Espero que les guste. Dedicado a la persona especial quien hizo muchas sugerencias para Almas gemelas y me pidió que lo desarrollara. Aquí está su pedido. Muchos cariños para ella que ha sido una buena fuente de información e inspiración y también para cada uno de ustedes.
Deja Vu
Sumario: Tras terminar la guerra, el ministerio de magia decide aprobar la ley más impopular de todos los tiempos, que es el matrimonio forzado. Para muchos resulta simplemente una pésima experiencia, pero para Hermione es un suplicio junto a Snape. Y después de un breve y tormentoso matrimonio, muere misteriosamente, dejando al hombre con mucho en lo que pensar y arrepentirse. Hasta que...
Disclaimer: Nada me pertenece, excepto la idea (y parcialmente, puesto que también he recibido ayuda para su concepción desde Almas gemelas). Personajes, objetos, locaciones y demás, pertenecen a JK Rowling y a Harry Potter, exceptuando aquellos que sean originales (obviamente). Fan fic sin fines de lucro y escrito simplemente por diversión personal y de aquellos quienes lo lean.
Prólogo: Deja Vu
— Son cuatro libras en total, señor.
— Guarde el cambio.
Normalmente ni siquiera lo pensaría dos veces y se negaría a poner un pie en su antiguo barrio muggle o en cualquier lugar que no tuviese que ver con la comunidad en la que estaba acostumbrado a vivir, pero desde los recientes acontecimientos en su vida, prefería mantenerse alejado y lo que menos quería era encontrarse con razones para recordar su pasado.
A pesar de todas las pociones y hechizos para olvidar que existían, todavía continuaba torturándose con los mismos recuerdos de siempre.
Sacudió la cabeza un poco, para alejar aquellos pensamientos y no tener que lidiar con otra desagradable y oscura depresión de la que no pudiera salir tan fácilmente, encaminándose hasta la salida y dispuesto a empujar la puerta para poder escapar y refugiarse en la seguridad de su dormitorio, sin siquiera escuchar que ya la campanilla sonaba y de que alguien estaba a punto de entrar.
Ni cuenta se dio de lo que pasaba a su alrededor, sino hasta que accidentalmente chocó con alguien que venía en sentido contrario y por lo cual tuvo que prácticamente hacer maromas para detener sus compras de terminar en el suelo. Una larga bolsa de pan que hizo más ruido del que quería, a pesar de la cálida conversación dentro de la panadería, por estar hecha de papel.
Aunque sirvió para devolverlo a la realidad de inmediato.
La persona con la que había chocado comenzó a disculparse al instante, así que hizo un pequeño esfuerzo por apartar la bolsa de pan de su rango de vista, con la intención de mirar mejor lo que había sucedido. Se percató de un largo cabello negro que a diferencia del suyo, lucía hermoso y lleno de vida, a la par de unas suaves manos que de pronto habían terminado sobre las suyas para mantener la estabilidad y no caerse, además de sentir una pequeña y afectiva caricia en sus nudillos, como si ella quisiera cerciorarse de que estaba bien.
Era una mujer, no era tonto como para no darse cuenta. De pronto el enojo de su usual carácter (que verdaderamente había empeorado con el paso de los meses), prácticamente se enfrío antes de siquiera llegar a su garganta en una mala respuesta. No estaba seguro de si estaba muy deprimido como para preocuparse, pero pensaba que había sido él quien no había prestado atención al camino primero.
Finalmente la misteriosa mujer terminó de recoger su bolso, al haberse tenido que inclinar para tomarlo pues tras el choque y el sobresalto, terminó en el suelo, mientras pensaba distraídamente que probablemente hubiese sido mejor el haberse ofrecido para ayudar, pero que ya era muy tarde y puesto que comenzaba a reincorporarse. Se echó su bolso o una especie de cartera grande, no tenía idea, sobre el hombro y comenzó a darse la vuelta para mirarlo mejor, apartándose un par de largos mechones de cabello negro y colocándolos tras una de sus orejas. Ya estaba deseando que aquel incómodo momento terminara de una buena vez. Se apartaron unos centímetros, deteniéndose junto a la caja y para permitirle el paso al resto de las personas en el establecimiento.
