Esta historia no me pertenece.
Es un three-shot que leí en inglés y me gustó bastante, por lo que decidí traducirlo para que las personas que no tengan facilidad con el inglés puedan también disfrutar de él.
Todos los méritos son de Justified12.
Espero que os guste tanto como me gustó a mí.
Subiré los próximos dos capítulos tan rápido como pueda. :)
...
2 de noviembre, 2011
No me voy a andar con rodeos. Mi vida apesta ahora mismo.
¿La peor parte? No fue siempre así. Las cosas empezaron a ponerse mal cuando mi padre se casó hace tres meses.
Aunque mi madre muriera cuando yo tenía 10 años y ahora... tengo casi 18, no puedo evitar sentir que todo esto está mal. No se suponía que iba a tener otra 'madre'. Mi padre no se supone que dormiría en la misma cama con otra mujer todas las noches, ni que la llamaría cariño, ni besaría su mejilla antes de ir al trabajo por las mañanas.
Cuando él empezó a tener citas otra vez, pocos años después de que mi madre muriera, las relaciones sólo duraban un par de meses. Él no tiene mucho dinero pero toda mujer lo adularía por su apariencia, y prácticamente ponen su dedo anular frente a él esperando que él los anille. Eso era, hasta que me conocían. Y yo hacía todo lo que podía para darles un trato frío y hacer de las salidas familiares un infierno, todo un desastre hasta que salían corriendo como perritos con el rabo entre las piernas.
No es como si yo fuera normalmente una persona malintencionada. De hecho, realmente toda la actuación me hacía sentir ese sentimiento incómodo en el estómago, como si quisiera vomitar o algo.
Pero ese no es el caso.
El caso es que logré alejar a toda mujer en la que mi padre se interesaba. E incluso aunque me sentía muy, muy culpable a veces, y mi padre se enfadó bastante cuando se dio cuenta del pequeño juego que estaba montando y del trato que le daba a sus citas cuando me dejaba a solas con ellas, estaba esa maravillosa sensación de alivio sabiendo que no tendría que fingir y llamar a alguna extraña 'mamá'. Todo era por una buena causa.
Pero un día, conoció a una mujer a la que simplemente no pude ahuyentar. Su nombre era Maribel López.
Mi padre perdió la cabeza por la fuerte y apasionada mujer desde el primer día y no había nada que yo pudiera hacer, ningún gesto sarcástico o cara desagradable que hiciera tras mi padre lograba desconcentrarla, ni siquiera un poco. Ella ponía una sonrisa segura y parecía que le gustaba incluso más cada vez que intentaba alejarla de nuestra pequeña y segura burbuja.
Las semanas rápidamente se convirtieron en meses. Por primera vez, las cosas se estaban poniendo serias. Y yo estaba completamente jodida.
Para ser sincera, Maribel no era tan mala. Ella siempre era muy amable conmigo y hacía a mi padre muy feliz. Y para decir verdad, era una de las mujeres más hermosas que jamás había visto. Bueno, eso era hasta que conocí a su hija, Santana.
Pero la belleza no lo es todo...
Supongo que Maribel y mi padre sabían que nosotras dos no estábamos de acuerdo y es por eso que tardaron tanto en presentarnos. Pero después, cuando empezaron a hablar de matrimonio e irnos a vivir juntos, supieron que era la hora. El encuentro era inevitable.
Hay que decir que nuestro primer encuentro fue un desastre.
Santana tenía la misma edad que yo y ambas siendo hijas únicas toda la vida, de repente la idea de tener una hermana causó algunos serios problemas. Ella mi lanzaba una mirada helada y yo estaba más que dispuesta en devolverle el hostil gesto. Forzábamos el saludo y las bromas tranquilas mientras que nuestros padres estaban cerca pero en cuanto dejaron la habitación, se giró hacia mí, peligrosa y amenazante.
"Escucha rubita, yo no necesito un nuevo papá y estoy muy segura de que no necesito una nueva hermana." Se nariz se arrugó en desagrado. "Todo esto se va a acabar antes de que puedas decir acuerdo prenupcial... Así que no te hagas ideas sobre nosotras siendo mejores amigas ni ninguna de esas estupideces."
Yo rodé los ojos. "Como si lo fuera hacer. Eres casi tan espeluznante como la bruja malvada de La Sirenita... y yo no soy Ariel. Así que no pienses que puedes engañarme en nada. Mi pelo no es ni siquiera rojo."
Recuerdo cómo ella simplemente me miraba extrañada y se alejaba. Me sonreí a mí misma. Estaba claro que no era lo suficientemente lista como para entender mi inteligente insulto.
Yo gané completamente esa ronda.
