Bueno, este es el primer fic largo que subo de Twilight ^-^

había empezado como oneshoot y terminó teniendo 10 capítulos :O

Gracias -como siempre- a mi beta-trilliza Isabella Scott, que si no fuera por ella estaría subiendo cualquier cosa xD


Declaración: Estos no son mis personajes, fueron creados por la maravillosa mente de Stephenie Meyer. No hago esto con fines de lucro sino por ser alguien con tiempo libre xD


Estaré esperando

Regresa, susurro entre sueños.

Desapareces, te busco.

No puedo encontrarte, te espero.

Y los días pasan, en las noches te veo.

Soy como hoja al viento, sin rumbo ni tiempo.

Te espero aunque no sepa si exista tu regreso.

Tal vez sí, tal vez no.

Mi esperanza se debilita. Mi alma la fortalece.

Sé que volverás, me lo grita tu imagen desdibujada por el tiempo.

Odio mi mente por no guardar tus detalles perfectos, la adoro al tiempo por conservarte en mis sueños.

Y allí te veo y sonrío; y te encuentro y entonces despierto.

Y no estás… te espero de nuevo.

Sé que volverás.-


.Prefacio.

Las palabras que Edward había escrito en aquel trozo de papel me estaban calando hondo con cada línea, con cada coma y cada punto, como dagas desgarrando piel, músculo y hueso.

Aquella enfermedad desconocida, brutal y repentina me había arrebatado a mi mejor amigo, había logrado separarnos contra todo pronóstico. Hubiera dado cualquier cosa por tener conocimientos médicos suficientes para ayudarlo o, al menos, tener la fuerza necesaria para retenerlo a mi lado, donde lo necesitaba, donde el mismo Edward había confesado quería estar.

Él se había ido. Mi única pizca de luz en aquel pueblo sin sol se desvanecía. ¿Qué me quedaba? ¿Las nubes oscuras sobre mi cabeza? ¿La lluvia incesante sobre mi rostro? ¿El frío? ¿La soledad?

No podía aceptar la soledad, a pesar de que nunca me había incomodado. La soledad era un elemento importante en mi vida, había aprendido a disfrutarla desde que mamá pasaba más tiempo con su nuevo marido. Pero la soledad sin Edward era terrible.

Una parte de mi mente me decía que volvería, algún día cuando esa maldita enfermedad estuviera bajo control, cuando dejara de ser peligroso para mí.

Días, semanas, meses, años… décadas podrían pasar antes de que volviera a contemplar el rostro precioso de mi mejor amigo y dueño sin saberlo de mi corazón.

Mientras tanto… estaré esperando.


.Capítulo I. "¿Dónde estás?"

Me había mudado a Forks, Washington hacía dos años, ya que mamá se había vuelto a casar cuando pensé que el matrimonio con Charlie ―mi padre― había sido suficiente razón para permanecer soltera para siempre.

Pero entonces conoció a Phil, su profesor de béisbol. Este deporte había sido su pasatiempo de la semana y ahora él, el amor de su vida. Phil la hacía feliz, y eso bastaba para Renée. Sin embargo, yo me sentía sobrar en medio de tanta atmósfera romántica. Tanto que pensé que no le importaría prescindir de mi presencia por un tiempo y que podía contagiar un poco de su felicidad a mi solitario padre.

La vida en Forks no era en lo más mínimo parecida a la de Phoenix ―mi antiguo hogar―, este pequeño pueblo era mucho más… remoto. Sí, ésa era la palabra. Era remotamente aburrido.

Eternamente rodeado por el verde de los árboles donde fijaras la vista, y si por esa casualidad mirabas al cielo, lo encontrarías gris tormenta… ningún otro color. Cualquiera se hubiera vuelto loco en mi lugar.

No obstante, no cualquiera contaba con amigos como yo sí podía. En realidad era sólo "amigo", uno solo llamado Edward. Un joven que me ayudó a adaptarme a mi nuevo hogar desde que lo conocí, el primer día del Instituto y dos días después de haber desempacado. Nunca había sido muy comunicativa y justo ese día había llegado tarde a mi primera clase, me tocó sentarme a su lado y desde entonces compartimos mesa de laboratorio y una hermosa amistad.

Edward era considerado entre las féminas del establecimiento como el chico más atractivo del lugar, muchas veces las escuchaba suspirar por los pasillos cuando ambos cruzábamos a su lado. Lo cierto era que Edward me gustaba, pero mi cabeza enseguida comenzaba a enumerarme las razones por las que no debería dejar que ese sentimiento aumentara en tamaño, no siendo él el ser humano más perfecto que jamás haya visto sobre la tierra.

Era difícil describirlo con pocas palabras y no sentirse en la desesperada necesidad de detenerse a suspirar… y era allí donde entendía a las porristas y sus sonoros soplos de decepción al darse cuenta de que mi amigo no se fijaba en nadie, por alguna razón que nunca me animé a preguntar.

Un aire de misterio siempre lo rodeaba como algo que él no parecía percatarse, su intricado cabello color bronce mezclado con gel en un desprolijo revoltijo más de una vez me dejaba colgada de una nube pensando cómo lo lograba, casi siempre en medio de la clase de Biología donde éramos compañeros. Sus ojos verdes eran otro punto de atracción, siempre brillando con una chispa de vida. Era el verde que me gustaba por sobre el resto del abanico de verdor del que estaba casi hastiada de ver todos los días. Y ni que hablar de su sonrisa o de su habilidad para completar mis frases inconclusas, a veces tenía la sensación de que me leía la mente. Y nos echábamos a reír por ello, no sin tener sobre nosotros la mirada de unas ―mínimo― diez chicas a nuestro alrededor y otros cuantos ceños fruncidos por parte de los chicos.

