A/N: ¡Y de vuelta a las andadas! Varias cosas que decir:
-Esta historia es AU en el que Tamaki y compañía son los "plebeyos", mientras que Haruhi es la chica adinerada. Voy a jugar bastante con la historia, así que es muy probable que haya personajes que no aparezcan hasta más tarde.
-El rating es alto porque se describe abuso escolar (o bullying, como lo conozcáis), cosas psicológicas y situaciones más complejas más tarde que no puedo describir o destriparía la historia ;)
-Los derechos de Ouran High School Host Club pertenecen a Hatori Bisco.
Capítulo 1
El despertador sonó de nuevo, con su pitido estridente. Como las tres veces anteriores, lo apagó de golpe y no se movió de la cama. Estaba seguro de que su madre lo había oído desde la primera vez, pero Tamaki seguía escuchándola ir de un lado a otro de la cocina, moviendo platos y el "clic-clic" de sus zapatos de tacón sin parar ni un segundo. Suspirando, se sentó en la cama y se quedó mirando la pared de su habitación, que le devolvió la mirada desnuda y fría de la pintura blanca. Perdido en sus pensamientos, no se percató de que su madre se había acercado a su puerta y los golpecitos en la madera lo sacaron de sus cavilaciones.
-Réveille-toi, Tamaki. Ou vous allez être en retard.
-Je suis réveillé, maman.
Habiéndole asegurado a su madre que estaba ya despierto, suspiró y se levantó lentamente de la cama, acercándose a su escritorio donde se paró a contemplar la caja que desde hace semanas no se había movido ni un centímetro: su madre, Anne, había llegado un día con ella y la había dejado sobre la madera, y Tamaki había hecho lo máximo posible por ignorar el símbolo de la flor de loto que había sobre la tapadera durante todo ese tiempo.
-Tamaki, le temps!
-Oui, oui!
Demasiado tarde para ignorarla ya. Cogiendo la caja con una capa de polvo que Tamaki había visto aumentar día tras día, la dejó a un lado y miró el uniforme azul celeste que había dentro de ella. Al menos no era una chica: le habían asegurado que el uniforme de ellas era color amarillo, lo que haría que Tamaki llamara aún más la atención con el pelo tan rubio que tenía. A toda prisa (porque al fin y al cabo su madre tenía razón, se le estaba haciendo tarde) y sin pensarlo mucho, se puso la camisa blanca y el jersey azul, que le venía un poco grande en las mangas "para que le quedara bien si daba un estirón de última hora" y los pantalones negros cuya tela le picaba en la piel. Cogiendo papel, lápiz, su cartera y su móvil lo echó todo en su mochila marrón y salió de la habitación, parando a lavarse un momento la cara y coger una tostada que su madre le tendía.
Pese a que Anne le deseó suerte en su primer día de instituto, Tamaki no tenía muchas esperanzas.
-Aparta, chico nuevo -precisamente por eso, se lamentó Tamaki mientras se masajeaba el hombro en el que un chico le había golpeado a propósito. Nadie podía ignorar el pelo rubio y sus ojos azulados, con lo que destacaba enseguida entre la muchedumbre de chicos y chicas japonesas, con sus ojos rasgados y pelo oscuro.
Como ya había comprobado esta mañana, los pantalones del uniforme no paraban de rasparle la piel y estaba seguro de que a ese ritmo al final de la semana se habría hecho sangre en la piel de tanto rascarse. Pero lo que peor llevaba, aparte de todo eso, eran las miradas de la gente: era raro que apareciera un alumno nuevo sólo para el último año de instituto, y aún más si ese alumno era del extranjero.
-Hola, soy Tamaki Suoh y vengo de Lyon, Francia.
-Hola, Tamaki -respondieron algunos de los alumnos a coro, soltando unas risillas mientras el resto de la clase no paraba de susurrar entre sí.
