Título original: "Seeking the Wilds"

Autor original: Lovelymayor

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Traducción al español realizada por BAzulyRojo. Permisos concedidos.


"Judy, necesitamos tierra fértil. Eres nuestra única esperanza. El Clan Hopps sigue creciendo y viene rápido el tiempo para mudarnos. ¿Puedes hacerlo?"

Las palabras de su padre resonaron en su mente. "Si, padre". Respondió Judy.

Por tres días, Judy ha estado en caminata. Por tres días ha mantenido alerta sus orejas de conejo como así también su ingenio. El viaje era largo, pero no sin compañía. Tenía un deber único –scout del Clan Hopps- y con ello venía una herramienta única.

A su lado, en cuatro patas, estaba Nick – el zorro familiar de los Hopps.

Al llegar a la cima de la colina, Judy inspeccionó el valle. Miró a Nick, quien se detuvo a su costado. Viéndolo a él la hizo recordar cuando se conocieron, hace mucho tiempo. Ella era una niña, Nick la tenía en sus brazos. Una vez, su madre le dijo que Nick había estado con ellos desde que ella nació. Ahora ellos estaban maduros, aptos para servir a su clan. Judy ha visto pasar dos docenas de veranos, y Nick casi tres.

"Madre dice que fuiste abandonado… Pequeño, chillando. Dijo que sin nosotros, tú habrías muerto." Las palabras de Judy hicieron que Nick levantara sus orejas al escucharla, para que luego ambos tomaran asiento. Contemplaron el valle, suponiendo que eran las Praderas mencionadas por los ancianos, era su destino.

"El clan me ha protegido desde que tengo memoria. Zorro, me llamaron. Bueno, todos excepto una…"

Judy entrecerró sus ojos, usando sus sentidos entrenados percibía entre el panorama, las rocas y la hierba. Ahora que ella había visto esas Praderas, sería la charla de la aldea – si es que podía volver a su hogar. Por su oreja izquierda, escucho la voz de Nick. Por la otra, una suave brisa soplando desde el este.

"Y todavía lo estamos, Nick." Dijo Judy, volteándose hacia él. Movió sus patas hacia abajo, halando de un bolso hecho de hoja de maíz llena de bayas que había tomado durante la travesía. "Sé que piensas que estamos de cacería, pero te rehúsas a consumir de los otros mamíferos que nos encontramos… sabes, tu olfato por estas bayas es más agudo que el de cualquier otro cazador por su presa." Hubo un acento de broma en su tono, la luz de una sonrisa aparecieron en sus labios.

Nick le sonrío de vuelta, y enterró sus patas en la bolsa. Arándanos, como se lo imaginó. Recogió los suficientes para el momento y empezó a reventarlas en su boca.

"Estamos lejos de las madrigueras, Nick. ¿Podrías comer con moderación? Judy carcajeó, luego bajó trotando del valle hacia una roca plana en medio de montones de césped. Se subió a éste, y sintió el calor del sol. Observó a la distancia. El pasto era verde, y claro. Era perfecto. Las Praderas eran como los ancianos habían dicho; incluso la brisa desde el este pareció existir después de todo.

Detrás de ella, la gracia natural de Nick al caminar fácilmente le permitió mantener el ritmo de Judy. Se detuvo cerca de ella, a la espera mientras Judy escalaba.

"Nick, ven." Dijo ella claramente, como si esas órdenes fueran triviales. Nick se deslizó hacia arriba sobre la roca, su ágil, desnudo cuerpo frotándose contra la ropa algodonada de Judy. "Mira allá. ¿Ves cómo es de abierta la llanura? Podríamos hacer de aquí el hogar del clan si logramos hacer el viaje." Aquí no ha habido cataclismos. Ni guerras. Al menos, ninguno que hayan dicho los ancianos…"

Nick miró, pero no podía juzgar algo tan importante. Metió su cabeza abajo, en el regazo de Judy mientras observaba. Lamió su pata una vez. "Estoy aquí para apoyarte, Judy, lo que sea que decidas, debo coincidir. La scout eres tú – yo solo soy un zorro." No había malicia en su voz, solo hechos.

