Notas de Yunnie: Os traigo un pequeño fic de Haven, con la pareja Nathan/Duke como principal. No creo que sea muy largo, entre cuatro o seis capítulos.
Seguramente se notará en el fic, pero la pareja que hacen Audrey y Nathan me encanta. Es sólo que de ellos ya está todo dicho, mientras creo que de estos dos fantásticos chicos quedó mucho por contar.
Advertencias: este fic es yaoi/slash, es decir, la pareja principal son dos hombres. También es muy posible que contenga lemon, es decir, escenas explicitas de sexo. Tema controvertido porque la página no permite contenidos para mayores de edad, pero seamos realistas, el sexo no es solo cosa de adultos. Estáis avisados así que si alguno de los dos temas os incómoda os recomiendo no leer.
Disclaimer: Haven no me pertenece, o posiblemente el final hubiera sido muy distinto y Audrey, Nathan y Duke vivieran los tres juntos como una familia feliz.
1. Retorno
Entró en la comisaría con el café en la mano. Fuera hacía frío, así que agradecía el contraste de la bebida caliente entre sus manos. Sobre todo él, que durante tanto tiempo no había podido disfrutar de pequeños placeres como ese.
-Buenos días agente Wuornos- le saludó Rafferty, como siempre todo sonrisas y lealtad con él-. Creo que tenemos alguna clase de... ehm... complicación, en la vieja fábrica de conservas- le informó. Desde que hacía poco más de dos años habían acabado los temidos problemas en Haven, todos evitaban utilizar la palabra "problema" para referirse a los altercados normales y corrientes del pueblo, como si el simple hecho de pronunciar la palabra en voz alta pudiera traerlos de vuelta-. Dwight ya ha ido para allí, pero quizás debería acercarse usted también, sólo por si acaso.
A veces tenía la sensación de que por muchos años que Dwight pasara siendo jefe de policía, de alguna manera los agentes de su padre siempre le verían a él como el verdadero líder de la comisaría. No es que a Dwight o a él les preocupara mucho. Trabajaban juntos. Decidían juntos. Y la mayoría de las veces se movían en la misma dirección, así que quien ostentara el nombre del cargo y a quien siguieran los hombres no tenía mayor transcendencia.
-Espera Nathan- le llamó Paige. Su voz le detuvo de forma casi automática y se giró lentamente para encarar a aquella mujer a quien tanto había amado. Ella se acercó con una mueca de fastidio y movimientos pesados a causa del abultado vientre que lucía- Dile a mi marido que si piensa llegar a las tantas más le vale acordarse de avisarme- advirtió, golpeándole en el centro del pecho con un dedo acusador.
-Claro.
-Y tened cuidado, ¿vale? Yo no puedo estar ahí para vigilaros- se llevó una mano al vientre mientras por su cara cruzaba una sincera mueca de preocupación.
-No te preocupes, cuidaré de él- la tranquilizó.
-Más te vale que los dos volváis sanos y salvos, agente Wuornos, o patearé ese culo flacucho que tienes- amenazó justo antes de darse media vuelta para volver al papeleo.
Nathan la contempló en silencio mientras se alejaba, poniendo todo su esfuerzo en que su rostro no reflejara la emoción que le consumía por dentro. Dolía. Dolía tantísimo... A veces deseaba volver a esos días en que su cuerpo no sentía nada y sus emociones parecían estar aletargadas. Antes creía que era una maldición, pero era infinitamente mejor que esa presión que le oprimía el pecho cada vez que pensaba en todo lo que había perdido. Primero había sido a Duke. Su mejor amigo. Su hermano. Alguien que había intentado con todas sus fuerzas apartar de su vida pero que había acabado convertido en el centro de su mundo. Y después a Parker. Cielos, todavía la amaba tanto... Cada vez que la miraba sentía aquel dolor tan profundo e intenso. Y luego la veía sonreír, tan enamorada de Dwight y tan feliz con su nueva vida que sólo podía sonreír con ella y desearles lo mejor. Aunque se le hiciera añicos el corazón.
No le echaba la culpa a Dwight, ni a ella, ni si quiera a los problemas que se la habían llevado y la habían devuelto convertida en una persona diferente. Sabía que la culpa era exclusivamente suya, porque si bien sin Parker no era el mismo, sin Duke... sin Duke no era nada. Y no podía amarla como antaño cuando sentía que le faltaba una parte misma de su alma.
-¿Te encuentras bien, Nathan?- inquirió Rebecca.