Pero eso no paró a mi padre de la propuesta. O a Maribel de aceptar.
Ellos sabían que Santana y yo no estábamos de acuerdo pero igualmente nos obligaron a aceptar su decisión y prácticamente nos suplicaron para 'abrazar a nuestra nueva familia'.
La boda vino y se fue más rápido de lo que esperaba y antes de que supiera lo que estaba pasando, tuve que compartir una habitación con una extraña que me odiaba.
Santana y yo nos evitábamos la una a la otra como a la peste todo el tiempo que nuestros padres estuvieron saliendo. Cuando teníamos que hablar, era todo un show de educada conversación y falsas sonrisas. Después, de repente estábamos pegadas la una a la otra. En la misma maldita habitación, todo el día, todos los días. Excepto en la escuela, eso es.
No creo que jamás me haya desagradado tanto una persona. Ella es toda una terca, una mocosa malcriada. Es increíble. Cuando Maribel y Santana se mudaron a nuestra casa, pensé que podría darles una segunda oportunidad. No pudría salir de la situación con miradas y silencio esta vez - sería algo permanente... así que supuse que al menos podría intentar hacer la situación mejor. Y mientras Maribel estaba más que agradecida con mis esfuerzos, claramente, a Santana no le importaba ni lo más mínimo. Mientras yo sonreía civilmente e intentaba ser amable con ella, ella parecía incluso más enfadada y me atacaba cada vez que podía.
Después de tres meses intentando ser dulce y cortés, no creo que nadie pudiera culparme por rendirme.
Ahora, peleamos por todo. Y me refiero a todo.
Quién deja sus ropas en el suelo, de quién es el turno para limpiar el baño, quién deja la luz encendida o la ventana abierta... Ella se enfada muy rápido. Es agotador. Nunca sé cuándo voy a andar en una explosión. Piensa que siempre tiene razón, nunca se disculpa y tiene la sonrisa más arrogante y sarcástica que jamás he visto. Ugh! A veces sólo quiero golpear esa mirada justo en esa inmaculada, constantemente erguida, cara.
Sólo porque esté buena, no significa que pueda hacer o decir lo que quiera. Es como si nadie le hubiera dicho 'no' antes en toda su vida. Ella simplemente camina como si fuera un regalo de Dios o algo. Es completamente exasperante.
Si nadie hace nada sobre su serio problema de actitud pronto, estoy dispuesta a mudarme a la casa del árbol de nuestro patio trasero.
18 de noviembre, 2011
Santana estaba acostada en mi cama cuando llegué a casa de la práctica de las Cheerios. No vamos a la misma escuela ni nada (ella va a alguna escuela pija privada), así que al menos no tengo que soportar sus mierdas de niña pequeña durante el día. Pero la escuela nunca fue mi cosa favorita. No soy muy buena en los estudios y mi padre nunca está muy feliz con mis notas. Aunque yo lo intento y cuando llego a casa, espero al menos poder acostarme y relajarme por un momento con mi iPod antes de que sus putadas y sus protestas empiecen.
Aparentemente, ella ni siquiera quería darme más ese pequeño placer.
"¿Qué estás haciendo?" Le pregunté, confusa cuando entré en nuestra habitación compartida (que era MI habitación primero) y la vi tendida sobre colcha mi favorita.
"Mi pelo estaba mojado cuando salí de la ducha. No quería que mi almohada se empapara." Contestó Santana calmadamente, sin siquiera apartar la vista de sus uñas para mirarme.
"¿Pero está bien si estropeas mi cama?" Espeté, dejando mi mochila en el suelo con fuerza y cruzando la habitación para estar junto a ella.
Ella se encogió de hombros y me miró con aire de suficiencia. "No es como si pudieras hacer algo al respecto, B."
"Te dije que no me llamaras así." Gruñí. Podía sentir un calambre en mis puños cerrados a mis lados y quería gritarle tanto que mis labios estaban crispados. "Sal de mi cama, Santana. Ahora."
"Como sea." Rodó sus ojos y se arrastró fuera del colchón. "¿Te lo has pasado bien en el estúpido entrenamiento de pompones?" Me molestaba, sentándose con las piernas cruzadas en su propia cama. "¿Qué has aprendido hoy? ¿Cómo deletrear desempleo? No espera, tú das clases para saber cómo dar volteretas sin perder puntos de sutura después de una cirugía de pechos fallida… ¿verdad?" Santana sonrió. Estaba muy orgullosa de sí misma.
Y yo estaba echando humo. Podía sentir mis mejillas ardiendo y por primera vez en mi vida, de verdad sentía las ganas de golpearle a alguien en la cara. No me importaba que pensara que ser animadora era estúpido y que todas éramos unas cabezas huecas y unas putas.
