MLB pertenece a Thomas Astruc y a su genial equipo creativo.
Cartas a Chat Noir
Miró con pesadumbre el pedazo de papel en sus manos por enésima vez. Blanco, igual que su mente. Sus dedos deambularon distraídamente sobre el marco de la hoja adornado con un sencillo estampado de flores, siendo lo único que había sido capaz de garabatear hasta el momento.
Jugueteó con el bolígrafo entre sus dedos, ansiosa por que las palabras se dignaran a fluir. Apenas la punta tocó el papel, lo volvió a alejar, maldiciendo entre dientes.
Nada.
Absolutamente nada.
Un suspiro se escapó de sus labios con frustración. Sus amigas insistían en que necesitaba explorar nuevas técnicas para confesarle sus sentimientos a Adrien; pero comenzaba a cuestionarse si una carta era la mejor opción. Después del fiasco de San Valentín…
Abstraída en sus pensamientos, ignoró al minino que le hacía compañía desde varios minutos atrás, apoyando todo su peso en su bastón e inclinándose para tener una mejor vista de la hoja de papel.
– ¿Qué haces? – Preguntó curioso, encontrando adorable la reacción de su compañera, quien se incorporó con un sobresalto, ocultando sus materiales detrás de su espalda.
– Yo debería de preguntarte lo mismo, Chat Noir – intentó decir naturalmente, recobrando la compostura sin mucho éxito, pero con las manos aún fuera de la vista del rubio – Hoy no te toca patrullar.
– A ti tampoco, pero mi instinto felino me dijo que te encontraría por aquí – regresó el bastón a su tamaño original y avanzó hacia su compañera.
Ladybug le dirigió una mirada incrédula y cruzó los brazos.
– Estuviste husmeando el Ladyblog, otra vez, ¿no es cierto?
– Me atrapaste – admitió con una sonrisa galante, rodeando la figura de la heroína – Pero no me puedes culpar por querer pasar un rato contigo.
La chica rodó los ojos y giró a la par de su compañero para evitar que éste fisgoneara. Poco tiempo había pasado desde que él le había confesado sus sentimientos, y aunque la incomodidad entre ellos había sido prácticamente nula, no sentía correcto hablarle más de su enamoramiento platónico hacia alguien más. Chat Noir no se lo merecía. Después de todo era su mejor amigo.
Y, si era honesta, reconocía que el chico logró confundir sus sentimientos en más de una ocasión… sólo que no lo suficiente. Había un inexplicable confort en la atracción que sentía hacia Adrien, como una rutina que no quería romper.
– ¿Qué escondes en la espalda? – preguntó de nuevo, inclinándose repetidamente hacia ambos lados de la chica, sacando provecho de su diferencia de estatura.
– ¡Nada! – respondió en un tono agudo, demasiado como para parecer natural.
– Vamos, Ladybug – la sonrisa cálida de su compañero le ocasionó un respingo en el corazón – Sabes que puedes contarme lo que sea.
La chica no estaba segura de cómo reaccionaría Chat Noir, lo último que quería era verlo herido, y menos si era su culpa. Pero los ojos suplicantes de su compañero la convencieron.
– Yo… intento escribir una carta – dijo al mismo tiempo que llevaba sus manos al frente, revelando su contenido.
La expresión de Chat se ensombreció, adquiriendo una postura más rígida, pues dedujo sin dificultad de qué se trataba. Se sentó en el borde del edificio donde se encontraban, con una inspección rápida hacia las calles se aseguró de que se encontraban fuera de la vista de uno que otro transeúnte curioso, y finalmente invitó a Ladybug a tomar lugar junto a él.
– ¿Es para… tú sabes… él? – temía la respuesta. Ladybug se limitó a encogerse, abrazando sus rodillas, y asentir, con una súbita sensación de culpa cayendo sobre sus hombros.
Observó la hoja de papel color crema con mayor detenimiento, notando su actual falta de contenido. Por un segundo deseó no haberse presentado en primer lugar, la frase "la curiosidad mató al gato" resonó con ironía en su cabeza; pero un vistazo a la evidente aflicción de la chica lo convenció de que había sido lo correcto hacerle compañía.
– Yo… lo siento mucho, Chat – se disculpó sinceramente, percatándose de la falta del brillo en la mirada del rubio – Creí que un poco de aire y la vista de la ciudad me darían la inspiración que me faltaba para escribir. Por eso elegí este día, no quería que tú lo supieras.
El superhéroe apreció el gesto. Colocó una mano sobre el hombro de su Lady y le dirigió una pequeña sonrisa, asegurándole que se encontraba bien.
– Descuida, Buginette, lo único que me importa es que seas feliz – las palabras sinceras de su amigo le brindaron una calidez reconfortante que se esparcía por todo su cuerpo – ¿Qué tal si me dejas ayudarte?
