Disclaimer: One piece no me pertenece.
Bien, algunas palabras previas. Ha pasado un montón de tiempo (años) desde que no escribía en este fandom e inevitablemente estoy molesta conmigo. Esta historia es la que sigo sagradamente desde que la descubrí hace 10 años (wow! Como pasa el tiempo) y tengo fe que la pareja de LuffyxNami algún día tendrán su momento canónico. Son por lejos mi pareja favorita de todas las que sigo y, por eso, no puedo creer que no haya escrito sobre ellos en tanto tiempo.
Bien, habrá que compensarlo de ahora en adelante.
Sin más, bienvenidos al fic! Como alguna vez publiqué, la idea de esta historia es un AU y luego de terminar esto, espero iniciar alguna historia larga y dentro del mundo de OP. Ojala la diosa de la inspiración me acompañe en el camino (ponle colors!).
Sé que es súper cliché, pero quería hacerla. Espero la disfruten y gracias por leer esta historia!
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High school time
By kasumi_21
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Capítulo I: Cuando se conocieron
Nami observó a su próxima víctima con atención, fijándose nuevamente en sus acciones groseras y en el brillo alegre de sus ojos cuando iniciaba con el quinto plato de omelet. Alrededor del niño que miraba, de cabello negro y piel dorada, las personas que también visitaban el café, observaban incrédulos la pila de platos que crecía sin mesura a su lado. Los chicos que lo acompañaban, un niño de corto cabello verde y otro de nariz larga, reían despreocupados por el comportamiento de su amigo y parecían disfrutar su estúpido actuar. Lo último había sido comprobado por ella en toda la semana, que había sido cuanto había durado su estudio de aquel muchacho risueño, de cabellos rebeldes y fanático de su sombrero de paja.
Reanudó su trabajo como mesera a espera que el niño en cuestión terminara. Se acercó a una mesa ocupada recientemente por una pareja, jugando con la falda del traje de maid que debía utilizar. El por qué los japoneses se habían obsesionado con ese disfraz, fue algo que nunca entendió.
Media hora más tarde estaba frente a la mesa del chico, con una sonrisa amable y acompañada por una de sus nuevas compañeras de trabajo. Su nombre era Conis y quedaba perfectamente con sus rasgos suaves y su cabello rubio.
– ¿Han disfrutado la cena, clientes-san? – preguntó Nami alegremente, recibiendo una respuesta similar del pelinegro.
– ¡Yeah! ¡Estaba increíble! – comentó regalándole una sonrisa gigante, mientras palmeaba su estómago. Nami se obligó a no entrecerrar los ojos ante lo idiota que él se veía, una parte de ella aún no podía creer que Conis-chan tuviera miedo de hablar con él.
– ¿Desean algo más, clientes-san? – los chicos negaron – entonces les retiraré y les traeré la cuenta, pero antes – con un movimiento rápido, Nami llevó hacia delante a la rubia, sintiendo como se tensaba cuando la miradas de los tres niños se fijaron en ella. – ¿recuerda a Conis-chan, cliente-san? – esta vez se dirigió al niño que tenía el sombrero de paja y él sólo la observó con una expresión curiosa que parecía aumentar el aire de "idiota" que poseía.
– ¡Claro que sí! ¡Hola Conis! – ante el saludo animado, la aludida pareció relajarse. Nami la observó con cierta incredulidad.
– ¡B-buenas noches Luffy-san! – Nami descubrió por primera vez cual era el nombre del niño idiota, decidió intervenir.
– Como veo que recuerda a Conis-chan, puedo creer que también recuerda la deuda que tiene con ella – el aludido la miró con la cara en blanco, claramente sin entender nada – hace dos semanas usted vino al café, pidió comida de más y al no tener como pagarla, le pidió un préstamo de dinero a Conis-chan prometiéndole que se lo devolvería al tener su mesada semanal. Como aún no cumple, Conis-chan ha perdido gran parte de sus ganancias del mes –
– ¡Hey! ¿Es cierto, Conis? – inquirió Luffy con cierto aire culpable. La rubia se limitó a asentir en silencio, sus mejillas coloreadas con un suave rosa – ¡Wow! ¡Discúlpame! ¡Realmente lo había olvidado! – él se levantó y rápidamente buscó entre los bolsillos de sus jeans cortos. Nami se sorprendió por la elección de ropa, especialmente porque estaban a inicios de invierno y ya había empezado a refrescar – ¡Ten! Es todo lo que tengo – Conis tomó lo entregado con cierta torpeza, el niño le había entregado un par de billetes y una pila de monedas – ¿es suficiente? – la chica asintió con una sonrisa suave.
