Disclaimer: Los personajes de Ed, Edd y Eddy le pertenecen a Danny Antonucci.
Hizo su mayor esfuerzo para tratar de mantener la concentración y prestar la atención pertinente al señor Lowell, su profesor de biología. Se trataba de la primera clase que tendrían sobre reproducción, y no quería perderse absolutamente nada. El tema
en sí le apasionaba; siempre había pensado que la transformación de una sola célula en un organismo completo era algo sencillamente fascinante.
—Y como les iba diciendo, la meiosis es un proceso de división celular, pero no como la mitosis. Su función es totalmente diferente, ya que…
El muchacho tomaba nota de cada palabra que iba diciendo el señor Lowell. No podía perderse de nada; no quería perderse de nada. Pero estaba comenzando a distraerse. Dejó el lápiz unos segundos al lado de la mesa, para tomar una bocanada de aire
y poder concentrarse de una vez por todas.
A su lado, se encontraba la razón (o más bien, lo contrario) por la que estaba tan distraído en esos momentos.
No mires, Eddward. Concéntrate. No mires.
Sin embargo, no pudo evitar desviar su mirada al lugar equivocado.
El pupitre junto al suyo se encontraba vacío; y claro, para Eddward eso no sería un problema si tan sólo fuese porque su compañero se encontraba ausente, o algo así. No, no. Era algo bastante más molesto que eso. La gente podía ausentarse, por enfermedades
o compromisos importantes. Si ese fuera el caso, entonces estaría sólo ligeramente incómodo, por la asimetría que eso producía en el ambiente, el efecto visual no sería tan potente como para distraerlo. Sin embargo, su mente no dejaba de decirle que
había algo fuera de lugar, y eso estaba impidiendo que se lograra concentrar.
Y era porque sabía que se trataba del pupitre de Kevin, y que no estaba ausente ni mucho menos.
El atleta había adquirido en los últimos meses el pésimo hábito de llegar tarde a todas las clases de biología. Y eso estaba poniéndolo francamente nervioso.
Edd pasaba prácticamente toda la clase frotándose las manos, aguardando el momento en el que el pelirrojo cruzaría por esa puerta, para interrumpir todo su proceso de aprendizaje (bueno, el de él y sus compañeros).
¡Incluso! A veces, cuando el profesor Lowell comenzaba a explicar algún proceso celular, se preguntaba cada diez segundos si iba a poder terminarlo antes de que llegara Kevin, entorpeciendo todo, y avanzara entre los pupitres hasta llegar al suyo (justo
al lado de Edd), haciendo mucho ruido y apenas disculpándose por las molestias.
Eddward no se enojaba, pero durante las últimas semanas, Kevin estaba logrando llevarlo a los límites de su paciencia.
—… Y en el caso de las mujeres, la división se detiene dos veces. —Cielos, realmente necesitaba prestar atención, el señor Lowell estaba comenzando a mirarlo extraño—. Eddward.
Cielos, cielos.
—¿Sí, profesor? –contestó inmediatamente, tratando de ocultar su nerviosismo.
—¿Podría decirnos cuándo y en qué etapa se detiene exactamente la división? —preguntó el hombre. Edd suspiró aliviado, sabiendo que podía contestar esa pregunta.
—Ciertamente, profesor. La división se detiene por primera vez en profase I, durante la etapa embrionaria. Se reanuda en la pubertad, y allí se detiene en metafase II, hasta la fecundación.
—Excelente —dijo el señor Lowell sonriéndole—, como dice el señor Marion, la división meiotica no termina para el ovocito II hasta la fecundación…
Era realmente una coincidencia que hubiese estado leyendo sobre el tema tan sólo unos días atrás, de otra manera, jamás habría podido contestar esa pregunta. La idea de no poder responder algo en clase sencillamente lo hacía sentir enfermo.
Suspiró de nuevo, tratando de retomar la clase. Frotaba sus manos. El pupitre a su lado seguía vacío.
Miró el reloj de la pared. Si sus observaciones eran correctas, el retraso de Kevin siempre era de más o menos veinte minutos. Considerando el tiempo que ya había transcurrido, el pelirrojo debía abrir la puerta más o menos…
Ahora.
—Lamento la tardanza, señor Lowell.
Kevin venía algo agitado, como si hubiese corrido para llegar. Traía el pelo mojado, y lamochila sobre los hombros. Miró a la clase con una expresión que Edd no pudo identificar del todo, pero absolutamente lejos de la mortificación que debería
estar sintiendo.
