Hola!
Dios en Febrero fue mi última publicación... ¡Cómo pasa el tiempo! Estoy feliz de estar de vuelta con esta pequeña historia que costa de 3 capítulos -espero poder subir los capítulos cada sábado-. Y feliz me siento de poder escribir de nuevo, de darme el tiempo, aunque no lo tenga.
Espero les guste, es un Drarry, AU.
Bye.
Disclaimer; los personajes y los lugares de esta historia pertenecen a J. K. Rowling, excepto los que han sido creados por mí.
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Capítulo 1. Plegarias
—Ángel de mi guarda, dulce compañía.
Por favor. Por favor.
—No me desampares…
Solo tú puedes hacerlo.
—Ni de noche ni de día…
Te rezaré cada noche sin falta.
—Si me desamparas, ¡Qué será de mí!
Te lo prometo.
—Ángel de mi guarda ruega a Dios por mí.
—Muy bien, cariño. Ahora duérmete, mañana debes levantarte temprano para ir al colegio.
Asentí.
Y me deslicé por las sedosas sabanas de mi cama. La abuela me arrebozó y, sin pedírselo, me besó en la frente.
Apagó las luces, odio que lo haga, yéndose finalmente. Siento que mi propia habitación es inmensa para mí y es que es así, es casi del tamaño del apartamento donde vivía con mi papá.
Mmm… papá… ¿Por qué me dejaste?
El abuelo dice que estabas enfermo, pero te veías muy bien cuando desayunábamos o jugábamos en las noches, es más, tú mismo puedes curarte porque eres el mejor médico del mundo.
No lo entiendo.
Mamá dice… ella me ha dicho muchas cosas. Bueno, decía mentiras cuando me visitaba en el apartamento o salíamos a dar un paseo al parque. Ahora, creo que me dice la verdad. Dice que no me quieres, que prefieres vivir tu vida a estar conmigo, dice que soy un obstáculo en tus relaciones.
Pero… no es cierto, no puede ser cierto.
Soy tu hija, tu pequeño rayito de sol.
Angelito, por favor, quiero volver a ver a papá.
…
—Ashley es una idiota, la odio —la abuela frunce el ceño, no le gustan las palabras con carga negativa. Siempre dice que "odio" es una palabra demasiado grande para una niña de nueve años, es decir mi edad.
—Summer…
—Es verdad, abuela. Ella fue grosera conmigo.
El chofer frena bruscamente deteniéndose. Él abuelo entrecierra sus ojos y hace una mueca.
—Summer, eres una niña grande y madura para estar peleando como una chiquilla de barrio bajo.
Bufé. Soy una niña y, como tal, puedo pelearme. En realidad, puedo permitirme un arrebato si alguien me trata mal.
—Quiero a papá, él siempre me comprende.
El automóvil se mueve y los dos me ignoran. Para ellos es muy común que mi padre me haya abandonado, pero para mí no. Desde que tengo uso de razón, él ha estado ahí para mí. Tiene que haber una explicación, tiene que haber…
—¿Podemos ver a mamá?
—Claro, cariño, la invitaré a cenar, pero antes debes hacer tus deberes.
Bien, eso era algo. A mamá no le gustaba hablar de papá y a mí no me gustaba que ella me visitará. En algún punto, antes de la cena, la haría subir a mi habitación y podría… podría volver a sacar el tema.
Aunque, corría el riesgo de que me mintiera. Ella era buena en eso.
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Mamá es preciosa, es increíble que, dentro de ella hace algunos años, estuviese yo. He escuchado a mis compañeros decir que sus madres están gordas e incluso que han caído en depresión, pero ella es hermosa. La abuela dice que saqué los genes de la familia, pero tengo la sonrisa y el mismo color de cabello que mamá.
—Summer… —su sonrisa es simple. No cálida o cariñosa, a veces pienso que la que no me quiere es ella. Y, una vez más, me prometo a mí misma que cuando tenga hijos les demostraré afecto. Mucho. Mucho afecto.
