Capítulo 1: Crepúsculo en la mansión.

El viento golpeaba el casco de un Cloud poco apurado por llegar a casa —mejor así, pues no vería el desorden que en ella había—. Sin embargo, amaba la excitación que la velocidad le suponía; sentir rugir su ciclomotor bajo él. Se le podría considerar un conductor temerario por saltarse algún que otro semáforo —aunque él juraría que estaba en verde…—, excederse del límite de velocidad y ejecutar sus muchas maniobras peligrosas.

Pero nadie maneja mejor que él.

Conducía a través de una calle muy mal iluminada, estrecha y vacía. Tomó el desvío de la derecha y ante él se mostró la única avenida de Twilight Town, repleta de tiendas a los extremos y personas caminando, a pesar de la gélida y anormal brisa que se había impuesto ese fin de semana. Meditó sobre el recorrido que le quedaba por hacer: no era mucho. Decidió detenerse en aquella cafetería, en la que preparan el mejor chocolate caliente de la zona. Aparcó su impresionante vehículo negro y se adentró en la tienda. Ya le conocían, sabían que era mejor no hacerle esperar, así que le atendieron rápidamente. Al salir, se encontró con dos insectos —así los calificó él— demasiado cerca de su moto. Se aproximó e hizo amago de subirse a ella, pero esto no espantó a aquellos individuos, es más, el insecto rojo se dirigió a él.

—¡Hey! Tú eres amigo de mi hermano, ¿no?

—Oh, fíjate, un mini-Reno. Te pareces mucho a él.

—¡No digas eso! Él es un imbécil sin sentido del humor —el pelirrojo se cruzó de brazos, molesto por la conversación, y se situó delante del vehículo. Cloud le miró incómodo por su proximidad.

—No creo que a Reno le gustase oír eso...

Error: se había apoyado sobre su moto. Nadie podía hacer eso. Era algo que le enfadaba mucho, y más teniendo en la mano un vaso de un líquido que se podría derramar sobre la carrocería. Eso sería fatal.

—No la toques —no quería empujarlo fuerte, pero en ese momento no contuvo su fuerza. El hermano de Reno acabó en el suelo, con su bebida derramada sobre él.

—Axel, ¿estás bien? —se preocupó su amigo, acuclillándose al lado del pelirrojo tendido en la acera. Luego, se dirigió a Cloud—. Tío, ¡era café ardiendo!

En ese momento, un coche púrpura estacionó detrás de la moto. De él bajó una joven de cabellos castaños, recogidos en una trenza, y ojos verdes.

—¡Cloud! ¿Qué ha pasado?

—Me ha empujado y se me ha caído el café encima —respondió la víctima levantándose.

—Deberías cambiarte rápido. ¿Por qué no vienes a casa de Cloud? —la chica le sonrió, amable—. Yo os llevo, tengo ahí el coche.

—¡¿Qué? Aerith, ¿pero qué dices? —se quejó el rubio sentado sobre el ciclomotor.

—¡Oh, venga! Le has vertido todo el café. Tienes que disculparte de alguna manera —Cloud gruñó como respuesta—. ¡Eso es un sí! Venga, chicos, subid.

Axel y Demyx montaron en el vehículo de Aerith, en el que se encontraban otras dos chicas, acomodadas en los asientos traseros. El pelirrojo se sentó en el lugar del copiloto. Su amigo, el rubio, detrás. Las dos hermanas miraron extrañadas a la primogénita, exigiéndole una explicación, que llegó de parte de Axel.

—¡Vaya! Vosotras debéis de ser las preciosas hermanas de Aerith. Mi nombre es Axel, ¿memorizado? Vuestra encantadora hermana se ha ofrecido a llevarnos a casa de Cloud. Digamos que... em... Me debe un café y una camiseta.

—Axel, ¡deja de ligar! Yo soy Demyx, un placer, señoritas.

Las aludidas seguían igual de impresionadas o incluso más. Aerith las miró y con un gesto las incitó a presentarse a los chicos.

—Yo soy Kairi —manifestó la pelirroja, contigua al rubio—. Igualmente.

—Yo me llamo Naminé, encantada.

El ruido de la motocicleta de Cloud les sobresaltó. Había arrancado, en señal de que le siguiesen. Aerith encendió su automóvil, y en consecuencia, la radio también. Estaba puesta una emisora que en ese momento retransmitía anuncios, pero nadie se molestó en cambiar.

