Esta historia está inspirada en el cuento de "Anastasia" (la película animada) mezclada con un poco de la ambivalencia de "Caperucita Roja. Sólo me han servido de inspiración, nada se asemeja al contexto original de cada historia.
Los personajes de Harry Potter pertenecen a JK Rowling © y me serviré por primera vez del privilegio de no integrar a ningún original de mi propia cosecha.
La información geográfica es real. Cada detalle de los paisajes, rincones y ciudades son extraídos de mi propia experiencia.
Este será el último fanfic de Harry Potter largo que escriba, así que les pido paciencia y comprensión. Podrán seguir leyendo drabbles y one shots, pero con esta historia cierro el ciclo de fanfics largos.
Espero que les guste, toda crítica constructiva es bienvenida.
Y muchísimas gracias por seguirme.
Anya.-
Prefacio.
(Paris 2006)
—¿Por qué tan sola andas por estos rincones vagando roja cuál fresa en primavera?
Sus ojos brillaron, sus dientes chirrearon y su sonrisa se tornó encantadora; mas ella no se amedrentó.
—Más solo estás tú, desprotegido del orgullo y vasto de experiencia muda que sólo camuflas con palabras vagas.
Él volvió a sonreír.
—Eres encantadora, pero la caperuza no bastará para protegerte de tu propio encanto.
…
Paris.
La ciudad del amor, del encanto, de la bohemia y las artes. Sus calles adoquinadas, sus jardines imperiales, su arquitectura clásica y su música glamorosa guían a los amantes a reencontrarse a ellos mismos y a su mundo; a adivinar si las emociones coexisten en un solo ser bailando al compas del acordeón y los violines.
Los cuerpos se entrelazan en un vaivén de emociones rítmicas y jadeos constantes con la majestuosa Torre Eiffel de testigo detrás de la cortina. Un vestido de ceda cubre el suelo de parquet gastado con los años, una botella de champagne rueda de debajo de la cama de bronce, y las sabanas caen al ser despojadas del cuerpo de sus dueños.
El rechinido de resortes viejos forma parte de la música. Arañazos, quejidos, gemidos envolventes y guturales que indican la desesperación por llegar lo más pronto a la gloria. Dos cuerpos desnudos se agitan con violencia sin importarles que la ventana esté abierta mientras la cortina de gasa se agita con la brisa del verano. Mechones rubios ondulan sobre la almohada mientras unas manos fuertes se aferran al respaldo de la cama para proporcionarse impulso. Besos furtivos se desplazan a través de los torsos desnudos y algunos dientes se aferran a rincones al no tener escape por la intensidad del momento.
Finalmente el último gemido hace eco en medio del festival de verano, y cual trapo viejo ambos cuerpos se desploman sobre el colchón produciendo un último rechinido.
—Como siempge, espectaculag— jadea ella completamente desnuda y sin pudor sobre la cama— qué pena que hayamos pegdido tanto tiempo pog tu tgabajo.
—Sí… bueno, asuntos internacionales, ya sabes—contesta agitado. Recuesta la cabeza sobre su brazo derecho mientras con la mano izquierda recibe un cigarro que ella le enciende.
Inhala el humo con placer y cierra los ojos. La última semana había estado repleta de éxitos fructuosos cuya evidencia se encuentra aguardando bajo la cama con muchos millones que gritan ser gastados.
—¿Te quedarás todo el día? —Le pregunta a la muchacha mientras ella se acurruca en su pecho.
—¿De qué hablas? —contesta ella con una risita separándose para mirarlo, él frunce el ceño contrariado.
—Bueno, habíamos quedado en que una vez que volviera a Paris pasaríamos el tiempo juntos, tengo entradas a la opera que tanto querías ir—explica, ella suelta una carcajada y le pellizca la mejilla como si de un niño se tratase. Incrédulo la observa levantarse de la cama para vestirse—. ¿A dónde piensas que vas? —inquiere ofendido. Se levanta y trata de vestirse al mismo ritmo que ella colocándose los pantalones y una camisa que descansa bajo los pies de la cama. No la mira, intenta parecer desinteresado mientras con habilidad logra exhalar el humo del cigarro sin despegar los labios de la colilla.
—Tengo que tomag el tgen a Toulouse, mi familia espega, ya sabes, el cumpleaños de mi padge—contesta como si nada mientras se arregla el cabello frente a un coqueto tocador. Él entrecierra los ojos, su orgullo de macho acaba de ser pisoteado en el suelo con aquellos altos tacones que ella suele usar.
—¿No piensas llevarme? —le pregunta sintiéndose un reverendo estúpido por sonar casi suplicante; aunque cree que exigir en parte sus derechos es lógico. Si algo existe en esa relación lo mínimo es que ella lo quiera presentar ante su fantástica familia.
La pregunta parece incomodarla, y justo cuando recupera su bolso de cuentas tirado sobre la alfombra lo mira por fin.
—Ay, Hagui…—suspira con falsa melancolía. Lo poco que queda del cigarro lo termina por extinguir en el cenicero sobre el velador, ambos se sostienen una escueta mirada— Ya habíamos hablado sobge esto, ¿recuegdas?
Él frunce el ceño y siente un frío singular atravesar su espina. Quiere a la chiquilla, pero no es de los que acostumbran a mostrar tanto afecto, y mucho menos suplicar por ello.
—Recuerdo que habíamos quedado en ir a la opera cuando volviera a Paris ¡y ahora me entero que acabo de perder quinientos putos Euros! —grita enojado, la muchacha obvia sus ganas de marcharse y él no sabe cómo detenerla. Su pecho se aprieta y un acido lacerante le remueve las entrañas; algo que no sentía hace años.