"Creo que estás celosa." Contesté tranquilamente aunque con los dientes apretados, controlando otra oleada de rabia mientras me sentaba en mi cama, sintiendo la gran mancha de humedad de la almohada por debajo de mis piernas cuando me senté sobre ella para apoyarme en el cabecero.
"¡JÁ!" Se mofó Santana. "Yo quizás no sea tan popular como tú en mi escuela pero antes muerta que ser vista con ese ridículo uniforme." Gesticuló hacia mi uniforme de animadora con una expresión de asco. "A mí me gusta llevar ropa con estilo. Oh y cosas que me hacen ver tremendamente caliente."
"Más como cosas que gritan 'se vende'." Dije por lo bajo. Obviamente no lo dije lo suficientemente bajo porque Santana de repente giró la cabeza hacia mí con una mirada venenosa en sus ojos.
"¿Qué coño acabas de decir rubia?"
"Vamos a decirlo de esta manera…" Crucé mis manos sobre mi pecho desafiante. "Si yo te viera en la calle, ni siquiera me molestaría en preguntar cuánto. Simplemente huiría para que no me tocaras y que no me pegaras alguna enfermedad sexual."
Sus ojos se abrieron como platos y me miró boquiabierta.
Supongo que debería tener miedo de haber ido demasiado lejos. Algo dentro de mí se sentía horrible por haber dicho algo tan malo. Pero ya estaba cansada de soportar su mierda cada día. Así que la miré y esperé a que empezara el inevitable partido de gritos.
"Nadie me habla de esa forma, puta. Nadie." Santana se puso de pie y se acercó a mí con una oscura y malévola mirada en los ojos. Yo intenté no retroceder. "No me importa si nuestros padres están jodidamente casados y tú se supone que eres mi hermanastra ahora o lo que sea. Voy a hacer que desees no haber nacido nunca."
Y antes de que pudiera comprender qué había pasado, ella estaba sobre mí, tirando de mi pelo y arañando mi cara. Yo luché para apartarla de mí, silenciosamente agradeciendo mis años de entrenamiento en baile y en las Cheerios por los músculos que me permitieron empujarla lejos de mí cuando las dos caímos al suelo. Sentí un escozor fuerte cuando me abofeteó la cara y se lanzó de nuevo hacia mí.
"¡Ah! ¡Joder!" Gruñí, lanzando una rodilla en su estómago y viendo cómo ella se retorcía, el aire no salía de sus pulmones. Estaba sorprendida de mi propia reacción. Yo no era violenta. Supongo que ella realmente me había molestado.
"¡Te voy a matar!" Gritó Santana, dispuesta a atacar de nuevo mientras unos pasos subían las escaleras.
"¡Chicas! ¿Qué demonios está pasando? Parece que una manada de elefantes está correteando por aquí." Maribel apareció por la puerta justo a tiempo para parar a Santana de tirarse de nuevo sobre mí.
Hubo un largo periodo de tiempo de silencio incómodo mientras Santana y yo nos mirábamos la una a la otra, nuestra ropa arrugada y el pelo sobresaliendo por todos lados. Yo podía aún sentir el escozor en la mejilla en la que me golpeó.
"Nada." Dije rápidamente, levantándome del suelo y saliendo de la habitación.
Después de darme una ducha e intentar bajar mi temperatura, bajé las escaleras y fui al salón para ver la televisión. Y esa noche, cuando tuve que volver a nuestra habitación para ir a dormir, Santana ni siquiera me miró cuando entré. Simplemente hacía como si no existiera.
Creo que quizás es mejor así.
7 de diciembre, 2011
Nada cambió en realidad entre nosotras hasta ayer. Después de esa gran pelea hace unas semanas, Santana y yo apenas hablábamos excepto cuando era estrictamente necesario o nuestros padres nos obligaban a ser educadas durante la cena.
Me imaginé que si yo seguía a lo mío y ella se preocupaba de sus propios asuntos, estaríamos bien… al menos hasta que termináramos la escuela y después no tendríamos que vivir bajo el mismo techo nunca más. Por supuesto, tendríamos que seguir teniendo reuniones familiares a las que tendríamos que ir… pero de eso ya me preocuparé cuando sea el momento.
Aunque, la tensión se estaba volviendo insoportable. La mayor parte del tiempo, siento que no me puedo ni relajar en mi propia habitación así que hago mi tarea en el salón y termino acostándome en la hamaca del patio trasero cuando simplemente quiero relajarme. Cualquier cosa para evitar esa incómoda sensación que recorre mi espina dorsal cada vez que siento sus ojos estudiándome, duros y fríos como si despreciara cada aliento que tomo y pensara que no puedo ser más idiota ni aunque llevara una langosta púrpura con aviadores brillantes en la cabeza.