—¿Queda muy lejos la casa de...? —preguntó Demyx.

—¿Cloud? Oh, no. En dos minutos estaremos allí —respondió la conductora esbozando una sonrisa.

Tras la pausa publicitaria dio comienzo el programa de música. El locutor, tras unas palabras, procedió a escoger un tema para que sonase.

—¡Wo! ¡Your Call! —exclamó el copiloto a la vez que aumentaba el volumen del aparato de música.

—Axel, no desafines —bromeó su amigo.

El pelirrojo sonrió y comenzó a cantar. Las hermanas Gainsborough quedaron maravilladas con su dulce y aterciopelada voz, rebosante de pasión. Quisieron preguntarle dónde había aprendido a entonar así, pero decidieron no interrumpirle.

—'Cause I was born, to tell you I love you.

And I am torn, to do what I have to, to make you mine.

Stay with me the night.

Llegaron a su destino antes de que la canción terminase, por lo que esperaron a que la música concluyese. Al acabar, aplaudieron y felicitaron al cantante.

—Axel, ¡tienes una voz increíble! —dijo Naminé.

—No le digas esas cosas, que ya se lo tiene muy creído —Demyx golpeó la espalda de su amigo, fuera del vehículo—. Pero la verdad es que sí. Por algo es el vocalista de nuestro grupo.

—¿Tenéis un grupo? ¡Un día tenéis que tocarnos algo! —pidió la pelirroja.

La casa de los Strife estaba en el centro de Twilight Town. Poseía un jardín de un tamaño normal, perfectamente proporcionado con el del edificio. El terreno era rodeado por una simple verja negra. Tras la cancela, se iniciaba un camino de piedras que finalizaba donde se alzaban tres escalones para subir a un porche con cubierta, sostenida por dos columnas del mismo color que el resto de la mansión: blanco. La construcción gozaba de una fachada esplendorosa; era adornada con sencillos relieves y ventanas características por su magnitud. La piscina estaba situada al lado izquierdo de la casa, próxima a varios árboles frutales, y bajo las copas de estos había un banco.

El motociclista esperaba por sus compañeros, aparentemente irritado. 'Se entretienen por cualquier cosa', pensó. Quería acabar rápido, tomarse su chocolate caliente —o ya no tanto— y echarse una buena cabezadita. Con grandes zancadas, avanzó hasta la entrada, cogió el llavero de su bolsillo e insertó la llave correspondiente en la cerradura, haciéndola girar. Al abrir la puerta, escuchó gritos procedentes del salón. En un principio los ignoró.

—Sube esas escaleras, la primera puerta a la izquierda. Es mi dormitorio. En él encontrarás un armario con ropa, toma prestada la que gustes —Cloud se esforzó por sonar amable, pero su tono y expresión emanaban molestia. Recibió un codazo de Aerith e intentó sonreír cordialmente.

—Gracias tío, no tenías por qué hacer todo esto —Axel subió impaciente por sacarse su pegajosa prenda.

Cloud continuó caminando hacia el salón, ahora algo preocupado por los gritos —procedentes de esa sala— que resonaban por toda la casa. Al apoyarse en el marco que separaba el pasillo de esa habitación, abrió exageradamente sus ojos: nada estaba en su sitio, ni... en su color.

—¡Ventus, esta no te la perdono! ¡¿Cómo pudiste hacer algo así?

—¡Empezaste tú, hermanito! ¡¿Qué hiciste con ella, Roxas?

Sora se escondía detrás del sofá grande, temblando, con manchas rojas y azules por el pelo y la ropa. Roxas usaba el sillón de la derecha como escudo, al igual que Ventus hacía con el de la izquierda. Ambos iban armados con pistolas de paintball: Ventus usaba el color rojo, y Roxas, el azul. No habían notado la presencia de su hermano mayor, por lo que continuaron con su batalla, hasta que...

—¡VENTUUUUUS!, ¡ROXAAAAAS!

Los mencionados reconocieron al instante esa voz. Tragaron saliva y, lentamente, volvieron sus cabezas hacia su queridísimo pariente.

—Id a limpiaros esa porquería que tenéis encima. AHORA. Hoy no os acostaréis hasta que toda la casa quede reluciente. Y olvidaos de ver las marcadoras de paintball hasta que tengáis la mayoría de edad.