—Mamá… ¿Quieres ayudarme con los deberes?
No le gusta la idea, lo sé, pero quiero que estemos solas por unos minutos. Con la abuela en medio ella no soltará ni media silaba.
—Es buena idea, querida —mi abuela sonríe y asiente.
A mamá no le queda otra que aceptar y seguirme hasta mi habitación. Caminamos en silencio.
La casa, que digo, la mansión es inmensa, la más grande en Wiltshire. Es preciosa, tiene los jardines más grandes, verdes y llenos de flores que he visto. Es un sueño. Un sueño que yo no pedí que se me cumpliera, me gustaba mi vida simple y sin muchos lujos.
—¿Qué deberes estás haciendo?
—Historia —comento mientras entramos a mi habitación.
Sin embargo, en vez de dirigirme hacía en el escritorio me siento en la cama e invito a mamá a hacer lo mismo.
—¿Qué pasa?
Suspiro. Se pondrá difícil, pero tengo que sacar algo nuevo.
—Terminé mis deberes hace un rato. Solo quiero que hablemos.
Tan solo asiente, supongo que sabe que tema sacaré a colación.
—Quiero hablar de papá.
Se acomoda el cabello negro y suspira mientras mira fijamente en otra dirección.
—Summer… no puedo hablar de tu padre contigo, tus abuelos…
Eso me confunde más aún.
—Entonces, ¿Por qué no estoy contigo?
No es algo que no sepa, es solo que siempre he sentido curiosidad del porque no me quiere junto a ella. Cualquier madre querría a sus hijos con ella. Supongo que hay cosas que nunca sabré.
—Tú sabes que, cuando me separé de tu padre, el juez decidió que te quedaras con él. Es lo mejor, cariño. En estos momentos, tus abuelos te cuidan y estas bien con ellos.
Me levanto. No quiero derrumbarme.
—No me ha llamado, mamá. Extraño a papá —la miro—. Dime, por lo menos, si lo has visto.
Ella solo cierra los ojos un momento antes de responder:
—No quiere verte, Summer, por esa razón no ha venido hasta acá. Y, sí, lo he visto y está bien.
Dolor.
Parpadeo.
Miente.
Quiero llorar, quiero gritar, pero me aguanto.
—El abuelo dijo que estaba enfermo, ¿Es verdad? ¿Se curó?
Mi madre se muerde el labio.
—Cariño, yo… no sé si… —se levanta y comienza a caminar un poco. Esta nerviosa—. Escucha, Summer, no sé si llamarlo enfermedad como tal, pero si tu abuelo lo dice es porque es así. No quiere verte, déjalo así. Después, quizás, venga.
—Quizás después ya no quiera verlo, mamá. Puedes dejarme sola, por favor.
—De acuerdo —su voz titubeó un poco. Finalmente salió un poco indecisa.
Si yo hubiera sido ella, no hubiera dejado sola a mi hija, pero mamá no tiene ese instinto. Quizás, su crianza ha sido distinta. El abuelo dice que papá me ha malcriado.
Lo nuevo de todo esto es que mi padre no me quiere ver.
Quizás, mis abuelos y mamá tienen razón.
Pero… papá me ama, soy su rayito de sol, él me lo dice, me lo dijo la misma mañana que mis abuelos fueron por mí al colegio. No lo entiendo. Mi mente está cansada.
Ha pasado un mes y no sé nada de ti.
¿Dónde estás?
…
Han pasado dos días desde la cena, nada ha cambiado. Solo que hoy he salido más temprano de lo normal, se supone que mis abuelos lo saben, pero no les he dicho y es por eso que iré al hospital donde mi padre trabaja, ahí me conocen y me podrán decir que sucede. Y, no, no me rendiré. Tengo que escuchar de sus propios labios todo lo que me han dicho.
Tomar transporte público es algo que se me da bien, no lo he hecho a menudo, pero lo entiendo. Solo tengo que caminar unas cuantas cuadras y ya puedo tomar un auto.