Vio como hacía un gesto para saludar a Nazz y se dirigía en calma a su asiento. Oh bien, Kevin había llegado tarde otra vez, pero bueno. Por lo menos ahora todo estaba en su lugar…
—Señor Barr.
Todos sus compañeros se quedaron en silencio unos segundos, dirigiendo su mirada al pelirrojo. Edd no fue la excepción.
El aludido no parecía nervioso en absoluto, es más, se mantuvo bastante calmado mientras se quitaba la mochila de los hombros y la colgaba en su silla. No fue hasta que el señor Lowell tosió bastante fuerte que Kevin le dirigió la mirada. Puso una cara
casi de incredulidad a su maestro, y se detuvo luego a mirar a sus compañeros, como si no entendiera lo que estaba pasando.
—Llega más de veinte minutos tarde, otra vez —soltó su maestro, recalcando lo reiterativo de las tardanzas de Kevin. Él sólo se encogió de hombros.
—No volverá a pasar.
Hizo un amago de sentarse, pero el profesor alzó la voz nuevamente, esta vez dejando entrever en su tono de voz su molestia.
—No me parece aceptable. He tolerado su comportamiento por semanas, pero existen límites en todas las cosas.
Edd no pudo evitar pensar que su maestro estaba equivocado; no por la parte donde regañaba a Kevin, no, sino porque se le ocurrían muchísimas funciones donde el límite no existía. Contuvo el deseo de aclarárselo a su profesor, adivinando que no vendría
al caso, pero lo mantuvo en mente.
—Retírese, señor Barr, hoy no entrará tarde a esta clase —ordenó el señor Lowell, luego de esperar en vano que el pelirrojo dijera algo.
—¿Qué? —preguntó confundido Kevin.
—Su comportamiento no es aceptable. Me encargaré de que esto llegue a conocimiento del director.
—Oh, no —dijo de pronto Kevin, verdaderamente asustado—. Por favor, no haga eso.
—No está en posición de pedir cosas, señor Barr.
El resto de los adolescentes se mantenía en silencio. Por lo general, Kevin Barr era sinónimo de intocable. El capitán del equipo de Baseball tenía tanta influencia sobre la escuela, que incluso los profesores lo trataban como si las reglas no aplicaran
para él.
Bueno, eso hasta ahora. El señor Lowell no respetaba nada que interviniera en su trabajo, es decir, hacer que el conocimiento llegara a sus alumnos. Eddward siempre lo había admirado por ello.
—Señor Lowell, por favor, cualquier otra cosa, pero no haga que esto quede en mi reporte académico. Por favor.
... Sin embargo, lapalabra "académico" parecía tener un efecto especial sobre su maestro. A través de los años, Edd se había dado cuenta de ello. Muchas cosas podían ser inasequibles, pero si tenía que ver con la vida académica de sus alumnos, normalmente
el profesor siempre terminaba cediendo; otra razón por la que lo admiraba.
Por eso, cuando vio que el señor Lowell suavizó la mirada y le indicó a Kevin que tomara asiento no se sorprendió en absoluto. El pelirrojo, por otra parte, no entendía muy bien lo que estaba pasando, lo decía su rostro.
El pelirrojo a su lado se quedó de pie unos segundos más, a pesar de que el profesor ya había retomado la clase. Edd supuso que sencillamente no salía de su estupor.
—Kevin —susurró Edd en voz baja—. Está bien, creo que el señor Lowell va a dejar que te quedes esta vez.
Su compañero le dedicó una mirada rápida y asintió, tomando por fin asiento y sacando su libreta.
Edd sonrió algo divertido. Todavía estaba molesto con Kevin por llegar tarde a las clases y, de paso, distraerlo a él de sus obligaciones escolares. Pero debía admitir, que la palabra académico también tenía un efecto especial sobre él; además, la reacción
de su compañero había sido bastante inusual. Edd supuso que debía existir una razón de peso que lo hiciera preocuparse tanto por sus notas.
Suspiró después de unos segundos. Las cosas ahora sí que estaban en orden, así que se dispuso a volver a sus obligaciones. Finalmente, volvió a mirar a su profesor y a escuchar su explicación sobre el ciclo ovárico.
La clase continuó con normalidad. Edd pudo tomar nota de los detalles esenciales sobre las hormonas que actuaban en el desarrollo de los folículos y los efectos que producían en el organismo. Cuando todo terminó, miró con orgullo sus apuntes, sabiendo
que le serían de utilidad cuando el momento de estudiar llegara.
El timbré sonó como siempre, anunciando el término de la jornada escolar. Pudo ver como sus amigos suspiraban aliviados, como si la escuela se tratase de algún centro de tortura medieval, y el timbre fuese la única cosa que pudiera dejarlos en libertad.