— Lo siento. — no estaba acostumbrado a disculparse y las veces que había tenido la oportunidad de hacerlo, habían ocasionado la reacción contraria a lo que en verdad esperaba. La mitad de sus desgracias o quizá la mayoría de ellas, habían comenzado por su incapacidad de disculparse y de aceptar sus errores. Por creer que un simple "lo lamento", sin emoción alguna, iba a resultar suficiente para que las personas olvidaran lo que había sucedido.
— Yo también. — escuchó, mientras la mujer terminaba de acomodar su cabello y quitarlo de su rostro. Ya había despegado los labios para decir algo con lo que finalmente pudiera marcharse y terminar con aquella conversación, pero prácticamente se quedó mudo al mirarla directamente a los ojos. Eran azules y brillantes, nada fuera de lo común, pero no pudo evitar tener una extraña sensación de que ya la había visto en alguna parte. Que la conocía.
Le dio la impresión de que a ella le sucedió lo mismo que a él, puesto que por un momento se quedó literalmente pasmada y como si hubiese visto un fantasma. Había espiado por años y era capaz de reconocer los sutiles cambios corporales que una persona experimentaba en cuanto era presa del miedo o la sorpresa, pero creyó distraídamente que quizá le había recordado a alguien, tanto como ella a él.
Se recompuso tras una breve pausa y comenzó a sonreír con una calidez a la que no estaba acostumbrado y que le hizo sentir un poco incómodo. Nadie había vuelto a sonreírle de esa forma y prefería no pensar en el tema.
— Espero no haberle lastimado de alguna manera o haberle tirado alguno de los panes que trae en la bolsa. — comenzó a disculparse nuevamente, llevándose una mano al pecho. — Creo que fue mi culpa, en verdad lo lamento. Traigo muchas cosas en la cabeza y el aroma del pan recién hecho, sí que es un gran y potente distractor. — se echó a reír por un breve instante y le tomó ese mismo breve instante a él, recordar cosas que ya hacía muchas semanas que creía haber podido olvidar.
Un deja vu.
— Afortunadamente todo se mantuvo en su sitio, así que espero que no tuviera algo en su bolso que pudiera romperse. No miraba el camino y debí prestar más atención al sonido de la campanilla en la puerta, por lo que si tuviera que reponer alguna cosa importante que llevase consigo...
— Creo que… — la mujer reflexionó por un minuto, así que se tomó ese mismo tiempo para echar un rápido vistazo. Solo necesitaba unos segundos para hacer un pequeño reconocimiento visual, pero no encontró la razón por la que aquella mujer le resultaba tan familiar. Una brillante sonrisa, delgada, un poco más baja que él y ataviada en ropa muggle sin nada que recalcar. — ¡Oh no! Ahora que lo dice, tenía una linda tetera con forma de gato en mi bolso. Ha de estar rota en alguna parte, puesto que es de cerámica. — deslizó el bolso por su brazo y miró dentro. — Sí, en efecto. Su cola está rota y es por donde se sirve el té.
¿Teteras con formas de gato? ¿A qué persona cuerda, además de a Minerva McGonagall, podrían gustarle esas baratijas?
— Podría pagarle su precio y así podría comprarse una nueva.
— En verdad lo dudo, el dueño dijo que era la última de su tipo. Verá, es distinta del resto de las teteras y lo que la hace especial es que se rumora que una vez perteneció a los antepasados de la reina. Es curioso, pero el dueño hizo una larga investigación al respecto y descubrió que durante la segunda guerra mundial, muchos de los objetos personales de la reina se extraviaron. Él piensa que puede haber muchos otros, regados por todo el mundo.
Ni siquiera había prestado atención a la mitad de lo que había dicho, pero volvió a tener esa fuerte sensación de deja vu que trataba de ignorar.
— Lo lamento. ¿Hay algo que pueda hacer? — no estaba seguro del motivo. Podía simplemente marcharse e ignorar que había roto un cachivache que seguramente no le había pertenecido a nadie más que a una vieja loca que ya hubiera muerto, pero ni siquiera podía moverse y continuaba perdido en sus brillantes ojos azules, mientras que ella se mordía el labio inferior en reflexión.
