"Dejo constancia de estos hechos para que todo el mundo sepa que una vez existió una nación orgullosa y valerosa de nobles hombres que se levantaron contra el destino para subsistir. ¡Que por todo Midgard se conozca que hoy, la nación que es pobre y humilde que sobrevive en medio del más inclemente invierno, alguna vez gozó de una bella primavera!
Dejo constancia de estos hechos para que aprendamos del pasado y no repitamos los mismos errores, y que conociendo la gloria que nos fue arrebatada, puede y debe de ser recuperada.
En el extremo norte del continente hemos vivido, durante miles de años, los llamados hijos del país Asgard. Con costas que asoman hacia el gélido mar, hermosos fiordos y paisajes hoy cubiertos por la nieve. ¡Ah! Pero esto no siempre fue así: En nuestra tierra brilló alguna vez el Sol y sus campos eran verdes y hermosos prados floridos. Nuestra ciudad, una lustrada y limpia urbe de altos edificios comunicada por arcos gozaba por vestido el esmeralda de sus praderas y el azul de sus cascadas que corrían indómitas, como el carácter de sus antiguos habitantes, durante la mayor parte del año, por corona lucía, el hermoso Palacio de Asgard, el magnífico Valhalla, en donde habitan los representantes de Odín y que con su comunión con el Padre eran garantes de la vida y la paz en nuestra hermosa Nación.
En aquellos tiempos era el representante Dolbare, alto y de cabellos blancos que le conferían una apariencia de solvencia moral a toda prueba. Pero en el corazón del sacerdote, el frío de la soberbia y la codicia se habían instalado, así la maldición de Asgard comenzó con el invierno que cayó en su pecho. Según las creencias, el Padre Odín elige a sus representantes de manera oracular. Se intentó engañar la sabiduría de los dioses cuando sus hijos desobedecieron los mandatos antiguos... el camino a nuestro propio desastre estaba abierto."
POLLUX DIOSCUROS presenta:
DAS RAGNAROK LIED
Canto I: La Caída del InocenteAsgard vivía su vida tranquila, alejada del hambre, el frío y la guerra como lo había hecho en los últimos años. Las series de combates en el pasado con las naciones envidiosas de su prosperidad, habían acabado una generación anterior, siendo de entre todos los combatientes el más destacado el honorable y valeroso Rung, hombre noble y justo que portaba los Martillos de Thor como estandarte de pelea.
Tal fue su fuerza y su coraje que Asgard le honró con el regalo de una gran mansión a las afueras de Asgard, donde el Guerrero vivía con su familia. Hasta ahí llegaban hombres de todas las condiciones con la esperanza de poder servir a tan honorable personaje, el cual, luego de sus proezas, había engendrado dos hijos con su hermosa esposa, Lady Sif. Balder, el primogénito, quien había heredado de su padre la fuerza y el carácter noble y valeroso, y de su madre los cabellos rubios y su aire elegante; y Ull, muy semejante a su hermano en belleza y nobleza.
Aconteció que una mañana, la familia celebraba el Día de Maduración de Balder, Rung, ya un hombre maduro, había decidido poner La Prueba de La Vida y Caza a su hijo mayor.1
"Madre..." dijo el joven de cabellos dorados a su madre ante la puerta de Bilkskirnir, nombre que recibía la enorme casa de la familia de Rung, devoto siervo de Thor. "¡Cuando regrese esta tarde seré un hombre!"
La mujer de ojos azules y cabellos rubios sonrió con amor infinito a su hijo mayor, el cual se había agachado ante ella ceremoniosamente, el joven sobresalía muy por encima de su madre, pero el gesto lo acercó a la mujer quien, mirándole aún como a un niño, le acarició la cabeza para responder.
"Hijo mío, grande es mi admiración por tu padre y sus hazañas, pero le ruego a los Dioses que jamás te sometan a las pruebas de la guerra; mi corazón no lo soportaría" sonriendo, miró hacia atrás, donde el joven Ull observaba con una sonrisa el tierno momento entre madre e hijo, mientras entre sus manos llevaba los pertrechos de caza que auxiliarían a Balder en el gran día de su maduración, pues sería el escudero del nuevo guerrero. "Ni en ti, ni en Ull."
Los cascos de un imponente caballo negro, montado por el valeroso Rung, se escucharon aproximándose. Entre sus cabellos rojizos se dibujaban unos cuantos rubios, otros blancos, clara señal de los años que habían transcurrido. Sus grandes manos sujetaban las bridas firmemente, aún de cuerpo musculoso y definido, erguido sobre su montura. El Guerrero escuchó atentamente las palabras de su esposa.
"Sif, tú y Asgard pueden sentir tranquilidad y no miedo ante esa posibilidad, ambos son fuertes y nobles, hechos con la sagacidad que los Dioses les han tenido bien a conceder. ¡No debes de ser tú, mujer, la que tema en su corazón verles partir para el combate y no verles regresar, sino el corazón de las madres de aquellos imprudentes que piensen en levantarse contra nuestra amada Nación y tengan el infortunio de tenerlos por rivales!"
Observando a su esposo, Sif sonrió desde el marco de la puerta, bajando la cabeza.
"Tienes razón, Rung" Dijo ella mirando a sus hijos de nueva cuenta con la misma expresión de amor con que solía verlos. "Solamente expresaba el deseo que como madre asalta mi corazón, pero la fuerza y el coraje de mis hijos son algo que tengo muy claros." Mirándolos mientras que Ull salía para acercarse a su propio corcel y cargaba los utensilios para la cacería, la bella mujer observó a su hijo mayor, sus ojos brillaban con la ilusión de que, al volver, sería considerado un nuevo Guerrero de Asgard.
Con gesto firme, Balder montó su caballo y observó a su madre, al tiempo que Ull se situaba detrás de su padre y hermano mayor con ojos de admiración. La imagen que los tres nobles hombres conformaban, siendo iluminados por el sol, era aquella que había llenado la vida de Lady Sif durante los últimos tiempos en sus mejores y en sus peores momentos. Su vida había sido consagrada a su marido y a sus hijos, y aunque muchos los tuvieran por nobles, ella no podía dejar de seguirse sintiendo como una simple habitante más de Asgard que algún día tuvo la fortuna de encontrarse con un hombre justo y amable que la había amado y le había dado los dos regalos más bellos de su existencia.