Esa no se la esperaba.
– ¿Qué? – musitó en un tono apenas audible, desconcertada por la oferta del muchacho. Simplemente no le ofreces ayuda al amor de tu vida para conquistar a otro.
– Lo que escuchaste – insistió, sintiendo como el nudo que se había formado en su garganta comenzaba a desvanecerse – No es por presumir, pero este gato es un experto en el arte del amor, quizás podría ayudarte a conquistar a tu chico misterioso, aunque en verdad dudo que sea tan atractivo como yo.
Chat Noir razonó que si, y sólo si, el muchacho no correspondía los sentimientos de su amiga, él le proporcionaría un confortador -y musculoso- hombro para llorar. Pero siendo honestos, ¡¿quién en su sano juicio rechazaría a Ladybug?!
Un idiota, esa era la respuesta. Un grande, tonto y muy estúpido idiota.
– ¿Y por qué una carta? – no quería parecer entrometido – ¿No es más sencillo acercarte a él y pedirle una cita directamente?
Ladybug rio nerviosamente, oh si tan sólo él tuviera supiera.
– No puedo pronunciar una oración coherente cuando él está cerca, mucho menos pedirle una cita – explicó la pelinegra – ¡He intentado todo! Dejarle mensajes en su móvil, hacerle obsequios, incluso en una ocasión le escribí una carta... sólo que olvidé firmarla – admitió avergonzada.
El chico se limitó a escuchar la extensa lista de fracasos, maravillado de lo linda y torpe que en realidad era la chica en su vida ordinaria.
– ¡Pero nada ha resultado! – continuó, alzando exasperada los brazos por encima de su cabeza – Es como si el destino intentara decirme algo.
– No te desanimes, Ladybug, estoy seguro de que, sea quien sea, amará tu carta – le brindó una sonrisa simpatética, proponiendo la primera idea que se cruzó por la mente – ¿Qué tal un poema? A mí me volvería loco que una chica con tus encantos me escribiera un poema – y luego añadió con un guiño – Por supuesto, esta vez no olvides firmarla.
– Eso lo dices porque eres un romántico incurable – le dijo rodando los ojos, pero se detuvo a contemplar esa posibilidad – Aunque, ahora que lo dices… él es del tipo al que le gusta la poesía. Una vez recuperé un poema que botó a la basura.
El muchacho la miró con incredulidad, sorprendido por las costumbres acosadoras de la heroína, la hacía lucir tan… humana.
La pelinegra se encogió de hombros, ligeramente avergonzada por lo que acababa de confesar. El chico lo notó y enseguida intentó calmar las inquietudes su amiga.
– Descuida, Ladybug, no le contaré a nadie que eres una súper acosadora – rio y eso le ganó un amistoso golpe en el brazo. Mientras lo sobaba, aprovechó para cambiar el tema – ¿Cómo es él?
Ladybug dudó un poco, pero razonó que quizá una descripción generalizada de Adrien no haría daño. Después de todo, le encantaba hablar de él.
– Rubio, de proporciones divinas, y con un rostro esculpido por los dioses, tiene una mente brillante, pero a pesar de eso es humilde y amable – comentó con un suspiro ensoñador, llevándose la mano a la barbilla – Es tan… tan… inalcanzable.
Ahora fue el turno de Chat Noir de rodar los ojos, pero decidió apoyar a su -temporalmente- amiga, y rociarla con una lluvia de ideas para su carta de amor, observando como la hoja comenzaba a cobrar vida con los trazos en tinta negra.
Una vez que terminaron, la pelinegra la guardó cuidadosamente en un sobre rosado, sellándolo con una adorable estampa plateada con forma de corazón.
– Gracias, Chat – dijo Ladybug, cubriendo al rubio con un tierno abrazo – Ahora sólo tengo que esperar hasta mañana y pedirle a mi kwami que abra el casillero de tú-sabes-quién para dejarle la carta.
– No hay de qué, Ladybug – le correspondió el abrazo y depositó un dulce -y amigable- beso en su frente – Espero que este chico se de cuenta de la valiosa chica que tiene enfrente.
Con una última sonrisa y un débil sonrojo, Ladybug se dirigió a casa.
Nada preparó a Adrien para la sorpresa que se encontraría al día siguiente. Y helo ahí, parado frente a su casillero abierto, con la mirada atónita posada en el familiar sobre rosado.
Vaciló un poco cuando lo tomó entre sus manos temblorosas, y un poco más cuando le dio la vuelta para confirmar que se encontraba sellado con un pequeño corazón. La única diferencia era la dedicatoria "Para Adrien", que supuso ella habría agregado en casa.
Nada lo preparó para descubrir que el chico misterioso que se interponía entre su Lady y él era, bueno, él mismo.