Judy asintió. "Pero valiente para un zorro. Y leal. Y amable." Levantó una pata para dejarla sobre la cabeza de Nick, acariciando el espacio entre sus largas, oscuras orejas. Estaba cálido. La brisa fría azotando desde las llanuras de delante no se sentían tan mal con su cuerpo apegado al de ella. Nick cerró sus ojos, sus miembros cansados por el largo viaje matutino que agotaban su energía.

"Jaja, ¿agotado, zorro valiente? ¿O te haces el astuto, fingiendo que duermes para escapar de tus deberes? Te conozco mejor de lo que crees, Nick."

Nick levantó sus orejas instintivamente ante el resonar de su nombre. "Yo soy lo que tú digas, Judy, pero nunca seré un conejo." Él hablo sin abrir sus ojos. Solo palabras, sin acciones. Judy bajó la vista hacia él. Judy lo miraba calmo al verlo acostado ahí, ese familiar pelaje rojizo. Siempre ha sido capaz de reconocerlo entre multitudes gracias a su pelaje. Ella todavía era joven cuando él era mayor. Ahora, la edad era irrelevante.

"Eres tan bueno como un conejo." Aseveró Judy, revolviendo su pata por la espalda de Nick. "Trabajas duro, claro que esperas que nadie lo descubra. Te haces el listo, pero eres bueno en tu corazón. El Clan Hopps te valoriza. Te atesora. Nick, yo te atesoro." Sus propias palabras la sorprendieron. Nunca había dicho algo como eso. ¿Qué dirían los ancianos? ¿Su padre? ¿Acaso se ha enamorado de la mascota del clan? De seguro la expulsarían. Lo llamarían fraternización estúpida. Pero todos amaban a este zorro. Ella más que nadie.

"Eres demasiado buena para este zorro, Judy. Si yo fuera un salvaje-"

"Pero no eres salvaje. Eres nuestro." Interrumpió Judy. Nick la pausó rápidamente.

"He visto la forma que los otros depredadores me ven a la hora de la guerra. Cuando atacan, casi esperan que me les una. Me miran y se preguntan por qué te montas a mi espalda, y por qué no te como. ¿Y qué si me capturan? ¿Qué les diría?

Judy bajó ambas patas para tomar a Nick de los lados. Ella bajó su cuerpo para presionar su pecho contra la espalda de aquél zorro. Su zorro.

"No hay depredador que te quite de nosotros. Tú y yo somos inseparables. Eres del Clan Hopps, no otro. Esos predadores de los que hablas, no son como tú. Son simples. Tú eres especial. Un zorro, criado entre conejos. Éste es un regalo para ti, no te olvides. Tal como…. tal como tú fuiste un regalo para mí, de mi padre."

Nick se levantó, olfateando el aire. Judy se pausó. Replicó el repentino gesto con su propia nariz, tratando de tomar el aroma en el ambiente.

"Habla." Susurró ella.

"Un lobo." Respondió Nick, y Judy levanto la cabeza, manteniendo sus largas orejas abajo, y su cuerpo presionado al de él. "Acechando… al este." La cola de Nick se sacudía. Judy la apretó para mantenerlo calmado.

Y ahí había un lobo. Estaba cazando, ni a cien yardas desde donde estaban sentados.

"No atacamos… solo nos ocultamos. O… Nick, abajo. Rastrearemos al lobo. Debemos saber la importancia de esta amenaza." Judy golpeteó su espalda, y él se agachó lentamente. Juntos, se escondieron en el césped. El aroma del lobo crecia aún más, luego menos, en altibajos amenazantes. El par explorador se desplazó por el pasto silenciosamente. Cada algunos pasos se detenían, observaban y continuaban, moviéndose a su alrededor para mantenerse detrás del predador, lejos del rango de sus orejas.