– Gracias Luffy-san – él se rio, despreocupado.
– Entonces, Luffy-san – el aludido dirigió su mirada hacia la niña de cabellos naranja y descubrió con cierto asombro los reflejos rubíes que brillaban en sus ojos – ¿ha dicho que era todo lo que tenía? –
– Sip – el aire de la muchacha cambió a uno peligroso y de improvisto el ambiente se tensó. El niño de cabello verde, que había observado toda la conversación con precaución, irguió su cuerpo en señal de alerta. Por acto reflejo, tomó la katana blanca que estaba a su lado.
En contraste, el niño de nariz larga se hundió en su asiento, buscando no llamar la atención y esperando escapar si la situación se ponía peligrosa.
El único que no pareció comprender la situación fue el implicado, el chico de 11 años que seguía con la sonrisa alegre.
– ¿Y cómo pretende pagarme? – él abrió sus ojos, demasiado grandes para un niño que se supone era japonés, y luego miró a sus amigos.
– Hey Zoro, ¿puedes prestarme? –
Con sus ojos aún sobre la figura de la pelinaranja, el peliverde de 13 años negó con la cabeza.
– ¿Y tú, Ussop? – el aludido observó al pelinegro con molestia, olvidando de pronto el temor que había sentido antes.
– ¡Claro que no! ¡Ya me debes bastante por si no lo recuerdas! –
– Vamos, te lo devolveré – Luffy hizo un puchero.
– ¡Te he dicho que no! –
Desesperanzado, el pelinegro miró a la camarera. Seguía con los labios fruncidos.
– ¿Y tú? –
– ¡A MÍ ME TIENES QUE PAGAR! – ella gritó con dientes de tiburón y algunos de los presentes, Ussop entre ellos, intentaron alejarse de ella. El aludido sólo rio, divertido.
– Tienes razón –
Nami, ya aburrida de la situación, se decidió finalmente a ocupar el plan que había diseñado durante toda la semana. En un movimiento rápido, se acercó a la mesa y cogió con una agilidad admirable, el sombrero de paja que descansaba encima de ella. Aprovechó para alejarse unos pasos y estudiar el rostro de Luffy. Éste se quedó viéndola con cierta sorpresa, pero casi inmediatamente sus ojos empezaron a brillar intensamente y le dedicaron una mirada furiosa. Nami inconscientemente retrocedió aún más, escapando de los ojos de él que parecían drenar su sangre. Era casi como estar frente de una fiera enjaulada, a punto de ser liberada y prometiéndole un ataque doloroso.
Sentía sus piernas temblorosas y en se momento entendió por qué Conis–chan tenía tanto miedo a hablar con ese niño de 11 años.
– Suelta ese sombrero – susurró él con voz grave mientras se levantaba y le causaba un escalofrío. Sin embargo, la pelinarana afianzó el agarre del sombrero y lo apoyó sobre su pecho, reflejando una decisión inalterable.
– N-no… no lo haré – Nami se recordó a si misma lo difícil que era la situación económica en su casa y lo importante que era el dinero en ese momento – escucha, te devolveré tu sombrero cuando me pagues – los ojos de él se oscurecieron.
– No, lo harás ahora –
Él adquirió una nueva posición, separando sus piernas de costado, empuñando sus manos, ubicando su brazo derecho flexionado frente al pecho y el izquierdo extendido hacia ella; y Nami supo de inmediato que aquél niño no era un simple cliente. La forma de su cuerpo indicaba un estricto entrenamiento de karate.
– ¡Devuélveme mi sombrero! – esta vez la frase era acompañada por una amenaza, tal vez un golpe duro o una patada dolorosa. Pero la niña se negó a retroceder, el dinero era lo más importante para ella y si debía luchar por él, lo haría. Extendió su puño derecho en señal de lucha.
