Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, son propiedad de Rumiko Takahashi. Por el contrario, la trama es completamente mía.

Aviso especial: Este short-fic está dedicado con mucho cariño, a mi gemela Lirio, una mujer que se ganó un lugar muy especial en ese órgano que me sirve para bombear sangre al cuerpo, porque sin importar que, mi cariño se mantendrá. ¿Razón del regalo? Pues por su cumpleaños. ¡Feliz cumpleaños, querida! Espero te guste esta pequeña historia.

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Volver a vivir

Él había entrado en una especie de estado de estupor, vivía atrapado en un limbo, perdido y sin saber a dónde ir.

Ella llegó a su vida para despertarlo, y guiarlo con su sonrisa, llegó para mostrarle que vale pena volver a vivir.

Pero las sombras del pasado que lo atormentan, amenazan con devolverlo a la oscuridad.

Capítulo 1

Aquel día como todos los demás la observaba desde lejos. Había notado que ella seguía una rutina de ejercicios y pronto se vio aprendiéndola, casi se sabía todo su horario de entrenamiento.

La primera vez la vio de casualidad, al momento que descansaba con Shippou de su paseo habitual, le atrajo de una manera muy singular. Ella se había detenido a un lado de las barras del parque y comenzó una serie de estiramientos, posteriormente la vio realizar varios ejercicios. Le había llamado la atención porque la gente no suele hacer eso en lugares públicos, como lo es un parque, sino que lo realizan en algún gimnasio, pero ella lo hacia allí, delante de todos.

Cualquiera podría acusarlo de ser un acosador o algo parecido, pero que más daba, que dijeran lo que quisieran.

Habían pasado ya dos meses desde la primera vez que la vio y todavía no sabía su nombre, y estaba bien, se conformarla con el simple hecho de verla. Ella irradiaba tal vitalidad que resultaba agradable verla, al menos unos minutos al día. Aquella se había convertido en su pequeña felicidad.

Inuyasha Taisho había tenido una vida perfecta, un trabajo que le gustaba, un lugar propio para vivir cómoda y libremente, y una prometida a la que amaba más que a nada, y quien lo amaba de vuelta con la misma pasión.

Pero todo se vino abajo, una fría mañana de diciembre.

Él estaba de pie en el altar. Kikyou se había retrasado y comenzaba a alarmarse. Cuando pensaba ir a buscarla, Miroku, su mejor amigo y padrino, lo retuvo y le informó que habían llamado del hospital. Su prometida había sufrido un accidente.

Al llegar al hospital se encontró con el cuerpo sin vida de Kikyou, había llegado sin signos vitales, eso le habían dicho. Todo había sucedido tan rápido, sin despedida, inmediato.

El que había planificado como el día más especial de su vida término resultando el más oscuro y desgarrador. Como Kikyou se había inscrito para ser donante de órganos ni siquiera pudo desahogarse en su lecho. Él, quien seguía sin asimilar su muerte, vio como se la llevaban para que partes de ella fuesen entregadas a otros, para que alguien más viviera y se beneficiara de su muerte.

Apartó la vista de la muchacha. Con los recuerdos de Kikyou en su cabeza se le hacía mal ver a alguien más, sentía que estaba engañando a su difunta prometida.

Seis meses habían pasado desde aquel fatídico día, y aún no se había menguado en él el dolor de la perdida. Siempre que la recordaba sentía aquel vacío desgarrador en su pecho.

Para cuando volvió su vista hacia la muchacha sólo pudo ver su espalda alejándose, al haber terminado con su rutina de ejercicios ella comenzaba a correr. Inuyasha se preguntó si acaso estaría entrenando para algún maratón, pensó en preguntarle pero luego descarto la idea, no quería involucrarse con nadie.

Su Golden retriever se movió inquieto con la intención de salir a correr, lo había adoptado cuando se mudó, la verdad era que lo había encontrado abandonado en los alrededores de su edificio y no podía permitir que el pobre animal siguiera sufriendo en la calle, y desde entonces el perro no se separaba de su lado y cuando regresaba del trabajo él lo recibía gratamente. Se había convertido en una buena compañía.