Mientras Nick acechaba, su mente vagaba. ¿Cuán bien podría el ser contra un lobo? Después de todo, Nick era igual a una presa. Pensó solo raramente que su vida era similar a la de un esclavo afortunado. Pero no se atrevería a hablar esos vagos pensamientos en frente de conejos y en voz alta.

Ahora era tiempo de proteger a Judy, no de reflexionar su lugar en el mundo.

Las patas de Judy se movieron por su prenda, palmoteando la resortera amarrada a su cintura. Lo retiró y tomó una piedra pesada. Sus ojos bajaron a Nick, observando sus métodos. Él estaba en cuatro patas, cola y orejas abajo. Olfateó y empujó su hocico contra el pasto, creando una cúpula sensorial a su alrededor que les permitía sentir el aroma del lobo sin que los detectaran a él. Siempre que estuvieran a favor del viento.

El sol caía a plomo, pero una brisa fría proveniente de los riscos de adelante, en el cual yacía el océano, traía escalofríos sutiles de vez en cuando. Judy y Nick solo habían escuchado historias del océano, un vasto cuerpo de agua, del cual no debían deambular cerca. Era un lugar peligroso; como nada que conocían. Mil veces un lago. Sin embargo, no podían dejar de preguntarse, y asignar una importancia mística a ese indicio salado en el aire.

El lobo sabía del océano. Lo había visto. Una vez nadó allí. No habían tantos peces como le habían dicho.

Este lobo era el primer depredador el cual su aroma habían encontrado en esta misión. Era un buen signo, un signo de que al menos las Praderas eran seguras para que crucen los conejos jóvenes. Solo la presencia ahí del lobo, ahora, preocupaba a Judy. El brusco erizamiento en la espalda de Nick la preocupaba aún más.

Algo había cambiado. Nick lo sintió de inmediato, y le susurró a Judy.

"El lobo cambia su curso. Se acerca."

Judy se maldijo sola. No había sentido el cambio del aire. La piedra en su pata y el zorro a sus pies le dieron comodidad, pero aun así su nariz saltaba en recelo.

"Nick. Rodea. Entrampa al lobo. Debemos pelear por el Clan Hopps." Las ordenes de Judy vinieron rápido, y luego se desplazó entre el césped alejándose de Nick. Él la miró, para luego moverse solo hacia el otro lado. Con cuidado, cambiaron posiciones para flanquear al lobo, quién no tenía una manada que pudieran olfatear para ayudarla.

De repente Judy pensó que era raro. ¿Bajo qué circunstancias podría un lobo no tener manada? Luego su estómago le dolió. Recordó algunas historias de los ancianos, de lobos solitarios que bebían sangre y nada les importaba. Criaturas maniáticas que deambulaban bosques oscuros y descuartizaban conejos sin esfuerzo. ¿Era éste un lobo como esos? ¿Un desquiciado lobo solitario? Ella esperó que su piedra pegara duro.

Nick era valiente. Él sabía que primero debía atraer la atención del lobo, para que así Judy ataque a distancia. Habían practicado esto muchas veces, se han podido defender exitosamente contra de gatos salvajes y una manada de lobos con la ayuda de otros conejos. Pero nunca un lobo solitario. Nick podía olerlo más aún ahora, y estaba seguro que podía olerlo a él también. Pero el lobo no tenía a Judy para ayudarla.

Nick esperó, se metió dentro del montón de césped delante de un ancho, plano espacio en medio de la vegetación. Sabía que el lobo debía cruzar el claro, y luego él tendría la ventaja. Pronto, pasó. Un borrón color blanco. Como el color de las palmas de Judy. Era una loba. En su boca, ella tenía un manojo de ratones agarrado desde sus colas. No vestía ropa, como él. Se movía lentamente, no como un cazador hábil lo haría.