—Por favor, Doble D —escuchó decir a Eddy. Cuando se volteó a verlo, estaba parado junto a él; se fijó que ya había recogido todas sus cosas y que estaba listo para salir de allí—. Ni siquiera has guardado tu libreta
—Eddy, tranquilo —contestó Edd en el tono suave que siempre usaba para hablar con su amigo—. Estaba repasando algunos detalles importantes de la clase, y hay un par de conceptos que no me quedaron del todo claros, así que me…
—Te quedarás hablando con el señor Lowell, vale —terminó Eddy adivinando lo que Edd diría, un poco de hastío en su voz—. Vaya novedad.
—¿Quieres saber más de los renacuajos, Doble D? —preguntó Ed, apareciendo y colocándose a un lado de Eddy.
—¿Renacua…? Oh —preguntó confundido, cayendo en cuenta luego que su amigo probablemente se refería a los espermatozoides—. Efectivamente, Ed. Los renacuajos me despiertan curiosidad.
—Los renacuajos me despiertan curiosidad. Eso es lo más asquerosoque te he escuchado decir en años, Doble D.
Edd rió, ligeramente incómodo.
—Eddy, lo que sucede es…
—Señor Marion, ¿le importaría venir un segundo?
Los tres Eds miraron en dirección al señor Lowell, que se encontraba de pie frente a su escritorio; parado junto a él, nada más y nada menos que Kevin. Parecían estar conversando de algo serio, que estaba haciendo sentir al pelirrojo algo incómodo, por
la cara que este traía.
—Claro, señor Lowell, voy enseguida.
Se despidió de sus amigos y se acercó al lugar donde Kevin y su profesor estaban hablando. Por alguna razón, presentía que lo que fuera que el señor Lowell le dijera, no le iba a gustar para nada.
La cara que le puso Kevin logró confirmar sus sospechas; algo andaba mal.
Se paró en frente de su profesor y lo miró interrogante. Edd se preguntaba qué era lo que tendría que decirle. De verdad estaba comenzando a pensar lo peor.
Frotó sus manos en un intento de relajarse.
"Calma, Eddward. Sólo estás sacando conclusiones apresuradas"
—Saludos, Kevin, profesor. ¿Tiene algún asunto que tratar conmigo? Porque yo tengo muchas cosas que preguntarle —dijo el muchacho, algo nervioso—. Por ejemplo, me intriga saber la forma en la que el espermatozoide encuentra el ovocito; me refiero, el
interior de la mujer es bastante grande haciendo la comparación de tamaño, por eso me…
—Eddward, de hecho, tengo un favor que pedirte –lo interrumpió su profesor. Edd se quedó en silencio, expectante—. Sé que te apasiona mucho la ciencia.
—Así es —afirmó Edd, preguntándose qué tenía que ver exactamente eso y la presencia de Kevin en el lugar.
—Y bueno, siempre has hecho un trabajo excelente cuando te has encargado de dirigir la feria de ciencias, pero de alguna forma creo que es mucho trabajo para una sola persona.
Oh no, Edd ya intuía por dónde estaba avanzando esa conversación. Cerró los ojos, como anticipándose a lo que venía, todavía frotando sus manos.
"Por favor, no diga lo que creo que dirá".
—Y he decidido que este año, Kevin te ayudará con las preparaciones.
Cielos, cielos. No podía estar pasando.
La feria de ciencias era algo más que importante para él; Kevin sólo iba a arruinarlo todo. No podía dejar que lo hiciera, debía hacer algo, decir algo.
Oh, cielos.
—…. ¿Está bien, verdad? ¿Te genera algún problema?
"Vamos, Edd. Di que no quieres trabajar con él. Di que no. Di alguna vez que no en tu vida, es el momento".
—En absoluto —contestó, forzando una sonrisa. Se fijó cómo Kevin lo miraba incrédulo, como si hubiese estado guardando la esperanza de que se negara a trabajar con él.
—Perfecto. Confío en que sabrás cómo ayudarlo a ayudarte —respondió su profesor—. Además, el señor Barr pondrá mucho de su parte, es un compromiso.
Edd asintió y sin decir una palabra, tomó su mochila y se dirigió a la puerta de salida.
—¡Señor Marion! ¿Se va? Pensé que tenía algunas preguntas que hacerme.
—Oh, no se preocupe, profesor —respondió Edd, restándole importancia de pronto a sus propias inquietudes académicas—. Recordé que tenía algo importante por hacer. Con su permiso.