—¿Y y-yo? —preguntó Sora, intimidado por su primo.

—Vigílalos. Intenta que no se decapiten, fusilen, electrocuten o ahoguen.

Nadie se atrevió a quejarse. En cierto modo, sabían que así era mejor. Cloud había emitido la sentencia final. Ven subió las escaleras, seguido de Sora y Roxas.

Sora maldecía por lo bajo. Roxas, por lo alto.

—¡Ventus! ¡Mi camiseta favorita ahora es roja!

—¡Cállate! Puedes comprar más camisetas, ¡imbécil! Mira mi pelo. ¡Es AZUL! Voy a tener que lavarlo 20 veces.

—¡Me debes una camiseta nueva! —gritó Roxas, quitándose su camiseta.

—¡Y tú a mí dos botes de champú!

—¡Si siempre usas mi champú, necio!

—¡Muérete!

—Tú primero.

—¡CALLAD YA!

Los gemelos entraron en sus respectivos cuartos, propinando un portazo a la vez y dejando solo a su primo en mitad del pasillo.

Roxas estaba de mal humor. Su camiseta favorita de la suerte blanca ahora era roja. ¡El rojo no pegaba con él! ¿O sí? Bufó, intentando liberar la tensión acumulada. Necesitaría muchos de esos bufidos si quería calmarse realmente. Se encaminó hacia su armario para coger ropa limpia, cuando vio un trasero sobresaliendo de él.

Eso no cuadraba.

Pero vaya culo...

¡Ese culo era de una persona! ¿Qué hacía esa persona buscando en su guardarropa... sin camiseta? Roxas desconocía la respuesta a esa pregunta. Pero estaba demasiado ocupado observando el hermoso y atractivo cuerpo de ese chico como para encontrarla. Fue incapaz de evitar que el rubor ascendiera a sus mejillas, y para colmo, el individuo se giró y vio como babeaba por la perspectiva. Ambos se perdieron en la mirada del otro. El pelirrojo, en los zafiros que tenía el rubio por ojos. Roxas, en sus ojos verde esmeralda. Aunque también aprovecharon para memorizarse las facciones del otro. Fue el exótico visitante el que cortó la tensión del ambiente con una broma.

—¡Vaya! Qué bien tratáis aquí a los invitados —hasta ese momento, Roxas había olvidado que no llevaba camiseta, que la tenía en la mano. El comentario del pelirrojo y su sonrisa pícara avivaron su sonrojo—. Por cierto, ¿por qué estás tan colorado? ¿Qué mirabas?

Axel estaba nervioso, y él nunca estaba nervioso. Tenía que decir algo. Sino, saltaría sobre ese rubio tan atractivo —dios, ¡qué cuerpo! Y qué ojos...— y lo devoraría. Literalmente.

—¡¿Qué insinúas, depravado? ¡Eres tú el que está en mi habitación medio desnudo sin razón alguna!

—Oh, verás, es que la ropa que había en aquella habitación no me gustaba. Además... Será cosa mía, pero me parece que el hecho de que esté 'medio desnudo' no te molesta. Aunque si lo prefieres... —comenzó a vestirse con una de las camisetas que encontró en el armario.

—¡N-no! —Axel detuvo su acción, mirando a Roxas con una ceja levantada y una sonrisa de medio lado—. Es decir... ¡Quítatela! ¡Devúelvemela! ¡Y vete de aquí!

—¿Prefieres que me pasee 'medio desnudo' por tu casa? —vale, quizás se estaba pasando. Estaba avergonzando al rubio y mucho, pero también le estaba haciendo enfadar. ¡Pero los nervios habían tomado el control de su cuerpo! Algo tenía que hacer...

—¡Ni si quiera sé qué haces en mi casa! ¡Lárgate ya!

—Cloud me debe un café y una camiseta, por eso estoy aquí. Pero si quieres, puedo quedarme para otras cosas.

—¡Desgraciado! ¡Sal ahora mismo de mi habitación!

—¿'Medio desnudo' o vestido? —Axel se carcajeó, mientras Roxas le tiraba su despertador, dos cojines y dos pares de zapatillas.

Finalmente, consiguió que el pelirrojo saliese de su cuarto, pero la cosa no acabó ahí.

—Me gustaba más el trato de antes... Dime al menos tu nombre, ¿no?