Nick se precipitó de entre el matorral, sus labios se enroscaron en una muestra de temibles dientes. Gruñó. La loba, tomada por sorpresa, soltó los ratones. Nick sabía que tenía que atraer la atención de la loba lo suficiente como para que Judy-

La piedra llegó. Bajó navegando desde una roca elevada en la posición de Judy, golpeando a la loba en las costillas y haciéndola rodar en el suelo. La hizo gritar mientras caía, su lengua saliendo. Nick se acercaba a la loba, listo para matar. Listo para morder su cuello y matar a su enemigo, una amenaza del Clan Hopps.

Pero luego, miró la loba a los ojos. Vio miedo. Vio remordimiento. Ella jadeó, y a su lado floreció una roja mancha de sangre.

"Paz…" Rogó la loba, con sus ojos muy abiertos y respiración entrecortada. "Cachorros."

Nick se detuvo ante esa palabra. Cachorro. Este no era un lobo solitario. Ni un monstruo. Esta era una madre, sola, perdida, y luchando para alimentar a sus crías. No podía decidirse a morder su cuello. Por encima, Judy miraba en confusión, e inquietud. Bajó de donde estaba, tomando otra roca y acercándose a los dos carnívoros.

"¡Nick! ¡Mata!" Comandó ella, sus piernas temblando. Nunca había estado tan cerca de un lobo. Era enorme, más grande de lo que parecía de más lejos. Las orejas y el hocico, la espesa cola: estos eran similares a los de Nick.

Nick simplemente giró su cabeza. Se recogió a sí mismo en posición sentada y bajó sus orejas. "Pero no puedo." Murmuró, pesaroso. Tanto como pudo. Judy tomó la piedra de la resortera. Se aceró a la loba y levantó la pesada piedra sobre su cabeza.

"La loba es amenaza. No voy a tolerar amenaza ni a mi Clan ni a mi zorro." Esto se lo aseguró a Nick, pero la loba la escuchó. La loba, sabía la convicción de la coneja. La vio, y sabía que estaba a punto de morir.

Pero aun así, rogó, "Cachorros…" Y jadeó un largo suspiro de aliento.

Los brazos de Judy bajaron y ella miró a Nick, quien tenía su cabeza abajo. "Tú eres la loba solitaria. Eres el monstruo del bosque, ¿por qué juegas estos trucos? ¿Dónde está tu manada, loba solitaria?" Le preguntó a la loba, su tono todavía imperativa.

"Sin manada." La loba murmuró, estremeciéndose por el dolor en su lado. "Madre sola… con cachorros."

Sus palabras eran extrañas. Suaves. No gruñía como depredador. Pero ¿no que todos los predadores gruñían? Bueno, no su Nick.

"T-Tú… Tú, loba. Madre…" Judy tropezaba con sus palabras. Miró el montón de ratones: muerte limpia y sin rasgones.

Finalmente Nick habló, "Las tenía en su boca, como si las fuera a entregar. Sin duda una madre."

Y Judy sabía que Nick no le mentiría. Sabía que esta loba era madre, cazando poco para alimentar a sus cachorros. Aun así, ¿Por qué solitaria? ¿Dónde estaba la manada de esta loba?

"¿A dónde está tu manada, loba? ¿Dónde? ¿Por qué no tienes manada?" La voz de Judy temblaba, y su convicción desapareció, dejándola solo con una fiebre de preocupación en su estómago igual como la que sintió hace rato.

"Sin manada." La loba jadeó, lamiendo sus labios, y Judy se dio cuenta que eran las lágrimas de la loba corriendo desde sus ojos que humedecieron su cara. "El Alfa duerme con omega, madre omega soy. La Alfa echa omega de manada… es ley."

Sus palabras eran raras, alienígenas para Judy. ¿Alfa? ¿Omega? ¿Qué palabras eran esas? ¿Qué ocultaba la loba? Debía preguntarles a los ancianos que sabían cuando volviera a su hogar. Por ahora, solo sabía una cosa. Que la loba era una madre, y por esto, no intentaría cazarla ni herirla. ¿Pero algún día ella no lo haría?