Pero no me importa. Soy feliz tal y como soy. Y tengo muchos amigos en la escuela a los que les gusto.
No creo que Santana pudiera decir lo mismo. En todo el tiempo desde que se mudó, creo que nunca la he escuchado hablar con nadie por teléfono con quien no estuviera ligando. Y casi nunca sale. Pero tengo mis sospechas de que se acuesta con gente por ahí cuando lo hace. Llega a casa muy tarde hecha un desastre y borracha.
Y estoy segura de que también sale con chicas. O al menos parecen chicas cuando la veo despedirse en nuestro patio delantero. No la espío ni nada. Sólo que la ventana de nuestra habitación está muy cerca de mi cama… y puedo escuchar sus suspiros y risas cuando son las dos de la mañana y todo está en silencio. Así que no es como si pudiera evitar mirar.
La verdad es, que a mí también me gustan las chicas. No es que nadie lo sepa. Y desearía que Santana y yo nos lleváramos mejor para quizás hablar con ella sobre cómo es ser gay.
Yo quizás sea segura con mi cuerpo y tenga montones de amigos pero, nunca he hecho nada más que besar a un chico. Y supe inmediatamente (incluso aunque tuviera sólo 14 años) que no se sentía bien… y cuando fue mayor y me di cuenta de que miraba a otras chicas en las Cheerios cambiándose de una forma no muy inocente… bien, yo quizás sea un poco lenta para algunas cosas pero definitivamente no soy tan tonta.
Estoy muy segura de que Maribel y mi padre no tienen ni idea de que Santana sale y se acuesta con chicas. Y no hay forma de que sepan nada sobre mí. Creo que ellos piensa que ambas somos bastante difíciles o algo. Y eso es por lo que ninguna de nosotras tenemos novio ahora.
Pero debería haber estado haciendo algo para mantenerme lejos porque por primera vez en mucho tiempo, Santana decidió hablar.
"Te van las chicas, ¿cierto?" Preguntó fríamente, sin apartar la mirada de la revista que estaba leyendo acostada en su cama.
Me quedé inmóvil al lado del armario. Estaba buscando algo para ponerme para una fiesta esa semana y sus palabras me pillaron completamente desprevenida. Me di la vuelta y traté de evitar el rubor de mis mejillas diciendo. "¿Qué? No."
"Sí, lo eres. Te he visto mirándome el culo. Y sé que siempre estás en la ventana espiándome cuando vuelvo de haber tenido acción con alguna chica."
Forcé hacía abajo un gemido de miedo. ¿Quién iba a imaginar que detrás de todas esas rabietas e insultos mordaces Santana era tan perspicaz? "No sé de qué estás hablando."
"Ajá. Seguro que no rubia." Rodó sus ojos y bajó la revista. "No me importa, ¿sabes? Quizás sea una zorra pero no te voy a sacar del armario ni nada. No soy tan cruel. Así que no le hagas un nudo a tus bragas rosas de lunares, ¿vale?"
Sentí el calor aumentando en mi cara y detrás de mis orejas. ¿Cómo coño sabía de qué color eran mis bragas? ¿A caso estuvo rebuscando en mis cajones cuando yo no estaba? "¿Por qué te importa?"
"No me importa." Se encogió de hombros y levantó su revista de nuevo.
"¿Entonces por qué dices eso?" Pregunté, moviéndome para sentarme en mi cama. Sentía demasiada curiosidad por saber por qué esta chica, la cual claramente odiaba todo de mí, se preocupaba en decir cualquier cosa sobre eso.
"Solo quería confirmar mis sospechas." Inclinó la cabeza hacia el lado pero continuó leyendo, imperturbable.
Y eso fue todo. No hemos vuelto a hablar de eso.
Yo sinceramente no sé qué pensar.
16 de diciembre, 2011
No estoy segura de lo que está pasando con Santana ahora. Ella me lanza esas extrañas miradas todo el tiempo. Me hacen sentir bastante incómoda. Es como si ella supiera algo de mí que nadie más sabe.
Bien, supongo que ella sabe algo que nadie más sabe. Pero aun así. No es solo eso. Es muy extraño y difícil de explicar. Y no creo que me guste eso.
No mucho después de que ella me confrontara sobre todo eso de "ser lesbiana", empezó a hablarme en algunas ocasiones. Incluso aunque siguiera habiendo algo muy duro y guardado en su cara, en algunas ocasiones decía cosas sobre el tiempo o me preguntaba si me gustaba alguna banda o una actriz o algo.