"Adiós, madre" dijo Balder sonriendo, siguiendo a su padre, quien ya había emprendido el camino en silencio luego de hacer una pequeña reverencia con su cabeza a Sif. Los tres se alejaron y en el corazón de la esposa del hombre consagrado a Thor un sentimiento de inquietud se manifestó. Ver partir a su hijo en esos momentos con aquellas palabras la llenaron de un sentimiento que no lograba describir.
Si Rung hubiese sabido eso, seguramente la tranquilizaría diciéndole que no eran más que temores de madre sobreprotectora, aunque en esta ocasión ella reconocía que era diferente a cuando él llevaba a Balder o Ull de cacería o entrenamiento y los regresaba, extenuados y adoloridos a causa del duro tratamiento. Cerró la puerta, extrañando ya a su hijo.
Las carcajadas de Ull resonaron por encima de los cascos de los caballos en el camino.
"¡Admítelo, Balder!" decía el joven que en rostro y cuerpo se parecía más a su padre. "¡Siempre serás el bebé de nuestra madre!"
Balder y Rung sonrieron ante el intento del muchacho por fastidiar al hermano mayor.
"¡No importa cuántos lobos logres cazar el día de hoy! ¡Puedes llevarle toda una jauría y sin embargo ella pensará que los habrás matado con los cascabeles de tu sonaja!" La risa impertinente de Ull volvió a escucharse.
"¡Ah, tienes razón, hermano!" respondió Balder, el de carácter noble. "Sin embargo la realidad tendrá que ser reconocida, y lo único cierto será que el único hijo de nuestra madre que seguirá siendo un niño durante un par de años más, eres tú." concluyó carcajeando fuertemente, acallando la sonora risa de su hermano que quedó con gesto de puchero.
"¡Bah! ¡No tenías porqué recordármelo!" atinó a decir modestamente con voz quejosa la víctima de la ruda observación.
Rung, fingiendo una solemnidad que no era común en él al cabalgar con sus hijos, los cuales disfrutaba con sus juegos, amonestó.
"¡Dejen de molestarse cual si fueran los chiquillos de siempre!" y disimulando una sonrisa, agregó. "O creo que pensaré que la prueba del día de hoy no tiene verdadera razón de ser." Su tono sonó extrañamente amenazador y paternal a la vez.
Balder y Ull abrieron los ojos sorprendidos mirándose entre sí.
"¡No papá, por favor!" dijo Ull, apurado. "¡Te prometo que no seguiré molestando a mi hermano!"
"¡Ni yo, padre!" agregó apresurado Balder. Ambos observaron el gesto adusto de Rung, quien no lo soportó por mucho tiempo, para estallar en carcajadas.
Los tres hombres siguieron riendo a lo largo del camino, entre débiles reproches. El grupo se detuvo a la entrada del Bosque de los Espíritus, llamado así desde tiempos inmemoriales, y donde se realizaban los ritos de maduración. Rodeado de sus hombres y sus caporales, Dolbare, de mirada fría, les recibió.
"¡Saludos noble Rung! Jóvenes Balder y Ull..." dijo el Sacerdote, bajando levemente su cabeza a manera de saludo.
"Señor Dolbare" respondieron los tres solemnemente al hombre.
"Joven Balder, ¿estás listo ya para iniciar la prueba? El tiempo está a mano." dijo el sacerdote ansiosamente.
"¡Sí, mi Señor!" respondió presto el joven seriamente. "¡Quiero convertirme en un Guerrero al servicio de Odín, prometiendo solemnemente entregar la vida en aras de mi pueblo y mi familia!"
Rung asintió orgulloso ante las palabras que pronunciara su hijo mientras que Ull observaba a su hermano admirado. Dolbare entonces tomó su espada y señaló una ruta que apuntaba hacia el interior del bosque.
"¡Ve entonces y trae ante mí un lobo salvaje!" exclamó señalando hacia el cielo con la hoja. "Cuando el sol se encuentre en el cenit, regresa para darnos la señal de que eres alguien digno de ser llamado 'Guerrero de Odín'." concluyó.
Picando al caballo, Balder se lanzó hacia el interior del bosque con presteza, llevando detrás a su hermano Ull. Rung observó a sus descendientes internarse en pos de su misión, quedando junto a Dolbare confiado en que no habría nadie más capaz de pasar esa prueba que sus hijos.
Ull alcanzó a su hermano un par de minutos después y lo encontró desmontado, observando el suelo lleno de hojas secas y frescas que eran la alfombra del bosque. Detuvo a su cabalgadura.
"¡Hey, Balder!" reprochó Ull. "¡Si cabalgas tan rápido no podré ayudarte, hermano!"
"Discúlpame, Ull" respondió Balder. "Creo que me dejé llevar por la emoción."
"Sí, pero eres el mejor jinete de Asgard y tu caballo el más rápido" prosiguió Ull. "¿Cómo cazarás a un lobo sin las flechas que yo traigo?" El tono del joven tan parecido a Rung adquirió un tono aniñado.
Habiendo descubierto las pisadas de varios lobos en el suelo, Balder observó aún en cuclillas hacia un punto determinado para ponerse de pie resuelto y montar nuevamente a su caballo. Mirando hacia Ull, el hermano mayor sonrió.
"¡Deja ya de reprocharme!" dijo suavemente. "Ya te dije que te esperaré, pero tendremos que decirle a nuestro padre que vea que tiene tu caballo que corre como doncella." Concluyó. "Aunque creo que más bien no es culpa de él, sino de su jinete, que pone sus pensamientos en la dulce Freyra."
Ull se sonrojó de lo lindo. Freyra, la afable hermana de Freyr de Tyr, otro de los jóvenes que recién había adquirido el título de Guerrero de Odín y que cuidaba de ella en la propiedad señorial colindante con Bilkskirnir. Tras la muerte de su valiente padre, Freyr era el jefe de su pequeña familia compuesta sólo por él y la joven. Entre Ull y ella existió siempre una profunda simpatía, que en el corazón del joven se había transformado en amor.
"¡No molestes, Balder!" dijo finalmente Ull con antipatía. "¿Ya sabes hacia donde ir?" replicó nuevamente, intentando encausar la conversación hacia otro rumbo.
"¡Cobarde!" dijo el hermano mayor divertido, arreando a su caballo. "¡Sígueme pues!"
Ambos hombres se alejaron del sitio, ignorantes que, desde las sombras, un rostro enmascarado que mostraba sólo unos ojos grises los observaban con la intención del cazador a su presa.
Las horas transcurrieron mientras que los hermanos creían acercarse al cumplimiento del objetivo, aunque el ánimo que Balder había mostrado al comienzo, parecía irse desdibujando un poco conforme el tiempo pasaba.