— No tiene importancia. Probablemente ni siquiera haya pertenecido a la realeza y quizá el hombre me mintió para timarme. — sonrió dulcemente. — Aunque era realmente adorable, debo admitir.
Sin dejar de mirarla, introdujo una de sus manos en uno de los bolsillos de su pantalón y sin siquiera fijarse en lo que tenía entre sus dedos, estiró un billete en dirección de la mujer frente a él.
— Espero sea suficiente como para reparar el daño que he ocasionado.
— ¿Un billete de cien libras, señor? Por favor. — estiró una de sus manos y en vez de tomarlo, simplemente cerró los dedos del hombre sobre el dinero. Sintió otro pequeño apretón y de inmediato tuvo otro deja vu que comenzó a provocarle un desagradable dolor de cabeza. — Insisto en que no debe preocuparse demasiado por esa tonta tetera. Mientras ninguno haya salido lastimado, lo material puede ser repuesto en otro momento. Quizá es un mensaje de que no debí gastar el dinero tontamente. — guardó silencio al escuchar el sonido de un trueno en la lejanía. — Creo que una tormenta se avecina y no quisiera quitarle más tiempo, ni el placer de poder disfrutar de un poco de pan caliente y una taza de café. Espero que tenga un agradable viaje a casa y ha sido un placer el haber podido conocerlo. O tropezado, de hecho. — volvió a reír por unos segundos. — Le agradezco mucho por su tiempo.
Se quedó de pie junto a la caja y seguramente estorbándole el paso a alguien, todavía meditando sus palabras y lo que acababa de suceder. Virtualmente no tenía idea, pero no dejaba de sentir que la conocía.
— Por cierto, nunca me dijo su nombre. — añadió la mujer todavía a pocos centímetros de él, pero lo suficientemente lejos como para dar la conversación como terminada. — Mi nombre es Louise…
— Severus Snape. — ni siquiera le permitió terminar y tras decir su nombre con brusquedad, finalmente se encontró fuera de aquella tienda y respiró pesadamente.
No sabía lo que era, pero no le gustaba en lo más mínimo. Una desagradable sensación que quería ignorar por todos los medios posibles, pero que continuaba haciéndole temblar como si de un niño pequeño se tratase.
Se llevó la mano con la que no sostenía la bolsa, al rostro, para decirse que estaba soñando y que nada de lo sucedido era real. Todavía tenía el aroma de su perfume en las manos y a pesar de que había hecho un enorme progreso por meses, comenzaba a derrumbarse gradualmente y a enfrentarse a lo inevitable.
No podía hacerlo solo.
Sí podía, pero no estaba seguro de querer continuar después de eso.
— ¿Severus? — una pequeña cabaña fue en lo único que su desesperado cerebro pudo pensar. La mujer en el sofá junto al fuego, prácticamente brincó sobresaltada y un par de gotas de café, cayeron sobre su seguramente costosísima alfombra escocesa.
Tenía una cierta manía con arruinar objetos de preciado valor. Especialmente para las mujeres, al parecer. Después de todo, probablemente esa alfombra le había pertenecido a los padres de Minerva y ahora estaba arruinada por su culpa.
Olvidando el hecho de que tenía magia para reparar cualquier cosa. Aunque no podía pensar en nada en ese momento.
Se derrumbó en uno de los sillones frente a la mujer y sin tener cuidado siquiera por la bolsa de pan que llevaba entre manos. Minerva alzó su varita con agilidad y logró que terminara a salvo en una mesa y lejos de su dueño. Severus se llevó ambas manos al rostro para cubrirse con ellas y dejar escapar un angustiante sollozo que había tenido mucho tiempo sin escuchar.
— Hay algo mal conmigo. Otra vez.
— ¿De qué estás hablando? ¿Qué pudo haber sucedido? Habíamos progresado tanto. — el tono de su voz, mientras se acercaba hasta sentarse a su lado y colocar una de sus manos sobre uno de sus hombros, tenía ese dejo de lástima que no quería escuchar pero que en ese momento no podía combatir. — Severus… mírame. Vamos… habla conmigo al respecto.
— La veo, Minerva. Sé que está muerta pero…
— ¿A qué te refieres? Me temo que no comprendo.
— Veo a Hermione otra vez. O eso creo.
