Verweile Doch – Faust's Love Fan fic por Ely Asakura

¿Cómo es que todo había sucedido tan rápido? ¿Cómo es que le había sucedido a el? A el, cuya vida siempre había estado rodeada de desgracia, su propia familia era la prueba de esto. Desde pequeño sus padres lo habían decidido por el, sería un doctor como el resto de la familia. Si, el, aquel niño de no mas de 10 años ya estaba pensando n su futuro. No le disgustaba la profesión, pero tampoco lo emocionaba. El invierno de ese año había sido particularmente duro con los pueblos alemanes, y esa mañana no era la excepción. Fausto se vistió tan rápido como pudo y salió de su casa, comenzaba a correr hacia la biblioteca del pueblo cuando al pasar por una casa vecina sintió unos débiles golpes en el cristal.

Una cara sonriente, entrecubierta por largos cabellos rubios, lo saludaba por detrás de la ventana cerrada.

-"Eliza"

Ya desde que tenían cinco años se conocían. Ella no hablaba con muchos niños de su edad, era muy tímida y hasta algo introvertida, pero siempre le sonreía a fausto. Le sonreía de tal manera que pareciera guardarse todas sus alegrías para demostrarlas en ese momento. Fausto siempre se regocijaba ante esa muestra de afecto, tan simple. Sin dudad Eliza era su primer amor, aunque el nunca se lo podría decir. La madre de Eliza ya había arreglado su matrimonio con uno de los hijos del viejo Gunter. Ella no lo quería, ella hubiera preferido que Eliza eligiera a su compañero, pero desde la muerte de su marido que el dinero escaseaba y ella no deseaba que Eliza tuviera la misma vida miserable que tuvo ella. Ocasionalmente, Gunter las visitaba con su hijo Frank, un niño sumamente feo, similar a un cerdo pequeño. Iba a la misma escuela que Fausto, y nunca desaprovechaba la oportunidad de golpearlo. Fausto hacía que esa tarea fuera muy fácil, no quería acusarlo ya que eso le traería aun más problemas, y no lo hablaría con Eliza para no entristecerla, fausto ya estaba acostumbrado a sentirse solo. En su casa se sorprendía si alguien le dirigía la palabra para decirle algo que no estuviera relacionado con sus estudios. Pero ya no le importaba, la hermosa sonrisa de Eliza era su fuente de alivio, el sentir que alguien sonreía, por el simple hecho de verlo a el. Fausto la contempló por una milésima de segundos, hasta que sus nervios hicieron que se le cayeran los anteojos, y luego todas las monedas que llevaba al tratar de levantarlos. Recogió todas su pertenencias y miró rápidamente a Eliza, quien reía simpáticamente ante el rostro sonrojado de Fausto que la miraba desde la calle, al parecer, el también notó este detalle y se hecho a correr.

-"Que estúpido... Como puedo ser tan estúpido..."-se acomodó los lentes y siguió caminando hasta la biblioteca que todavía estaba cerrada.-"Pero no entiendo el por que... Eliza lleva mucho tiempo dentro de su casa. Ella solía salir más a menudo. Pero ni siquiera puedo ir a visitarla, mi madre me dice que es lo mejor... pero no se ve enferma... Eliza..."

-"Si sigues ahí sentado te congelaras, ¿porque mejor no me acompañas adentro y esperas a que termine de abrir todo para que te de tus libros?"- Una mujer rubia había interrumpido sus pensamientos. Lemilia era una mujer joven muy seria y estricta, con largos cabellos rubios. Aunque con fausto era diferente, siempre habían tenido una relación de carácter más maternal. Ella lo veía diariamente ir y venir con pesados libros o simplemente sentado por horas leyendo. Era ella quien le contaba a fausto lo que estaba pasando en el pueblo y especialmente con la familia de Eliza, pensaba que Fausto era lo suficientemente maduro a pesar de su corta edad y el tenía tanto derecho como cualquier otro a conocer la situación de la persona a la que el mas apreciaba.

La siguió dentro del pequeño edificio, se sentó en una butaca que estaba libre y observó a Lemilia correr las cortinas y ordenar un poco su escritorio.

Después de un rato, ella le entregó unos libros que el había seleccionado mientras esperaba y lo vio salir corriendo torpemente de la biblioteca.

-Mmh... Chico raro.

Al llegar a su casa, dos hombres salían de la casa de Eliza y caminaban hacia el final de la calle. La madre de Eliza los miraba con la vista perdida, hasta que giraron en la esquina, luego entró con la cabeza a gachas.

Fausto la observó, pero ella no notó su presencia, no notó a esos tristes ojos azules que la examinaban. Esos ojos que habían notado que algo extraño estaba pasando en esos momentos.

Subió a su habitación y trato de estudiar, pero solo podía pensar en Eliza, su rostro alegre le volvía a la mente, cada vez que leía una palabra.

Pasaron los meses y las visitas de los hombres eran cada vez mas frecuentes, y el veía cada vez menos a Eliza. Solo podía verla al pasar por su ventana, por donde ella lo saludaba diariamente. Sus ojos denotaban una nostalgia profunda, en esa niña tan alegre, las sonrisas fingidas eran muy fáciles de descubrir. Nadie decía nada ni en la escuela ni en su casa sobre Eliza. Todo el pueblo evitaba hablar sobre la familia de ella, su nombre se había convertido en un tabú, hasta esa fatídica noche de diciembre.