Además, yo dejé de evitar nuestra habitación tanto. Así que había veces en las que veíamos un programa de televisión o hacíamos la tarea al mismo tiempo. Y era como pasar el rato.
No sé si yo nos llamaría 'amigas'. Porque, ew… y como dije, la conversación era bastante mínima. Pero supongo que las cosas iban a mejor poco a poco. Que el borde espinoso está empezando a desaparecer.
Y ya definitivamente no siento como que estoy caminando entre brasas cada vez que pillo su mirada.
Simplemente no puedo apartar la cosa de que aún hay algo que no está bien entre nosotras.
Y en algún momento, me gustaría sentirme cómoda y relajada en mi propia habitación de nuevo.
Aunque ya no me siento tan enfadada, y no creo que ella lo haga tampoco, esa extraña tensión está siempre ahí.
No ayuda que me pille a veces a mí misma mirándola a ella también.
19 de diciembre, 2011
Anoche.
Anoche fue…
No sé.
Simplemente no sé cómo pasó.
Estaba lavándome los dientes en el baño cuando oí a Santana gritar como si el mundo se estuviera acabando. Yo rápidamente escupí la pasta de dientes y me enjuagué la boca antes de correr a nuestra habitación.
"¿Qué? ¿Qué pasa?" Grité, mi mirada corría por la habitación buscando el motivo de tanto horror.
"¡Hay una jodida araña en mi jodida cama!" Chilló desde encima del escritorio. Ella estaba acurrucada, con sus piernas encogidas sobre ella y apuntando hacia las sábanas enredadas.
Dejé salir una risas mientras me acercaba a las sábanas de seda de color rojo, viendo a una pequeña araña negra deslizándose sobre su almohada. Saqué un pañuelo de la caja de la mesita de noche y la aplasté con facilidad. "Bien… Se ha ido ahora." Sonreí.
"¡Sí, claro!" Gritó, sin moverse de su posición sobre el escritorio. "¡Donde hay una araña, hay como otras cien cerca! Leí todo sobre eso en como… un libro o algo. ¡Probablemente estén construyendo un nido en mi colchón ahora mismo, preparadas para saltar, trepar hasta mis orejas y dejar huevos en mi cerebro tan pronto como me quede dormida!"
Yo rodé mis ojos hacia ella. "¿En serio, Santana? No tenía ni idea de que fueras todo un bebé."
Estrechó sus ojos mirándome. "No soy un bebé, Brittany. Simplemente no quiero que mi cabeza sea un recipiente para desagradables orgías de arañas."
"Lo que sea. Me voy a la cama." Me reí, trepando en mis sábanas y metiéndome bajo ellas. "¿Apagarás la luz cuando acabes de flipar y vayas a dormir?"
"¿Qué? ¿En serio simplemente vas a tirarte ahí? ¿Dónde coño se supone que voy a dormir esta noche?"
"Un… ¿justo ahí?" Señalé su cama perezosamente, como si fuera la cosa más obvia del mundo.
"¡De ninguna manera! No voy a tocar esa cosa infectada hasta que al menos mi madre cambie las sábanas…" Se quejó Santana.
"¡Ugh! Deja de exagerar. Eso era como una mini araña. No es ninguna plaga. Ve a dormir al sofá de abajo si eres tan paranoica."
"¡No puedo dormir ahí abajo! He visto a gente poner sus sucios y desagradables zapatos en esa cosa." Ella sacudió la cabeza.
"Bien, no sé qué decirte entonces." Me encogí de hombros. "Lo siento."
Hubo un largo momento de silencio y cerré los ojos, instalándome de nuevo en la almohada y relajando mis músculos.
"¿Brittany?" Escuché la voz de Santana, de repente tímida.
"¿Mhm?"
"¿Puedo dormir en tu cama?"
"¿Qué?" No pude haberla oído bien.
Ella se aclaró la garganta y repitió la misma frase. "¿Puedo… dormir en tu cama?"
Sentí como si mi cerebro se hubiera derretido. Esa pregunta no tenía ningún sentido. Sí, era un grupo de palabras y sí, parecía algo que asemejado a una petición, pero de ninguna manera era algo ni parecido a la realidad.
"¿En serio?" Me escuché a mí misma preguntar. Mi voz sonaba muy lejos.
Cuidadosamente, Santana bajó del escritorio y apagó la luz. "Sí…" A pesar de la oscuridad, la vi morderse el labio e inquieta a los pies de mi cama, esperando. "¿Está bien?"
"Eh…" ¿Estaba bien? Esta chica, quien ha sido prácticamente mi enemiga mortal hace solo unas pocas semanas, ahora quería acostarse justo al lado de mí mientras dormimos. Era una locura. Pero, igualmente, contesté. "Supongo."