"¡Ánimos, hermano!" dijo Ull, intentando sonar alegre. "¡Aún tenemos varias horas! ¡Verás que no tardamos en encontrar un lobo!" Sin embargo, su preocupación no podía ser disimulada del todo por el más joven de los dos. Sin embargo, para Balder las cosas eran diferentes, una sensación de amenaza ahora le atormentaba, sintiéndose que era él el que estaba siendo seguido y no él a un lobo.
"Sí, Ull" respondió para tranquilizar a su hermano pero observando a sus alrededores buscando la causa de sus sentimientos de inquietud. "Pensaré en eso." añadió, con tono distraído.
Deteniéndose, fijó su vista entre los árboles que le rodeaban... ¡cuando sus sentidos le avisaron que se encontraban en grave peligro!
Una emanación de Cosmo se hizo evidente desde un punto indeterminado en el fondo de la vereda, que provocó que el mayor de los hermanos saltara hacia el menor lanzándolo fuera de su montura. El ataque golpeó al caballo de Ull, matándolo instantáneamente.
"¿Qué pasa?" gritó confundido Ull, observando a su caballo muerto, mientras que la montura de su hermano mayor se agitaba.
"¡Ull!" exclamó Balder mirando a su hermano luego de cubrirle con su propio cuerpo. "¿Estás bien, hermano?" preguntó preocupado.
"¡Balder, dime qué está pasando!" respondió el menor con tono asustado. "¿Quién nos ataca?"
"No lo sé, Ull" dijo levantándose rápidamente para acercarse al cadáver del caballo recién muerto. "¡Pero lo averiguaré!" Tomando su espada la desenfundó de su vaina, para dirigirse rápidamente a su propio caballo. "¡Ull, regresa con nuestro padre y avisa lo que está pasando!"
"¡Balder!" gritó angustiado Ull poniéndose de pie, viendo cómo su hermano se alejaba rápidamente con dirección de donde hubiera emanado la energía que les atacara. "¡No me dejes solo! ¡Hermano!" Pero los gritos de Ull no fueron ya más escuchados por Balder, quien cabalgaba reventando su caballo internándose cada vez más en el lúgubre Bosque de los Espíritus.
Sus ojos atentos y sus sentidos le permitieron percibir la venida de más proyectiles que se dirigían contra él a gran velocidad. Con maestría, el joven evadió unos y rechazó otros con su propia espada, incendiando el Cosmo del que era poseedor.
"¡Se aleja!" pensó, percibiendo que su atacante parecía huir de él. "¡Huye, el muy cobarde!" concluyó con furia.
Balder se detuvo en un claro donde el camino se dividía en tres. Observó hacia sus lados, dándose cuenta que se había alejado mucho: su padre y los hombres de Valhalla tardarían en venir a su encuentro, por lo que se encontraba totalmente solo. Atento, elevó su Cosmo en búsqueda de su enemigo. Un arbusto cercano crujió haciendo que se volviera alerta, apuntando su espada hacia esa dirección. Lentamente, una bota de color anaranjado brillante apareció, emanando un enorme Cosmo. Poniéndose en guardia, Balder retó.
"¡Sal de ahí, cobarde!" ordenó. "¡Nos has atacado desde la oscuridad y la cobardía del anonimato! ¿Por qué has intentado matar a mi hermano?"
Ante él, un Guerrero en armadura naranja, la armadura parecía una serpiente cubriendo a un hombre. Remataba en un casco que cubría su rostro, con excepción de sus ojos claros, los cuales asomaban a través de un visor, de entre el casco se lograba observar una larga cabellera rubia, casi platinada. Sobre los hombros llevaba una capa de piel. La voz del extraño sonó deforme al salir de su boca cubierta por la armadura.
"Si hubiera querido matar a tu hermano habría podido haberlo hecho mucho tiempo antes, Balder" la voz del extraño sonaba llena de odio y de resentimiento, pudo notar el hijo mayor de Rung, lo mismo que ese Cosmo del que hacía gala el desconocido. "En un momento el verles tan juntos me desesperó y decidí deshacerme del estorbo, pues todo este tiempo he estado esperándote."
"¿Huyendo?" preguntó Balder sudando. "¿Por qué no saliste antes?" preguntó. "¿Y por qué me atacas a mí? ¿Quién eres y qué motivos tienes para ello?" la figura siniestra lo observó luego de las preguntas, creando un tenso silencio que era sólo roto por el trinar de las aves. Nervioso, una gota de sudor corrió por la mejilla izquierda del hijo mayor de Rung, mientras que sostenía firmemente y en actitud defensiva la espada que había desenvainado unos minutos antes. "¿No piensas responder, cobarde?" inquirió de nuevo, intentando romper el incómodo y tenso silencio entre ellos.
"¡Tus preguntas sólo las responderé al final de nuestro combate, cuando estés a punto de morir!" dijo el extraño incendiando su Cosmo de manera amenazante y dirigiendo sus manos contra él, lanzando su energía cósmica contra Balder.
El joven hijo mayor de Rung evadió con rapidez los golpes lanzados por su enemigo, encendiendo su propio Cosmo y arrojándose contra su enemigo con agilidad. El sonido de la hoja de la espada del rubio sonó al chocar, sacando chispas, contra la armadura anaranjada del extraño, quien rechazó el golpe con gran fuerza, algo que sorprendió al joven.
Ese momento de duda permitió al agresor volver su palma para enfriar, con su Cosmo, el aire a su alrededor. La mano derecha de Balder se vio envuelta en la energía provocándole dolor, por lo que el joven se vio forzado a soltar su espada, la cual se clavó en el suelo. El hijo mayor de Rung cayó de rodillas, sosteniéndose con su mano izquierda en el mango de la espada, al tiempo que el agresor lanzaba un golpe hacia abajo, aprovechando la debilidad temporal de su enemigo.
Con rapidez que sorprendió al extraño, Balder hizo caso omiso del dolor de su mano derecha, evadiendo el golpe de su oponente y tomó con la izquierda el mango de su espada para alzarla y propinar un golpe en la mandíbula de quien le atacaba, protegida por el casco. El golpe fue tan fuerte, que el hombre cubierto en armadura naranja salió por los aires para golpearse contra el suelo, mientras que Balder se terminaba de levantar con trabajos, para empuñar nuevamente la espada con su mano izquierda.
