Reto para hpflashfic del mes de junio, ¡aquí estáaa! Es para Miis Apple.

Vale, la cosa va así; este es el fic original, tengo escrito un capítulo más por ahí que trata enteramente sobre Barty, y si me animo voy a escribir uno de Bartemius. Así que en definitiva esto sería algo de tres capítulos si hay suerte.

Pues eso, y a otra cosa mariposa, solo recordaros que nada es mío salvo la trama y la forma de colocar las palabras, lo demás, de JK, y que no cobro por hacer esto (¿alguien lo dudaba acaso? ¬¬).

Ya es un hombre

Repugnancia, impotencia, furia, rabia, frustración, odio.

Un cúmulo de sentimientos mezclados que hacen que enviar un hijo a Azkaban sea lo más normal del mundo, un cúmulo de sentimientos mezclados que provocan noches sin sueño y maldiciones rebotando en las paredes desnudas del sótano, que promueve nuevas leyes, leyes que ponen a los aurores a la altura de los mortífagos tanto en dignidad como en dureza y crueldad.

Un cúmulo de sentimientos mezclados que hacen que el siempre correcto Bartemius Crouch se convierta en un hombre aún más cruel, despiadado e inhumano que antes, bajo su bigote recto y perfectamente recortado, sus túnicas de la mejor calidad y su mirada clara y concisa.

De alguien tenía que haber sacado su hijo esa mirada de retorcido placer al ver gritar de dolor, de un dolor que enloqueció a Frank y Alice Longbottom, la misma mirada que se vería en los ojos de su padre al interrogar mediante cruciatus a los mortífagos atrapados si este la dejara entrever. El primogénito de los Crouch tenía que haber visto antes la facilidad para codearse con la magia oscura en algún sitio, para llegar a ser mortífago.

Los dos eran iguales, tanto que hasta tenían el mismo nombre, los dos tomaron un bando y los dos lo dieron todo por él.

Uno entre tinieblas y callejones oscuros con muggles retorciéndose de dolor y un brazo voluptuoso, el de su maestra Bellatrix, enroscado en la cintura, y el otro entre los limpios y bien arreglados pasillos del Ministerio, blancas habitaciones donde se interroga a alguien a base de cruciatus y mujeres altivas, frías y orgullosas que bailan con él en bailes del Ministerio.

Barty y Bartemius, eran padre e hijo, y nunca dejarían de serlo. Cada uno luchó por la sangre de formas distintas, cada uno honró su apellido de formas distintas, pero que al final acabaron siendo las mismas.

Y la repugnancia, impotencia, furia, rabia, frustración y odio que sintió Bartemius Crouch no fueron provocados por el ingreso de su hijo en las filas del Lord Oscuro, sino por la debilidad, inexperiencia y deshonor que mostró este al dejarse atrapar, para luego suplicar por su vida como si de un vulgar sangre sucia se tratara y no el descendiente de los Crouch, magos de sangre limpia por encima de todas las cosas, incluso antes que seguidores de la Luz.

Y por eso mismo ninguno de los que les conoció bien, fueran elfos domésticos, compañeros de torturas o simplemente cuadros en la pared, se extrañó que uno muriera en manos del otro, pues no hay muerte más honorable que la que sucede a manos de un igual, y no hay placer más exquisito para alguien como ellos que el de derrotar a aquel que siempre fue tu rival, por mucho que también fuera tu padre.

oOo

Barty, su hijo, nunca había sido nada de lo que él había deseado.

Prefería irse de putas noche sí noche también en lugar de asistir a los eventos de sociedad, que las malas lenguas le tacharan de homosexual por la constante compañía masculina que pululaba a su alrededor y que todo el mundo supiera de las noches en las que no volvía hasta las siete de la madrugada, oliendo a sexo, alcohol y a algo más, ese olor rancio que siempre quedaba impregnado en la piel al codearse con la magia oscura.

Pelo rubio como su madre, piel pálida llena de pecas y mirada aguda y calculadora escondida bajo un velo de indecencia e impetuosidad juvenil.

Siempre calmado si surgía la necesidad, estuviese sobrio o no.

De mente clara y despierta y un interés poco común por todo lo referente a la Magia Oscura, aunque para eso tuviese que colarse en el santuario de su padre, el siempre tan sagrado estudio prohibido para todo el mundo hasta el punto de que lo limpiaba él mismo, y cogerle los libros de defensa contra Ella.

oOo

-Así que el hijo de Bartemius Crouch quiere jugar a ser malo...-aquí también, como en todas partes.

Él no era Barty, era el hijo de Crouch, el siempre culpable hijo de Crouch, tanto como por haber enviado aurores a la muerte como por haber dejado sin guerreros al lado de las Tinieblas.

Nunca Barty, nunca el chico de pelo pajizo con mirada calculadora y lengua afilada.

Siempre "el hijo de...", siempre culpable antes de ni siquiera haber abierto la boca, siempre controlado antes las pullas y los insultos disfrazados de comentarios sin importancia, salvo ahora.

-¿Y tu crees que el hijo de Bartemius Crouch haría... "Crucio" ...esto?- una sonrisa torcida, la lengua se mueve rápidamente en aquel tic suyo tan caractrístico, el velo de inocencia cae, y ven como el pequeño Barty se convierte en hombre bajo el amparo de la noche y los gritos del incauto que se ha atrevido a provocarle.

Padre... supongo que ahora estarías orgulloso de mí... Ya soy un hombre.

oOo

Cuando Barty vuelve a casa hecho un hombre, con un tatuaje grabado a fuego en su antebrazo, borracho de sexo, de muerte y la magia oscura corriendo por sus venas su padre ya no está.

Ha salido a investigar el nuevo asesinato de los seguidores de Voldemort, esos que se hacen llamar Mortífagos.

Han atacado a unos muggles, se cree que ha sido una iniciación ya que no eran importantes y la marca brilla en el cielo ligeramente borrosa.

Siguen creyendo que ha sido una iniciación, hasta que entran.

El espectáculo es dantesco.

Sangre por todas partes, los cuerpos creando una burda parodia de la vida familiar, uno sentado delante del televisor roto, le han arrancado los ojos, la madre cocinando, como yendo a cortar la carne, que es la pierna de su marido,y el niño, aún vivo y hechizado que juega alegremente con los ojos de su padre.

A Bartemius hay algo que se le hace familiar en ese cuadro.

Quizás si le hubiese prestado más atención a su hijo cuando era pequeño habría recordado que lo que le sonaba era la posición de los cuerpos, que están en un ángulo algo antinatural, el mismo ángulo que adoptaban los juguetes mágicos de Barty después de que este hubiera trasteado con ellos toda la mañana.