– ¡Tendrás que quitármelo! –
Luffy no esperó más y se lanzó hacia ella con un grito grave. Por su parte, Nami le lanzó un golpe que él esquivó con gran facilidad y, en el momento que vio como la mano de él se acercaba peligrosamente hacia su rostro, sólo atinó a cerrar los ojos. Conteniendo el aire, la niña esperó por el dolor y oró para que el golpe no dañara su belleza que tanto prometía. Sin embargo, nada llegó.
Desorientada, los ojos rubíes se abrieron lentamente y se encontró con la espalda de un muchacho rubio. Supo de inmediato que era Sanji, el aprendiz de cocinero de 13 años que dirigía el "Le Petit Baratie" y su jefe directo. Él la había protegido del pelinegro, dirigiendo el golpe hacia otra dirección con una patada.
– ¡¿Qué mierda estás haciendo?! ¡¿Cómo le levantas la mano a una chica, Luffy?! – el aludido se separó un poco, más su posición de combate no varió.
– ¡Ella fue quién empezó todo! ¡ME ROBÓ MI SOMBRERO! –
Para la sorpresa de Nami, los ojos azules de Sanji se ubicaron en ella y estudiaron con seriedad el objeto que llevaba.
– Nami-san – Sanji dijo con gravedad – devuélvelo –
– ¿Q-Qué? – el asombro en la voz de la niña era justificado, en especial porque el joven cocinero había aceptado todos sus caprichos en las últimas dos semanas, que había sido el tiempo transcurrido desde que se habían conocido – n-no… ¡no lo haré, Sanji-kun! –
– Por favor, Nami-san –
– ¡Suelta mi sombrero! – el chico de cabello negro volvió a atacar, siendo su golpe nuevamente desviado por el aprendiz de chef. Los ojos azules de Sanji se contrajeron levemente por el dolor, más estaba seguro de que Luffy tenía más potencia en sus puños, ¿se estaba conteniendo? – ¡es mi tesoro! ¡MALDITA SEA! –
– ¡Escúchame niño! – Nami gritó y se sorprendió al notar que su voz no había temblado – para ti, tu sombrero es tu tesoro, pero para mí… ¡lo es el dinero! – los ojos de ella resplandecieron en carmín y Luffy supo que no sería fácil hacerla ceder – ¡no te entregaré tu sombrero, hasta que me pagues! –
– ¡HÁZLO AHORA! – esta vez fue una patada y Sanji retrocedió por su poder. La pelinaranja observó con sorpresa que aquel chiquillo, delgado y de apariencia débil, era de hecho más fuerte que el chico rubio.
– ¡NO LO HARÉ! – Nami gritó, ocultando su cuerpo y el sombrero de paja tras Sanji.
– ¡Luffy! – Sanji gritó, enfurecido y protegiéndose de un golpe que casi no logra detener – ¡si le tocas un solo cabello a Nami-san, nunca más entrarás aquí! ¡Y tampoco volveré a cocinar para ti!–
– ¡¿QUÉ?! –
– ¡TE LO JURO! –
– ¡Pero! ¡Sanji! –
Claramente perturbado por la nueva situación, el pelinegro bajó lentamente sus brazos y su posición de batalla cedió. Sin embargo, sus ojos oscuros seguían en la figura de la chica y prometiendo un ataque doloroso si no cumplía lo pedido. Nami se obligó a permanecer serena y no revelar ninguna debilidad.
– Págame y te lo daré – ella señaló con tranquilidad, como si fuera la primera vez que hablaba con él y estuviera explicando la situación. Luffy la señaló con el dedo, furioso.
– ¡Cállate chica ladrona! –
– ¡No le hables así a Nami-san! – Sanji gritó y le lanzó una patada hacia el costado de la cara, más el golpe nunca llegó a Luffy. Entremedio se había interpuesto la vaina de una katana blanca y Nami notó por primera vez al chico de cabello verde.
– Deja esto, ceja rizada – la voz del chico era oscura y afilada, prometiendo un ataque similar con la espada que llevaba – vamos Luffy –
El pelinegro asintió en comprensión, sabiendo internamente que sobre su tesoro estaba la amistad con Sanji y que debería ceder esta vez.
– ¡Y tú! ¡Chica ladrona! –
– Tengo un nombre, ¿sabes? – ella debatió, molesta por el actuar grosero de Luffy – ¡me llamo Nami! –
– ¡No me interesa! ¡y más te vale cuidar mi sombrero! ¡te pagaré mañana y tendrás que devolvérmelo! – y aun gritando, el niño de cabello negro y pequeño fue sacado del restaurant, arrastrado por el chico de larga nariz y el de cabello verde.