Notó que por su boca escapaba ahora vapor, así como observó que alrededor suyo, el sol parecía haber desaparecido y que el suelo se había llenado de una fina capa de hielo que lo hacía resbaladizo, muy semejante a cuando caía el invierno en Asgard. Balder pudo sentir la mordida del hielo en su mano derecha intentar abrirse paso hacia su brazo, como si se tratara de una fiera que intentara comérselo. La risa retorcida de su enemigo se escuchó mientras se levantaba poco a poco.
"Vas a morir a causa de mi frío, Balder" amenazó el extraño. "¡Una vez que has sido tocado por mi golpe helado no tienes otra alternativa más que morir!" El hombre en la armadura naranja caminó hacia Balder, el cual, agitado, lanzó un golpe con su espada que era algo torpe a causa de la fría sensación que se estaba apoderando de él y que le había llenado de temor a morir. A esto se aunaba la propia rabia y frustración de sentir que estaba indefenso contra su atacante, lo que lo colocaba en una posición de víctima. Con rapidez, el joven se sobrepuso y lanzó una nueva ráfaga de ataques, que demostraron que era un maestro en el combate con ambas manos, pero el veloz contrincante lograba esquivar cada uno de sus golpes. "¡Suficiente!" dijo finalmente el misterioso atacante.
Brillando, lanzó un ataque con su Cosmo que alcanzó al joven Balder de lleno, el cual sintió cómo su piel se cuarteaba y destrozaba ante el embate de la tormenta de nieve que escapó de las manos del extraño. El hijo mayor de Rung cayó finalmente, tiritando de dolor y frío, mientras que su enemigo se acercaba tomando la espada, que había caído de manos de su rival unos momentos antes. Deteniéndose ante Balder, el hombre de armadura naranja lo observó con desprecio.
"¡Ruega por tu vida!" ordenó. "¡Quiero escuchar al orgulloso Balder rogar por ella!"
"¡Jamás!" respondió con honor el joven, quien lo observaba sin importarle las muestras de las heridas provocadas por el aire helado. Las grietas en su piel estaban al rojo vivo. "¡Cumple tu promesa y dime quién eres!"
El hombre al que le hablaba lo miró fijamente, para proceder a quitarse la máscara. Al retirarla lentamente, Balder abrió los ojos asombrado e inquieto.
"¡Tú!" exclamó mirando de frente a su enemigo. "¿Por qué? ¿Por qué me haces esto?" En el rostro de Balder podía observarse la sorpresa y el dolor de un cruel desencanto.
Levantando la espada por encima de su cabeza, un hombre de facciones finas y ojos grises lo miró con una sonrisa sádica diciendo:
"Dolbare no quiere obstáculos para la llegada del nuevo Amo y Señor de Asgard" dijo, el hasta hace unos momentos extraño, a Balder. "Yo pienso que no eres nada sino una molestia sobrevalorada... pero simplemente sigo órdenes."
"¿Dolbare?" preguntó Balder sabiendo que moriría y temiendo por su familia. "¡No!" agregó con un susurro mientras negaba con su cabeza.
"¡Muere, Balder!" dijo el agresor de investidura naranja, descargando el golpe fatal con la espada, el cual tiñó de sangre su cara y su armadura.
Las horas pasaron. El silencio del bosque se rompió con la entrada y los gritos de los hombres de Valhalla, que en compañía de Rung y Ull, buscaban al extraviado Balder.
"¡Balder, hijo!" gritó angustiado Rung. Jamás, ni en la guerra más difícil o en sus combates más encarnizados, el hombre consagrado a Thor había sentido jamás esa sensación de pérdida que enfriaba hoy su alma. "¡Respóndeme, por favor!" pareció suplicar.
En silencio, Ull repasaba atormentado los últimos instantes antes de que su hermano se separara de él. Todavía podía sentir la sensación protectora de Balder que le salvara la vida unas horas antes. Tenía ganas de llorar pero había decidido que no lo haría, pues sabía que alguien como su hermano tendría que estar bien.
"¡Hermano!" pensó, con miedo. "¿Qué le voy a decir a nuestra madre si algo malo te ha ocurrido?"
El caballo que le habían asignado a Ull se agitó un poco. El hermano menor de Balder lo tranquilizó.
"¿Qué pasa?" preguntó al caballo sin esperar realmente a recibir una respuesta. "¿Sentiste algo?"
Mirando hacia un recoveco del camino que parecía abrirse a un claro, el corazón de Ull sintió un golpe seco que, luego de hacerle sentir que éste se detenía, volvía a palpitar con más fuerza al observar la pierna de un hombre tirado en el suelo. "¡No!" exclamó en su mente. "¡Esa bota...!" Gritó mentalmente, reconociendo que era la de su hermano mayor, la misma que él mismo le ayudara a ajustarse en esa mañana, llena de ilusión y esperanza. "¡Padre!" vociferó, bajándose de su caballo y corriendo con desesperación hacia aquel sitio.
Rung escuchó la voz de su hijo y se dirigió con rapidez hacia donde lo escuchara. Aumentó su angustia y sus pasos cuando escuchó que Ull gritaba con dolor.
"¡Ull!" gritó Rung sacando una de sus hachas, con las que él era supremo en el combate. "¡Ull!"
Se detuvo en seco al entrar al claro, donde halló a Ull arrodillado junto al cuerpo del que fuese su hijo mayor, atravesado por una filosa hoja por la espalda. Balder se encontraba bocabajo, en un charco de sangre que había sido ya absorbido por el suelo del bosque. Sin saber qué hacer, Rung sólo acertó a hacer algo que jamás había hecho: Soltó el hacha de su fuerte mano y se aproximó lentamente hasta el lugar para reconocer que sí, que era su hijo mayor, aunque su corazón y su alma imploraban que no fuese así.
Así fue como Rung y Ull supieron de la muerte de Balder.
Sif se asomó por los ventanales una vez más. Ya era noche, el silencio de su esposo y sus hijos la habían llenado de gran zozobra. El paso apresurado de una matrona se escuchó por uno de los salones.
"¡Lady Sif, Lady Sif!" dijo la agitada mujer. "¡Caballos y antorchas se escuchan por la vereda!"
Sif quiso moverse, pero sus pies no le obedecieron. Temía. ¡Tenía mucho miedo! Sabía en su corazón que algo había ocurrido, algo malo, algo muy malo. Respirando profundamente, logró hacerse de algo de control y se obligó a caminar hacia la puerta de Bilkskirnir. Cuando salió, observó lo que Vilska, el ama de llaves, había dicho: varias antorchas que se movían con rumbo a su hogar. Aguzó su vista, angustiada, para encontrar a Rung o a sus hijos entre ellos.