Se dio cuenta de que debía haber permanecido allí, inmóvil y absorto en sus pensamientos más tiempo del oportuno. Así que negó con la cabeza y sacó todas aquellas ideas de su cabeza. Había trabajo ahí fuera, en el mundo real.
-Claro, sólo estaba pensando en que pronto no tendremos a Paige aquí- una sonrisa ladeada, cuidadosamente despreocupada-. Parece a punto de explotar.
-Cierto, sólo le queda un mes de embarazo. ¿Deberíamos preparar una fiesta para cuando nazca el bebé?- preguntó la mujer.
-Esa es una muy buena idea. ¿Te encargas?
Rafferty asintió encantada con la perspectiva, y Nathan salió de comisaría. No tardó mucho en llegar a la vieja fábrica de conservas, situada en las afueras del pueblo. El coche de Dwight estaba allí, junto a varios más que supuso serían de los trabajadores. Mientras se acercaba al edificio se dio cuenta de que algo parecía terriblemente fuera de lugar. Todas las luces estaban apagadas. Bueno, aún era medio día y había luz de sobras, pero las luces del interior deberían estar encendidas de todas maneras. Tampoco escuchaba el sonido de los motores de las máquinas, ni aquel chirrido desagradable de las cintas transportadoras que tenían más años que él mismo.
La puerta principal estaba entreabierta, pero desde el interior no se percibía ningún signo de vida. Sacó el arma por instinto y se adentró en el lugar.
-¿Dwight?- llamó dubitativo mientras avanzaba por un desértico pasillo.
Casi se le salió el corazón por la boca cuando una puerta lateral se abrió de golpe y una figura se plantó justo delante suyo. Consiguió apartar el dedo del gatillo en cuanto reconoció a Stuart, el viejo conserje del edificio.
-No deberías aparecer tan de repente ante alguien armado, Stu- gruñó, bajando el arma- ¿Dónde está todo el mundo?
-Siete y nueve son ciento veinticinco y ella no habría muerto si todo el mundo lo hubiera sabido- murmuró el hombre.
-¿Cómo dices?- preguntó Nathan, totalmente perdido. El hombre siempre había sido un tanto rarito, pero aquello no tenía ningún sentido.
-Ella no debería estar muerta, Nathan. ¡No lo estaba entonces!- gritó exaltado. Dio una palmada al aire y de repente todo cambió en un momento.
La fabrica se llenó de sonidos, de luz y de gente. Gente confusa y asustada que hablaba, gritaba o lloraba, mientras Dwight, en el centro de aquella estancia enorme, intentaba hacerse escuchar por encima del alboroto.
-¿Puede todo el mundo por favor calmarse para que podamos entender qué diablos está pasando?- masculló el grandullón. Se dio entonces cuenta de la presencia de su compañero y le hizo un gesto para que se acercara-. Me alegro de verte. Esto tiene muy mala pinta, Nathan- le susurró a media voz.
-¿Qué... qué es todo esto?- señaló el lugar.
Era una incomprensible mezcla de máquinas automatizadas y aparatos que parecían anteriores a la primera guerra mundial. Igual que la gente que se encontraba en la estancia, se dio cuenta.
-A mi derecha tenemos a los trabajadores de Herson e Hijos que trabajan en la conservera en 2016. Han llamado a la comisaría porque decían que había ruidos extraños en el almacén y creían que había entrado alguien. A la izquierda tenemos a los trabajadores de Herson e Hijos que trabajan en la conservera en 1907- hizo una pausa y asintió ante la mirada inquisitiva de Nathan-. Sí, has oído bien, 1907. Por suerte son de Haven, así que aunque se han asustado al principio tampoco les ha extrañado tanto.
-Eso no es posible, Dwight. Ya no pasan estas cosas. Expulsamos todo el eter y cortamos todo contacto entre los dos mundos. Los problemas no debían volver. Jamás- recordó. No después de todo lo que les había costado, pensó con amargura.
-Ya. Eso mismo he pensado yo. Durante casi dos horas. Pero esta gente... habla con ellos, Nathan. Realmente creen que están en 1907. Mira como visten. Mira el lugar. ¿Tienes alguna idea mejor?
-¿Un escape de gas? ¿Una alucinación colectiva? ¿Una broma pesada?- enumeró.
Dwight asintió con la cabeza. Lo mismo había pensado él al principio.
-¿Tienes cobertura?- preguntó.
Nathan sacó el teléfono del bolsillo para comprobarlo.