Con una breve sonrisa, trepó el colchón y se puso en el otro lado de la cama. Arrastrando los pies bajo las sábanas, la oí respirar un suspiro suave. "Genial."
Me di cuenta de que mis dedos estaban sujetando las sábanas por alguna razón. Esa extraña tensión había vuelto. Y algo más también. Algo que parecía un lote completo de mariposas.
¿Qué coño era eso?
Nos tumbamos en silencio durante unos largos minutos hasta que ella habló de nuevo.
"Sé que soy una zorra."
"¿Eh?" Sentí mis cejas arrugarse a la vez que me giraba para mirarla.
"No sé en realidad por qué soy así todo el tiempo… Es como, costumbre o alguna mierda."
¿Era esto el intento de Santana para una conversación real? "Está bien." Contesté tan indiferente como pude, girándome lejos de ella de nuevo. No estaba segura de que quisiera empezar esto. Hablar seriamente con ella era extraño. Y además, era tarde… y yo tenía práctica con las Cheerios por la mañana temprano.
"De todos modos…" Exhaló profundamente. "Lo siento."
Mis cejas se dispararon hacia arriba de mi frente. ¿Una disculpa? Wow. La verdad es que no me esperaba eso. Me giré totalmente para mirarla. "Yo también."
Ella estaba tumbada boca arriba y me dio una pequeña sonrisa.
Durante unos minutos, nos miramos la una a la otra. No estaba segura de por qué ninguna de nosotras apartaba la mirada o cuál era el punto de eso, pero estaba pasando.
Finalmente, Santana rompió el silencio. "Gracias por matar a esa araña por cierto."
Me perdí en mis propios pensamientos de nuevo. Esta nueva 'agradable Santana' me hacía sentir como en un bucle. "Sí… No lo menciones."
Todo esto fue súper confuso y decidí simplemente girarme de nuevo para intentar dormir. Podría pensar sobre todo eso en la mañana.
Y afortunadamente, Santana decidió dormir también.
22 de diciembre, 2011
Esto es solo…
No tengo palabras.
Santana continúa durmiendo en mi cama por las noches.
No sé por qué. Ella nunca hace nada. Ni siquiera roza mi pie accidentalmente ni nada. Yo simplemente me despierto, y ahí está ella, todo el pelo hecho un desastre y esparcido por mi almohada, con la boca medio abierta mientras respira.
Es raro. Y no estoy segura de si debería decirle algo o simplemente… no sé, fingir que no está pasando.
Aún no hemos hablado sobre esa extraña disculpa tampoco.
Con suerte algo pasará pronto. Esta incómoda tensión me está volviendo loca.
23 de diciembre, 2011
Bien, algo definitivamente pasó.
Mi padre y Maribel tenían alguna cena navideña del trabajo anoche así que se quedaron en un hotel.
Era viernes así que esperaba que Santana saliera con otra de sus folla-amigas.
Pero no. Nada.
Papá nos dejó dinero para comprar pizza para cenar. Después, yo vi El Rey León en el salón mientras que Santana estaba arriba escuchando su iPod y pintándose las uñas. Cuando más tarde, subí las escaleras y me preparé para dormir. La rutina de siempre. Me cambié en un top cómodo azul y mis pantalones cortos favoritos de algodón (con arcoíris y soles sonrientes). Me lavé los dientes. Me lavé la cara. Me quité la cola y me peiné el cabello. Y después entré en nuestra habitación para meterme en la cama.
Cuando llegué a la puerta, me quedé petrificada.
Santana ya estaba en mi cama.
Mi corazón comenzó a latir deprisa y no tenía ni idea de por qué.
No quería pensar en eso, pero no podía evitarlo. Ella se veía realmente sexy.
Las mantas estaban subidas solo hasta sus rodillas. Estaba llevando un camisón rosa pálido que nunca antes había visto y su oscuro cabello caía en ondas sobre la suave piel caramelo de sus hombros.
Tosí incómoda y apagué la luz como si nada fuera de lo normal estuviera pasando.
"Espero que no te importe." Susurró. "Mi cama me ha estado asustando desde el ataque de la gigante araña de la semana pasada." Ella rio secamente.
El sonido me hizo temblar por algún motivo.
No respondí. Simplemente cerré la puerta tras de mí y me moví hasta el otro lado de la cama, arrastrándome bajo las sábanas e inmediatamente girándome lejos de ella.
"Creo que necesito comprarme una nueva…" Divagaba.
Yo asentí. "Claro."
Escuché un suspiró y movimiento detrás de mí. "¿Brittany?"
"¿Mhmm?"
Cogió aire como si fuera a decir algo pero hubo una gran pausa y no dijo nada.