Conservando todavía una leve esperanza por que fuera verdad que su sobreprotección era lo que causaba su angustia, pero su sangre se heló en sus venas al escuchar los tambores batientes de los caídos en guerra o en combate que tan bien conocía de guerras en el pasado. No pudo hablar. Su mano, que había mantenido en la boca, cayó rendida. Observó que, encabezando el grupo estaba su esposo, sobre su corcel que era su insignia, y en sus ojos había lágrimas frescas.
Sus miradas se encontraron directamente. Lady Sif bajó poco a poco su mirada para ver que, entre los brazos de Rung se encontraba el inerte y ensangrentado cuerpo de su hijo, de Balder. No alcanzó a percibir que, detrás de su padre, con lágrimas en sus enrojecidos ojos, cabalgaba Ull en la montura que fuera, en vida, propiedad de su hermano.
"¡No...!" acertó a decir, para luego salir corriendo a encontrarse con su esposo, el cual detuvo su caballo para ver cómo la mujer se aproximaba llorando con dolor. Sif abrió sus brazos como una mujer que consuela a su pequeño que corre hacia ella en busca de consuelo, abrazándolo fuertemente, como intentando proteger a quien ya no podía ser protegido. Llevó la cabeza de Balder contra su rostro y lavó la sangre seca de su hijo con sus propias lágrimas. "¡Hijo mío, hijo de mi corazón!" sollozó Sif. "¡No, no es cierto!"
"Sif..." dijo Rung con voz apesadumbrada, sintiendo que su corazón se partía aún más ante el recibimiento desesperado de su esposa a su hijo muerto. "Los Dioses te han concedido el no ver partir a nuestro hijo a una guerra jamás." añadió, derramando lágrimas orgullosas.
Sif sollozó desgarradoramente, para finalmente caer desmayada presa de tanto dolor.
"¡Déjenme a solas!" ordenó Dolbare sentado desde el trono del Valhalla, aquella noche en la que se realizaban las exequias del joven Balder en la casa familiar de Bilkskirnir. Obedientes, los centinelas del representante de Odín en la Tierra salieron, cerrando tras de sí las pesadas puertas. El Sacerdote permaneció en silencio por un rato, observando unas llamas azules que danzaban furiosas frente a él sobre un enorme pebetero hecho sobre el suelo del Salón Principal del Palacio, custodiado por dos leones esculpidos. Pasados unos minutos, el Sacerdote pronunció:
"Ya puedes salir, Midgardo."
Detrás de un pilar del gran salón, la figura del hombre en una brillante armadura naranja que había asesinado a Balder en el Bosque de los Espíritus pareció arrastrarse, haciendo evidente su presencia.
"¡Su orden ha sido cumplida, Señor Dolbare!" dijo, colocándose ante el sacerdote con gesto altivo. "¡El hijo de Rung ha muerto por mis manos!" añadió, la armadura aún mostraba los signos de la matanza. "¡Me bañé con la sangre del primogénito de la casa de Thor!"
Asintiendo, Dolbare miró hacia atrás del Guerrero para decir.
"La petición de tu Señor ha sido cumplida, Circe." las palabras supieron dulces en tan viles labios. "Se ha asestado un golpe al más grande Guerrero de Asgard, lo que hará que su entrada a Asgard sea mucho más sencilla."
Debajo de la máscara, Midgardo abrió sus ojos sorprendido al encontrar, a su lado, una mujer de cabellos violetas que ostentaba una armadura de color verde jade, la cual no había percibido antes de observarla ahí mismo.
"Mi Señor Poseidón se sentirá muy satisfecho con esto, Dolbare" dijo la mujer de ojos igualmente lilas, que observó con un poco de repugnancia al hombre en armadura naranja. "Informaré de inmediato de esto, puedes esperar nuestra llegada pronto."
"¡Ah, Circe!" comentó Dolbare con una sonrisa maligna deteniendo a la mujer antes de salir, la cual lo observó impaciente. "Espero que la satisfacción de Poseidón pueda traducirse en una recompensa para mí."
Sonriendo luego de escuchar esas palabras, la mujer manifestó.
"El Dios Poseidón recompensa las acciones de quienes siguen sus órdenes. Puedes estar seguro, Sacerdote, que tendrán ambos lo que merecen." declaró, para brincar por la ventana del Palacio Valhalla.
"¿Quién era ella?" preguntó Midgardo, molesto ante el imprevisto y extraño encuentro. Dolbare escuchó las palabras del Guerrero en silencio. Volviéndose hacia él, se limitó a responder.
"¡Déjame solo, Midgardo!" el sacerdote en túnica negra con dorado se levantó pesadamente. "Tengo que ir a las exequias del hijo mayor de Rung."
"Pero..." comenzó a replicar el joven de ojos grises.
"¡Vete, he dicho!" exclamó el Sacerdote, poniendo su mano delante del Guerrero asesino, mientras que sus ojos brillaban extrañamente en rojo. La armadura de Midgardo pareció responder a la Cosmoenergía del representante de Odín.
Como si Midgardo hubiera sido despojado de voluntad o de razón, sus ojos adquirieron una extraña calidad opaca para alguien vivo. Lentamente se apartó del lugar para desaparecer una vez más entre las sombras en silencio.
Dolbare asintió satisfecho.
"Tengo que hablar con Alberich" agregó. "Y hacer la cruel revelación."
Extendido sobre una columna de concreto, reposa el joven héroe Balder, muerto antes de poder conseguir la victoria de una batalla en la guerra o haber conocido el amor de una mujer. Llamas iluminan los jardines que rodean a Bilkskirnir, mientras que los dolientes reciben las condolencias de parte de los amigos y la gente del pueblo que se ha acercado hasta allí hoy para presentar sus respetos a los amados Rung y Sif.
Apartado de todos, escuchando los llantos y los agradecimientos a los asistentes, un apesadumbrado Ull intenta apartar de su mente la escena sangrienta en medio de la cual encontrara a su hermano. Lágrimas que escuecen sus párpados brotan mientras que aprieta sus ojos e intenta mantener el control azotando su puño con rabia contra la pared, devastado por la muerte de su querido hermano.
Tímidamente, una joven de cabello de color rubio clarísimo corto rizado y gesto dulce se aproxima, vestida con ropa de luto, hasta el sitio donde el joven medita. El sonido de sus pies es percibido por el muchacho, quien se vuelve. Sus ojos se encuentran en un instante, iluminados apenas por las llamas de las antorchas encendidas en aquella noche de luto alrededor de su casa. El rostro del joven, apesadumbrado y frío, logra iluminarse apenas un poco al encontrarse ante Freyra. Ella, delicadamente, se lleva una mano al pecho y contiene sus ansias por lanzarse hacia su pecho para consolarle. Caminando lentamente, se llega junto a él.