—Vamos a casa, Shippou. Mañana volveremos a verla —tiró de la correa del perro al momento que se levantaba de la grama.

Recorrieron el corto camino a su departamento, e Inuyasha no pudo evitar preguntarse si la chica también vivía cerca de allí, o sólo iba hasta el parque a realizar sus entrenamientos.

Lo supieras si te dignaras a hablarle, cobarde —la voz de su conciencia le habló. Aquella se había vuelto realmente molesta los últimos días.

Al llegar a casa le quitó la correa a Shippou y este fue a su lugar de siempre a jugar con alguno de sus juguetes.

Inuyasha trabajaba en la empresa familiar, la cual se encargaba de la exterminación de plaga. No era una empresa grande y sofisticada, pero contaban con una amplia variedad de clientes. Su horario de trabajo era flexible, y por lo general optaba por trabajar los fines de semana y de esa forma su hermano mayor compartía más tiempo con su familia, su esposa Rin y un niño de casi un año.

Fue directo a tomar una ducha, luego prepararía algo de comer y se alistaría para ir a trabajar, aquel día tenía el turno de noche.


Kagome llegó a su departamento cuando ya estaba pronto para anochecer, se dispuso a preparar todo para un reconfortante baño reparador, puso a llenar la tina. No le era necesario preparar cena ya que aún le quedaba un poco de ensalada en la nevera.

Regresó al baño y se retiró la ropa sin prisa. Cerró la llave del agua y entró en la tina, la espuma cubrió sus pechos y ella se permitió relajarse. Hace tres meses había vuelto a su departamento, luego de casi un año permanecer en casa de su madre, en compañía de su hermano y abuelo.

Ella se había independizado una vez terminó la universidad, pero por cuestiones de salud tuvo que volver a la casa familiar, amaba a su familia, pero se había acostumbrado al hecho de vivir sola. Y apenas hacia tres meses que tanto su familia como sus médicos habían dado el visto bueno para que volviese a su vida cotidiana.

Había logrado mantener su trabajo gracias a que estos habían aceptado que ella les enviase los bocetos de los diseños vía correo. Trabajaba como diseñadora gráfica en una compañía publicitaria. Lo suyo realmente era preparar los anuncios y comerciales, pero debido a las limitaciones que se le presentaron, durante aquel año estuvo preparando sólo publicidad digital e impresa.

Su vida había cambiado radicalmente en los dos últimos años. Desde los quince años le habían diagnosticado una enfermedad cardiaca progresiva, y había logrado llevar una vida normal. Terminó sus estudios, obtuvo una carrera, se había logrado mantener con un régimen alimenticio, ejercicio y tratamiento. Lo había llevado muy bien, pero un día sin previo aviso, había colapsado mientras dirigía un comercial. Su corazón envió una primera alarma que estaba por dejar de funcionar totalmente.

Los meses que siguieron a eso, fueron entre el hospital y casa de su madre, no podía realizar ninguna clase de esfuerzo físico, incluso una emoción fuerte podría hacerla colapsar nuevamente. De manera que se mantuvo en una especie de burbuja. Los médicos le habían dicho que no había forma de reparar su corazón, que la única manera de salvarse era un trasplante, por lo que entró en una lista, esperando el donante indicado, y rogando que no tardase demasiado.

Los primeros meses pudo sobrellevarlos sin muchos inconvenientes, pero pasado un tiempo tuvo que permanecer ingresada en el hospital, había comenzado a sufrir desmayos constantes y en cualquier momento podría necesitar del resucitador.

Al enjabonarse paso sus dedos por la cicatriz que se ubicaba en el centro de su pecho, no era demasiado extensa y no resultaba precisamente desagradable a la vista, aunque si lo hubiese sido no le hubiese importado demasiado, estaba viva y eso era lo que importaba.