Los ojos rubíes de Nami siguieron la figura del pelinegro, incluso cuando dejó el lugar y su cabello naranja fue mecido suavemente por una brisa cuando cerraron la puerta principal. Un estremecimiento recorrió todo su cuerpo y la chica fue finalmente consciente del ritmo de su corazón, agitado por el pavor. Y se prometió a si misma alejarse de ese muchacho, era demasiado peligroso como para tenerlo cerca.
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Agotada por otro día de trabajo, Nami entró a su pieza estirando su cansado cuerpo. Dejó las propinas en su cofre, antiguo recuerdo de su hogar, y el resto de las cosas sobre el escritorio de su habitación.
A pesar de la difícil situación económica, habían tenido la suerte de encontrar un departamento pequeño pero que contaba con dos piezas separadas. Luego de mucha insistencia, finalmente Nojiko la había convencido en tomar el cuarto más grande. Nami sonrió ante ese recuerdo, sabiendo que su hermana quería que ella se quedara con el escritorio para que pudiera dibujar sus mapas. Justo ahora descansaba sobre la mesa su último dibujo, trazos aún en desarrollo de la zona norte de su actual ciudad.
Junto al mapa estaba su reciente adquisición, el sombrero de paja robado y Nami había notado finalmente que era demasiado grande para la cabeza de un niño. Motivada por su curiosidad, la niña pelirroja había estudiado en profundidad el objeto y descubierto fácilmente que era de un adulto y que por su estado actual probablemente era muy antiguo. Esa teoría también explicaba lo maltratado que estaba, especialmente roturas del tejido en varias zonas que nadie se había atrevido a remendar. Y eso le extrañaba, ya que la paja no era tan difícil de arreglar y ella misma había hecho reparaciones con muy buenos resultados. Se preguntaba si debía hacer lo mismo ahora.
– ¡Hey Nami! – la voz de su hermana la sobresaltó y notó con sorpresa que ella estaba en la puerta corrediza de su pieza.
– ¡Hey Nojiko! ¿Qué tal tu día? – la chica morena, de unos quince años y que aún vestía su uniforme de la preparatoria, la miraba con seriedad.
– ¡¿Qué pasa contigo?! ¡Te he estado llamando todo este tiempo! –
– Jeje, lo siento – Nami sonrió, quitándole importancia a su inusual actuar – estaba un poco distraída –
Nojiko llevó sus manos a las caderas con una expresión disconforme, más su atención voló rápidamente hacia el objeto que la pelirroja sostenía. La misma estaba acariciando el tejido rugoso del sombrero, descubriendo inconscientemente nuevas heridas en él.
– ¿Y ese sombrero? –
– Lo tengo como rehén – Nami explicó con una suave sonrisa. Ahora que la adrenalina del momento había pasado, se sentía alegremente traviesa por su trato con el niño pelinegro – un cliente no quería pagar, así que se lo he robado –
– ¿Y le importará? – Las manos de Nojiko se movieron hacia el objeto, buscando tomarlo, más Nami lo movió lentamente a un costado y evitó que lo hiciera – parece muy dañado –
– Lo está – La pelinaranja estuvo de acuerdo – Pero él es realmente aficionado a su sombrero, créeme –
– Hmmm… bien, supongo, mientras te pague – Los ojos oscuros de Nojiko llegaron a su hermana y la observó con una sonrisa traviesa – ¿no es así? – Nami rio, mientras asentía con una sonrisa – Ven, la cena está lista –
La pelinaranja devolvió el objeto a su sitio anterior y siguió a su hermana hacia la habitación común. Cuando llegó a la pieza estilo japonesa, donde se ubicaba una mesa de patas pequeñas y cojines blanquecinos, Nami notó en el centro de ésta un recipiente lleno de frutas anaranjadas.
– ¡Mandarinas! – ella exclamó con felicidad, tomando una rápidamente y olfateando suavemente su aroma cítrico. Una suave sonrisa recorrió su rostro, luego de ser salvada de Arlong y por fin vivir el duelo de Bellemere–san con normalidad, la usual tristeza que acompañaban sus recuerdos había cambiado a una melancólica felicidad.