"Ull..." llama quedamente. "¡Me siento muy triste por ti y tus padres!" Sus ojos tiemblan llorosos, pero que con valentía, contiene para transmitir fuerza al joven que ama profundamente.
Valientemente, el hermano menor de Balder respira y contiene sus propias lágrimas, conociendo lo que la dulce mujer pretende.
"Freyra..." dice en un murmullo, bajándose de donde se encontrara sentado para ponerse de pie frente a ella. "¡Abrázame!" pide, sintiendo que sus fuerzas están a punto de traicionarle.
Con desesperación, ambos jóvenes se abrazan, cobijados por la privacidad del momento y dándose fuerzas.
Mientras tanto, Rung y Sif terminaron de recibir a Alberich de Megrez, Escribano de Asgard, y a Freyr de Tyr, hermano mayor de Freyra.
"Es una pena para Asgard la pérdida de la joven promesa que Balder representaba, Lady Sif." expresó el pelirrojo Alberich a la adolorida madre. "En la historia de nuestra nación se llorará siempre su partida." Conocido por su inteligencia y astucia, el Escribano de Asgard pecó de ser fríamente cortés al expresar su lamento.
Con ojos enrojecidos por el llanto pero intentando mantener la calma, Sif respondió.
"Mi corazón jamás será capaz de reponerse de esta pérdida, señor Alberich." bajando la cabeza respetuosamente, Sif hace una reverencia para decir. "Gracias por sus palabras y su presencia aquí, es algo que apreciamos mucho. Ahora, debo ir a revisar a la servidumbre."
Con paso digno, la dama se alejó. Rung observó a su esposa retirarse, sabiendo que la valiente mujer apenas lograba contener el dolor y la pena de una ceremonia que no le permitía llorar en privacidad la pérdida de su hijo.
"Discúlpenla por favor, Alberich y Freyr" logró pronunciar el valiente Guerrero de antaño. "Le está costando mucho trabajo."
"Es comprensible" respondió Freyr a Rung. "Sé lo que es perder a seres amados."
"Quizá, Freyr" replicó Rung con pesar en sus palabras. "Sin embargo, espero que jamás tengas que pasar por el dolor de la pérdida de un hijo."
Las duras palabras del Guerrero consagrado a Thor y su pesar evidente obligaron al Señor de Tyr guardar un silencio respetuoso, que se rompió cuando Alberich exclamó.
"¿Cómo se atreve?"
Sacando del momento de pesar a Rung y a Freyr, los dos nobles vuelven su mirada hacia donde Alberich había fijado su mirada con indignación. Ingresando a la zona de vigilia, un delgado pero musculoso hombre de cabellos rubios y ojos grises se aproxima con gesto serio.
"¿Qué pasa, Alberich?" preguntó Freyr al reconocer la presencia del hombre que había provocado esa inesperada reacción en el escribano de Asgard. "¡Es sólo Erik!"
"Freyr, harías bien en cuidar a tus amistades" advirtió el pelirrojo fríamente. "Si me permiten, tengo que hacer algo." añadió retirándose, evitando al recién llegado que se presentó ante Rung con gesto triste.
"Lord Rung, permítame decirle que lamento enormemente su pérdida, yo estimaba honestamente a Balder." El rostro de Erik demostraba un pesar profundo, muy distante al desprecio y odio que aquella misma cara tuviera dibujadas horas atrás, facciones que Balder mirara debajo de la máscara de su asesino.
"Gracias, Erik" respondió Rung solemnemente, mirando al recién llegado. "Balder también te quería como si fueras hermano suyo."
Erik, heredero al trono de Asgard e hijo de Dolbare, había sido señalado por el Oráculo Asgardiano como el nuevo poseedor de la voluntad de Odín. Extraordinariamente, el Dios padre de los Asgardianos había nombrado al hijo de uno de sus representantes como su legítimo heredero, algo que sorprendió a muchos. Entre los Asgardianos se rumoreaba que Erik no quería a su padre, y que su relación con él era fría y distante, nada parecida a la que algún día tuviera Rung con sus propios vástagos.
El honorable Guerrero consagrado a Thor había procurado que Erik cultivara la amistad de sus hijos, y en más de una ocasión, habría pasado, con su cariño y paternalidad, como un padre adoptivo para Erik de Odín, cuando su padre parecía tenerle cada vez más lejos y en menor cuenta. El carácter de Erik era diferente al de Dolbare, y comprendía que la impetuosidad del joven podría llevarle a tener escarceos con su padre, el cual debía de intentar inculcarle la estricta disciplina para que algún día fuera un digno Representante de Odín. El hijo de Dolbare agradecía aquel gesto de franca amistad y cariño que se le había prodigado, sabiendo que además, para Rung, era importante que así ocurriera, siendo él el Señor al que sus hijos servirían en el futuro.
"Freyr" se dirigió Erik hacia el alto joven de mirada noble y largo cabello rubio oscuro a su lado.
"Erik, la pérdida de Balder es una pérdida para todos" convino Freyr.
En silencio, Erik caminó hacia la pira donde reposaba para siempre el cuerpo de su camarada Balder. ¡Tan diferente al joven alegre y noble que fuera su mejor amigo y confidente! Temblando de ira, el hijo de Dolbare se aproximó nuevamente hasta donde se encontraran Rung y Freyr para preguntar.
"¿Quién ha hecho esto?" exclamó alzando la voz y apretando el puño. "¡La justicia de Asgard caerá sobre el responsable!"
"¡Hipócrita!" se escuchó la severa voz de Alberich, respondiendo a la interrogante. Una conmoción se creó cuando un grupo de personas se reúnen alrededor de Alberich, soldados del Palacio Valhalla le seguían llevando sus espadas y sus antorchas encendidas. Con sorpresa, Rung, Freyr y Erik observaron al señor de Megrez sin comprender.
"¿Qué pasa, Alberich? ¿Por qué le dices eso a Erik?" preguntó Rung sin comprender. "¿No puedes mostrar respeto en estos momentos?"
"¿Te has vuelto loco, Alberich?" interpeló Freyr molesto, comprendiendo lo inusitado de la escena. "¡Estás hablándole al hijo de Dolbare y al futuro Señor de Asgard!"
"¡Freyr, Señor Rung, apártense de esa víbora!" respondió Alberich. "¡Deténganlo!" ordenó el Escribano de Asgard a los soldados que le rodeaban.
