Exoneración: todos los personajes pertenecen a bioware y su fabuloso mundo Mass Effect.


Cuando era joven y soñadora

Le informaron de que se preparase, pues tenían un herido entre el equipo que había bajado a la misión. La doctora se preguntó impaciente durante la espera qué habría hecho Shepard, ya que desde que volvió, gracias al proyecto Lázaro, no hacía otra cosa que pasarse el día en la enfermería, como si cada vez que se enfrentase a los enemigos lo hiciese despreciando su vida o creyéndose intocable.

Para su sorpresa, el herido resultó ser Zaeed. La comandante y Grunt lo ayudaron a llegar a la enfermería. En cuanto lo dejaron se fueron para dejarla trabajar. Venía cojeando y con la cara llena de sangre. Un krogan había cargado contra él.

Tenía un derrame y dos huesos dislocados en el pie. Procedió a colocarle el primer hueso. Zaeed emitió una protesta al mismo tiempo que hacía un aspaviento que provocó la caída del material médico desplegado encima de la camilla. Karin se puso a recogerlo. Al acercarse a su mesa para dejar lo que acababa de coger del suelo vio a Kelly Chambers y a Jack mirando por la ventana. Bajó las persianas. Se giró y volvió al lado del mercenario para seguir curando su pie.

Una vez vendado éste, con un trapo húmedo, comenzó a limpiarle el rostro.

Zaeed notaba el calor de su cuerpo, percibía el aroma a almizcle que destilaba su piel, la cual, por cierto, se veía muy suave y blanca. La doctora era una mujer madura muy atractiva e interesante. Una pequeña sonrisa se dibujó en la comisura de su boca.

—Shepard ha dotado a la enfermería de un equipo estupendo para curar cicatrices —dijo Karin mientras recorría suavemente con sus dedos la cicatriz que surcaba su cara. Médicamente hablando, la herida que había recibido en la faz era fascinante. Para entonces ya había descubierto que la sangre del rostro no le pertenecía.

—Lo sé, pero prefiero mantenerlas, me recuerdan quién soy

—Y te imprimen más carácter —le interrumpió ella.

—Doctora, ¿por qué no le echa un vistazo a mi costado? Me duele.

—Está bien. Quítate la parte de arriba.

—Me temo que tendrá que ayudarme, me duele el brazo al levantarlo.

Ella se acercó a él. No pudo evitar que un calambre le recorriese la espina dorsal. Estaba nerviosa, la tenue luz, los dos a solas y, ¿para qué negarlo? Zaeed era un hombre con aspecto duro, viril, de ojos penetrantes y alma torturada, el tipo de hombre que soñaba encontrar a bordo de una nave y con el que confraternizar cuando era joven y soñadora.

—Karin, ¿puedo llamarte Karin? —su voz ronca la hizo vibrar, trató de aparentar tranquilidad y le sonrió —¿Dónde has estado toda mi vida? Nunca una mujer atractiva me había desvestido tan delicadamente.

Debería haberse alejado de la camilla, comportarse como una profesional, pero no pudo, la mirada salvaje que él le ofrecía la obligaba a quedarse allí de pie, entre sus piernas, todavía tocando su estómago con la palma de la mano, mostrándose desafiante. El fuego que desprendía actuaba como un imán sobre ella.

—Puede que deba hacerte unas radiografías —comentó sin romper el contacto visual —. A simple vista no tienes nada, pero si te duele significa que algo hay en el interior.

Zaeed extendió sus brazos y la cogió por las muñecas.

—Creía que te dolía el brazo derecho al moverlo.

—Quizá sólo fuese una treta para mostrarte lo que había bajo mi ropa.

Karin rió ante la confesión. Ese fue el momento que él aprovechó para atraerla más cerca de sí. Ella todavía sonreía cuando los labios de él cubrieron su boca.

Tres horas después, la doctora Chakwas remitía un informe a la comandante Shepard en el cual explicaba que debido a las lesiones sufridas por causa de un krogan, Zaeed Massani debía presentarse todas las tardes durante al menos una semana en la enfermería para recibir tratamiento.