Rodeado por los fiordos de la antiquísima Dinamarca, donde los países y territorios eran completamente distintos, existió un reino llamado Islas del Sur; allí gobernaba un rey y su familia. Pero esta familia fue llamada "La Familia de la Mala Suerte" por los historiadores y aficionados de las historias del norte de Europa.

En aquellas tierras de las Islas del Sur gobernaba el rey Henning con su esposa, Hanne, y sus trece hijos (en orden de mayor a menor): Hauk, Christer, Ejnar, Gergers, Riki, Stein, Keld, Knud, Ake, Jarl, Kennet, Mogens y Hans, formando la familia Westerguard.

Los años fueron pasando, y una enfermedad terminó con la vida de Henning. Dominada por la angustia, Hanne se creyó incapaz de dominar sin su marido y en ese estado; de esa forma, abdicó.

Como Dios manda, el mayor es el heredero a la corona, así que ese puesto quedó a cargo de Hauk, que tenía un buen ojo para controlar todo y ser un buen monarca para su gente. El siguiente hermano, Christer, entregó su vida a la religión y se hizo cura. El resto de los hermanos siguieron con su vida como príncipes.

Entre los mayores hubo una gran serenidad, pero dicen que lejos de ellos, y a puertas cerradas, los menores la pasaban en grande entre chistes y bromas pesadas; más si se trataba del pequeño Hans, más si lo molestaban Jarl, Kennet y Morgens.

Se cuenta que este muchachito, como todos en la familia, tenía una gran afición por leer y curiosear. Pero su imaginación volaba tan alto que se entusiasmaba con el día en que finalmente se convertiría en rey. ¿Pero qué niño nace sabiendo sobre el linaje real?

Así es como el niño se volvió el centro de las bromas y carcajadas de sus hermanos, exceptuando los mayores, por años. Luego, no sólo era su ilusión con ser rey, sino también cada cosa que él hacía mal. Con el tiempo, Hans se volvió frío y rebelde, respondía desafiante y sus hermanos lo seguían teniendo en la palma de sus manos con sus respuestas.

No se sabe qué fue del pequeño príncipe, pero el nombre de este relato se debe a él, que es el número trece de sus hermanos, que para los jugadores y supersticiosos, es el número de la mala suerte.