Hola queridos lectores.

Les traigo mi primer historia basada en la popular serie de MLP, espero la disfruten.

Aclaro que la presente historia Ocurre en un universo paralelo por lo que toda incongruencia con los eventos de la serie pueden pasarse por alto.

Sin más por el momento los dejo con la historia.

NOTA DEL AUTOR: La presente historia fue hecha con fines meramente recreativos y con fines de entretenimiento. My little Pony Friendship is Magic, así como sus personajes pertenecen a sus respectivos autores.


Moonbeam

Capitulo 1 - The moon's lover

Sabía que sería difícil quedarse a esperarla y sin embargo tenía que cumplir la promesa que le había hecho antes de marcharse. Después de todo sabía muy bien que acompañarla solo terminaría por traerle más problemas. Una relación como la suya no era tan bien vista después de todo, especialmente después del fiasco que había provocado aquel draconequus años atrás. Sabía perfectamente y de buena fuente que la diosa del Sol había sido gravemente lastimada por aquella traición, aunque no estaba del todo segura de lo que había provocado la ira de la criatura en primer lugar, después de todo él y las princesas eran buenos amigos mucho antes de que las conociera, o al menos a ella ya que solo había escuchado historias de la princesa del Sol pero no había tenido la fortuna (o desventura) de verla cara a cara.

Sus pasos resonaban en la habitación, el ritmo acelerado de su respiración y el nervioso golpeteo de su corazón contra su pecho sobrepasaban sus capacidades mentales. Por cada minuto que transcurría sentía como si sus nervios estuvieran un paso más cerca del quiebre emocional. Y lo que era peor era continuar escuchando los murmullos que se filtraban a través de las paredes de madera seca que recubrían la habitación. Sabía que los habitantes de Equestria estaban desesperados y su moral decaía día con día y verse rodeada por ese ambiente no le ayudaba en absoluto.

Sus pesuñas ya habían formado un círculo perfecto apartando el polvo del área por la que había estado trotando nerviosamente durante horas. La luz de la luna aún continuaba filtrándose silenciosa por la ventana de la modesta habitación, en la misma posición en la que la había visto desde que había llegado a esa habitación.

A su alrededor no había más que una vieja cama cubierta por ásperas sabanas de tela, un par de taburetes de madera vieja que despedían un fuerte olor a humedad, un pequeño espejo apenas lo suficientemente grande para poder mirarse a la cara colgaba de la pared opuesta, pero ese ropero viejo y ruidoso que permanecía al lado opuesto de la cama era el único objeto al que realmente detestaba, había cometido el error de aventurarse a abrir las puertas para echar un vistazo a su interior, cuando las viejas y desgastadas bisagras le habían asaltado los oídos con un chirrido infernal provocándole un zumbido que le duro varios minutos. En definitiva era un lugar deprimente, no era como si pudiera esperar mayor lujo sobre todo en tiempos de guerra después de todo, pero la taciturna atmosfera no hacía más que aumentar las variables a la ecuación que tarde o temprano terminaría por quebrar su estado emocional.

Se detuvo un momento para mirar la Luna, aquella hermosa esfera blanca que iluminaba los cielos parecía sonreírle dulcemente. Mirarla siempre le ayudaba a tranquilizarse aun cuando en esa noche las estrellas fueran tan escasas. Sabía perfectamente el esfuerzo y dedicación que ella ponía con tal de hacer lucir aquel manto oscuro lo más hermoso posible, aun cuando la situación apenas se lo permitía ella siempre encontraba el tiempo. Por un momento creyó haber visto los cielos ennegrecerse aún más de lo normal, mientras el hermoso astro blanco parecía incrementar su intensidad luminosa.

Cerro los ojos para tomar un respiro profundo, dejo que el aroma del frio invierno entrara en sus pulmones y los llenara por completo, se deleitó al sentir esa misma frescura que sentía cada vez que la besaba en los labios, mientras la luz de la Luna bañaba su ennegrecido cuerpo. Se quedó ahí de pie frente a la ventana, pues no temía ser descubierta en ese lugar. Habían pasado varias noches en esa misma habitación y sabía perfectamente que a estas alturas habría muy pocos ponis lo suficientemente locos como para salir de sus refugios.

Miles de sensaciones la llenaron en ese momento, imagino sus ojos, esos hermosos ojos azules y profundos como el mar nocturno, la suavidad de los mágicos cabellos de su melena, aquel pelaje suave y esponjoso que cubría su cuerpo, casi podía sentir aquellas curvas que tanto deseaba recorrer, su fuertes y tonificados cascos y por su puerto ese hermoso y bien estilizado flanco que tanto la enloquecía. Todas y cada una de las sensaciones que la invadía en ese momento traía hermosos recuerdos de los que no quería separarse. Pero en ese mismo instante también empezaron a invadirla los recuerdos de las últimas semanas, el inminente peligro que corrían todos en ese momento, sobre todo ella, ahora estaba en Celestia sabrá donde enfrentando al peor de los tiranos del que se tuviera registro.