Aferro bien mi mochila y camino lo más rápido que puedo hasta la parada de autos, me alzo en puntillas para ver si viene alguno.
—¿Summer?
Doy un respingo y me giro. Parpadeo y luego vuelvo a parpadear. A veces, pocas afortunadamente, me concentró solo en una cosa y me olvido de las demás.
—Agente Turner —murmuro bajito.
Si él estaba ahí. Entonces…
—¿Qué pasa, Turner?
Ambos, Turner y yo, miramos al moreno de gafas que frunce el ceño.
Lo dije, es un gran defecto en mí; concentrarme en una cosa y no considerar las demás. ¡Dios! Nunca, nunca, nunca volveré a hacerlo.
—Harry —sollocé.
En menos de un segundo estoy corriendo hacia él. En menos de otro, era rodeada por amorosos y cálidos brazos, como los de papá, pero no igual. Él me alza y yo lo abrazo con todas mis fuerzas.
Hundo mi cara en su cuello, intento menguar mis sollozos. ¿Por qué había olvidado a Harry? Él podría haberme ayudado desde el principio. ¿Había estado tan concentrada en papá que había olvidado a una persona absolutamente importante en mi vida? Nunca me lo perdonaría.
—¿Dónde has estado? —lo miro a los ojos. Él siempre dice que yo tengo ojos hermosos, pero los de él son más bonitos, más que los de papá.
—Trabajando, Sum, ¿No deberías estar en el colegio?
Muevo la cabeza y sonrió avergonzada, él sabe mis horarios.
—Salí temprano y decidí ir a hospital, ¿Sabes dónde está mi papá? Tú debes saberlo —le suplico.
Él desvía la mirada y luego asiente.
—Está en el apartamento.
Hago un puchero.
—¿No quiere verme? ¿Está enojado? ¿Que hice mal, Harry?
Harry me deja en el suelo y se pone a mi altura. Solo ahí me doy cuenta de que esta de servicio, probablemente está ahí por algún problema, él es policía.
Veo como sus ojos pasaban de la confusión a la tristeza.
—Cariño, esto va mucho más allá de lo que tu papá quiera, él no está enojado contigo, él te ama y quiere verte, estar contigo, pero… ahora no se puede.
—¿Está enfermo? El abuelo dijo que estaba enfermo. Ambos sabemos que él se puede curar con medicinas, pero no me dicen nada, Harry.
Su mandíbula se tensa y frunce los labios un poco indignado, quizás.
—Draco está bien. Solo ten paciencia, ¿De acuerdo? Volverás con tu padre.
—¿Estarás tu ahí?
—Estoy aquí, Sum…
Lo abrazo nuevamente. Mamá y los abuelos pueden estar siendo buenos actores, mintiéndome y yo creyéndoles todo. Pero, Harry, él jamás me diría alguna mentira. Yo he estado en las numerosas ceremonias donde jura "proteger a los más débiles y todas esas cosas", él no miente.
—Ten paciencia, cariño —deja un beso en mi cabello—. Pronto podrás ver a tu papá.
Le creo. Primero porque es Harry quien lo dice. Segundo porque el Agente Turner esta de testigo. Y tercero porque tengo que aferrarme a la pequeña esperanza de que Harry le diga a papá que me ha visto.
Él lo hará.
…
Esa noche…
La bruma del sueño se esfumó cuando mi puerta fue abierta bruscamente, fui tomada por fuertes brazos que me rodearon. Un aroma conocido inundó mis sentidos despertándolos completamente.
Papá.
Sollocé.
—Papi.
—Estoy aquí, rayito de sol —su voz se escuchó amortiguada.
Lejos escuché un par de pasos apresurados. El jadeo de mi abuela y el gruñido de mi abuelo. Ambos llamándolo.
—Draco.
No me separé de él, pero él si de mí. Se giró mirándolos, pero no vi su expresión.
—Tenemos que hablar.
Solo tres palabras lograron que mi corazón se acelerara, por la emoción, por la seriedad, por el miedo y el abandono.