El imponente cuerpo del noble Guerrero de Thor cubrió protectoramente a Erik, el cual permaneció en silencio sin acertar a reaccionar.
"¡Un momento, Alberich!" se escuchó la voz de Rung. "¡Aquí nadie hará nada como eso ante el cuerpo de mi hijo y contra el futuro Señor de Asgard! ¡Dime qué es lo que está pasando!"
Alberich permaneció en silencio mientras que los guardias le miraban a él de vuelta.
"¡Lord Rung, precisamente ante Balder es que estoy llevando a cabo la justicia que su sangre derramada exige!" dijo reveladoramente. Todos los presentes hallaron en los ojos fríos y verdes de Alberich la seguridad de la certeza.
"¿Qué palabras has dicho?" preguntó Rung sin entender.
"El Señor Dolbare ha realizado las investigaciones acerca de la identidad de la muerte de Balder. Los resultados que sus oficiales le trajeron de vuelta, es algo que llenó de pesar el corazón de nuestro Monarca y que mancillan con el velo de la desgracia a nuestra amada Asgard" agregó. "Nadie podía explicarse cómo es que el valiente hijo del Señor de Thor habría muerto tras perder un encuentro... a menos que éste se hubiera encontrado delante de un asesino que jamás sospechó que pudiese serlo, una persona contra la cual fue incapaz de hacerle responder como un hombre. Pero con la valentía y la fuerza que eran su derecho, su hijo, Señor Rung, escribió con su propia sangre el nombre del cobarde asesino que acabara con su vida, un detalle que, por la oscuridad y lo terrible del momento, seguramente pasaron por alto."
"¿Qué estás diciendo?" preguntó incrédulo el Guerrero, apartándose asombrado de aquel a quien cubriera para protegerle, mirándole rápidamente.
"Sí, Señor Rung" afirmó Alberich de Megrez dramáticamente. "¡El nombre que Balder escribiera con su propia sangre, es el de Erik de Odín!"
La revelación hizo que un silencio enorme cayera sobre el cúmulo de personas por la monstruosidad del acontecimiento.
"¡No!" exclamó Rung alejándose un paso atrás, mirando con disgusto a Erik el cual negó a su vez con su cabeza. "¡No puede ser!" sus ojos se llenaron de furiosas lágrimas. "¡Tú!"
"¡No, esto es una mentira!" respondió Erik ante la acusación, sintiendo como su cara se encendía en rojo ante la vergüenza, la pena y la indignación. "¡Eso no es verdad! ¡Es una calumnia!"
Sonriendo irónicamente, algo que sólo Alberich sería capaz de hacer en un momento como ese, cuestionó.
"¿Crees que algo tan grave sería inventado por tu padre?" el pelirrojo reclamó. "¡Todos sabemos que tú no tienes una buena relación con tu padre! ¡Has sido un dolor de cabeza para él, a pesar de saberte heredero de la voluntad del Dios Odín, al cual has insultado con tu vil comportamiento!" mirando a las guardias concluyó. "¡Arréstenlo!" los guardias rodearon a Erik, el cual no opuso más resistencia. "¡Llévenlo a Valhalla y enciérrenlo, para que reciba su merecido!"
"¡Tú, Erik!" dijo Rung con dolor. "¡Tú que entrabas a mi casa como si fueses de la familia, te has atrevido a asesinar a quien te tenía por un hermano! ¿Por qué? ¿Por qué?" demandó Rung agitándose y tomando a Erik por el pecho para sacudirlo, indignado. Freyr se movió para tranquilizar a Rung.
"¡Lord Rung, por favor!" rogó el Señor de Tyr.
Con tristeza y vergüenza ante el reproche del guerrero, Erik contuvo las lágrimas. Rung había sido también como un padre para él.
"Lord Rung, Odín sabe que sus palabras han calado fuertemente en mi corazón, tanto, como la muerte de mi querido amigo Balder" declaró. "Que usted crea algo tan horroroso como lo que se ha dicho aquí el día de hoy... es algo que me deja sin palabras."
Freyr observó a Erik hablar, intuyendo su sinceridad; pero Rung, presa de dolor escupió su rostro.
"¡Te mataré!"
"¡Lord Rung!" se escuchó ahora la voz de Alberich interrumpir. "Ahora yo soy el que le pide que por estar en la ceremonia de la muerte de su hijo se contenga. Comprendo perfectamente su enojo pero antes de darle su merecido a ésta víbora tenemos que averiguar porqué lo hizo."
Rung, tomado por los hombros por Freyr se soltó guardando calma.
"¡Sáquenlo de mi vista!" Concluyó Rung vencido, apuñalado por otro dolor más. "¡No merece estar ante Balder!"
El prisionero fue llevado ante los ojos de todos. Alberich llegó hasta la entrada de los jardines para asegurarse que Erik no se resistiera. El joven de ojos grises dirigió su mirada triste hacia el pelirrojo de ojos verdes, quien lo miraba sin piedad. Fue introducido por los soldados en el carro tirado por caballos y se perdió por el camino nocturno del bosque.
Mientras cerraban las puertas del carruaje que lo llevaría a su prisión, Erik se sobrepuso al dolor de ver el desprecio en el rostro de quien fuera un padre para él, y pensó que la única forma de llegar a la verdad era siguiendo el camino que le habían obligado a tomar.
Unas horas después, el momento de incinerar el cuerpo de Balder llegó. Tarea que correspondía a Dolbare, Representante de Odín en la Tierra.
"Rung" dice con tristeza el sacerdote. La mirada de todos atentos ante el encuentro de aquellos dos grandes Señores de Asgard. "Mi corazón está sumido en un dolor que se asemeja al tuyo, no sólo lloro la pérdida del valiente Balder y tu dolor, sino además, la deshonra e imperdonable que los actos de mi hijo Erik en contra de tu familia han provocado." El Representante de Odín convulsiona, cubriendo su rostro lleno de vergüenza ante el héroe de la nación.
Escuchando las palabras del monarca, Rung hace a un lado su propio dolor para mirar a aquel anciano con profunda pena, sintiendo en su interior incluso un poco de piedad.
"Dolbare, grande es mi pesar, pero no te culpo de las acciones cometidas por tu hijo." expresa. "En cierta forma, tu dolor es más terrible que el mío, puesto que yo sé que al menos, mi hijo murió incapaz de levantar su mano contra aquel a quien algún día él tendría que proteger, más sin embargo tú tienes que dar la cara por aquel cobarde." Respirando profundamente, continuó. "Y eso, sé que es peor que si él hubiera muerto."