—¡No te interesa!

—¿Cómo puedes afirmarlo con tanta seguridad?

Entonces, Ventus salió de su cuarto, vio la escena y la interpretó. Un chico sin camiseta estaba justo en frente de la puerta del cuarto de Roxas, al que le faltaba la misma prenda. Su hermano ya era mayorcito. Dieciséis años es una buena edad.

—Roxas, baja a ayudarme a limpiar. Tu ligue tendrá que esperar.

Sino era el metepatas de Sora, era el bocazas de Ventus.

—¿Roxas? —murmuró Axel, pensativo. ¡Qué nombre tan sexy!— ¿Roxy? ¡Roxy!

—¡No me vuelvas a llamar así, aborto de Sonic!

—Uh, eso ha dolido. No te metas con mi pelo.

—¿O si no, qué?

—Soy más alto, más fuerte y mayor que tú.

—¿Primero me lanzas indirectas y después amenazas?

—¿'Medio desnudo' o vestido, Roxy? —repitió, burlándose del rubio.

—¡Púdrete!

El rubio se cruzó de brazos y le dio la espalda. Se arrepintió de su acción prácticamente al instante, cuando sintió calor. El calor que emanaba el cuerpo de Axel demasiado próximo al suyo. Entonces, Axel acercó sus labios al oído de Roxas y le susurró.

—Axel. ¿Memorizado?

Le recorrió un escalofrío. Y Axel lo notó, pero prefirió no restregárselo: esta vez no. Tan solo sonrió, satisfecho.

Roxas también sonreía. No por fuera, pero sí por dentro: la voz ronca de Axel, susurrándole, le había derretido. Sintió cómo los colores se le subían otra vez, mientras pensaba en su nombre. 'Axel', se repetía para sí.

—¡ROXAS, BAJA DE UNA VEZ Y AYÚDAME! —gritó un encolerizado Ventus desde el salón.

—Venga enano, ve a limpiar.

—¿A quién llamas enano? No pienso dejarte en mi habitación. Tú también bajas.

—Como quieras, Roxy. Pero creo que a los demás les incomodará el que esté 'medio desnudo'.

—¡ROXAS!

—¡YA VOY! Coge una camiseta, póntela, cállate y baja.

—Claro Roxy. Pero no irás a hacer limpieza 'medio desnudo', ¿no?

—Estoy en mi casa. Puedo pasearme como quiera.

—Pero abajo hay más gente...

—Pero ellos no son unos degenerados como tú.

El rubio bajó las escaleras para llegar al salón, dejando al pelirrojo con la palabra en la boca. Cuando entró en la habitación advirtió a siete personas. A Cloud, apoyado en una pared, concentrado —"autocontrol, autocontrol, Cloud... La violencia no lleva a nada. Asesinar es un delito, y más a tu familia", pensaba—; a Aerith y Naminé con un chaval rubio que estaba tocando acordes en una guitarra en el sofá; a Sora y a Kairi hablando en dos sillones contiguos y a Ventus fregando. Sobre la mesa del salón había un cubo con productos desinfectantes, jabón, bayetas y guantes. Introdujo sus manos en aquellos plásticos amarillentos y procedió a rociar las paredes de los líquidos para devolver su color original a los muros. Empezó con la pared que estaba en frente del sofá donde estaba el guitarrista y las dos chicas, en la cual la televisión de alta definición de 50 pulgadas se hallaba empotrada.

—Oye, Cloud, el violeta no le sienta nada mal a la televisión. ¡Va a juego con mi coche! —exclamó Aerith, emocionada. Cloud emitió un gruñido en respuesta.

—Perdonad, ¿habéis visto a Axel? No lo veo desde que bajamos del coche —Demyx dejó de tocar para hacer la pregunta.

—Ese bastardo... —comenzó Roxas.

—¡Aquí estoy! —el pelirrojo apareció vestido con una camiseta negra demasiado ajustada y sus ya anteriores vaqueros pitillo—. Roxy, tienes una ropa realmente pequeña.

—¡Usa la tuya! —bramó el rubio.

—¡Roxas! ¿Por qué lo tratas tan mal? —decía Naminé, al erguirse y acercarse a Axel—. Es tu invitado.

—Yo no lo he invitado.

—Roxas, ¡cállate y limpia! —le recriminó su hermano gemelo.