Hay una amenaza implícita ahí.
—No te vayas —susurro intentando que mi voz no se quebré.
—No me iré, pequeña. Solo quiero hablar con tus abuelos.
—No hay nada que hablar, Draco. Summer, tu padre ya eligió por eso estas con nosotros.
—Mis elecciones no las discutiré frente a mi hija, sino con ustedes a solas.
—No tengo nada que hablar contigo, sino has cambiado tu estilo de vida es mejor que te ahorres saliva.
Mi padre miró al abuelo con rencor. No entendía muy bien de que iba la pelea, pero si quería entender tenía que dejar ir a papá.
—¿Volverás?
Sus ojos grises me miraron con amor.
—Te lo prometo.
Asentí y me desenrollé de él para que me dejara en la cama. Caminó hacia la puerta dándome una última mirada, el abuelo salió tras él. La abuela tan solo me advirtió con la mirada que me quedará, también salió de mi habitación.
No solía irrumpir, escuchar, conversaciones ajenas porque era de mala educación y porque siempre eran aburridas.
Camino a hurtadillas hasta donde las voces se hacen más fuertes, habían elegido una habitación apartada. Lo entendía. Querían gritarse. La idea me desagrada, se supone que la familia debe respetarse.
Tan solo entreabrí la puerta, papá esta de espaldas, el abuelo frunce el ceño cada vez que alza la voz y la abuela guarda silencio.
—He sido paciente y he respetado esto porque no quería empezar una guerra donde la más lastimada sería Summer.
—Tu hija no será lastimada si nosotros la educamos como debe ser —siseó el abuelo.
Papá bufó desordenándose el cabello.
—¿Educar? ¿Quieres crear a un robot, como lo fui yo cuando estuve aquí? No voy a permitir que ella viva las restricciones que yo pasé. No voy a permitir que ella cambie.
—Te dimos todo, Draco, pero lo echaste por la borda cuando te divorciaste de Daphne y te convertiste en maricón.
Ahogué una exclamación.
Papá se quedó en silencio.
Esa más que una mala palabra, era un insulto grande. La entendía. Ashley había dicho que mi papá era… era… eso. Me peleé con ella por esa razón, mis compañeros no entendían. Quizás, era yo la que encontraba todo bastante común. Papá viviendo con otro hombre. No era malo, era raro, sí, pero no malo. Eso era amor, creo.
—Sabes que me casé con Daphne porque debía hacerlo, no porque quería —contestó con rabia pura. El ambiente se había tensado y caldeado—. Ambas palabras tienen un abismo de diferencia. Me divorcié porque no lo iba a soportar; vivir por el resto de mi vida reprimido, vivir una mentira. No me hubiera perdonado estar años casado con Daphne, algo sin futuro, cuando ella puede ser feliz con alguien más.
La abuela se movió y miró a mi padre —Podías haberte negado.
Esa era la cuestión.
Mi padre no se hubiera negado. Había escuchado las reglas del abuelo para con él y todo lo que debía hacer, había leído un libro donde aparecía todo eso.
Lo entendí.
Papá y mamá no se amaban. Sabía de qué manera los bebes venían al mundo, no quería pensar en el método, y me preguntaba ¿Cómo lo habían conseguido ellos, no se querían?
—Estas infringiendo las leyes —les escuché decir.
—No, no lo hago. He sido respetuoso. Dejarles a ustedes la custodia temporal, pero ya no más. Summer se viene conmigo.
—Llamaremos a la policía —sentenciaron.
Él se rio.
—Recuerdan que mi novio es policía.
Jaque mate.
Retrocedí.
—Tarde o temprano la vida les va a cobrar esto, Draco. Lo sabes muy bien.
Caminé con aquella frase dándome vueltas.
Quizás la pelea estaba terminando o no, pero me sentía abrumada por todo.
El camino de regreso lo hice flotando, por inercia, había mucha información que procesar.
Cuando llegué me acomodé en la cama esperando a que alguien apareciera.
