Otra cosa que se me vino a la mente, lo estoy creando a la par de Candy´s Store y Ático, pero el último no lo publicaré aquí, es un A/U que no creo les interese leer.

Bien, con este no me saldré del Canon, o eso es lo que espero.

Besitos, a leer.


- Ginny, Ginevra Weasley – retó sin conmiseración – deja libre ésa falda

Hermione Granger se acercaba hacía ellos, en un vano intento de que le hicieran caso, de que por lo menos escucharan sus ruegos, o por último, que se respetaran ellos mismos.

Era la segunda semana de regreso a Hogwarts, semanas tales infierno parecían para ella. Luego de que Harry hubiera vencido a Voldemort, de que se arreglaran las cosas en el mundo mágico, la profesora McGonagall había tomado la valiente decisión, de restaurar el castillo en tiempo record, junto con la ayuda de muchos Aurores y demás está decir, que del trío de oro.

Harry, Ron, ella y los demás, aportaron a la causa y a pesar de que les delegaban el trabajo más liviano por las peripecias que pasaron, ellos ayudaron con gusto. Aún pesaban las muertes de sus seres queridos, estaban latentes, presentes, pero podrían aspirar a un futuro mejor, fuera sin ellos.

Teddy, el hermoso bebé de Tonks y Remus, era la adoración de todos aquellos que trabajaron en la reconstrucción, con sus meses de vida, ya divertía a medio mundo, cambiando de color lo poco de cabello que tenía. Sólo cuando Andrómeda venía para llevarlo a casa, era cuando no parecía tan adorable, odiaba separarse de su padrino.

Hermione había aportado el mayor tiempo que sus nervios se lo permitieron, no deseaba irse y después regresar con la sensación de no aprovechar el tiempo con sus padres. Así que cuando la cosa hubo avanzado, se despidió de todos y fue en busca de sus progenitores.

Dos horas tuvo que soportar sus gritos, sobre todo de su padre y las interminables lágrimas de su madre, nunca antes había recibido esa clase de palabras para con ella, "Insensible" "Inconsciente" eran algunas. Luego de que se callaron, por fin, surtió una especie de rapto, la madre de Hermione, Jane, quien sabía más el método del correo vía lechuza se encargó de comunicarlo.

Le envió a la familia Weasley, donde Harry pasaba los días por la reconstrucción, una carta de no menos de dos hojas, por ambas planas, a sus amigos, retándoles por ser tan egoístas y no cuidar de ella, les avisaba que Hermione no iría allá, que deseaban pasar tiempo con ella y demás, para firmar al pie de la carta, "Con amor, Jane y Paul Granger".

La castaña llegó hasta el grupo que reía como loco, incluyendo a Harry, al que no le importaba, que su novia jugara a cambiar el aspecto de su falda. Después de la de tutú, para todos era un torrente de risas los cambios.

- Relájate Hermione – exclamó Ginny, cambiando su falda y haciéndola igual que la de la castaña, provocando un nuevo ataque de risa

Hermione dio media vuelta, refunfuñando y apretándose las sienes, pronto sería su cumpleaños diecinueve, tal vez era una buena idea el relajarse. "Si, relájate Hermione, sólo hazlo después de…hacer tus deberes, atender los grupos de ayuda, reordenar la sección prohibida, controlar a Peeves, hacer tus deberes de prefecta…" pensó con ironía. Suspiró.

Era día viernes, y ya las clases habían finalizado, nuevos profesores se unieron al cuerpo estudiantil, profesores con los que debía lidiar día a día, ya que más de alguno, deseaba largarse de la escuela, por culpa de la indisciplina.

Cuando alcanzó el retrato de la señora gorda, su corbata ya estaba desanudada, y comenzaba a quitarse el caluroso suéter, le escupió la contraseña a la señora, que no notó la urgencia y la dejó pasar sin más.

Una vez en su pieza personal, la que Ron también, pero que neciamente compartía con Harry, poseía por ser Prefecto, se tiró sobre su cama, cansadísima, extenuada, pero por sobre todo muy adormecida.

Dejó a sus ojos tomarse un descanso, nada más que eso, un inocente y corto descanso. Dentro de su somnolienta mente, las ideas de cómo mejorar y alivianar su último año escolar, no la dejaban quedarse dormida del todo, luchó, pero no ganó.

Seguía procesando ideas, nada de Giratiempos, eso era aún peor, y aunque sabía que era la mejor opción, podía pedirle a McGonagall que le delegara el trabajo de Prefecta a alguien más.

El sólo hecho de formular esa idea en la mente, le causo incomodidad, e inconcientemente torció el gesto, haciendo una mueca de desagrado, siendo Prefecta ahora podía tener su pieza sola, un lujo que no deseaba perder, ya no soportaba estar con Lavender, ni con sus ácidos comentarios.