– Las ha enviado Gen–san – explicó Nojiko cuando entró desde la cocina, sus manos trayendo una bandeja con pocillos de arroz y sopas de verduras – También un poco de dinero para nosotras –
– ¿Y él cómo está? –
Ambas chicas se sentaron a cenar, mientras Nojiko le contaba su conversación por teléfono con Gen-san y otras noticias en relación a su antigua aldea. Nami se sintió feliz al saber que por fin las cosas había mejorado, sin la presencia de Arlong y sus impuestos estúpidos, la mayoría había empezado a sanar en su economía y espíritu.
– Y Gen–san me ha pedido algo más – comentó la peliazul cuando finalizó su relato. Los ojos chocolates de Nami la miraron con curiosidad – quiere que retomes las clases en el colegio –
El cuerpo de Nami se tensó de inmediato y un escalofrío intenso recorrió su cuerpo causándole dolor.
Estando interesado en mejorar aún más sus habilidades como cartógrafa, Arlong la había inscrito en una institución educativa privada, de costo elevado y reconocida por su excelencia. Para cualquier persona que no lo conociera o no viviera en su villa, él se había comportado como un bondadoso benefactor, pero la realidad era completamente distinta. En aquellos años no sólo debía realizar los mapas que le pedían, también soportar un colegio lleno de personas frívolas y a los subordinados de Arlong, chicos de preparatoria que se encargaban de hacerla trabajar en cada recreo y tiempo libre que tuviera. Recordó especialmente sus intentos de fuga desde ese colegio, dónde siempre la habían encontrado y donde sus castigos se limitaban sólo al no matarla. Casi podía sentir el dolor agudo de sus golpes y los posteriores hematomas que adornaban todo su cuerpo, justo donde el uniforme los podía esconder.
– mi… Nami… – la voz de Nojiko la trajo a la realidad y supo que había sido transportada por sus recuerdos. – ¿Estás b–? –
– ¡Lo estoy! – Nami se obligó a sonreír, mientras sacudía su cabeza con energía y su corto cabello naranja se mecía a ras de sus hombros – y las retomaré, de verdad, pero no ahora –
– pero… Nami –
– ¡Vamos! Estamos a mitad de semestre y ya vienen las vacaciones por festividades – la pelinaranja tomó un sorbo de la sopa, agradeciendo el calor que recorrió su garganta y fue capaz de calentar su cuerpo. Era una fortuna que Nojiko hubiera aprendido las recetas de Bellemere-san.
– Todavía puedes tomar el inicio del otro semestre –
– Sería incómodo y no lo aceptarán en un colegio público –
– pero podríamos pagas uno privado –
– Nojiko – La voz de Nami había nacido con molestia, casi como si estuviera regañando a su hermana mayor, ya que ambas sabían que tenían el dinero justo para vivir – sólo será un año. Trabajaré en le petit Baratie a horario completo y me prepararé para el examen de ingreso, y el otro año entraré al colegio público que está aquí –
– Nami… – la voz de su hermana había nacido suave por la preocupación, reflejado en el brillo de sus oscuros ojos. La pelinaranja entrecerró sus ojos.
– ¡No me hables con lástima! – le dijo molesta, mientras velozmente se levantaba y golpeaba con un dedo su frente.
– ¡Auch! –
Nami rio suavemente ante la reacción de su hermana, viendo como frotaba su herida y la miraba con molestia. La suave sonrisa que se había dibujado en sus labios empezó a morir lentamente, cuando unos pensamientos más oscuros y que se habían hecho habituales en los últimos días llegaron a ella.
– Algo más importante, Nojiko – los ojos almendrados de la pelinaranja se perdieron sobre la mesa – ¿no te arrepientes de haber venido conmigo? ¿No extrañas nuestra aldea? –
La peliazul estudió el rostro de su hermana, que se negaba a mirarla fijamente, y se preguntó cuánto tiempo había sido atormentada con esa pregunta. Sabiendo todo el sufrimiento que Nami debió pasar los años que estuvo cautiva por Arlong, también sabía que era imposible que lo olvidara completamente si siempre estaba rodeada en los lugares donde él atacó, más aún en el sitio donde habían herido gravemente a Gen-san y donde habían asesinado frente a sus ojos a Bellemere-san. Y supo que tenía razón justo ahora, cuando ella le había hablado sobre un sombrero de paja y había reído sinceramente.