-Pues sí- dijo mostrándole el móvil. El grandullón pareció realmente sorprendido y volvió a revisar su propio teléfono.
-Yo no tengo. Ninguno de nosotros tenía. Hemos intentado llamar a la comisaría varias veces- aseguró con expresión ceñuda-. De hecho... yo sigo sin cobertura.
Nathan se encogió de hombros. Sería cosa de la compañía. De la antena del teléfono. De la alineación de astros que quería gastarles aquella broma macabra. El caso es que marcó el número de teléfono de la comisaria y el tono de llamada sonó sin problemas.
-¿Stan? Soy el agente Wournos- dijo, conectando el manos libres para que Dwight pudiera comprobar que todo estaba en orden y no habían sido víctimas de ningún inexplicable viaje en el tiempo.
-Gracias a Dios, Nathan. Llevamos horas intentando contactar con vosotros. ¿Dónde diablos estáis? Ha habido una explosión en la calle Halley, cerca del hospital. Por suerte creemos que no ha habido heridos, pero aún estamos revisando la zona.
-¿Horas? No puede ser, hace a penas cuarenta minutos que he dejado la comisaría.
-¿De qué hablas Nathan? Son casi las once de la noche. Por cierto, Paige quiere que te diga que va a matarte.
Los dos hombres se miraron en silencio. Viajes en el tiempo. Horas perdidas. Explosiones en la tranquila Maine. Aquello no pintaba nada bien.
-¿Está Paige ahí, Stan?- preguntó Dwight. El hombre respondió afirmativamente-. Genial. Dile que se ponga. Necesito hablar con ella. Ha de venir aquí.
-¿Venir aquí? ¿Te has vuelto loco?- inquirió Nathan, tapando el auricular del teléfono.
-Si esto son... ya sabes, problemas- bajó la voz hasta casi un susurro al pronunciar la palabra-, la necesitamos aquí.
-Por si se te ha olvidado, está embarazada. Muy embarazada. De tu hijo- recalcó innecesariamente.
Dwight se quedó pálido, como cada una de las veces que su relación con Paige salía a coalición.
-Lo siento, Nathan. Lo siento tanto...- se disculpó por enésima vez.
-Deja de disculparte por ello. Sólo pasó lo que tenía que pasar. Además, no me refería a eso. Quería decir que no podemos traerla a un lugar potencialmente peligroso en su estado.
-A mí tampoco me hace ninguna gracia, pero quizás sea la única que pueda sacarnos de aquí.
Nathan sacó el arma y, sin previo aviso, disparó al aire. La gente gritó, Dwight se encogió asustado sobre sí mismo y la bala dio a una de las lámparas del techo, haciendo saltar la bombilla. Pero aparte de eso no sucedió nada.
-¿Ves? Las balas siguen su camino. No sé qué está pasando, pero no son problemas.
-Podrías haberme matado maldita sea- gruñó el grandullón.
-Todavía puedo sentir. Sabía que todo iba a estar bien. Sea lo que sea lo que está pasando aquí, tiene una explicación racional. Esto es obra de algún tarado. Y ese tarado puede dañar a Paige- insistió.
-¿Dwight? ¿Nathan? ¿Estáis ahí?- se escuchó desde el otro lado del teléfono.
-Estamos aquí Paige. En la vieja conservera. Parece que hay alguna clase de problema con la línea telefónica- dijo, no del todo convencido.
-Ya. ¿Y eso os impide coger el coche y volver?- preguntó sarcástica.
-Algunos trabajadores se han quedado atrapados en la sala de envase. Estamos buscando la manera de sacarlos.
Nathan enarcó una ceja y Dwight asintió con una expresión de lo más gráfica. Estaban realmente encerrados en aquella estancia. Cuando encontrara al responsable de aquella maldita broma iba a tenerlo unos cuantos días en el calabozo.
-¿Puedes decirle a Stan que envíe un par de hombres? Gracias- cortó la transmisión y miró a su compañero, todavía sin tener muy claro que pensar- ¿Alguna idea para matar el tiempo hasta que nos saquen de aquí?
Los refuerzos tardaron poco más de una hora en llegar. Uno de los supuestos habitantes de 1907 fue el primero en ver a un agente de policía a través de la cristalera. Los dos se acercaron para hablar con él.
-La puerta no se abre. Parece que se ha atrancado y... nos hemos quedado encerrados aquí- explicó el jefe de policía.