—Lamento si te di falsas espeganzas queguido —dice mirándolo fijamente, y él siente como ese acido comienza a penetrar por sus venas provocándole un dolor en cada extremo de su cuerpo. Lo sabe, ha caído como idiota, la quiere y no tolera la idea de que se marche, ¿cómo pudo permitirse llegar tan lejos?
—Créeme, yo lo lamento más—la contradice intentando mantener su orgullo por encima del dolor ante aquella patada en el culo.
—Pego no cgeas que no te quiego—lo consuela mientras le acaricia la mejilla. Él achica aún más los ojos, aquellas palabras no son más que otra forma de decir "no eres tú, soy yo". Maldice cuando aquel perfume penetrante tan digno de ella fulmina cada una de sus neuronas recordando los últimos segundos de placer antes de aquel cierre de cortina—, pego sabes que no puede seg, venimos de mundos difeguentes, siempgue supimos que esto no acabaguia bien.
—Si eso es lo que crees—dice con una serenidad sobreactuada dando un paso atrás—, entonces acabemos con esto, ya tuve suficiente de tu perfume barato por hoy—le espeta. Sonríe internamente cuando ella le devuelve una mirada dolorosa, ha invertido los roles.
—Tú amas mi pegfume—le recrimina con ojos furiosos y él suelta una risa socarrona que la cabrea aún más. Si alguien va a salir mal de ese juego no será él. En momentos como esos es cuando sabe que debe hacer alarde de lo enseñado por su padrino: "Jamás dejes ganar a una mujer, aunque estés hecho mierda por dentro."
—Esa porquería no es perfume, el perfume es para las damas, pero tú, ¡vamos linda!, ambos sabemos que no lo eres —dice lenta y burlonamente.
Pierde un poco el sentido de la orientación cuando un golpe es asestado en su mejilla con tal potencia que termina sentado en uno de los sillones con tapiz floreado que adorna la habitación. Una sarta de insultos en francés atraviesan sus oídos de los cuales sólo logra comprender algunos. Ha cometido una imbecilidad, tiene que disculparse, ¿qué fue lo que hizo? No quiere que ella se vaya y sólo ha echado más leña al fuego para provocar su huída.
—No, espera, Gabrielle, no quise…—gime mientras intenta enfocar su vista en la figura borrosa de la muchacha que se posiciona ante él con las manos en la cintura.
—Egues un idiota, Potteg —le espeta con rabia masticando las palabras, y él logra percibir un poco de quiebre en su voz —. Debí dejagte hace meses, no vales nada, nunca fuiste nada más que un buen polvo.
Sabe que lo dice por sentirse humillada, pero su orgullo, ofendido nuevamente, no le deja decir palabras bonitas y vuelve a salir a flote:
—Pero nunca te oí te quejarte, siempre gritaste de lo lindo con mis polvos…—masculla irónico enfocando el rostro hermoso de aquella mujer que lo vuelve loco, pero que no puede dejar ganar.
—Imbécil, ¡pudgete! —le grita, y antes de que le pueda recriminar algo más ella sale de la habitación dando un portazo.
Sabe que no regresará, no va a hacer más espectáculo del que puede. Su alcurnia le impide comportarte como una idiota posesiva, pero aún así entiende que la situación se le fue de las manos y que ella ha terminado como la reina del rompimiento y él como el pelotudo botado.
No le queda más que aceptar su desdicha y desplomarse sobre el sofá inhalando profundamente el aroma a rosas que queda en el aire. Sabe lo que le dirá su socio "La vida sigue, era una más", pero para él, las pocas mujeres que ha conocido han marcado un hito en su vida, y ésta última… lo caló hasta los huesos.
Suspira y maldice el aroma de su perfume impregnado en su nariz y probablemente en todo su cuerpo. Se resbala por el sofá hasta que sus ojos encuentran bajo los pies de la cama una de las cosas que podrían devolverle un poco la felicidad.
A duras penas logra calzarse los zapatos y se lleva a la boca una colilla de cigarrillo a medio quemar que estaba sobre el cenicero. Se coloca el bolso con el botín en su hombro, se mira en el espejo del tocador maldiciendo su cara de pobre desgraciado, y fingiendo su mejor sonrisa se aleja caminando hacia la puerta.
Cuando llega al primer piso respira el aire del atardecer. Sonríe con algo de picardía y tristeza cuando descubre una cafetería justo un par de pisos más abajo de la ventana donde se desarrolló la acción. Observa los rostros de los testigos invisibles y se pregunta, cuántos se habrán sonrojado, cuántos se habrán excitado y cuántos otros habrán huido indignados con tal escándalo.
Se pasa una mano por la cabeza y se despeina ese cabello indomable de color azabache. A un par de cuadras se divisa la Torre Eiffel, mueve su cuello para quitarse la tensión, afirma el paquete de los millones en el hombro y con elegancia se aleja intentando olvidar el reciente pasado.
Notas:
Espero que les haya gustado. Tengo capítulos avanzados, pero los iré publicando poco a poco.
Esta historia es relajada, cómica, divertida, no hay que hacer conjeturas ni azotarse la cabeza pensando en el "qué sucederá". Es bastante diferente a lo que suelo hacer, pero quiero relajarme con algo más liviano antes de lanzarme a los leones con algo de mi propia cosecha.
Y sobre las líneas del principio les cuento que son inventadas por mí, no las saqué de ningún libro. Es una forma de narrar según yo a Caperucita Roja y el lobo de un modo más "filosófico" y absolutamente personal. Pero tiene mucho de doble sentido que irá cobrando forma a medida que la historia avance.
Y bueno, cada párrafo tiene relación con cada capítulo.
Gracias a todos por leer.
Anya-