– Sí, la extraño – Nojiko le dijo con una sonrisa – pero extrañaba algo más –
– ¿Eh? ¿Qué cosa? – los irises almendrados resplandecían por la curiosidad y la morena estuvo tentada en reír. Sí, realmente era bueno haber cambiado el campo por la ciudad.
– Es un secreto –
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Tilín.
Nami elevó su mirada de inmediato, observando la puerta principal y la campanilla que había sonado cuando una feliz pareja de adolescentes había entrado. Estaba nevando afuera, pero estaba segura que el sonrojo suave de sus mejillas se debía a otra razón.
Frunció el ceño hacia ellos, sintiendo molestia pero sin saber la razón.
Se volteó nuevamente hacia la mesa que atendía. Los chicos que ahora eran sus clientes no parecían molestos por su momento de desconcentración y ahora la miraban con la misma emoción que habían mostrado cuando se había presentado. Supuso que su belleza ya los había conquistado. Bien por ella, probablemente le dejarían una buena cantidad de propina junto a sus números de teléfono, aunque lo último no podía importarle menos.
Tilín.
El sonido de la campanilla sonó nuevamente y ella dirigió sus ojos hacia la puerta. Ahora era un grupo de chicas que reían alegremente y que, por los uniformes que llevaban, supuso que venían desde la escuela. Afuera seguía nevando y las nubes negras habían oscurecido la luz natural que solía disfrutarse a esa hora. Miró hacia el reloj que descansaba sobre el bar del restaurante, comprobando que ya eran las seis de la tarde.
Sintió el tintineo nuevamente y su cuerpo se estremeció inevitablemente, ansioso por la llegada del chico idiota de ayer. Comprobó nuevamente, como lo había hecho durante toda su jornada, si el pelinegro había aparecido; pero fue recibido por otra pareja que parecían ser universitarios. Se preguntó a si misma si realmente el chico iría a reclamar su sombrero.
Dejando sus pensamientos de lado, Nami se obligó a concentrarse en su actual tarea y llevar rápidamente los postres a la mesa que le correspondía. Esperaba que no fueran avaros en su pago.
Tilín.
Había pasado una hora y ahora Nami se encontraba en el bar de "Le petit Baratie".
Rápidamente reconocido por el sabor de sus platos y postres, el pequeño restaurant había crecido en número de clientes desde su inauguración, siendo especialmente popular entre los jóvenes que salían de sus clases de la tarde. Justo como ahora, era habitual que las mesas estuvieran completamente llenas y aumentara la demanda en la cocina de Sanji–kun. Sin embargo y probablemente por la nieve que seguía cayendo, los pedidos de café y chocolate caliente se habían elevado y obligaba a tener a dos meseras encargado de ello.
Nami sabía que ella era inteligente y aprendía rápido, por eso no era extraño que Sanji–kun le hubiera pedido con amabilidad y con sus ojos de corazón si podía encargarse de las bebidas. Y la pelinaranja no se negó, había algo en el aroma tostado que la calmaba y luego de una ardua jornada de trabajo, estar tranquila sin tener que caminar era bastante tentador.
Tilín.
A pesar de estar escondida bajo el mueble de ébano del bar, que resaltaba inevitablemente junto a la ventanilla de postres, los ojos chocolates de Nami aparecieron por unos segundos y miraron directamente hacia la puerta. Como era lo esperado, no era él quien la había abierto.
Con un suspiro cansado y resignada a que tendría que torturarse otro día a espera del pelinegro, la chica reinició la búsqueda del reservorio de leche que necesitaba para hacer un latte.
– ¡MI SOMBRERO! ¡AHORA! – una voz rugió sobre su cabeza, exaltándola en el momento y causando un saltito en su cuerpo que provocó el golpe de su cabeza con el mueble.
– ¡Ay! –
Inconsciente que ella estaba cerca, Luffy estudió de inmediato hacia dentro del bar y la encontró fácilmente. Su cabello pelinaranja tampoco ayudaba a pasar desapercibida.