Me consideraba afortunada de ser su amiga, no sólo por el status y la etiqueta de galán que le habían puesto, sino porque siempre era la persona más encantadora, generosa, brillante y decente que había conocido. Me entendía y eso era todo un logro considerando que nunca había encajado con la gente de mi edad.

Su familia era de las más conocidas en el pueblo. Su padre prestaba servicios de médico en el hospital de Forks y su madre era una reconocida restauradora cuyo estudio se encontraba en Seattle, siempre a rebosar de ideas. Había tenido el placer de ver sus dibujos en una de las visitas a casa de mi amigo.

Hablar de sus hermanos se tornaba complicado, eran tan distintos el uno del otro y, lo que me llamó más la atención, tan diferentes a Edward. Rosalie y Emmett, al igual que Alice y Jasper eran… si eso era posible, todavía más extraños que el mismo Edward. El parecido físico era prácticamente nulo, más bien, si los comparaba unos con otros, mi amigo parecía no ser parte de los Cullen. Y una tarde me lo explicó, cuando habían pasado unos meses desde que nos habíamos conocido y ya contábamos con la suficiente confianza como para ponernos a hablar de nuestras vidas.

― Carlisle y Esme me adoptaron cuando mis padres murieron en un accidente hace tres años ―me había explicado él mientras salíamos de clase de Biología y me acompañaba hasta mi coche.

― ¡Cuánto lo siento, Edward!

― No te preocupes. Ahora soy feliz ―afirmó y dejó centellar su sonrisa bajo el cielo siempre nublado de Forks. También sonreí.

Sin embargo, y a pesar de toda la diversión que habíamos compartido en los últimos días ―que habían incluido una salida de excursión por el bosque donde nos topamos con un precioso prado simétrico y floral ―, Edward había desaparecido.

Desaparecido como si lo hubiera tragado la tierra, como si nunca hubiera existido, como si conocerlo hubiera sido un sueño y yo acabara de despertar.

Pero no era un sueño. Papá lo conocía, a él y a su familia. El doctor Cullen seguía asistiendo al hospital para ocupar su puesto… entonces ¿Por qué Edward no respondía mis llamadas? ¿Por qué había dejado de ir al Instituto? Sus hermanos seguían yendo, pero él nunca estaba junto a ellos cuando lanzaba una mirada asustada a su mesa. Su ausencia me preocupaba, me hacía sentir ansiosa.

Decidí que no debía entrar en la histeria porque no había razones. Bien podría haber estado ocupado en alguna otra cosa.

Pero del dicho al hecho hay mucho trecho.

Día 3 de su desaparición. Por hábito, tomé el despintado teléfono de la cocina y marqué el número que me sabía de memoria, el número de Edward. El tono de llamada sonó tres veces, y una más. A mitad del quinto, contestaron.

― ¿Hola? ―respondió una voz de hombre, suave y musical. No me parecía conocida.

― Ho-hola ―saludé intimidada mientras jugaba con el cable del teléfono―, ¿está Edward?

El silencio inundó la línea por un largo minuto, necesité comprobar si no había desconectado el cable con mis torpes dedos.

― Soy Edward ―musitó finalmente la misma voz.

Estaba noventa por ciento segura de que ésa no era la voz de mi mejor amigo.

― ¿Edward? ¿Eres tú?

― Soy Edward, Bella.

Me quedé en silencio por un tiempo que duró dos latidos de corazón.

― ¿Edward? ―volví a preguntar, él suspiró.

― Sí, Bella. Soy yo ―me aseguró.

― ¡Vaya! Te escucho diferente ―admití ―, ¿qué pasó? ¿Estás bien? Te estuve llamando todos los días, me has preocupado.

―Lo siento. Estuve… enfermo ―dijo y lo escuché vacilante, como si estuviera dando demasiada información.

― Ah, pero ya estás mejor ―afirmé ―. Voy para allá, ¿estás en casa?

― ¡No! ―gruñó en un grito que me desarmó al tiempo que hacía que un estremecimiento me recorriera la espina.

― ¿Qué pa-pasa? ―susurré aún temerosa.

Edward o quien fuera que me haya gritado –a esas alturas ya lo dudaba- tomó aire sonoramente y lo soltó aún con más ruido.

― No puedes venir, Bella ―dijo con la voz tensa y amenazadora ―, no es… seguro.

"No es seguro", ¿cuándo lo había oído pronunciar esas palabras?

― Ya te dije, Edward. Mi Chevy funciona la mar de bien.

Odiaba que subestimara el funcionamiento de mi coche sólo porque su Volvo era de este siglo. Le fruncí el ceño a la pared.

― Confía en mí. Es peligroso que nos veamos ―susurró con una nota de dolor en su voz de terciopelo.

En el fondo seguía preguntándome si ese hombre era Edward, sonaba demasiado… suave, demasiado persuasivo, demasiado oscuro.

― Pe-pero…

― Adiós, Bella ―pronunció y se me hizo un nudo en la garganta. Cuando quise decir algo más ya había cortado.

Impotente, colgué el teléfono.

Ése no podía ser Edward. Pero si no era él, ¿quién era? No lograba hilvanar una idea coherente acerca de lo que estaba sucediendo en casa de los Cullen.

Llegué a la conclusión que darle un día de plazo para que se calmara era buena idea y también, por qué no, para que fuera yo la que me pusiera en mis casillas.


Ojalá sea de su agrado ^-^

que suba el próximo capítulo depende de ustedes y de los reviews que dejen :p

Sólo hagan click en el botonocito de letras verdes todo bonito de acá abajito y me escriben algo ¿sip? *-*

Besos.

*Cinderella*