Habría arriesgado todo por estar a su lado en ese momento de no ser por esa estúpida promesa. Confiaba en ella por supuesto, había confiado en ella cuando el draconequus había esclavizado Equestria por todos los cielos y eso era decir mucho, después de todo cada cuando te enfrentas a una criatura del caos, inmortal, capaz de romper la realidad misma a voluntad y tienes la virtud de salir viva y en una sola pieza.

-Entonces porque me siento tan angustiada- dijo mientras abría sus ojos color esmeralda y bajaba la mirada dejando escapar el aire de sus pulmones.

Su respiración parecía haberse calmado un poco pero su corazón aun palpitaba con fervor, el miedo y la angustia la envolvían de su cola a su hocico y sus nervios no la dejaban en paz.

Sabía que era fuerte y que tenía una fiera voluntad, la había visto molesta un par de veces y sabía que a pesar de toda la ternura y serenidad que despedía también podía ser intimidante cuando lo deseaba.

-¿Porque me siento así?- preguntó a nadie en particular.

Últimamente ella había sido su mayor sustento, no habían intimado todavía pero si se habían besado en varias ocasiones y aunque ella quería respetar su ritmo no podía evitar sentir como si algo no estuviera bien. Quizá eso era, tal vez se estaba tratando de reprimir demasiado por miedo a lo que podrían pensar de ella, después de todo era una figura pública, o quizá tenía miedo de echar a perder lo que habían construido en estos meses, se conocían desde hace algunos años pero habían empezado a salir hace muy poco.

Dejo escapar una risa nerviosa al recordar ese día, confesarle sus sentimientos había sido una de las cosas más difíciles que había hecho en su vida, pero ella la había aceptado, después de todo a pesar de lo dura que podía verse en el exterior ella sabía lo frágil que podía ser en realidad su pareja.

-¿Quizá solo estoy delirando?- concluyo.

No, ella sabía que algo había estado mal desde antes que la guerra comenzara, lo sabía, lo había sentido en ella desde hace algún tiempo y aunque aún no podía encontrar las palabras correctas para describirlo sabía que era algo... que andaba muy mal con ella. No era miedo y tampoco era inseguridad, de eso estaba segura. La noche anterior había sido especialmente extraña. Sus besos gélidos no la habían llenado de la misma forma que antes, algo la había estado preocupando, no, atormentando sería una mejor descripción y sin embargo, no podía descifrar de que se trataba. No era normal, almenos no en ella y con el paso del tiempo era algo que había aprendido a notar.

Una fuerte explosión se vislumbró a lo lejos, lo que descarrilo su tren de pensamientos. Sus ojos se abrieron mucho más de lo que jamás habría imaginado y por un segundo sintió como si su corazón se hubiera detenido por completo, quedo inmóvil ahí frente a la ventana observando a la nada, mientras la luz lentamente se disipaba.

Los murmullos rápidamente se incrementaron, los habitantes de esa pequeña aldea a las afueras de los límites del helado imperio estaban claramente horrorizados, los sollozos desesperados de los ponis que compartían el establecimiento con ella se hicieron cada vez más audibles, pero ni siquiera pareció notarlos. Simplemente permaneció ahí, inmóvil, pasaron solo un par de minutos pero fueron los minutos más largos que había experimentado hasta ese momento. Su boca se movía de arriba hacia abajo tratando de articular palabras que no salían de ella, sus patas permanecían firmemente clavadas al suelo de madera, trataba de moverse, pero su cerebro no parecía querer funcionar y su cuerpo simplemente se había desconectado por completo.

Cerro fuertemente sus ojos esperando recuperar el control, mientras una lagrima cristalina escurría por su mejilla.

Lo sabía, debí de ir con ella, debí estar a su lado... P-porque demonios me deje convencer, si hubiera insistido yo estaría ahí, podría hacer algo pensó mientras mantenía los ojos fuertemente cerrados y apretaba los dientes dejando ver sus afilados y largos colmillos que ahora sobresalían amenazantes.

Abrió los ojos de golpe, la determinación en su mirada era palpable, si tenía que arriesgarse a ser asesinada lo haría sin meditarlo con tal de salvarla, pero de pronto algo la detuvo, la luz del horizonte disminuyo casi por completo. Su mirada se posó entonces en la Luna, el astro continuaba brillando con intensidad, la misma intensidad con la que sus ojos la miraban cada vez que se encontraban. Lo sabía, no necesitaba de alguien que se lo dijera, directamente simplemente lo sabía, seguía viva de eso no cabía duda alguna.