– ¡TÚ! – Nami vio sus ojos justo cuando pareció reconocerla, el color gris oscureciendo lo suficiente para esconder sus pupilas – ¡DEVUÉLVEME MI SOMBRERO! – y esta vez él tiró un montón de billetes y monedas sobre el mueble, haciéndolo vibrar por la fuerza utilizada. La chica se levantó, agradeciendo que sus piernas no temblaran y preparando su corazón para lo que viniera.
Desde el rabillo del ojo y con una rapidez ridícula, contó el monto de dinero y comprobó que era justo lo que debían él y sus amigos. Tras el niño, que ahora que lo notaba era más pequeño que ella y seguía llevando una tenida demasiado veraniega para la nieve, logró divisar la figura del peliverde que llevaba su katana y el clásico traje negro de estudiante de Japón. Y tras él, estaba el chico de nariz larga, temblando y mirándola con claro temor.
– ¡MI SOMBRERO! – él gritó, impaciente y despreocupado de todos los clientes que los miraban con asombro.
Calculando con velocidad sus propios movimientos, Nami recogió ágilmente el dinero y se desplazó hacia el otro lado de la barra mientras levantaba un pedido a entregar. Con envidiable habilidad, cogió el sombrero de paja que guardaba en el mueble y se movió hasta estar tras el pelinegro. Con una mano ocupada con la bandeja y otra llevando el sombrero, ella meció su muñeca con sutileza y logró que el objeto girara hasta ubicarse en la cabeza del chico.
Había sido tan veloz que él no alcanzó a reaccionar.
– un gusto hacer negocios contigo – y sin más, se fue hacia una de las mesas, meciendo la falda de su vestido negro de maid y obligándose a mirar hacia adelante.
De inmediato, Luffy tomó el sombrero y lo estudio con rapidez. Descubrió con alivio que no estaba dañado, sin embargo no logró acallar la adrenalina de su cuerpo ante una batalla que no había sucedido.
– ¡HEY! ¡TÚ! ¡CHICA LADRONA! – le gritó desde la misma posición, con sus dientes apretados y el entrecejo fruncido. Ella ni siquiera se volteó a verlo, sonriendo hacia un grupo de chicos y sin siquiera una reacción en su cuerpo. Eso sólo lo enfureció más. – ¡TÚ! ¡TONTA! ¡TOOONTAAAAA! –
Zoro lo golpeó suavemente con su katana blanca y con una neutra expresión.
– ya déjalo, tienes tu sombrero –
– sí Luffy, ¡mejor vamos a comer! – y como si nunca hubiera tenido miedo, Ussop lo abrazó desde los hombros con una sonrisa. Aun así el mohín intenso en los labios de Luffy no cedió.
– Hmm –
Sabiendo lo terco que era el pelinegro, cambió su atención hacia el espadachín que ya caminaba hacia una mesa vacía. La misma que Sanji había reservado para ellos, sus amigos más cercanos y quienes lo habían ayudado cuando el restaurant estaba empezando.
– ¿No dijo Sanji que había inventado una nueva receta? ¡Seguro estará deliciosa! –
Zoro bostezó por el aburrimiento, mientras emitía una queja inentendible y que seguro era un insulto hacia el rubio chef.
Aún molesto por la situación, Luffy permanecía junto a la barra y con los ojos fijos en la figura de la pelinaranja. Su entrecejo se había fruncido, aún enojado por el encuentro que habían tenido y que, él sabía, ella había ganado. Llevó su atención nuevamente hacia el sombrero, delineando el corte que había justo en el centro, provocado cuando cayó por un barranco hace algunos años, y el resto de daños cuando había caído a un campo de cactus. Recordaba que cuando Shanks le había encargado su sombrero, también había un orificio en la parte poste–... ¿Eh?...
Los ojos negros se acercaron al tejido y las manos morenas lo recorrieron cuando su cabeza, que solía funcionar más lento de lo habitual, había notado la gran diferencia que tenía su sombrero ahora. Todos los cortes habían sido remandados.
Y con una expresión neutra que lo volvía similar a un búho, Luffy llevó nuevamente su atención hacia la muchacha, y esta vez sus ojos brillaban con aún más intensidad.
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Continuará….
Wow, inicialmente esto sería una drabble y terminó siendo un capítulo de 7 hojas. Asi con los drabble.
Espero que lo hayan disfrutado, nos vemos en la próxima entrega.
I'll see you!
Kasumi 21