El aludido les dio la espalda a los demás y continuó con su tarea. Ese día era un asco. Iba de mal en peor.

—Debe de ocurrirle algo... Normalmente no es así —articuló la rubia con un tono de voz muy bajo.

—Eres muy amiga suya, ¿no? ¿Por qué no le preguntas?

—No sé, Axel... creo que es mejor dejarlo solo un rato.

Naminé parecía preocupada por él. "Deben ser muy buenos amigos...", pensó el ojiverde. Entonces, sintió envidia. Envidia por Naminé, por la relación que llevaba con el chico. Ojalá Roxy y él se llevasen tan bien... Pero la verdad es que no habían empezado con buen pie. Entonces, contempló al protagonista de sus pensamientos. Estaba agachado, con la espalda descubierta, frotando enérgicamente un mueble para extraer de él las manchas de pintura. Qué espalda... Era perfecto. ¿Cómo nadie se fijaba en él? Aunque mejor así. Más Roxas para él. El pelirrojo soltó un profundo suspiro, que no pasó desapercibido por su amigo.

—Tierra llamando a Axel. ¿Qué te ocurre, tío?

—¿Eh? ¿A mí? ¿Por qué lo dices?

—¡No intentes engañarme! Te conozco muy bien —le miró sagazmente. El otro negó tranquilamente con la cabeza—. ¿No deberíamos llamar a Marluxia para que nos venga a buscar?

—¡No, no, no, no y NO! ¡No volveré a entrar en el coche de ese furby rosa! —el comentario de Axel atrajo la atención de todas las personas excepto la de Cloud, y especialmente la de Roxas. Éste se encontraba mirando divertido a Axel con una ceja alzada.

—¿Furby rosa? —se atrevió a preguntar Kairi.

—Es el pianista de nuestro grupo. A Axel no le agrada el color de su pelo —el pelirrojo se percató de la expresión de sorpresa que se dibujó en el rostro de Roxas al escuchar lo que Demyx había dicho—, ni el de su coche.

—¡Es que el rojo y el rosa no pegan! —argumentó el vocalista.

—Esperad, ¿tenéis un grupo? —preguntó esta vez Sora.

Axel pasó un brazo por encima de los hombros de Demyx, y asintió sonriente.

—¡Demyx toca la guitarra de maravilla! —dijo Aerith.

—Y Axel tiene una voz preciosa... —anunció Naminé.

Roxas comenzó a reír.

—¿Tú? ¿Cantando? —continuó carcajeando.

Axel se acercó a él con pasos lentos, haciendo un gesto negativo con el dedo índice.

—Roxy, Roxy... No juzgues un libro por su portada, ¿lo captas?

—¿Desde cuando se te puede comparar con un libro, aborto de Sonic?

—¡Roxas! ¡Axel canta realmente bien! —le recriminaron Kairi y Naminé. El rubio tornó los ojos en blanco y siguió limpiando. Demyx, mientras, decidió llamar a Zexión.

—Roxy, mañana daremos un concierto en el instituto. ¿Por qué no te pasas y juzgas?

Naminé se puso al lado de Roxas y agarró su brazo. Esto sorprendió al rubio y provocó celos en el pelirrojo.

—¡Por supuesto que irá!

Axel esperó un gesto brusco, un grito o algo parecido proveniente de Roxas, pero no llegó nada. El rubio tenía la cabeza algo gacha y el flequillo cubría sus ojos. Poco a poco, su boca esbozó una sonrisa pícara. Sin dejar de sonreír, alzó la cabeza, y penetró su mirada en la del ojiverde. Este le observaba confuso.

—Iré. —Axel se asombró. Había comenzado a sonreír: las cosas iban bien—. Con una condición.

—¡Roxas! —comenzó a reprocharle su amiga. Él la calló, posando un dedo sobre su boca.

—¿Qué condición?

—Debes ir completamente vestido de rosa fucsia. Durante todo el concierto.

—Acepto.

La cara del rubio era un cuadro. Para nada se esperaba que Axel aceptase su condición. Pero el pelirrojo estaba decidido a que Roxas le escuchase cantar... Y no descansaría hasta lograrlo.

—Igualmente —el cantante le ofreció su mano derecha para sellar el trato. Roxas tendió la suya también y las estrecharon.

Mientras, Kairi, Sora, Aerith y Demyx se susurraban opiniones sobre el pelirrojo y el rubio.