"Cachorros… Cachorros a lobos… Se hacen una amenaza." Razonó Judy en voz alta, todavía empuñando la piedra.

La loba gimió al sentir a la coneja llegar a una decisión. Nick solo miraba, obedientemente.

"¿Por qué amenaza? Paz, Paz para cachorros." La loba suplicó.

Judy sintió dolor. Su cuerpo lo sentía, y su corazón lo sentía. No podía matar a esta loba. Talvez a otro, pero no a ésta. Una pequeña parte de ella entendió todo acerca del dolor de la loba, su lucha. Otra gran parte conocía solo su vida en las Madrigueras, perturbada solo por conflictos y nunca por hambre. Pero vio la sangre estropeando el blanco pelaje de la loba, y se sintió rara.

Sintió una gran – culpa.

Nick levantó la vista, mirando a Judy mientras se quitaba el bolso. De ahí sacó el mate con ungüento, hecho de hierbas y de aceites vegetales. Ella se arrodilló al lado de la loba, y ésta gimió y tembló de miedo mientras sentía su muerte.

"No." Susurró Judy, suave, reconfortantemente. "Quédate quieta. Te ayudaré." Desparramó el ungüento en sus patas, el líquido blanqueado, y lo presionó dócilmente sobre la ensangrentada piel de la loba. Encontró la herida y, a pesar que la loba gritó de dolor, frotó la medicina que se le había dado para salvar su vida contra la batalla. El dolor en el lateral de la loba disminuyó, y sus ojos lagrimearon no por dolor, si no por alivio. Luego, Judy desdobló un largo, plano y áspero algodón. Lo envolvió alrededor de la loba, quien se enroscó para dejarse. Se levantó un poco, sus patas delanteras hacia el frente y las traseras tendidas al lado.

"Tú eres… buena coneja." Suavemente dijo la loba, evitando sus ojos de Judy. Judy secó sus patas en el césped. Luego, acarició su espalda en modo de disculpa. Sintió el suave pelaje, como el de Nick entre sus dedos. Sintió una familiar y extraña novedad. Todavía sentía culpa. ¿Por qué un lobo piensa que es buena? ¿Por qué un lobo tendría motivo para pensar mal de un conejo, si todo lo que los lobos hacen es cazar y matar conejos?

"Nos vamos ahora, loba. Toma tus ratones. Alimenta tus cachorros. Pero no caces conejo si valoras sus vidas." Con esas palabras, Judy tomó su resortera y bolso, y chasqueó sus dientes para llamar a Nick, quien se precipitó a su lado. El lobo no los atacó, incluso luego de romper el viejo proverbio de "nunca voltearse ante un lobo." El lobo solo se sentó, y recogió sus ratones. Nick miró atrás mientras desaparecían entre el césped. Judy también miró atrás. Vieron el borrón de pelaje blanco. Y vieron el suave azul de sus dóciles ojos maternales.

"Nick." Estaban ahora alejados a una buena distancia. Yendo a casa para reportar sobre las Praderas. Las orejas de Nick se levantaron cuando escuchó su nombre. "Tu… hiciste bien. Al no matar la loba. Eres un zorro bueno. Eres… un zorro amable. El más amable." Nick se frotó contra ella, sus pelajes entremezclándose.

"No sé qué historia les diré a los ancianos… Me sorprendo, porque quiero mentir."

"Entonces miente." Dijo Nick, sin fuerza en su voz. Judy pensó que podría. Sabía que enfrentaría castigo por dejar ir a la loba, la amenaza. ¿Qué diría su padre? ¿Los ancianos? Pero las Praderas no era el hogar de Judy. Era el hogar de la loba, no del Clan. ¿Por qué, entonces, debían tomárselo? Judy amargamente se preocupó si era posible incluso, en cien veranos más, que la loba se quede con ellos como Nick lo hizo. ¿Qué tan alejado estaba un lobo de un zorro, si un zorro podía ser amable?