El Representante de Odín en la Tierra observó a Rung con lágrimas en los ojos para decir.
"¡Grande y noble es tu corazón, Rung de Thor! Más grande injusticia jamás pudo haber sido cometida. Pero ya lidiaremos con el culpable de esto, hoy he venido aquí además de presentarte mi cara, a ayudar a despedir a un Guerrero que habría seguido los pasos de su padre con cabalidad y honor."
Dramáticamente, Dolbare se yergue para abrirse paso entre la gente que baja su vista ante su pasar. El pueblo de Asgard sufre esta noche, por Rung, hijo de Thor, y por Dolbare, Sacerdote de Odín. Freyr observa fijamente al oficiante que pasa delante de él y por un instante, por un breve instante, le parece observar una sonrisa que se dibuja en su rostro que lo hace estremecerse y preguntarse si acaso sus ojos no le han engañado.
Ante la pira de Balder, Dolbare ora repitiendo las palabras del servicio fúnebre entonado para los grandes y honorables soldados caídos en el cumplimiento de su deber en tiempos de guerra. Lejos, Rung y Lady Sif se abrazan esperando el momento de llevar, ambos, la antorcha que encenderá la pira que consumirá el cuerpo de su hijo mayor.
Con el corazón destrozado, reciben la señal del sacerdote para ejecutar el terrible momento. Rung, caminando con valentía pero destrozando su corazón cada vez más. Sif, obligada por las circunstancias, sigue a su esposo, aunque su alma llora lágrimas de sangre.
"Hijo mío" pronuncia Rung en voz alta, mientras que la gente llora al descubrir que, solas, las lágrimas del valiente y amado Guerrero se derraman por su rostro. "Nosotros te dimos la vida y te dimos la bienvenida en este mundo que tenía aún muchas cosas que ofrecerte, hoy, con la más grande tristeza que jamás se pueda sentir, asistimos al momento de despedirte. Sólo en tu hermano encontramos hoy el consuelo de conservar parte de la grandeza de tu espíritu, pues ustedes dos son y siempre serán aquello que más amamos. ¡Hijo mío, que los Dioses te bendigan, siempre estuvimos orgullosos de ti!"
Lentamente, la antorcha desciende sobre la pira funeraria, al tiempo que los sollozos de lamentación aumentan. En silencio, Ull mira cómo sus padres realizan tan penosa prueba, sintiendo que Freyra aprieta su mano para apoyarle. Las llamas se levantan a varios metros del cuerpo que desaparece ante aquella luz. Sif abraza a su esposo para no observar el sombrío momento. Incluso Alberich, muestra una profunda pena en su rostro. Pero para Freyr de Tyr, todo transcurre observando a cada momento el rostro del Sacerdote de Odín para comprobar, con terror, que el rostro del anciano parece no mostrar otro sentimiento más que ansiedad... y locura.
Cuentan las leyendas que en Asgard se encuentra un camino helado que por voluntad divina permanece eternamente congelado, aquel osado que le recorra encontrará que aquel camino de hielo le llevará a un estanque en el cual se encuentra un remolino oscuro que es la entrada al reino de un gran Señor.
En un país en donde las leyendas usualmente enmascaran, o advierten, sobre la realidad oculta a los ojos de los simples mortales, se encuentra una entrada oculta a la sumergida Atlántida, uno de los Santuarios Marinos2 del Dios Poseidón, Emperador de los Mares. Han transcurrido más de 250 años desde su último encuentro con Athena, la Diosa protectora de la Tierra, en la cual, el Continente de Lemuria pereciera en la guerra por el enorme asteroide de Oricalco del cual surgieran las escamas de sus Guerreros seguidores. Hoy, enfrascado en una nueva Guerra Sagrada contra la Diosa de los Ojos Grises, Poseidón ha posado su mirada ambiciosa de control de tierras en Asgard, atraído por el inesperado ofrecimiento de un Sacerdote de un Dios descuidado, egoísta y confiado.
Circe, Marina del Rey de los Mares, se posa a los pies de su Señor, el cual la mira condescendientemente.
"¿Qué noticias me traes, Circe?" pregunta el Dios que muestra una figura arrogante y llena de poder. Sus cabellos azules, como el mar, tiene por corona un casco real que ostenta el símbolo del poder absoluto de Poseidón: El Tridente Imperial.
"¡Mi Señor, el Sacerdote ha cumplido vuestras órdenes! Asegura que Asgard hoy está debilitado y que vuestras tropas no encontrarán mucha resistencia al haberle abatido los colmillos al más fiero de sus Guerreros."
"Bien" asintió el Emperador de los Mares. Cerrando sus ojos, el Cosmo imponente del enemigo de Athena viajó por Atlantis para ordenar a uno de sus Guerreros para que se presentara ante él.
Momentos después, ante el Emperador, un imponente hombre en armadura dorada y cobre se arrodilla. De cabellos negros y piel blanca, los detalles de su armadura muestran figuras que hacen reminiscencia a un Dragón.
"¡Dragón Marino, os he llamado hasta aquí para encomendaros una misión!" dice el Dios a su sirviente.
"¡Señor, expresad vuestros deseos y se harán como lo ordenéis!"
"¡Tomad vuestras huestes y viajad hacia donde Circe os indique! ¡Plantarte ahí e id hasta un lugar llamado Bilkskirnir!" ordena el Dios de los Mares tranquilamente.
"¿Y una vez allí, qué debo hacer, Su Majestad?" inquiere Dragón Marino, volviendo sus ojos azules a su Señor con seriedad.
"¡Arrasad el sitio y no dejéis a nadie con vida!" sentencia Poseidón. "¡Y después esperad a que otros de mis Generales Marinos se os unan para llevar a cabo la conquista de la nación de Asgard!"
Escuchando atentamente las órdenes de su rey absoluto, el General Marina reverencia respetuosamente.
"Tales fueron el inicio de los terribles acontecimientos que presagiarían la llegada del cruel invierno a nuestra amada Asgard..."
Continuará...
1 Me he tomado la libertad de crear algunas costumbres Asgardianas para comodidad del relato. El rito que hago mención aquí, se asemeja al que realizan distintas civilizaciones, aún hoy en día, donde el joven debe tener éxito en una cacería para poder ser considerado un "hombre".- Nota del Autor.
2 Según la Enciclopedia Taizen de Saint Seiya, publicada en 2000, Masami Kurumada revela que existe más de un Santuario Marino.- Nota del Autor.
