En ningún momento.

—Parecía asustado. Me ha dicho no sé qué de que habías salido corriendo…—Kanae frunció el ceño con preocupación. ¿Aquel tipo se había propasado con ella? ¿Le había hecho algo? ¿O acaso ya le había confesado…? —¿Por qué creería Tsuruga que estabas conmigo?—Con la curiosidad haciéndole cosquillas en el vientre, Kanae la azuzó para que hablara.

Para su mala suerte, Kyoko se pensó la respuesta durante más de diez segundos. Moko-san era su mejor amiga y confiaba en ella más que en sí misma, porque muchas veces la había ayudado a tomar decisiones con la cabeza fría. Contarle la verdad no haría mal a nadie, ¿no? Se acomodó en su asiento y sacó el móvil para ponerlo sobre la mesa, por si alguien la llamaba.

—Supongo que sabe que acudiría a ti. —Comenzó a decir. Kanae alzó una ceja oscura mientras uno de los camareros les servía sus bebidas. —Me conoce bien. En algún momento te habría llamado, así que equivocado no está. Lo cierto es que…

—Al grano, Kyoko. —La apremió Kanae.

—Vale. Es que… digamos que lo he dejado en mi comedor, confundido a más no poder, porque soy estúpida.

—¿Estúpida? ¿Tú? Qué va…—El sarcasmo la hizo sonreír. Kyoko apoyó los codos sobre la mesa, sujetándose con desgana la cabeza con las manos. Sus ojos dorados se perdieron en la decoración cursi de la cafetería; por un segundo, Kanae se vio tentada por esa mirada. Quiso seguirla, estudiar con detalle ese adorno que había captado su atención, pero justo en ese momento se dio cuenta de una cosa. —¿Y qué hacía ese en tu comedor? Comedor de una casa que, por cierto, yo aún no conozco.

A Kyoko se le cerró la garganta. ¿Cómo había podido ser tan mala amiga? ¡Kanae era su primera amiga y no la había invitado aún a su nuevo apartamento! Aunque claro, con la mayoría de sus cosas empaquetadas en cajas de cartón y los muebles aún en camino, no tenía mucho para enseñarle. Quizás podría dejarla entrar al baño, que era lo único que estaba completamente disponible.

—Se ofreció a ayudarme, nada más. —La mentira le oprimió la lengua, pero ¿qué más podía decirle? Aunque si lo pensaba bien, no era una mentira completamente. Kuon se había ofrecido la noche anterior a ayudarla con las luces y entre una cosa y otra había acabado por quedarse a dormir en la sala de estar. Esta mañana le había preparado el desayuno y, aprovechando que era sábado, se quedó a ayudarla también con las últimas cajas que le quedaban por acomodar. —Y como estoy bastante ocupada, no me venía mal la ayuda.

—Yo podría haberte…—Comenzó a decir Kanae con el gusanillo de los celos mordisqueándole los pies.

—Has estado esta última semana en Osaka. —La interrumpió Kyoko. Kanae apretó los labios rosados en una fina línea. Por mucho que le pesara, Kyoko tenía razón. —Además, a ti nunca habría podido cargarte con las cosas más pesadas y…—Un delicioso sonrojo cubrió las mejillas de Kyoko. Esta vez fue el turno de arquear las cejas para Kanae, porque ¿desde cuándo se sonrojaba Kyoko por cosas como esa? —Bueno, eres alta. Pero no tanto como Ren. No habrías llegado al techo ni con ayuda de una silla.

Ren… En cuanto el nombre salió de sus labios, Kyoko se llevó una mano a la boca. Casi nunca lo llamaba así cuando estaban juntos precisamente por eso, porque se acostumbraba a darle ese trato tan informal y luego metía la pata en público. De puertas para fuera seguían manteniendo esa relación especial que sólo ellos dos podían tener; aunque no pasaba de ahí, su vínculo senpai-kohai era muy fuerte y algunos de los novatos que habían pasado las últimas audiciones de LME lo envidiaban. Sin embargo, cuando estaban a solas, eran amigos.

Desde que trabajaran juntos como los Hermanos Heel, su relación se había estrechado. Había sido un acercamiento casi a la fuerza, pues tuvieron que pasar más tiempo juntos del que habrían pasado por voluntad propia y compartieron momentos que en otras circunstancias jamás habrían compartido. Kyoko lo ayudó a controlarse, a aceptarse a sí mismo aunque en ese momento aún no lo sabía. Se convirtió en su talismán, en ese clavo ardiendo al que se había aferrado con un agarre débil los últimos seis años.

Se convirtió en esa amiga de la infancia que había olvidado hacía mucho tiempo.

Mientras Kanae esbozaba una mueca de sorpresa, Kyoko recordó el día en el que Tsuruga Ren dejó de serlo para convertirse frente a sus ojos en Hizuri Kuon, el mismo Corn que de pequeño la había hecho tan feliz. Al principio se había sentido tonta, pero después, al escuchar su historia, se sintió conmovida.

Y lo aceptó, y él se aceptó.

Su relación se estrechó aún más a partir de entonces y…

Bueno, Kyoko, como toda adolescente sana, respondió a las extrañas feromonas que emanaban del cuerpo de Kuon.

—¿Ren?—El siseo de Moko-san devolvió a la realidad a Kyoko. — ¿Desde cuándo lo llamas por su nombre, Señorita Formalismos?

—Eso ahora no importa, Moko-san. —La evadió Kyoko, quien se pasó nerviosamente las manos por los brazos, como si sintiera frío. —He hecho algo muy estúpido…—Se lamentó.

—Sí, eso ya lo has dicho.

—…—El murmullo de Kyoko fue tan ligero que Kanae no lo escuchó.

—¿Qué?

—Que lo he besado. —Repitió Kyoko. —Lo he besado y ahora…

Ahora todo era diferente.


A/N: Quien tenga dudas, que pregunte. Por si acaso, aquí os dejo una pequeña explicación: Para no liarme con lo que está pasando ahora mismo en el manga, he decidido plantear esta viñeta-que-no-es-viñeta-porque-tiene-más-de-mil-pa labras en un futuro no muy lejano donde el arco de los Heel ya se ha acabado. También está situada en un mundo imaginario donde Kyoko no sospecha de que guarda esos sentimientos por Kuon y ¡eh! Donde sabe que Kuon es Kuon. No sé si me explico. He de reconocer que tenía bastante de esto escrito desde hacía casi un año. Mi intención inicial era hacer un long fic, pero se quedó en el baúl de los descartados y recién ahora está viendo la luz. He ahí la razón de que Kyoko ni sospeche de que está enamorada. Perdonadme, fieles seguidores del manga, pero necesitaba sacar este trocico para que respirara aire fresco XD. El título de próximo capítulo reza "Dos abrazos"...