Y sin decir más, salió rápidamente por la puerta del salón de clases, sin poder dejar de frotarse las manos.
—Retírese, señor Barr, hoy no entrará tarde a esta clase.
Cómo diablos podía estar pasando eso. Estaba siendo amenazado por un profesor. Él, Kevin, el capitán del equipo de Baseball.
Jamás en la vida un profesor lo había regañado por llegar tarde. No entendía muy bien cómo es que funcionaba el asunto, pero sus maestros sencillamente lo dejaban en paz. Sospechaba que de una u otra forma, su entrenador tenía mucho que ver en ello.
Pero claro, siempre existían las excepciones. Y ahí estaba, uno de sus maestros estaba amenazándolo casi con tomar medidas, o algo así.
Kevin Barr, amenazado, y por el profesor de biología, nada menos.
Se quedó estático unos segundos, con una mueca de horror pintada en el rostro. El señor Lowell había dicho claramente que iba a informarlo al director. Tratóde pensar en las consecuencias inmediatas que es podría traerle: una llamada a su padre,
quizás una suspensión.
¿Pero qué pasaba a largo plazo? El cerebro de Kevin iba procesando la información lentamente.
Ok, eso significaba que iba a quedar en su registro académico y…
—Oh, no. Por favor no haga eso.
Realmente se estaba sintiendo asustado en ese instante. Se encontraba tan aterrado, que ni siquiera era capaz de preocuparse de las miradas que le estaban lanzando el resto de sus compañeros. Nada. Juraría que incluso le estaban sudando las manos.
—No está en condiciones de pedir cosas, señor Barr.
Maldición, parecía ser que ese viejo iba en serio.
Necesitaba decir algo para cambiar la situación, cualquier cosa. Necesitaba salvarse de alguna manera.
Optó por la honestidad.
—Señor Lowell, por favor, cualquier otra cosa, pero no haga que esto quede en mi reporte académico. Por favor.
Vio como de alguna forma, la expresión de severidad que cargaba el señor Lowell se relajaba de a poco y era remplazada por una ligera sonrisa. Semejante cambio de actitud lo dejó perplejo.
—Tome asiento —le indicó el hombre, confundiéndolo aún más.
"¿Funcionó? ¿Es en serio? ¿O es una trampa?".
Su maestro se volteó, y continuó dando la clase, como si no hubiese ocurrido nada. De a poco, sus compañeros también volvieron a prestarle atención al hombre. Kevin, en cambio, seguía de pie, inseguro todavía sobre qué debía hacer, como si estuviese esperando
que alguien viniera y gentilmente le explicara lo que acababa de ocurrir.
—Kevin. Está bien, creo que el señor Lowell va a dejar que te quedes esta vez —escuchó que una voz le susurraba.
Era Doble D, uno de los chicos de Cul-de-Sac. Recordaba haber jugado (o algo así) mucho con él y sus amigos cuando eran niños. Ahora, apenas si hablaban. Aunque eso era obvio, considerando que se había convertido en el capitán del equipo de béisbol y
Doble D, bueno, seguía siendo un nerd, y un poco inadaptado.
Asintió, agradecido de que por fin alguien lo sacara de su asombro, y tomó asiento, aunque todavía algo confundido.
Sacó su libreta y la colocó sobre su escritorio, sin intenciones reales de tomar algún apunte. La biología era un tema que no le interesaba en lo más mínimo. Lo único que podía escuchar decir al señor Lowell era cosas sobre espermatozoides, vaginas y
penes. Honestamente, no podía tomar en serio a alguien que hablaba tanto de semen de forma didáctica.
La clase se le hizo eterna. Trató de enviarle algunos mensajesa Nazz, para preguntarle si al menos ella entendía qué demonios era lo que había pasado. La chica se había limitado a enviarle miradas de confusión, compartiendo la perplejidad que sentía
Kevin.
Apenas el timbre sonó, recogió todas sus cosas, guardándolas rápidamente en su mochila. Ya había estado en peligro ese día, y no quería arriesgarse a que su profesor volviera a decirle algo, así que se apresuró para llegar rápidamente a la puerta de salida
y poder así-
—Señor Barr, espere un segundo.
Se puso tenso otra vez cuando escuchó la voz de su profesor. Ni siquiera tenía intención de dirigirle la mirada, pero supuso que ignorarlo y largarse de allí no era una buena idea. Así que, en vez de marcharse, se devolvió y se colocó junto al señor Lowell.
—Profesor, ya dije que lo sentía, ¿OK? —se apresuró a decir el pelirrojo—. De verdad, sólo no quiero meterme en ningún problema. No volverá a pasar.