Al principio, cuando conocí a Harry, papá decía que era un amigo, pero yo sospechaba que había algo más ahí. No porque lo demostraran, era… algo… en sus miradas o en sus gestos.
Hace unos años, le pregunté como él y Harry se habían conocido.
Papá había sonreído, sus ojos cambiaron y comenzó a relatarme. Confesó que me había mentido cuando me dijo que eran solo amigos, ahí estaban saliendo hace como un año. Ellos se conocieron de la típica manera, Harry estaba en su casi última práctica policial, y por terco y complejidad de héroe, palabras de papá, había acabado herido. No fue un flechazo, me comentó, fue… nos odiamos, nos… queríamos matar cuando el despertó de la anestesia porque le eche la bronca por su estupidez poniéndose en medio de una bala. Entonces, al mes volvió y así… por unos meses más. Su voz había cambiado a medida que recordaba, entonces, un día, llegó muerto a mis manos… nunca sentí tanto miedo de perder a alguien en las camillas del hospital. Él murió, un minuto, y lo saqué de ahí para intentar que su terquedad menguara conmigo, sonrió cerrando los ojos. Aceptó salir conmigo a penas le di el alta y, gracias a Dios, no ha vuelto al hospital. Había fruncido el ceño dándose cuenta, por primera vez, de con quien se estaba abriendo.
Sus palabras habían sido tan bonitas. Harry había llegado a mi vida desde que era pequeña, pero desde hace un año comenzó a vivir con nosotros.
¿Por qué nadie entendía que el amor es algo hermoso y no algo extraño? Las personas se pueden enamorar sin discriminar. Los adultos tienen la culpa de nuestros prejuicios, tienen la culpa de que tengamos etiquetas. Mi padre siempre había sido sincero, de cierta manera, en su actuar. Solo Harry, como pareja de él, había sido una constante en mi vida. Nunca vi un desfile de novios, nunca vi algo indebido.
Quería irme con papá. ¿Por qué nadie entendía eso?
…
A la mañana siguiente…
Desperté en la misma cama.
Era temprano, el sol a penas y comenzaba a calentarnos con su presencia.
Suspiré triste. Era de día y papá no me había llevado con él.
¿Se rindió? La discusión de anoche era de eso. Ver quien se quedaba conmigo, como si fuera un pequeño montón de ropa que se pude transportar de mano en mano.
No lo era.
Me erguí y parpadeé observando mí alrededor.
La madera estaba helada cuando la toque con mis pies desnudos. Me acostumbraría, ahora solo quería salir de ahí y ver qué había pasado.
Me moví como autómata por los pasillos hasta que llegué al comedor, las sirvientas estaban sirviendo el desayuno.
El abuelo estaba ahí tomando su acostumbrado café. Arrastré mis pies hacia mi lado, el predestinado desde que llegué, y me senté.
Ninguno hizo ningún comentario. A él no le gustaba que la servidumbre se enterara de los problemas y después chismorrearan.
Guardamos silencio mientras me servían. Odiaba eso. Odiaba el respeto como si yo fuera la Reina de Inglaterra. Odiaba ver comida tan elaborada cuando lo único que quería, y necesitaba, era un cuenco de cereales con leche. Mmm. Necesitaba eso, no esto.
La abuela no estaba, raro.
—Podrías haberte vestido antes de bajar —el cometario se deslizó suavemente sin ninguna alteración. Sirvienta a dos metros, me recordé.
—¿Qué pasó con papá?
—Se fue —murmuró continuando su lectura—. Aunque no lo sepas, él sabe lo que le conviene.
¿Qué no lo sabía?
Podía imaginármelo.
Quería hacer un berrinche, pero me aguanté. Apuñalé el waffle elaborado con frutillas.
—¿Podré verlo?
—Quizás.
Quizás.
Mentiras.
Dejé el cubierto a un lado y bebí leche.
Quería que las cosas fueran como antes. Antes todo estaba bien.
Antes.
Umm. Angelito, ¿Por qué fuiste tan literal en mi petición?
