¡Nueva historia! Espero que les guste y me dejen RR... si les gusta me avisa, ¿Si? Sean buenitos... esta en proceso a todo esto, cualquier cosa me avisa...


Disclaimer: Tolkien ni ninguno de sus personajes me pertenece. Alguno que otro por allí es mio.


NO PODER VIVIR SIN MAR

Capitulo 1: "Escape"

Sentía dolor, mucho dolor.

Cada centímetro de su cuerpo le ardía horriblemente y no era capaz de mantenerse desmayada sin despertar con un grito de su garganta destrozada. Sus manos atadas sobre su cabeza estaban amoratadas ya de tanto tirar, ya no era capaz de ver más allá sin toparse con él, sin sentirse invadida por él, sin oler, ver o sentirlo. Lo odiaba, lo odiaba como nadie tiene idea. Ese odio que le quemaba las entrañas y le obligaba a hacerle daño. Su boca fina y roja llegó al lado de su oído, y antes de al fin poder caer desmayada este susurro algo que le choco como mil latigazos y le hizo llorar como jamás lo había hecho. "Tú estas muerta y eres solo mía".

Correr, correr era lo único que podía hacer en esos momentos, lo único que podía pensar era escapar de ese lugar maldito, no importaba cuantos días le tomara, cuanto dolor le causara tenia que irse de allí, había tenido la oportunidad de escapar al fin. No conocía nada del mundo, no sabía nada de nada más allá de sus rocosos muros pero lo único que deseaba era correr, alejarse, aunque fuera morir en el intento solo eso debía hacer... correr.

Tres días sin comer, sin ya fuerzas que le pudieran dar lo poco y nada que había logrado llevarse. Chocaba contra los árboles, se golpeaba y caía sobre matorrales, cayo un par de veces por senderos quedando media inconsciente por las piedras. Estaba perdida en un enorme bosque, no sabía donde estaba ni que hacía ya... había escapado, eso era algo hermoso ya, con tan solo pensarlo podía saber que era libre de las manos de aquel sujeto. Libre al fin… sí, libre.

Cinco días. Ya no podía, ya no más. Sus músculos estaban agarrotados, sus manos destrozadas, sus brazos y piernas amoratados y rasguñados.

Sintió como su cuerpo resbalaba, chocaba y se golpeaba contra ramas, raíces y zarzas, había mucho lodo, y cuando al fin se detuvo se percato con ultimas fuerza que había resbalado por otro sendero y esta vez al parecer se había quebrado algo, pues cuando quiso ponerse en pie, un dolor punzante en la columna no le permitió movilizarse.

Se quedo tendida allí, sola y abandonada. Pero libre…

El calor en la mejilla y vio el sol del amanecer despuntar por unos cerros allá a lo lejos. Estaba en un páramo, el verde césped se entrelazaba con el lodo, el sol la cegó unos segundos nublándole la vista guiándole a un lugar mejor, descansar al fin. Ser libre del todo.

Solo un poco más… solo unos momentos más…. Cuando sus ojos se perdían en idas y venidas logro enfocar nuevamente con la mirada perdida dos figuras oscuras a su lado, ¿Ya era hora?, ¿Volvería a aquellos hermosos días de verano? los había esperado por tanto tiempo. Que la llevaran ya...

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La sala estaba en silencio. El unido ruido constante es del exterior, pero el gorjeo de los pájaros no parece tranquilizar a los presentes.

Los tres señores elfos se miraban algo confundidos, mas el mago blanco que allí se encontraba observaba con tranquilidad esos hermosos jardines que tanto caracterizaban a ese lugar.

— Es improbable- susurró Lord Elrond mientras uno de sus hijos se llevaba las manos a la barbilla como si meditara algo increíble.

— Los últimos desaparecieron...

— Murieron. Una triste tragedia pero ningún elfo del Forochelie quedo vivo. Fueron atacados, mutilados y ahogados muchos de ellos, no eran un pueblo guerrero y no pudieron hacer mucho, además han pasado casi 1500 años.

— Tiene marca de cadenas, y sus brazos están marcados como si los hubieran quemado con un hierro caliente en una extraña lengua humana. Tal vez... estuvo encerrada.

— Nuestra raza jamás ha podido vivir en lugares cerrados ni mucho menos encarcelados. Moriríamos si no nos dan la libertad en poco más de un par de días.

— Pero ella es una nendear... tal ves no es igual a nosotros.

— Eru nos hizo a todos por igual, solo que algunos hemos ido tomando formas y diferencias especificas pero todos vimos al nacer la luz de las estrellas.- anunció Lord Elrond con voz suave. Se giro al más callado de los presentes, quien no había dicho nada desde que su hijo había comentado la procedencia de la muchacha- ¿Qué piensas Gandalf?

El mago miro a los presentes con una suave sonrisa en el rostro y luego miro hacía afuera una vez más con una sonrisa más placentera.