Luego de permanecer unas pocas semanas ingresada, su corazón dejo de funcionar por propia cuenta, y la verdad era que seguía viva gracias a la insistencia de su madre de mantenerla conectada a un bypass, al menos hasta que resultase inevitable aceptar su muerte.

Ella se mantuvo totalmente ajena a lo que sucedía, no despertó en ningún momento durante el tiempo que estuvo conectada. Entonces una tarde cuando los médicos intentaban convencer a su madre de dejarla partir, sucedió el milagro. ¡Tenían un donante! Alguien con las características y el mismo tipo de sangre de ella. El equipo médico no tardo en ponerse manos a la obra.

Para cuando ella despertó una nueva vida se presentó ante ella, lo que había creído imposible había sucedido. Se le había presentado una segunda oportunidad para vivir.

No podía creer lo afortunada que era.

Le habían advertido que podía presentarse el caso de que el cuerpo intentase rechazar el corazón trasplantado, pero a seis meses de la cirugía eso no sucedía, de manera que guardaba bastantes esperanzas.

Vivía de igual forma que lo hacía antes de operarse. Mantenía una rutina de ejercicios y una dieta saludable, aquello simplemente se había convertido en sus hábitos.

Asistía a un grupo de personas que habían salvados sus vidas gracias a un trasplante, era un grupo en el que solía agradecerse esa nueva oportunidad de vida, y algunos tenían la suerte de poder conocer a su donante, ya fuera porque eran familiares o amigos o porque habían logrado contactar con la persona.

Ella nunca tendría la oportunidad de conocer a la persona que hizo posible que ella siguiese con vida, porque esa persona había muerto. Y aunque intentó averiguar al menos su nombre, los médicos le dijeron que la familia del donante se reservaba el derecho de permanecer en el anonimato, no querían ningún tipo de relación con las personas beneficiadas.

Terminó de bañarse y al secarse se colocó su pijama. Fue hasta la cocina y antes de tomar su cena se ocupó de servirle la comida a su gato, Buyo, el cual no se había despegado de ella desde que saliese del baño. Lo tenía hace tres años y la única vez que se había separado de él fue cuando permaneció ingresada en el hospital, tiempo durante el cual permaneció a cuidado de su familia.

Comió su ensalada tranquila y al terminar tomó su laptop, tenía unos cuantos diseños por terminar y otros más por editar.


Inuyasha se extrañó al no ver a la chica a la hora de siempre, ya tenía casi treinta minutos de retraso y aquello no era común. Se sentó en la grama y luego se tendió de largo cruzando sus brazos debajo de su cabeza, Shippou permaneció sentado a su lado.

Se sentía un poco decepcionado, había esperado por ver a la chica ese día, se había acostumbrado a verla.

Y fue en ese momento que se dio cuenta de que posiblemente tenía un problema, era como esos chicos de la secundaria que se mantienen viendo a la chica que les gusta pero nunca se acercan a hablarle por miedo e inseguridades, pero era mejor eso que sentirse como un acosador, ese sería un problema mucho más grave y no había llegado a ese extremo.

Sólo eres un cobarde —repitió esa voz molesta de su conciencia.

Él no era un cobarde, simplemente no veía razón alguna para acercarse a la chica y hablarle, después de todo ¿qué podía decirle? Algo como ¿"Hey, te he visto desde hace días, y me conozco toda tu rutina de ejercicios, sólo me preguntaba si podrías decirme tu nombre y la dirección de tu casa"? Si, con eso seguramente la muchacha terminaría pensando que era un desquiciado o maniático y terminaría llamando a la policía, a la cual tendría que explicar porque se mantuvo observando a una muchacha en el parque por poco más de dos meses.

No, no era ningún cobarde, simplemente utilizaba un poco de sentido común.

De pronto Shippou comenzó a tirar de su cadena mientras emitía ladridos con mezcla de aullidos desesperados.

