Exoneración: Todos los personajes aquí retratados pertenecen al Universo Mass effect y a sus creadores.


Chocolatéame

Una nube de humo flotaba en la habitación. El teniente Vega y Kaidan jugaban a las cartas. James dio una bocanada a su purito y luego expulsó el humo haciendo aros.

—Mañana es San Valentín, ¿qué va a regalarle a la comandante, Mayor?

—A Shepard no le gustan ese tipo de cosas, teniente.

—¿Está seguro? Después de todo sigue siendo una mujer.

—Si me lo permite, Mayor —los dos miraron hacia arriba al escuchar a EDI —, creo que debo informarle de que esta tarde la comandante se ha reunido con la doctora T`Soni en su camarote y con Tali para enseñarles el regalo que le ha comprado.

Kaidan se sorprendió, ¿Shepard le había comprado un regalo? Por su parte, James sonrió e inhaló otra vez el humo de su purito para evitar reírse. Joker le había prometido que conseguiría engañar al Mayor para que le regalase algo a Shepard por San Valentín si colaboraban juntos. Nunca imaginó que lograría convencer a EDI para realizar el trabajo sucio.

Esa noche en la cama, Kaidan no paraba de dar vueltas. Creía que la comandante era el tipo de mujer a la que no le preocupaban las frivolidades. Ahora se encontraba con que le había comprado un regalo, que esperaba lo mismo de él y que estaban volando en el espacio sin posibilidad de parar en una estación espacial o puerto para comprarle algo. La iluminación de los números del despertador lo ponía aún más nervioso de lo que estaba. Giró el reloj para evitar verlo. Sería mejor que al día siguiente hablase con ella y le explicase que no le había comprado nada. Cambió de posición en el lecho y también de idea, porque este podía ser el primer y último catorce de febrero que pasasen juntos como pareja. Si a ella le hacía ilusión, ¿quién era él para negarle ese día tan especial?

A la mañana siguiente, mientras desayunaba, tuvo una idea. Guardó algunos cartones de cereales. Por la tarde los recortó en forma de corazón.

Ya de noche, pidió a EDI a eso de las once, que entretuviese a Shepard fuera de su camarote quince minutos. Ese era el margen de tiempo con el que contaba para entrar sin ser visto, apagar las luces y dejar los corazones de cartón en el suelo marcando el camino hacia la cama dónde él la esperaría con dos tazas de chocolate, pues no sabía con que otra cosa sustituir los clásicos bombones.

Cuando Shepard entró se quedó con la boca abierta. Una vez pasada la impresión, se acuclilló y cogió uno de los corazones de cartón tras el que escondió su cara.

—¿Te estás riendo? Shepard mírame, ¿te estás riendo? —la veía temblar tras el cartón y estaba indignado, no sabía decir si con ella, si con EDI, o James, o quizás consigo mismo por dejarse influenciar para hacer algo tan absurdo.

—Lo siento, esto es tan ... tan —Shepard ahogó una risa —. No tengo palabras.

Se levantó de la cama y se dispuso a irse. Al llegar a la altura de la comandante, junto a la pecera, ella le cogió por el brazo, todavía riendo.

—Espera, que no me gusten este tipo de celebraciones no significa que no aprecie el esfuerzo que has hecho. Lo hago. Si mi olfato no me engaña y lo que huelo es chocolate, deduzco que eso es lo que hay en las tazas. Así que, ¿qué te parece si para agradecértelo me tomo ese delicioso líquido tras extendértelo por todo el cuerpo?

Cuando alzó los ojos para mirarlo, su camisa ya estaba en el suelo.