Los personajes de Yuri on Ice no me pertenece.
Mañana.
Yuuri siente cosquillas en su estómago, y se retuerce. Su risa fluye cantarina, como la cascada de un río que suena sin descanso. También escucha la risa de él y siente que todo rastro de cansancio y pereza se parte, desaparece ante las notas endulzadas de su voz riendo. Yuuri respira, intenta controlar las otras manos y recibe de reprimenda una mordida en la barbilla.
—¡Victor!
El aludido aparece en su campo de visión, con mechones desordenados, hebras claras que marcan mil senderos juntos. Yuuri se hace agua en la cama, se derrite... su presencia le llena de una felicidad indescriptible, más allá de las palabras. Y sus pulmones jalan aire, intentan recuperar el ritmo de la respiración aunque sea imposible. Yuuri sabe que la felicidad tiene nombre y es justo del que tiene frente a él. Aún sin lentes, el mañana es tan claro que duele, duele tenerlo cerca y duele aún más tenerlo lejos. Es un dolor dulce, un dolor de anhelo y ansiedad. Algo a lo que ya está acostumbrado.
Yuuri sube su mano para peinar las hebras claras y ve como los párpados se cierran y Víctor se deja hacer, mansamente, a través de sus dedos. La forma en que su ídolo se convierte en arcilla en sus manos es algo que él jamás podrá asimilar. Se siente pecador de sólo tener la gloria tan cerca, tan palpable como para tocarla, besarla y poseerla. La felicidad es tanta que moja, y sus ojos se cristalizan sólo en nombre de la devoción.
—Entonces, —Continúa, con la voz ronca, con el amor audible. Yuuri se retuerce al sentir el peso sobre su cuerpo y la forma en que esas manos delinean sus glúteos cubiertos por la pijama. Respira su aroma, siente sus pálpitos contra su pecho, y la felicidad le aplasta: él se deja hundir—. Tendremos una familia de caniches.
—¿Dónde tendremos a tantos caniches? —Aboga a la lógica, aunque nada la ha tenido desde que Víctor llegó a su vida. Ha pintado de colores los blancos y negros, y llenado de música los silencios, aunque insista que su Live y Love es él. Yuuri escucha su risa de nuevo, y recibe a gusto la lluvia de besos que caen como gotas por su cuello, extremeciéndole.
—¿Cómo qué dónde? En nuestra casa... quiero una casa grande, antigua. Que podamos remodelar. Una casa ninja.
—¿Casa ninja? —Suelta con una carcajada y de nuevo recibe cosquillas. Yuuri se retuerce por enésima vez, pataleando sin tener espacio para hacerlo y removiendose contra el cuerpo ajeno, hasta sentir todo y más que todo en ese espacio minúsculo—. ¡Víctor, no!
—Te estás burlando de mí, mi Yuuri... ¡es tu castigo!
Su risa vuelve a correr como riachuelo, hasta que le falta el aire. Víctor se acerca a sus labios para auxiliarlo, robándole más. El beso se extiende como la última nota del violín y sus manos se mueve para cubrirlo. Se siente uno con sus latidos, una sola masa de felicidad andante, un solo calor, una sola pintura de acuarela chispeando en lienzo blanco. Uno solo... Yuuri es aquel objeto que gira sobre la órbita de Víctor y no puede estar en mejor lugar. No, su lugar está allí, respondiendo los besos largos, sintiéndose energía pura. Su lugar es allí.
Las cosquillas ceden y Yuuri se relaja entre los brazos, mientras mira a lo único que necesita mirar en ese momento y en toda su vida. No hacen falta los lentes, porque todo está allí: en esa mirada enamorada que le dedica, en ese silencio confidente. Yuuri toma aire y suspira. Vuelve a caer un beso más, con el peso de una pluma y Yuuri lo recibe con un suspiro más lleno de anhelo. Luego es la punta de esa nariz tibia la que repasa la línea de su mandíbula, y Yuuri la siente como tinta en el alma. Como si Víctor escribiera en ella la palabra futuro y todo se armara en su universo interior.
—Casa ninja, caniches.. me gusta eso... —Victor resopla complacido, y vuelve a deslizar sus labios hasta la mejilla, la comisura, la punta de su boca.
El amor escapa de sus ojos y Yuuri siente que sí, que él se hace nada ante ellos. Nada y todo...
—¿Cómo quisieras tú? —Entonces pregunta y caes en cuenta que nunca pensó en futuro. Que todo lo que había sido su vida era seguir metas inmediatas y crear nuevas cuando ya las había alcanzado.
Pensar en uno, dos, cinco años no era necesario. Ahora pensar en los diez, quince, cincuenta años por delante, parece un sueño. Porque puede verse, en todas las mañanas, así revolcado entre las sábanas con el cuerpo de Víctor sobre él, armando su propio mundo, escapando de la sociedad. Puede verse allí, en esa minúscula distancia que les permite verse y sonreir.
Y está seguro, muy seguro cuando lo dice:
—Quiero esto, todos los días... —Eleva su pierna para enredarse entre las de él, presionando sus caderas contra las propias. Sus manos acarician el rostro, mientras lo ve gemir, deliciosamente.
Los ojos de Víctor tiemblan, un poco más de negro que azul. Yuuri siente el fuego en el alma, en el tramo que separa sus labios y en los centímetros que se juntan sus pieles.
—Quiero esto, Vitya...
—Yuuri... —Sisea y el mundo da vueltas, retumba, se encrudece entre sus labios—. No sé qué sería de mí sin tí...
Hecho por la Yuuri's Week con el prompt día 1: Futuro.
Espero me aguanten la ázucar xD