—Calma chico. Ya hemos dado tu paseo, en un rato nos vamos a casa —habló al animal, sereno. El perro que no se lo tomó para nada bien tiró con fuerza de la cadena hasta que, por la sorpresa de Inuyasha, logró zafarse. —¿Qué demonios? —bramó al incorporarse y ver en la dirección en la que se había ido su perro, no era común que actuara de aquella manera. Se quedó pasmado al ver como el animal había tumbado a una muchacha e intentaba obtener su atención de cualquier manera.

Y maldita, o bendita sea su suerte, era la muchacha que él había estado esperando ver.

Kagome se vio sorprendida cuando se disponía a comenzar su rutina de ejercicios. Aquel día se había retrasado todo su itinerario ya que había tenido una consulta de control con su cardiólogo. Al menos todo estaba en orden, y los exámenes dejaban ver que no se presentaban problemas con el trasplante.

Llegó tarde a casa y apenas y tuvo tiempo de cambiarse para salir a hacer su rutina, y su sorpresa fue que al poco tiempo de llegar al parque, sin previo aviso, y de un momento a otro estaba tumbada en el suelo con un Golden retriever de color cobrizo sobre ella, el perro le lamia la cara como si la conociera de siempre, cosa que no tenía ningún sentido.

Se incorporó como pudo, sentándose en la grama, y se dispuso a acariciar el cuello del animal.

—¿Shippou, eh? —dijo al leer el nombre en la placa que llevaba, el animal comenzó a mover su cola, frenético y emocionado. —¿Te has perdido acaso? Veamos —hablo al voltear la placa que colgaba del cuello del perro—, Inuyasha Taisho, ¿ese es tu dueño, cierto? Pues tendremos que buscarlo.

—Eso no será necesario —escuchó una voz grave y alzó la vista para encontrarse con un nombre sumamente atractivo.

Lo vio allí de pie, frente a ella, ataviado con bermudas en color caqui y una franela de un rojo intenso, color que seguramente abrían tomado sus mejillas. ¡Dios! Era sumamente atractivo y vio con detalle como los músculos de sus brazos se tensionaban cuando se inclinaba para ayudarla a ponerse de pie. Y sus ojos, ¡Cristo! Tenía unos hermosos ojos, parecían ser el más puro y perfecto oro fundido.

Si esa misma tarde no le hubiesen dicho que su corazón marchaba perfectamente, habría jurado que este se saltó un par de latidos ocasionado por una arritmia o algo.

Aquello era tonto, ella era una chica madura, adulta ya, con sus 24 años. No era una colegiala para ponerse así ante la presencia de un hombre, por muy atractivo y sexy que este pudiese resultar.

—Ya basta, Shippou —dijo el hombre con voz firme haciendo que el perro se quedase sentado y viéndolos con atención.

Oh, entonces él era el dueño del perro, era Inuyasha.

—Lamento mucho que este insubordinado te haya tumbado a suelo —el perro soltó una especie bufido canino como si refutara a su dueño. — ¿Te has hecho daño?

Kagome negó con la cabeza y parpadeo un par de veces para despabilarse, no podía seguir actuando como una tonta.

—Estoy perfectamente, gracias Inuyasha —se aventuró a llamarlo por su nombre. El hombre sonrió, y se llevó una mano a la cabeza donde de forma descuidada alborotó un poco de su cabello.

—Estamos en desventaja aquí. —Kagome lo miro sin comprender— Tu sabes mi nombre, y yo no sé el tuyo.

—Claro. Mi nombre es Kagome Higurashi —dijo con una radiante sonrisa al momento que extendía su mano a él—. Un pacer conocerte —añadió cuando el tomó su mano.

—El placer es mío —respondió con una sonrisa.

En cuanto el soltó su mano, ella sintió como si hubiese perdido algo, lo cual era absurdo porque acababa de conocer a ese hombre.

—Creo que me iré, estoy retrasada. Y tú, pequeño, no vuelvas a escapar, ¿bien? —habló acariciando la cabeza del animal—. Adiós.