—Claro que no volverá a pasar —respondió el hombre—. Si pasa otra vez, no tendrás la oportunidad de reivindicarte, como te la voy a dar ahora.
El hombre se acercó a su escritorio y sacó de él un folleto. Kevin supuso que tenía que ver con alguna de las cosas ñoñas que a los bobos les gustaba hacer.
—La feria de ciencias —dijo el señor Lowell, extendiéndole el folleto.
"Lo sabía", pensó el chico, "cosas ñoñas para bobos".
—¿Y qué tiene que ver esto conmigo?
—Bueno, que te harás cargo… parcialmente.
Kevin le regaló su mejor cara de confusión, como si acabase de escuchar la cosa más descabellada que alguien le podría haber dicho en el mundo. Por un segundo, el pelirrojo realmente barajó la posibilidad de que su profesor hubiese perdido la razón, porque
de otra manera, no se explicaba bajo qué punto de vista dejar a él a cargo de esa cosa científica era una buena idea.
—Señor Marion —escuchó como llamaba de pronto a Doble D.
Miró con un poco de pánico cómo Edd se paraba frente a ellos, intuyendo que el hombre estaba hablando en serio sobre todo ese sinsentido.
Estuvo a punto de protestar o algo, pero escuchó cómo su compañero los saludaba a ambos y se mantuvo en silencio. Entonces fue cuando Doble D comenzó a hablar sobre semen y vaginas tal y como había estado haciendo su profesor durante toda la clase, dejándolo
de paso, sin ganas de dirigirle de nuevo la palabra a ninguno de los dos.
Escuchó cuando el hombre comenzó a contarle también sobre la feria. La reacción de Edd había sido completamente diferente a la suya, con sus ojos casi brillando cuando escuchó la palabra ciencia.
—Y he decidido que este año, Kevin te ayudará con las preparaciones… ¿Está bien, verdad? ¿Te genera algún problema?
Fue entonces cuando el pelirrojo notó que la expresión de su compañero cambiaba completamente y era reemplazada por una mucho menos amigable, casi de terror.
"Pensará que voy a arruinarlo todo, o algo así".
Cuando ese pensamiento cruzó su mente, lejos de sentirse ofendido, se sintió mucho más esperanzado. Miró fijamente a Edd, rogando con todas su fuerzas de que el ñoño frente él estuviese pensando exactamente lo que él creía, y que rechazara la propuesta
de su maestro.
"Mírame, soy un inútil. Di que no, por favor. Por favor, por favor, por favor, por fa…"
—En absoluto.
Dejó escapar el aire que había estado conteniendo por unos segundos, algo frustrado. Escuchó a lo lejos como Edd decía un par de cosas más y se marchaba del lugar, dejándolo de nuevo a solas con el señor Lowell.
No tenía idea cómo demonios se las iba a arreglar para hacer algo que tuviese que ver con ciencias, siendo que él no tenía idea de lo que trataba el tema en primer lugar. Tal vez, si le pedía ayuda a Nazz, podría salir del embrollo de una forma no tan
humillante.
O, tal vez, era otra pésima idea de todas las que había tenido últimamente. Ya ni sabía que pensar.
—Bueno, señor Barr, espero el primer reporte para mañana en mi oficina —dijo el señor Lowell de pronto, recogiendo sus cosas también y dirigiéndose a la salida.
—¿Qué? No puede estar hablando en serio —se quejó el pelirrojo—. ¿No es mañana un poco… pronto? ¡A-además, ni siquiera pude hablar con Doble D! ¿Cómo voy a saber qué hacer para mañana?
—Espero entonces que sepa dónde queda la casa de su compañero, señor Barr.
—Sí, pero…
—Excelente. Buena suerte en su proyecto —lo interrumpió su profesor, caminando hacia la puerta de salida.
Kevin se quedó de pie mirando cómo se marchaba del salón, inseguro de si debía o no protestar por última vez. De alguna forma intuía que nada de lo que pudiera decir iba a cambiar en algo el desenlace de eventos que habían ocurrido hace no más de una
hora.
—Ah, una cosa más, señor Barr. Le pido encarecidamente que no le de problemas al señor Marion, ¿puedo contar con usted para eso? —Kevin suspiró de nuevo, antes de responder.
—Claro, ¿por qué no?
(N/A: OH. SEÑOR. Le he dado demasiadas vueltas a esta historia. No creo que alguien no lo notara, pero a partir de la mitad del capítulo la narración se centra en Kevin, contando los hechos desde su punto de vista. Por eso como que medio se repite la
historia. Déjà vu)
Si alguien nota algun error, please let me know.