— ¿Alguien o algo te recordó a ella? Bueno, Severus, esas cosas pasan. A pesar de que hayas conseguido sanar las heridas que te haya dejado su muerte, siempre habrá algo que te recuerde lo sucedido y te haga sentir que el tiempo en verdad no ha pasado. Que no has progresado en lo absoluto.
— ¡No! — apartó su mano de su hombro y violentamente se puso de pie, sacudiendo ambos brazos y como si hiciera un esfuerzo inútil por quitarse su perfume de encima. Un sutil aroma que muy pronto, la mujer alcanzó a percibir. — Hoy fue totalmente distinto. No es como si la viera en todas partes. Solo en una persona en específico.
— ¿Conociste a una mujer hoy, Severus?
— Fue un accidente, chocamos. Estaba distraído y no me di cuenta de que ella caminaba hacia mí. — se llevó una mano hacia el rostro para cubrirse ambos ojos y el puente de la nariz. Todavía podía escucharlo hablar y lo único que podía ver de su rostro, era sus labios. — Comenzó a hablar y a cada palabra que decía, más pensaba en ella. Sus ojos, sus manos, todos sus gestos. Cualquier cosa me provocaba un molesto deja vu. Y luego dijo todos esos datos acerca de teteras con formas de gatos. Todavía no estoy seguro de qué demonios pasó.
— ¿Teteras con forma de gato? Severus, suena como algo que a mí también me gustaría tener. Hay ciertas similitudes, pero no significa que sea ella. Lo sabes. — se puso de pie y caminó tentativamente hasta detenerse a un par de milímetros de él, preguntándose si debía colocar sus manos sobre sus hombros. Tras un breve segundo, tomó la decisión de hacerlo y le sintió temblar de una forma que no le gustó. Sabía a qué iba a conducir aquella experiencia, así que debía encontrar una forma de detenerlo antes de que comenzara. — No puedes derrumbarte por cada mujer que conozcas, que tenga alguna característica similar a las que ella tenía mientras estaba viva. Si no, vivirás mortificado de por vida.
— ¿¡Más de lo que ya estoy!? — le reclamó, apartando sus manos de él y caminando hasta detenerse al otro lado del salón y tras uno de los sillones. — Es gracioso, pero justo cuando me prometí no volver a cometer el mismo estúpido error que cometí con Lily, terminé haciendo lo mismo con Hermione.
—Severus, ya tuvimos esta conversación y sabes perfectamente lo que pienso al respecto.
—¡Pero quiero hablar de esto de nuevo! ¡Quiero hablar de lo imbécil que he sido toda mi vida! ¡Ni siquiera puedo comprender la razón por la que esta situación se repite una y otra vez! ¿Por qué las mujeres creen que seré capaz de amarlas, cuando ya deberían saber que soy un perfecto idiota insensible e incapaz de hacer otra cosa que causarles sufrimiento y posteriormente la muerte? ¿Por qué todavía soy capaz de enamorarme? Debería habérseme prohibido desde la muerte de Lily, pero volvió a suceder. ¡Volvió a suceder!
— Ya te lo dije, el accidente de Hermione no fue tu culpa. Simplemente se trató de una coincidencia.
— Una muy extraña coincidencia, ¿no te parece? — el hombre respiró pesadamente, tratando de calmarse. — Quizá ni siquiera deberías acercarte a mí, podrías morir intempestivamente también.
— No digas tonterías, Severus. — dio un profundo suspiro. — Anda, vamos, siéntate. Comamos un poco de pan y disfrutemos del clima.
El antiguo jefe de Slytherin (pues su regreso a Hogwarts aún estaba por verse), alzó la cabeza ante el sonido de la lluvia cayendo sobre el tejado de la cabaña y enmarcó una de sus cejas al volver a mirarla.
— ¿Y qué otra cosa podemos disfrutar entonces? Estamos en Europa. Llueve más de lo que escampa y no lo digo de forma literal.
Sacudió la cabeza con cierto disgusto al comprender el trasfondo de sus palabras, pero finalmente dejándose convencer de olvidar el tema y acompañarla a tomar un poco de té y probar ese pan que ya comenzaba a causarle un severo dolor de estómago, de solo imaginarse a sí mismo probándolo.
Quería olvidar todo lo que había tenido que ver con aquel día.