Ron invadió su mente, recordó su valentía para ofrecerse a ir a salvar a los elfos, y como estuvo a punto de besarlo si no hubiera sido por que Harry estaba allí, ahora la cordialidad era mas que evidente entre ellos dos, y es que el nerviosismo de verse descubiertos no les dejaba alternativas, los dos igual de indecisos.

Volteó en su cama, quedando boca arriba y las finas cortinas en los doseles de su cama la relajaron, volviendo a cerrar sus ojos.

- Cómo todo ha cambiado – murmuró para sí

Otra vez de lo que iba el tiempo, después de la guerra, el pecho de Hermione se infló para dar paso a una convulsión que anunciaba un llanto, llanto que se permitía al estar sola. Ginny y Ron lloraban a su hermano, Harry a Tonks y sobre todo a Remus y Sirius, pero ella no podía más que llorar por todos.

Sabía muy bien que a todos les dolía la perdida de esas valiosas vidas, pero por alguna razón, ella adoptó el papel de la fuerte del grupo, sin que nadie se lo pidiera, así era ella. No lloraba ya frente a los demás, lo hacía en la soledad de su habitación, o en los baños cuando nadie le veía, pero desahogarse de esa forma, sólo le acarreaba un dolor todavía peor.

No dejaba ser consolada, ni un abrazo se permitió tener, una palabra de aliento o un simple roce de comprensión, eso era lo que ella daba, pero no lo que permitió recibir.

Era cierto que las cosas iban mucho mejor, que hasta los Slytherin estaban un poco más corteses, pero por sus caras, seguía cruzando ese haz de arrepentimiento, que ya todos pudieron perdonar.

No es lo mismo perdonar, que perdonarse, le había dicho la profesora McGonagall en una de las charlas para ver su situación académica, cuando Hermione le dijo que muchas serpientes se arrastraban cabizbajas por el castillo.

Draco invadió su cabeza, pálido y deprimido al saber que sus padres, no podían salir de casa, por un buen tiempo, pero eso era mejor, que tenerlos en la cárcel. Su piel más grisácea de lo que nunca estuvo, siempre acompañado por Pansy y Nott, los que al parecer, compartían su estado de animo.

Goyle no había vuelto a Hogwarts, se había largado lejos de Londres por lo que escuchó, Blaise era otro caso, él había insistido en volver, para pesar de sus padres, y Minerva gustosa lo había recibido. Él vagaba, solo por los pasillos, sin molestar, estando allí, mas sin ser notado.

Diecinueve años cumpliría, estaba tan grande según ella, pero en el fondo, deseaba seguir siendo pequeña y recuperar la infancia que le fue quitada a voluntad. No se arrepentía de sus años junto a Harry, mas siempre se preguntaría, ¿Qué hubiere pasado si no…?

Sacudió negativamente su cabeza, dispersando tales pensamientos, malos pensamientos, y cuando se hubo dado cuenta, su cuerpo descansaba a centímetros del colchón.

El susto la arrojó agresivamente a la cama, meciéndola por la fuerza de la caída, frunció el ceño sin comprender tal desplante de magia y sobó sus ojos con cansancio. Tal vez alucinaba.

Se cambió de ropa minutos después, poniéndose su ropa Muggle para volver a su deber de Prefecta, o en una de esas, podría ir a las cocinas a pedir algo de comer, postre en su preferencia.

En el camino a cualquier lado, retó y requisó varios de los productos que aún quedaban de Sortilegios Weasley, negocio que se cerró hasta nuevo aviso, por luto. George se negaba a abrir, a menos que se diera un descanso primero. Descanso que era sinónimo de meses de fiesta.

Sonrió al pensar en George, en algún lugar paradisiaco, con las típicas chicas de los abanicos, y otras tantas dándole uva, en la boca, de seguro eso hubiera hecho, de no ser porque Hermione no lo sugirió.

Dobló una esquina, chocando violentamente con un frío cuerpo, que la mandó al suelo, de forma poco sutil y muy dolorosa.

Se quejó del golpe y sobó su trasero sin elegancia, todavía sin saber con quien se estrello, una mano frente a ella, le ayudó a levantarse, una mano suave, pero a la vez como si fuera piedra.

Los ojos grises de Draco, inexpresivos ahora, la hipnotizaron por unos segundos, los que tardó en soltar su mano y agradecerle educadamente, para después largarse de allí. Estaba bien, Malfoy ya no era un déspota hijo de su madre, como antes, pero sólo llevaban dos semanas de volver, y ella no escupiría al cielo.

- Mira por donde caminas – le espetó el muchacho con aburrimiento, antes de perderse por el pasillo

La castaña se golpeó mentalmente, no todo en la vida era color de rosa, era obvio que Malfoy no había cambiado del todo, y quizás el sólo hecho de haberlo pensado, trajo al antiguo Malfoy a la tierra, pero ahora que lo pensaba, no lo había dicho con mala intención.