-A ver, chicos -elevó la voz el profesor, que en ese momento parecía arrepentirse de haber hecho a Tamaki presentarse delante de todos en clase-. Comportaos, dad buen ejemplo a Tamaki. Que no crea que en el Instituto Loto somos unos maleducados -por las últimas filas alguien contestó una gracia que varios rieron: era el mismo chico que había chocado con Tamaki en el pasillo-. Puedes sentarte detrás de Kyoya, hemos puesto un sitio libre para ti.
-Eso, poned a todos los raritos juntos -susurró el mismo chico lo suficientemente alto como para que Tamaki pudiera oírle cuando pasó por su lado. Ignorándole, sonrió a un joven delgado y con gafas, que supuso era Kyoya porque estaba sentado frente a la única mesa vacía de clase, pero el otro ni siquiera levantó la mirada del libro que estaba leyendo.
-Comencemos, pues. Os voy a repartir los horarios y después a daros algunas indicaciones para estudiar durante este curso, que como sabéis al final tendréis los exámenes para entrar en la universidad... -al comenzar a hablar el profesor, Tamaki pudo observar por primera vez realmente a su clase. La mayoría de chicos se echaron hacia atrás en sus asientos, suspirando como si aquello fuera una tortura y sacando el móvil por debajo de las mesas para hablar unos con otros o ver vídeos en YouTube (el chico de al lado de Tamaki, que le lanzaba miradas asesinas cada vez que le pillaba siquiera mirando hacia su lado, tenía el volumen encendido y todo). Por su parte, la mayoría de chicas estaban mascando chicle o mirándose el pelo, también con los móviles por debajo de las mesas y sólo unas pocas se molestaban en apuntar una cosa o dos de las que el profesor decía.
El único que parecía tener algún interés en estudiar allí era Tamaki. Y, bueno, Kyoya, porque cuando se asomó por encima de su hombro vio que el libro en el que estaba enfrascado era de anatomía humana.
Estaba claro que aquello no era el refinado colegio al que Tamaki había ido en Francia, pero claro, aquel se lo podían permitir porque aún tenían dinero de la herencia de su abuela materna. Cuando se acabó, su madre no quería que toda la ciudad supiera que estaba arruinada y decidió volver a Japón, país en el que por alguna parte estaba el padre de Tamaki. El mismo padre que abandonó a Anne sin siquiera saber que estaba embarazada.
Observando a sus compañeros de clase, Tamaki no se dio cuenta de que la hora ya había pasado hasta que el ruido de las sillas arrastrándose en el suelo y los gritos del resto lo despertaron. Mientras recogía recibió un par de golpes con las mochilas de algunos de los chicos, que se reían entre ellos haciéndose gracias, pero a su vez vio cómo algunas de las chicas le guiñaban un ojo o le sonreían coquetamente. "Allí vas a triunfar, con este aspecto exótico y europeo" le dijo su madre, en un intento de animarle cuando le declaró que se mudaban a Japón. Quizás en ese aspecto Tamaki tendría algo de suerte.
Intentando recoger el papel en blanco (¡y tenía esperanzas de empezar bien el curso!, al día siguiente no podía despistarse de esa manera) y su mochila lo más lentamente posible para no tener que cruzarse con el grupo de los que parecían los matones de la clase, Tamaki se quedó a solas con Kyoya.
Era el momento de socializar.
-¡Hola! Me llamo Tamaki Suoh. Bueno, ya lo he dicho antes pero aun así... -a falta de algo que decir, se quedó ahí de pie junto a Kyoya, que miraba alternativamente su mano extendida hacia él y su cara con el ceño fruncido.
-Kyoya Otori -dijo finalmente el chico-. Aquí solemos inclinarnos ligeramente, no darnos la mano. Más te vale ir aprendiendo esas costumbres -añadió con todo cortante mientras cerraba su mochila y se la echaba al hombro-. Suerte en este instituto. Tienes suerte de que sólo tengas que soportarlo durante un año.
Y con eso Tamaki vio cómo Kyoya salía de clase, dejándole solo.
-Al menos me ha deseado suerte, ya es un paso hacia la amistad eterna -suspiró, irónico, dirigiéndose también a la puerta y maldiciendo su suerte.