Sentí como ella se acostaba de nuevo en el colchón con fuerza. "Nada."
De nuevo, el silencio parecía que duraría décadas. Yo estaba al borde y no pude entender por qué.
Después, un movimiento de pies.
La cama se hundió y mis ojos se abrieron cuando los pies descalzos de Santana tocaron los míos tentativamente.
Ella no habló. Pero siguió moviéndose.
Deslizó una mano hasta la parte baja de mi espalda, rozó la piel de mi antebrazo y se posó sobre mi estómago.
No podía controlar el escalofrío que pasaba a través de mí… o la forma en la que mi corazón comenzó a latir en mis oídos.
Sentí la parte delantera de su cuerpo en mi espalda y por mi pecho pasó un calor sofocante. Sus dedos encontraron mi mano y comenzó a dibujar círculos perezosos en ella. Me estremecí, pero no se alejó. Podía sentir el sudor en la punta de mis dedos.
¿Por qué estaba haciendo esto? Pensé que me odiaba.
¿Y desde cuándo nos convertimos en amigas que se acurrucan?
Sin embargo, la siguiente parte fue la que más me impactó.
Calientes y suaves labios comenzaron a presionar en la parte trasera de mi cuello.
No había ninguna duda de lo que estaba pasando ahora.
Santana estaba coqueteando conmigo.
Santana, mi supuesta hermanastra, estaba en mi cama, abrazándose a mí, en cuchara, y besando la parte trasera de mi cuello.
Mierda.
"Eh… ¿Santana?" Me las arreglé para sacar las palabras, temblorosas sin embargo. Sabía que estaba respirando entrecortadamente. Sentía una oleada dentro de mí cada vez que sus labios se encontraban con mi piel.
"¿Quieres que pare?" Preguntó en voz baja. Sus movimientos cesaron y escuché lo nerviosa que estaba en su forma de hablar.
Me mordía el labio inferior y dudé durante un buen rato. Todo mi cuerpo estaba temblando y rogando por algo que nunca había sentido antes. La deseaba. Apenas podía creer que estuviera pensando en eso… Pero lo hice.
Deseaba a Santana.
No podía formar palabras, por lo que solo negué con la cabeza muy ligeramente.
Al parecer, entendió lo que quería, su mano había apartado el brazo que descansaba sobre mi estómago y la deslizó por debajo de mi camiseta.
Di un grito ahogado y me arqueé ante su toque por instinto.
"Joder Britt… Dime que pare." Era a la vez una súplica desesperada y un desafío. Su respiración era irregular y húmeda contra la parte trasera de mi cuello, me estremecí ante la sensación.
Sus uñas rascaron mi estómago y sus caderas me presionaban desde atrás.
Oí un gemido roto golpear mi garganta. Mis mejillas se sonrojaron por el ruido que ni siquiera era consciente de que pudiera hacer.
Estaba mal. Esto estaba mal en muchos niveles.
Nos odiamos.
Siempre estábamos peleando. Incluso una vez llegamos a las manos.
Vivíamos en la misma casa y compartíamos la misma maldita habitación.
Nuestros padres estaban casados.
Se suponía que éramos hermanastras, por el amor de Dios.
Y sin embargo, allí estábamos, moviéndonos juntas, prácticamente retorciéndonos en mi cama, presionándonos la una en la otra lo máximo posible, los labios de Santana chupaban un lado de mi cuello mientras yo gemía y temblaba y agarré la cadera que estaba meciéndose en mi culo.
No estaba segura de qué se había apoderado de mi cerebro, pero definitivamente no era yo.
La excitación caliente y pegajosa se extendió de forma rápida entre mis piernas y me dolía. Nunca había estado tan cachonda antes y ella apenas estaba haciendo nada.
Las manos de Santana acariciaron la parte inferior de mi pecho y mi mano tomó la suya para guiar sus movimientos. Mis pezones estaban duros y apretados. Estaban prácticamente rogando por su tacto. Y cuando finalmente sentí el contacto cálido de la palma de su mano en mi pecho, casi grito aliviada. Era el paraíso.
Mi cerebro inundado de líquido, paralizando el calor mientras apretaba suavemente y tomó mi oreja entre sus dientes. Todo estaba en llamas.
Llevé mis piernas hacia atrás rodeando sus caderas, mi cuerpo se retorcía alrededor.
"Dime que me detenga." Repitió jadeando y lamió el lóbulo de mi oreja.
Negué con la cabeza de nuevo, con más insistencia en esta ocasión, y gemí mientras pellizcaba mi pezón y jugaba con él girándolo entre sus dedos.
"Sabía que me deseabas." Sentí su sonrisa contra la delicada piel bajo mi mandíbula.