Sin decir nada más se dio media vuelta y se dispuso a marcharse, todo aquello había sido muy extraño para ella, esa clase de reacción a un chico, era algo nuevo y desconcertante hasta cierto punto.


Inuyasha se quedó se pie viendo como la chica se marchaba. En cuanto la vio tendida en el suelo no dudo para acercarse hasta ella y ayudarle, y luego aprovechó la oportunidad para saber su nombre. Tenía unos bellos ojos, los cuales no había detallado en su inspección lejana, y una voz melodiosa, jovial, y su sonrisa… ¡joder! Era la sonrisa más hermosa y radiante que había visto en su vida.

Los ladridos de Shippou lo sacaron de su aturdimiento, el canino lo veía desesperado e intentaba arrastrarlo hacia la dirección que había tomado la muchacha.

—¿Quieres que la siga? —el perro lanzó un ladrido enérgico dando su aprobación. Él vio en la dirección que había tomado la chica, ya no lograba verla, pero no debía estar muy lejos, ¿cierto? Soltó un suspiro y con Shippou a su lado echo a correr en busca de la pelinegra. —Debo estar loco por hacerle caso a mi perro.

No tardó mucho en ver la silueta de la muchacha, se mantenía trotando a unos cuantos metros de distancia.

—¡Kagome! —la llamó con fuerza ocasionado que incluso otros transeúntes los viesen de forma extraña. La muchacha se detuvo y volvió a verlo con un rostro contrariado por la duda.

—¿Qué sucede? —preguntó ella una vez él la alcanzó.

—Quiero disculparme de forma correcta.

—Oh, no es necesario…

—Si lo es —refutó de inmediato.

—Bien. Disculpa aceptada, no tienes de que preocuparte.

—No me parece correcto. Quisiera compensarte.

—¿Compensarme? No lo entiendo.

—Deja que te invite a cenar, para indemnizar el daño.

—¿Indemnizar? Dios, no ha sido la gran cosa, de verdad, no debes tomarte tal molestia —insistió ella con una sonrisa nerviosa.

—Insistiré hasta que lo aceptes —aseveró con firmeza.

—Vaya, una pequeña caída por una cena. Comienzo a pensar que enviaste a tu perro a que me tumbase a propósito solo para conseguir una cita —señaló cruzando sus brazos en el pecho.

—¿Qué? No, te aseguro que no fue así, fue un accidente. Te lo juro. —Inuyasha habló tan rápido que Kagome pensó que enredaría las palabras. Se echó a reír y desconcertó por completo al hombre.

—Vale, vale, aceptare cenar contigo, pero debes saber que tengo entrenamiento en defensa personal, ten eso en cuenta por si intentas secuestrarme —le dijo con una sonrisa.

Inuyasha la vio por unos segundos sin comprender lo que decía, y poco después cayó en cuenta que le estaba jugando una broma, y en ese momento soltó una carcajada como hace mucho no lo hacía. Aquella chica estaba resultando una agradable sorpresa.

Continuara.

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Hello, baby girls! Cómo están? Ya ven que no me ausente tanto esta vez, aunque no es lo que tengo pendiente de publicar, lo sé.

Este es un pequeño regalo que hice para alguien muy especial, como ya lo dije allá arriba. No había pensado que volvería con un fic 100% de InuKag, pero por esas personitas especiales uno hace lo que sea, no?

Quizás aquí vean un poco más Occ del que suelo utilizar, pero intento mantenerme lo más apegada a la historia que puedo. Espero que eso no les cause mucha molestia.

En un principio esta historia tendrá tres capítulos, no es algo muy largo, pero ando con muchos pendientes y el trabajo no me deja mucho tiempo tampoco.

Bien, bien, ya me voy. Espero que le guste este nuevo proyecto, y especialmente espero que sea del agrado de la agasajada.

¡Feliz cumpleaños, Lirio!

Ahora me despido, ¡nos leemos pronto! Besos, y gracias por leer.