—Axel está muy interesado en Roxas...

—Y Roxas en Axel.

—¡Harían muy buena pareja! ¿No crees, Sora? —manifestó la pelirroja.

—Al igual que vosotros dos —afirmó en voz alta un recién llegado Riku, acompañado de Zexión y Marluxia.

—¡R-Riku! ¿Qué haces aquí? —el castaño cambió rápidamente de tema.

—Demyx llamó a Zexión para que viniese a buscarle, y curiosamente, yo estaba con él. Cuando me dijo que nos dirigíamos a la mansión Strife, no pude evitar bajar para saludarte, Sora. La puerta estaba abierta. Pero eso no importa. No crees, Aerith, ¿que Sora y Kairi son tal para cual?

—Complet... ¡Ay! —una avergonzada Kairi hizo callar a su hermana con una patada.

—¡AXEL QUERIDO!

—Oh, oh —el guitarrista se temía lo que iba a pasar.

—¡ALÉJATE DE MÍ MARLUXIA!

Roxas se libró de Naminé y se acercó a Marluxia, que estaba persiguiendo al pelirrojo. Se aferró a su brazo y comenzó su actuación.

—Oh, ¡tú debes de ser Marluxia! Axel me ha hablado taaaaaaaaaaan bien de ti. ¡Te adora! —a Marluxia se le iluminaron los ojos.

—¡ESO ES MENTIRA!

—¡Eres todo un galán, Axel! Y tú, sensual muchacho ¿cómo te llamas? —Marluxia no evitó apreciar el buen torso del rubio. El ojiverde se acercó a ellos y agarró al rubio para atraerlo hacia así, con expresión de molestia.

—Roxy. Se llama Roxy.

—¡Suéltame, aborto de Sonic!

—¡No te metas con mi pelo, ENANO!

—¡No te metas con mi tamaño, imbécil! —Roxas le propinó un puñetazo que el pelirrojo no pudo esquivar, pero tras recibirlo, aferró una de las muñecas del rubio. Este intentó librarse, a base de patadas y puñetazos—. ¡Suéltame!

Axel obedeció y se separó unos centímetros de él, para proceder a empujarle hacia el sofá, que tenía justo detrás. Pero Roxas atrapó el brazo izquierdo del ojiverde antes de caer y lo llevó consigo. Finalmente, ambos aterrizaron sobre el sofá, cara a cara. El pelirrojo acabó encima del rubio. Era una posición incómoda y sofocadora. Demasiado cerca.

—¡Oh, que pelea tan apasionada y romántica! —voceó el pelirrosa, provocando que el matiz rojizo de las mejillas de los luchadores creciese.

Su atlético torso desnudo, bajo él; el suyo, arrinconándole, sin escapatoria posible. Sus preciosos y profundos ojos azules, tan próximos a los suyos; sus esmeraldas mirándolos fijamente, compartiendo la misma sensación de vergüenza. Y sus carnosos labios, rebosantes de deseo; tan poca distancia los separaba...

—¿Quién se declarará primero? —Marluxia se situó más cercano al sillón para poder visualizar bien la escena.

—Furby rosa... te juro que... —el vocalista se vio obligado a interrumpir a cesar de hablar cuando atisbó una mueca de dolor en el rostro del ojiazul. Preocupado, murmuró—. ¿Roxas?

—Axel, me estás clavando el codo en el estómago —su tono de voz era débil, pero su mirada seguía fija en la del ojiverde.

—Discúlpame —dijo mientras se levantaba—. Vuelvo a opinar que tratáis muy bien a los invitados.

—Depravado... Vete de mi casa —profirió el rubio, reincorporándose—. Mañana nos veremos.

Se sonrieron por última vez en ese día. Posteriormente, Axel le dio las gracias a Cloud y el guitarrista, el pianista y él se fueron en el coche de Zexión. Riku permaneció hablando con Sora, pues pasaría la noche en la residencia Strife.

—Axel...

—¿Qué quieres, Marluxia?

—¿De verdad le hablaste bien de mí a ese crío tan atractivo?

—No te atrevas a mirar a mí enano —exigió el pelirrojo, haciendo énfasis en el 'mí'—. Pero sí, Marly. Algo mencioné de tu coche y de tu pelo. Por cierto, ¿tienes ropa rosa?