No podía echarle la culpa a nadie, su madre hacía lo que podía y si lo que se podían permitir era un instituto a una hora andando de casa, en un barrio peligroso y con gente nada amable, Tamaki no se iba a quejar.
Aunque eso no significaba que estuviera que estar feliz por ello.
Y Tamaki había sido un joven muy feliz.
En Francia.
Pero ahora estaba en Japón, en la otra punta del mundo, sin ningún amigo ni conocido, con unas costumbres totalmente diferentes y una comida que no estaba seguro de querer probar y encima en...
-¡Aparta, aparta! ¡Me toca a mí!
Dejó de lado sus quejas mentales y de darle patadas a la lata de Coca-Cola que iba arrastrando desde la puerta del instituto al oír los gritos. Venían de un callejón que acababa de pasar, y de alguna manera la voz le era familiar. ¡Y cómo no iba a serlo! Al asomarse discretamente pudo ver el ya conocido uniforme azul celeste del Instituto Loto, y las cabezas rapadas de los matones de su clase. Pero no fue eso lo que realmente le hizo quedarse a mirar, sino la figura a la que mantenían contra la pared: era Kyoya Otori.
El cabecilla de la banda, el más alto y corpulento y el mismo que había golpeado esa misma mañana a Tamaki y los había llamado "raritos", estaba a un lado apoyado en el muro de ladrillo fumando mientras su grupo se dedicaba a turnarse sujetando y pegando a Kyoya.
-¿Nos has echado de menos este verano, empollón? -rió uno, el que en ese momento estaba propinando puñetazos al estómago de Otori que no se podía defender con un solo brazo libre del agarre de los otros-. Nosotros sí, no es lo mismo pegarte a ti que al saco de boxeo.
-Habíamos pensado en dejarte en paz durante una temporada...
-¿Pensado? -alcanzó a oír Tamaki decir a Kyoya entre los dientes por el dolor- Vosotros no sabéis lo que es eso... ¡ugh!
-¡Cállate!
-Si vuelve a hablar -dijo tranquilamente el cabecilla desde su posición alejada del resto-, pegadle en la cara, que se vea -exhalando la última calada de su cigarro y tirándolo al suelo, se acercó a Kyoya y lo cogió por el pecho de la camisa, apartando al resto-. Fíjate lo buenos que somos, que no te hacemos marcas en lugares donde la gente las vea y te pregunte, "¿Qué te ha pasado? ¿Eres tan nenaza que aún te pegan en el instituto?" -todos los chicos se rieron a carcajadas del comentario, y el otro dejó caer a Kyoya al suelo, donde se hizo un ovillo.
-¡Joder, tíos! Aquí no tiene ni un yen... -se quejó uno de los chicos que había volcado la mochila de Kyoya en el suelo del callejón- Sólo libros y libros llenos de letras, tío. Ni una revista, ¿sabes lo que son las fotos, empollón? ¿Los dibujos?
-Déjale, vamos a ver si comemos algo por ahí -declaró el cabecilla, encendiéndose otro cigarro y aprovechando que daba la vuelta sobra sí mismo para darle otra patada a Kyoya en la espinilla, que no se movió ni hizo sonido alguno.
Al ver que se dirigían hacia la salida del callejón donde estaba él, Tamaki se dio la vuelta y echó a correr por la calle, apartando a la gente de su camino que se quejaban de "¡la poca educación que los jóvenes tenían hacia sus mayores!".
La caminata que por la mañana había durado una hora se la recorrió en menos de media, llegando a casa sin aliento y temblando tanto que tuvo que hacer tres intentos para acertar con la llave en la cerradura.
-Bonjour, Tamaki! Comment... Tamaki? -sin responder siquiera a su madre, pasó de largo y entrando a su habitación cerró la puerta tras él, apoyándose en ella y dejándose caer al suelo. Fue entonces, cuando las piernas le temblaban tanto que no le sostenían y las lágrimas involuntarias le caían por las mejillas que lo sintió de verdad.
Quería volver a Francia, jamás sobreviviría solo en Japón.