-Vaya, ¿y a ninguno de estos dos hombretones se le ha ocurrido la idea de romper el cristal?- inquirió la voz un tanto burlona de una mujer.
-Paige, ¿qué haces aquí? Puede ser peligroso- protestó Dwight.
-¿Peligroso? ¿El que, una puerta psicópata que no sois capaces de reducir?- sonrió de medio lado mientras negaba con la cabeza.
-Ya lo hemos intentado. He vaciado el cargador contra el cristal. Debe estar blindado.
-Cristales blindados en una fábrica de conservas. Haven nunca deja de sorprenderme- aseguró Paige- Chicos, ¿qué es ese ruido?
-¿Cuál?
Ambos prestaron atención y se dieron cuenta del suave zumbido que se escuchaba. Parecía proceder de una de las máquinas de la estancia, y crecía en intensidad por momentos. En unos pocos segundos más máquinas empezaron a producir aquel sonido y a temblar.
-Oh, oh, Nathan. Esto no me gusta nada- dijo Dwight.
Todos se habían ido acercando a la puerta, pues el extraño fenómeno parecía proceder del otro extremo e ir, poco a poco, avanzando hacia allí. De repente una de las máquinas más alejadas estalló, lanzando algunos trozos de metralla y creando una auténtica oleada de pánico entre los presentes.
-Dios, no creo que esto sea un accidente chicos- murmuró Paige-. Creo que es alguna clase de ataque terrorista premeditado. Tenemos que conseguir sacaros de ahí antes de que todo esto explot... ¡Ah!- gritó y se agachó de forma instintiva porque en ese momento una segunda máquina estalló, con más potencia esta vez- Voy a sacaros de ahí- susurró en cuanto se recuperó del susto, corriendo hacia la puerta donde ya había dos agentes de policía intentando abrir.
-Paige no, tienes que alejarte de aquí. Paige, maldita sea. Es tan cabezota como Audrey- gruñó Nathan, corriendo junto a Dwight hacia la puerta.
-A mí me lo vas a decir- suspiró Dwight, cada vez más preocupado por el intenso volumen que estaba adquiriendo el zumbido.
Entonces sucedió algo totalmente inexplicable. Paige puso la mano sobre el pomo de la puerta y ésta se abrió como si jamás hubiera estado atrancada.
-¿Qué diablos...?- preguntó uno de los agentes, que llevaba varios minutos intentándolo todo.
-Hay que salir de aquí- urgió Dwight, pasando un brazo protector alrededor de su esposa y empezando a caminar tan rápido como podía-. ¡Vamos, todo el mundo fuera de aquí, antes de que la fábrica estalle!
Todo el grupo corrió hacia el exterior, con Nathan a la zaga asegurándose de que nadie se quedaba atrás. Justo cuando él cruzaba el umbral de la entrada la primera máquina estalló, y luego la segunda, y una terrible onda expansiva se propagó desde la sala de embotellamiento a todo el edificio y hacia el exterior. Nathan salió volando varios metros por los aires, yendo a parar contra el parachoques del coche de Dwight. Hizo una mueca. Los oídos le pitaban de manera irreal y la vista le estuvo yendo y viniendo durante varios segundos. Cuando por fin consiguió aclararla se puso lentamente en pie. Paige y Dwight estaban parados ante él y le miraban con clara preocupación.
-Dios mío, Nathan.
Lo supo por el susurro apagado de Dwight. Por el modo en que Paige le miraba. Por la facilidad con que se había levantado tras un golpe tan brutal. Se llevó la mano a un lateral de la cabeza, donde se había golpeado con el coche, y la bajó para ver sus dedos cubiertos de sangre fresca y abundante. Debería sentirla cálida y viscosa entre los dedos que movía sin tan siquiera notar. Debería estar en el suelo desmayado de dolor. Debería...
-Nathan- la voz de Paige apenas fue un ahogado sollozo.
Le hablaba a él, pero no era él quien tenía su atención. Cuando la miró se dio cuenta de que tanto su vista como la de Dwight estaban fijas en algún punto alejado a sus espaldas, allí donde se había producido la explosión. No sabía que era, pero algo parecía haberlos dejado completamente paralizados y sin palabras. Se giró, sin estar muy seguro de que era lo que podría encontrar. Y al hacerlo entendió su sorpresa, el porqué ambos parecían como hipnotizados por la figura que se alzaba en el centro de lo que ahora era un claro, el porqué ambos se habían quedado sin voz.
-Duke...- susurró.