- Hola castañita – le abrazó Harry, sorprendiéndola

- ¡Harry! – casi chilló asustada

- Si, ¿Acaso esperabas a alguien más? – dijo con toda la intención

- ¡NO! – Gritó – digo, no, ¿Por qué lo dices?

- Tranquila – la serenó – no te avergüences de decirlo

- ¿Decir qué? –

- Que anhelabas que fuera Ron –

- ¿Qué…qué cosas dices? – se escandalizó

- Hermione – suspiró el muchacho - ¿Cuándo lo admitirán?

- No tengo qué admitir – refutó siguiendo la marcha

- Estuviste a punto de besarlo en plena batalla, no lo niegues – advirtió viendo como ella abría la boca – ustedes si que son cabezotas

- No es tan fácil Harry – se rindió con pesar

- No Hermione, lo hacen más difícil, pero no lo es –

- Tal vez, pero no soy de las que se lanzan primero – se sonrojó

- ¿Y que piensas hacer? ¿Seguir el consejo que le diste a Ginny una vez? –

- No – ladeó la cabeza – de hecho no he pensado en ello

- Se harán ancianos – exclamó Harry levantando los brazos y llamando la atención de los alumnos

- Shh, baja los brazo – instó – no, sólo tomará un poco más de tiempo

- Me volveré un anciano antes de tener sobrinos – susurró

- ¿Sobrinos? ¡Harry! –

- Yo sólo decía – se encogió de hombros

- Si, claro – frunció el ceño – además ¿Por qué él no se…de…declara?

- Sabes lo nervioso que es, Hermione – lo defendió

- Y tú, lo terca que soy, así que, si quieres sobrinos, dale con una Bludger en la cabeza – chilló ofendida y se largó, dejando a Harry con la boca abierta

Hermione estaba en el baño de Myrtle, sin Myrtle, se agarraba la cabeza entre las manos, arrepentida por ese ataque de sinceridad que tuvo con Harry, estaba avergonzada hasta la médula y se recriminaba el control que perdió en ese momento.

Inspiró y expiró incontables veces, para tranquilizar el corazón, el mismo que le latía como si sufriera de una taquicardia, lavó su cara con un poco de agua y salió para darle la cara al mundo.

Neville la interceptó a la carrera, para pedirle un libro de Transformaciones, se veía tan desesperado que la castaña sin más, subió a traerle el famoso libro, diciéndole que la esperaba en jardín.

Lo que Hermione no sabía, era que Neville no necesitaba ese dichoso libro. Harry le había comentado a Ron, la conversación que había mantenido con ella y el muchacho, en un arranque de éxtasis y de valentía, en unos minutos, había movilizado a medio Gryffindor´s para prepararle algo especial.

A pesar de que ya el atardecer comenzaba, y que a Harry le parecía mala idea, Ginny incitó a su hermano a seguir con el dichoso plan, un improvisado picnic al borde del lago, cerca del gran árbol que a ella tanto le gustaba, era el punto de encuentro, se suponía que Ron aparecería detrás de la gran raíz sobresaliente, y le daría la sorpresa que tanto esperaban los dos.

Era ahí donde entraba Neville, era el cebo para atraer a la castaña, de otra forma, ella hubiese hecho demasiadas preguntas.

La castaña bajaba por las interminables escaleras a la carrera, un tanto exagerada al llevarle el libro a su amigo, por los pasillos todos le sonreían y le daban palabras de aliento, gestos que ella no comprendía.

Siguió sin tomarlos en cuenta, y ya quedándole sólo un piso por bajar, sucedió.

Su premura le jugó una mala pasada, y contando el inestable castillo, nada bueno pudo salir de eso. El impulso de la carrera le impidió frenar a tiempo para reducir la velocidad y bajar las escaleras como una persona normal.

Al sujetarse del barandal para no irse de boca a rodar por las escaleras, éste cedió y crujió peligrosamente, no tuvo mucho tiempo para reaccionar.

En un vago intento por estabilizarse, ejerció más fuerza en la baranda, desbaratándola por completo. Su pies fueron los primeros en quedar sin piso donde sostenerse y el jalón hacía abajo que sintió por el sorpresivo accidente provocó en un golpe con su nuca con el borde del piso.

El golpe en su cabeza la mareó y sólo pudo ver como el piso se acercaba más a ella, iba paralela al suelo, directamente a una fea caída, mas antes de caer sintió como algo se atravesaba entre el piso y ella, frenando su caída. Cuando esa sensación desapareció, cayó con un sonido sordo al frío suelo.

Escuchaba gritos a su alrededor, lo veía todo absolutamente confuso, una sustancia tibia y roja acaparó su atención, destacando en el blanco de las baldosas, y cuando comprendió que era su sangre, perdió el conocimiento.


Espero les haya gustado.

Aniia.