El pequeño barco se deslizaba suavemente por el mar manejado por Tashigi. Aunque no vestía su uniforme ni llevaba su espada encima. La capitana y espadachina de la marina estaba de vacaciones, y en esos 4 días que dispondría solo sería Tashigi, dispuesta a descansar en su refugio.
Llegó a su destino, una isla de tamaño pequeño, con una población en un extremo. Su refugio, una casita pequeña, en una cala diminuta alejada de la población se veía en perfecto estado. Rodeada por una frondosa selva a la espalda y por el mar al frente, era un lugar hermoso.
Quería alejarse de un mundo dominado por hombres robustos y fuertes como su Vicealmirante Smoker o el maldito Roronoa. Llevar un vestido, disfrutar del canto de los pájaros, tenderse en la playa con un libro...
Atracó en el puerto de la ciudad y decidió ir a dejar sus cosas en la cabaña para luego ir a comprar para preparar la comida. Gracias a eso no vio como llegaba el Sunny con toda la tripulación.
Las dos chicas de la tripulación habían decidido que necesitaban un descanso y esa isla era conocida por unos balnearios exclusivos para mujeres, donde hacían unos tratamientos de belleza y de eliminación del estrés mundialmente famosos. Nami y Robin tenían claro que ellas se iban al spa, y que los chicos sobrevivieran esos 4 días sin liarla. Nami le había concedido a Sanji una buena asignación con la que debía conseguir que Luffy no saliera a por comida, a Zoro lo suficiente para que comprara botellas de sake a diestro y siniestro y a los demás lo justo para que no se aburrieran.
Tashigi llegó a su casita. Seguía igual como la había dejado la última vez que había ido. Siempre que disponía de unos días libres se refugiaba allí. Le recordaba su hogar natal, con el mar al frente para verlo al despertarse. Dejó su maleta y buscó la cesta para hacer la compra. Le apetecía un poco de pescado a la plancha, un atún o algo similar.
En el puerto, las dos mujeres se fueron para su tratamiento de belleza y Sanji decidió ir a por víveres. Quería un buen pescado para alimentar al pozo sin fondo de Luffy.
En el mercado había una parada grande, atendida por dos vendedores. Tashigi estaba mirando las diferentes capturas y se fijó en un pez brillante y con una carne muy jugosa. Mientras Sanji estaba evaluando y vio un atún esplendido. Los dos pidieron a la vez el mismo pescado, señalándolo con la mano y haciendo que sus dedos se tocaran.
Cuando se miraron, Tashigi se asustó -¿es que no podía librarse de ellos ni en sus vacaciones?, en cuanto a Sanji se sentía dividido. Por un lado estaba una hermosa mujer a su lado y por el otro una marine que los perseguía sin descanso. Decidió escapar y avisar a sus nakamas pero lo frenó Tashigi
- ¡Espera, estoy de vacaciones! ¡No os voy a perseguir! ¡Aquí solo soy Tashigi!
Sanji la miró y la creyó. Su lado galán salió a la superficie, decidido a complacer a una mujer bella que no se alejaba de él.
- Póngale ese pescado a ella. Yo me llevaré esos otros. Y cóbreme ambas cuentas
- No hace falta eso Pierna Negra.
- Un caballero siempre cuida a una damisela. Te acompañaré y llevaré toda la compra que hagas hasta tu alojamiento. No me llames así, basta con Sanji.
Suspirando Tashigi y sintiéndose alagada por el trato de Sanji decidió hacer lo que nunca habría hecho ni como marine ni como espadachina, dejarse agasajar por él.
- Está bien, puedes acompañarme, pero no hace falta que lleves mis bultos
- ¡Nunca jamás dejaría a una dama que cargará peso y se pudiera hacer daño!
Y diciendo eso, cargó con la cesta de la compra de Tashigi y todos los suministros para el Sunny.
Tashigi inició el camino hacia su domicilio. Sentía cosquillas en el estómago al saberse seguida por un hombre refinado pero a la vez fuerte, educado y valiente. Tras recorrer el serpenteante camino que llevaba a la cala y cruzar la maleza emergieron al lado de la casita.
Sanji entendió lo que veía en ese sitio, era un pedazo de paraíso escondido del mundo.
Se dirigió a la puerta, para dejar la compra de Tashigi y que ella disfrutara de sus vacaciones.
Ella miraba el mar con dulzura, disfrutando de la leve brisa que jugueteaba con su cabello. Cualquier persona se merece poder desconectar del mundo y aquel era un sitio ideal.
No quería entrar en la casa, sería como invadir un espacio privado de ella, así que deposito la cesta en la entrada y antes de retirarse la contempló. Se veía hermosa, con el mar al fondo y el azul oscuro del pelo resaltando en el cielo.
Mientras se retiraba, suspiró y eso hizo girar a Tashigi. El sonrojo en la cara de ella era evidente.
No estaba acostumbrada a ese trato tan exquisito y una parte de ella quería seguir sintiéndose así.
- Sé que te parecerá una locura, pero me gustaría compensarte por las molestias. ¿Te gustaría venir a cenar hoy conmigo? No soy muy buena cocinera pero algo puedo apañar...
- Será un placer comer algo cocinado por ti. Vendré tarde ya que antes les he de preparar la comida a esos salvajes, pero espérame por favor.
- Hasta luego entonces. Y no le digas a nadie que me has visto. Quiero descansar de las prisas.
Tashigi se alejó y recogió la cesta antes de entrar en la casa. El aroma de Sanji se captaba y ese olor a tabaco y cocina la embriagaban. Entró y se sentó en el pequeño sofá que tenía.
Se sentía como una adolescente en una cita, nerviosa y alborotada. No sabía que impulso le había dado para lo que había hecho. Desmontó la maleta y empezó a mirar los diferentes vestidos que tenía. Uno blanco con mangas de gasa le llamó la atención. Hina se lo había regalado hacía tiempo y no lo había estrenado así que era una buena ocasión para ello. Lo combinó con un cinturón dorado y dejó que el drapeado en gasa de la falda cayera marcando sus piernas musculadas.
Ya solo faltaba que pasaran 12 horas para su cita con uno de los piratas a los que perseguía.