Una mezcla de sentimientos se arremolinó en su interior, pues ahora tenía en su poder la identidad secreta de Ladybug. Con su dedo índice recorrió la pequeña estampa, y requirió toda su fuerza de voluntad para no tirar de ella, a pesar de las incesantes persuasiones de su kwami.
Con un último titubeo guardó la carta en su mochila y se marchó a su hogar.
Esa misma tarde, después de lo que Adrien consideró como una eternidad, Chat Noir se encontraba en camino hacia la Torre Eiffel, agradeciendo a alguna fuerza divina que ese día tuvieran que patrullar juntos, sintiéndose incapaz de soportar un segundo más.
La encontró en el lugar de siempre, recargando su peso en el barandal de seguridad, aunque pudo distinguir que más nerviosa de lo usual.
Ella escuchó a su compañero llegar, y lo saludó sin apartar la vista del frente.
– Lo hice, Chat – dijo con la voz temblorosa – Hoy dejé la carta.
– Lo sé – fue lo único que respondió, deleitado por la extraña mueca de confusión que hizo la pelinegra, girando el rostro apresuradamente para encararlo.
Chat Noir extrajo un objeto del compartimiento trasero de su traje, entregándoselo a su compañera para que ésta pudiera echar un vistazo. Al instante empalideció.
– Supongo que el gato está fuera de la bolsa– admitió al mismo tiempo que ella examinaba el sello con forma de corazón aún intacto – No la abrí, lo juro.
Tomó una captura mental de la chica, que parecía estar asimilando toda la información, antes de continuar.
– Pensaba guardar la carta y jamás abrirla, sé lo importante que es para ti guardar tu identidad secreta. Yo nunca me atrevería a traicionar tu confianza de esa manera – le explicó – Pero también supuse que le rompería el corazón a la chica detrás de la máscara si no le daba una respuesta.
Ladybug asintió, aún perpleja, musitando un débil "gracias".
– Tienes que admitir, Ladybug, que yo te advertí que no podrías resistirte a mis encantos – comentó, pasando la mano por su rubia cabellera en un intento por alivianar la densa situación – Pero ya en serio, me alegra saber que piensas que mi cara parece esculpida por los dioses.
La chica bufó ligeramente y sacudió su cabeza con gracia ante las payasadas de su compañero, esperando que eso difuminara el sonrojo que podía sentir expandiéndose por su cara. A continuación, abrió el sobre sólo para confirmar lo obvio. Repasó cada línea. Sonrió complacida cuando terminó de hacerlo, devolviendo la carta al sobre y extendiéndoselo al ojiverde.
Por supuesto que esto ocasionó desconcierto en el muchacho, quien la miró incrédulo, obligándola a insistir.
– La escribí para ti, quiero que la tengas – recalcó petulantemente, añadiendo un guiño coqueto – Encontrarás, Gatito, que estoy más cerca de lo que te imaginas.
El rostro de Chat Noir se iluminó de felicidad al tomar la carta, y pensó que sus mejillas se entumirían de tanto sonreír. No fue capaz de articular una palabra después de eso, y observó como ella lanzó su yoyo, alzándose sobre los edificios de la ciudad.
Esperó a que desapareciera en el horizonte y regresó la mirada al sobre. Se debatió internamente si debería de esperar hasta que estuviera en su hogar para leer la carta, pero la ansiedad que lo carcomía por dentro le impulsó a hacer lo contrario.
Repasó con detenimiento las palabras en la perfecta caligrafía de la chica, las mismas que él había ayudado a escribir:
.
Tus cabellos rubios brillan más que el oro.
Tan inalcanzables como el sol de cada mañana.
Cada palabra que exhalas se graba en mi corazón.
Y con una simple mirada logras que pierda la razón.
Tuya por siempre, …
.
Alzó la vista y contuvo la respiración cuando llegó al final, preparándose para leer el nombre de su amada. Regresó la mirada al pedazo de papel, abriendo los ojos como platos y dándole la vuelta repetidas veces con incredulidad.
Revisó inútilmente el interior del sobre, y contuvo las ganas de llorar.
Se cubrió el rostro mientras dejaba salir un sonoro quejido. Y aceptó derrotado la triste realidad:
Ladybug olvidó firmar la carta… otra vez.
"Esa chica va a ser mi fin" pensó, lamentando su mala suerte y anticipando las seguras burlas de las que Plagg lo haría víctima. Después de unos minutos de frustración reconoció que la situación era casi hilarante.
.
.
¡Oh cielos! Marinette se iba a divertir mucho al día siguiente.
Heeey, en realidad este texto era más corto en un inicio, pero lo escribí con mucho mucho cariño. Que tengan un guapísimo inicio de semana, les mando muchos saludos y abrazos y vibras positivas.d