— Que es una niña con suerte, ha dormido por cuatro días, es mejor que la vayamos a darle la bienvenida.

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Abrió los ojos con un mohín algo disgustado. Ya que su estomago había sido el culpable, le había estado gruñendo hasta en sueños.

Tenía los ojos pesados y amodorrados, los abrió con lentitud tratando de acostumbrarse a la luz del lugar que era mucha y muy cálida, demasiado agradable como para pensar que estaba en un lugar que conociera.

Al fin había muerto, al fin estaba en paz.

Tranquilas respiraciones le llamaron la atención, por lo que enfocando su nebulosa mirada ya no pudo dar marcha atrás. Estaba muerta porque jamás en todos sus años había visto a seres tan hermosos nunca. Y esos que se hallaban allí no podían ser terrenales. Eran altos, delgados pero bien formados, cabellos largos y hermosos ojos de colores, su piel parecía de las más ricas porcelanas.

Ángeles, eso ángeles le habían salvado.

— Aiya pequeña- susurró uno de ellos, un joven idéntico a otro que sonreía desde más atrás. Tenia unos amistoso y hermosos ojos grises, el pelo largo atados a coletas con cintas negras y un porte eclético y gallardo. Cuando estiro su mano delgada y fina hacía su rostro, ella dio un salto y se removió por la cama hasta esconderse bien abajo.

— Esta bien, esta bien, no te haremos daños- susurró otro con una leve risita. Tomando las sabanas con cuidado, para luego descubrirle.

— ¿Estoy muerta?- su voz era suave, débil y quebrada. Los elfos no pudieron dejar de notar que había una nota de miedo en ella. No había duda que era una sobreviviente del pueblo del mar, los Forochel. Además era la piel de elfo más morena que hubieran visto antes.

— No, no lo estas- susurró la voz del otro sujeto. Era viejo y usaba una reluciente vestimenta blanca.

— ¿Ustedes no son ángeles?- preguntó otra vez. Esa voz en otro tiempo y más sana seria como el arrullo de una ola de mar contra la playa, ahora sonaba demasiada quebrada para ello.

— ¿Ángeles?- pregunto uno de los gemelos y miro a los demás como si no supiera de lo que hablaba- no, somos elfos.

— ¿Qué son los elfos?- preguntó y sus enormes ojos pardos le miraron con curiosidad.

— Nosotros somos elfos, tu eres una elfa- la carita de la joven se torno desdeñosa y negativa.

— Yo no soy eso, yo soy un sirviente, una bitácora.

— ¿Sirviente? ¿Bitácora?- pregunto Elhorim, una mirada de su padre le hizo callar.

— ¿A quien servías mi pequeña?- pregunto este alzando una mano lentamente.

La chica clavó su vista en su mano escudriñándole y al parecer le costó un poco aceptar el contacto cuando el señor de la casa puso su mano sobre su cabeza. La pequeña tenía el cabello corto de un negro azulado, a pesar de tener el cabello tan corto para los estándares elfos poseía tres pequeñas trenzas dos a los costados y una al final de la nuca que luego se volvían a unir en una trenza más larga.

— A mi señor- susurró agotada y sin querer fue cerrando los ojos cansados, adormilada por las caricias.

— ¿Sabes el nombre de tu señor?

— Han... han sido muchos- murmuro con un bostezo.

— ¿Quieres volver con él?

— Por... por favor, no. No- susurró con los ojos levemente lagrimosos. Esta no pudo decir más cuando cayo bajo un sueño más tranquilo.

Elrond miro a la pequeña mientras la acomodaba levemente contra él. Le acarició una mejilla. Y le observó detenidamente.

Era una jovencita de solos algunos miles de años, a penas si representaba los diecisiete años humanos. Pero parecía mucho más inmadura, joven e inexperta para los siglos en el cuerpo que debía tener.

Un poco resentido, la alzo un poco y le bajo una parte del camisón cerca del cuello. La garganta se le estrecho cuando observó lo allí escrito. Con el mismo lenguaje y con la misma escritura que trazaba su brazo ahora en su cuello. Las letras onduladas dejaban ver claramente el propósito del dueño: "Propiedad del señor del mar: Capitán Skarlat". Los presentes observaron incrédulos esto, brutalmente trazado en una piel tan inocente, escrito para dar a entender a futuras generaciones a quien había pertenecido.

La pequeña había sido propiedad de alguien, eso era algo horroroso en todo sus sentidos. Y para los antiguos, el único capitán Skarlat que existió fue el pirata más conocido, el más peligroso que había existido y quien arraso en su tiempo, todas las costas del mar del oeste. Además de haber sido el principal asesino del ataque a Forochelie, destruyéndolo y dejándolo en ruinas.

La pequeña era una sirvienta desde hace siglos. Demasiados siglos.


EDITANDO

Nendear: Joven del mar.