Odiaba que me pudiera leer. Odiaba que ella pudiera sentir lo que yo anhelaba, incluso antes de yo haberme dado cuenta de ello.
Pero tenía razón.
Miles de recuerdos de los últimos meses pasaron por mi mente como una vieja película. Su culo perfecto en vaqueros ajustados, su escote cuando se inclinaba para recoger algo de ropa de los cajones, el cosquilleo confuso que sentía cuando la veía con otras chicas en la acera de enfrente de nuestra casa, ojos oscuros que seguían cada movimiento… y esos gruesos y suaves labios, la lengua que lanza hacia afuera para mojarlos mientras leía un libro o se mordía las uñas nerviosa. La había deseado todo el tiempo. Y habíamos estado jugando este juego mucho más tiempo de lo que pensaba.
"Dilo Britt. Dime cómo de mojada estás por mí."
Gruñí en respuesta y me volví hacia ella, eliminando de forma eficaz sus manos de mi cuerpo. Incluso ahora, ella estaba pasando mis límites. Mi sangre hervía de ira y lujuria.
"Vete a la mierda." Le dije y me lancé a su boca, dándole un beso ardiente y contundente.
Ella gimió y se aferró a mi espalda mientras me chupaba el labio y metí la lengua en su boca.
Una de sus manos encontró su camino a mis pantalones y pensé que moriría allí mismo. Nadie jamás me había tocado… y probablemente debería haberme sentido vulnerable y expuesta… Probablemente debería haberme sentido avergonzada de que ella pudiera sentir lo mojada que estaba… pero yo estaba demasiado ida, perdida en el momento y era una esclava del deseo. Me estremecí sin control.
Sin pensarlo, moví mi mano entre nuestros cuerpos hasta debajo de su camisón. No llevaba nada debajo. Mis ojos rodaron ante la idea.
Sus caderas sobresalían cuando imitaba sus acciones y luego el aire se hizo diez veces más caliente y más pesado… si es que eso era posible. Se sentía increíble. Tan caliente y suave y resbaladiza. Era como el paraíso.
Claro que me había tocado un par de veces en el pasado, por simple curiosidad. Pero esto era completamente diferente. Ella encontró mi clítoris con facilidad y comenzó a hacer los más increíbles, círculos cerrados, poniendo la cantidad justa de presión. Gemí y enterré mi cara en su cuello húmedo por el sudor, tratando desesperadamente de seguir su ejemplo.
Olía a miel y hojas frescas de té verde.
Nos presionábamos la una contra la otra, uniendo nuestros centros y sabiendo todo el tiempo que lo que estábamos haciendo estaba increíblemente mal. Pero de alguna manera sólo lo hizo más emocionante.
Cuando sus dedos detuvieron sus movimientos persistentes contra mi clítoris y se sumergieron abajo, yo la perseguí a ciegas, sintiendo en el fondo de mi mente lo que iba a suceder, pero sin llegar a creerlo tampoco.
Santana me estaba quitando la virginidad. Y yo no me atreví a sentirme mal por ello.
Con un lento empuje sincronizado, estaba dentro de mí y yo enterrada en ella. Su muslo se había agarrado a mi cintura, elaborando movimientos en perfecta sintonía.
El mundo a nuestro alrededor se detuvo y lo único que podía escuchar eran sus quejidos y gemidos ahogados mezclados con los sonidos que escapaban de mi propia boca. Era casi como una experiencia extrasensorial. Cada vez que ella mordisqueaba mi oreja y rozaba mi clítoris con el pulgar, me sobresaltaba y corría a hacerle lo mismo con mis propios dedos, necesitaba que se sintiera de la misma manera.
No pasó mucho tiempo hasta que todo se volvió frenético y apresurado. Nuestros empujes se hicieron más fuertes y rápidos en el interior, apretando nuestros centros, y nuestras bocas se encontraron de nuevo para darse un beso sin aliento… y cuando ella jadeó mi nombre, caí en la ingravidez.
Sentí que mi cuerpo liberaba una ola tras otra del placer. Mis músculos se contrajeron y envolvió sus dedos dentro de mí. Y mejor aún, sentí que ella hacía lo mismo, temblando a mi alrededor.
El momento se prolongó durante mucho tiempo, un terremoto de ruidos salpicado de réplicas maravillosas, pero cuando finalmente nos relajamos de nuevo, yo sabía que la realidad había vuelto a mí.
Pavor. Miedo. Arrepentimiento. Todo se precipitó a través de mi pecho como una cascada.
Estaba tumbada junto a Santana, respirando con dificultad, sintiéndola dentro de mí y mis propios dedos escondidos en lo profundo de su lugar más íntimo.
¿Qué diablos acabábamos de hacer?