Antes de que Fausto logrará llegar al umbral de su casa un grito de desesperación corto el silencio de esas solitarias calles. De la casa de Eliza, el viejo Gunter salía mientras sostenía a su hijo por el hombro, quien giraba la cabeza para ver a la mujer que corría tras su padre.

-Por favor no nos haga esto!! No se da cuenta que... que ella...

-Y que demonios me importa a mi esa miserable niña bastarda! ¡Tendría que haberle hecho caso a aquellos que me decían que su sangre estaba podrida! ¡Y pensar que casi soy el responsable de que mi hijo contrajera matrimonio con esa rata de alcantarilla!

Algunas personas se asomaban por las ventanas para ver lo que sucedía. Mientras la madre de Eliza lloriqueaba tras el viejo, Fausto vio que la luz del cuarto de Eliza estaba encendida, sintió un gran impulso de golpear al viejo hasta que pagará por lo que dijo. No por lo que dijo en si, sino porque Eliza lo había oído y el que la lastimaran le dolía mucho más que cualquier otra cosa. Luego de quedarse tumbada en el medio de la calle, la madre de Eliza volvió en sí y entró en la casa. Fausto permaneció allí... temía por Eliza, pero no estaba dispuesto quedarse con los brazos cruzados.

-Mmh? ¿Dijiste algo?-Le preguntó Lemilia

-Es que...

-habla mas fuerte, nunca puedo escuchar bien lo que dices...

-Es que yo quería preguntarle por... por...-Fausto no sabía exactamente por donde empezar, o cambiar el tema para no hacer una pregunta cuya respuesta probablemente no obtendría. Nadie había mencionado el episodio de la semana anterior, pero el confiaba en que Lemilia lo ayudaría.

-¿Quieres saber de Eliza, no es así?

-a... Así es.

-Pues, imagino que... tarde o temprano tendrás que enterarte.

-¿De que?

-Mira, yo se que es muy difícil que entiendas esto a tu edad, pero tu amiga Eliza...-

Lemilia tomó una bocanada de aire y entrecerró los ojos, pero continuó al ver el rostro de Fausto, que parecía suplicar una explicación de inmediato.- "Ella no esta nada bien, hable con su madre hace poco y los médicos no entienden el porque. Eliza, ella... aparenta estar bien físicamente, pero sufre de fatigas y vómitos de sangre. Creen que es una enfermedad crónica, varios de su familia ya la han padecido.

-Pero entonces... podrá seguir viviendo tranquilamente, ¿no? Después de todo, no es la primera vez que sucede, ¿verdad?

-Todos querríamos eso, pero... puede que viva bastante tiempo, tras someterse a varios tratamientos, pero... con los conocimientos de la medicina actual, Eliza... si tales hemorragias continúan... no llegara a la edad adulta. Tu sabes que yo no te diría esto si no fuera realmente necesario, no quiero que te sorprendas, no quiero que recibas tal noticia cuando ya sea demasiado tarde.

-¡Pero! Pero! Todavía pueden descubrir una cura! Todavía! Todavía tiene una oportunidad... todavía la pueden salvar!

-Fausto...

-No!!!

-Fausto...Eliza morirá ... No hay nada que los doctores puedan hacer.

Eliza? Eliza moriría? Así como así?! No volvería a oír su voz, no volvería a ver su sonrisa, no volvería a verla, no podría estar con ella... nunca... No lo aceptaría. No sabía si ese sentimiento siempre lo había tenido o había surgido en ese preciso momento. No le importaba que todo el mundo muriera en ese preciso momento, no le importaría morir en ese momento, si podía salvar a Eliza.

Pero, aunque no tuviera cura, Eliza estaba viva, Eliza todavía estaba viva... solo tenían 10 años, solo 10, eso le daba tiempo suficiente como para poder salvarla. El lo haría, el la salvaría.

Por tanto tiempo de soledad, Eliza había sido su única amiga, su sonrisa era su unico apoyo. No la salvaría en un acto egoísta, para no perder su alivio.. solo lo haría para que ella siguiera sonriendo, con o sin el.

Era lo único que hacía, estudiar, estudiar, estudiar... A nadie en el pueblo parecía importarle la salud de Eliza, pero el no la dejaría sola, el la salvaría.

Por lo menos ahora se le permitía visitarla, su madre decía que su presencia le haría bien a ella, que solo cuando estaba jugando con el se la veía realmente feliz. Aunque nunca lo dijeran, a medida que pasaban los años, ambos estaban al tanto de la situación. El sabía que ella moriría, ella sabía que el trataba de salvarla. Nunca dejo que ella le dijera que detuviera sus estudios, nunca le permitió perder la esperanza. El, quien siempre había sido tan indiferente ante todas las cosas... Pero ahora todo lo demás no le importaba, no sería un doctor para satisfacer a su familia, no lo sería solo porque a el le gustara.. Lo sería para salvar a Eliza.