Llovía torrencialmente.
Marinette y Adrien estaban mojados, pero no tenía nada que ver con la lluvia que se originó afuera. Sus cuerpos se estremecían, pero no era de frío, era todo lo contrario, tenían calor.
Mucho calor, estaban calientes.
En esa oscura habitación, las manos de Adrien recorrían impacientemente el cuerpo de Marinette, las yemas rozando su piel, dejando una estela de fuego.
Nada podría apagar sus salvajes deseos, esos, que quemaban como brazas ardientes. Tanto que sudaban y las gotas cristalinas y perladas se deslizaban en la suave piel de los dos individuos.
Un movimiento de cadera es hecho y un jadeo es producido en respuesta por la joven, al permitirle, una vez más, entrar a su intimidad húmeda y caliente.
Sus uñas se clavan firmemente en sus hombros, por la intrusión.
Unos gemidos son emitidos al unísono al mismo instante en el que un trueno resonó; acallando sus muestras de pasión. Una embestida más les provoca un estremecimiento especialmente placentero y un sonido parecido a un jadeo y un ronroneo, escapa de los labios de Adrien. Sus ojos verdes reflejan amor y deseo en partes iguales.
Marinette lo observa de la misma manera notando como mechones de sus cabellos rubios se pegan a su frente. De pronto, las manos de su esposo se aferran a su delgada cadera y la eleva un poco para lograr una penetración más profunda.
El gemido que escapa de sus labios que estaban hinchados por las veces que Adrien devoro los de ella, le indicó que el final está cerca. Mientras tanto, ella enreda sus brazos detrás de su cuello, acercándolo más para que sus labios se unan y se den un beso apasionado donde sus lenguas luchan por la obtención del control; nadie gana. Se separan por falta de aire y lo dejan en un empate.
A los segundos, Adrien baja los labios al delgado cuello de ella y lo besa, lo lame, lo chupa, lo muerde, saboreando, marcando y volviendo a explorar su cuerpo que toma como su propiedad.
Luego, los movimientos sincronizados comienzan a volverse desesperados mientras el choque de sus cuerpos duele, pero es tan fuerte el placer que no les importa. Las piernas de Marinette se enredan en su cintura, apretándolo con fuerza mientras el placer aumenta, y Adrien la aferra a su torso, queriendo fusionarla contra él.
Gimen realmente extasiados. Pero no son escuchados al ser neutralizado por la tormenta de afuera, como el acelerado y el desigual latido de sus corazones.
De repente, sienten electrizantes olas de placer y unen sus labios, ahogando en sus bocas el último gemido de su unión.
Se miran a los ojos y sonríen con ternura. No escuchan esa fuerte tormenta de afuera, solo escuchan el sonido relajado de sus corazones en sintonía con las gotas de lluvia.
Deseando que el fruto de su amor, pueda brindar un miembro más a su familia.