Su cuerpo se relajó de inmediato, mientras la Luna comenzaba su ascenso triunfal cruzando el cielo nocturno con lentitud hasta posarse en lo más alto de este. Las estrellas entonces comenzaron a aparecer una tras otra como si alguien las estuviera pintando sobre un lienzo, era un hermoso manto tan radiante y profundo como su melena. Cerro los ojos nuevamente imaginándola, aquella concentración que mostraba en el rostro cada vez que se empeñaba en su labor, aquel empeño que siempre ponía con tal de mostrarle al reino entero la belleza que la noche también podía ofrecerle a quien se diera un poco de tiempo solo para contemplarla. Nuevamente aspiro con profundidad, dejando que la fresca brisa la llenara. Ella volvería y la esperaría paciente en su lecho.


La batalla había terminado, habían salido triunfantes, pero sus expresiones no eran de júbilo. La diosa del Sol avanzaba erguida, con la mirada seria fija en los soldados que se agrupaban en el campamento.

Se podían escuchar los gemidos y lamentos de los cientos de soldados heridos que eran atendidos con urgencia por el equipo de paramédicos.

-¡Majestades!- Gritó un pegaso cubierto por una armadura solida de color plateado, con acabados en oro, su crin de color naranja y pelaje amarillo.

La multitud presto inmediata atención a las dos alicornios que se aproximaban con paso cansado pero firme. Celestia, la princesa y co-gobernante de Equestria portaba una armadura de oro, sobre su pelaje blanco, mientras sostenía su casco con una de sus alas dejando que su crin de coles pastel ondeara con gracia, mientras que una larga lanza de oro permanecía firmemente sujeta en la otra ala, sobre su lomo llevaba a cuestas una pequeña Pegaso de color rosado, cuya crin y cola multicolor formaba hermosos risos en sus puntas. Su expresión era imposible de leer, simplemente se limitaba a pasear sus ojos magenta de un lado a otro evaluando calculadoramente la situación.

Había sangre manchando la blanca nieve, restos de metal y cristal esparcidos por aquí y por allá. No hacía falta decir que la batalla había sido dura, las tropas de Equestria habían sufrido varias bajas, cientos o quizá miles de ponis terrestres, pegasos y unicornios estaban cubiertos con mantas en las afueras del campamento, mientras sus amigos y alguno que otro familiar (soldados al igual que los caídos) se reusaban a apartarse de sus cuerpos inertes mientras sollozaban en silencio.

La princesa de la noche, por otra parte, continuaba su andar ligeramente rezagada de su hermana, su mirada perdida en el horizonte denotaba una expresión un tanto melancólica, llevaba puesta una armadura de un color azul oscuro una espada de plateada reposaba bajo su ala derecha mientras mantenía su casco aun sobre su cabeza, el cual poseía una afilada cuchilla frente a su cuerno, dándole un aire bastante intimidante, su melena recogida hacia atrás en una cola de caballo ondeaba con gracia.

El Pegaso avanzo hasta estar de frente a sus gobernantes, hizo una reverencia antes de hablar nuevamente.

-Me alegra enormemente que se encuentren a salvo sus majestades- dijo con respeto.

-Se lo agradezco capitán- respondió Celestia tomando la palabra -Por favor reúna a los líderes de escuadrón en mi tienda personal, para darles las noticias de lo ocurrido y prepare un informe de los daños que hemos recibido.-

-De inmediato su majestad- respondió el capitán no sin antes dirigir su mirada a la Pegaso que dormía en el lomo de la princesa del Sol para después salir volando a toda velocidad hacia el campamento.

Decirle tienda era poco, la carpa destinada a las princesas era bastante amplia, sin embargo las cosas que en ella se encontraban eran en su mayoría de Celestia. en el interior había una mesa grande y redonda en la cual se podía observar el mapa de Equestria, sobre su superficie se encontraban pequeñas figuras que representaban los ejércitos equestriences estratégicamente situados en los límites del imperio de cristal que había dejado de existir hace apenas unas horas. Había un escritorio situado en una de las esquinas y estanterías de libros cerca del mismo, en el centro se hallaban dos tronos situados frente a la enorme mesa de piedra y al lado opuesto se podía ver una cama medianamente grande.

Cabe mencionar que Celestia se incomodaba constantemente con el enorme espacio con el que contaba, no podía evitar sentirse sola. A pesar de que la mayor parte del tiempo el lugar estaba repleto de sus líderes de escuadrón, no era capaz de evitar que la ausencia de su hermana le afectara, ciertamente entendía las necesidades y deseos de la yegua por poseer su propia habitación, pero parecía más como si ella estuviera tratando de mantener la distancia a propósito.

La princesa del Sol suspiro mientras recostaba a la pequeña Pegaso sobre su cama y procedía a arroparla del frio.

Había pasado todo el camino desde el imperio de cristal (o más específicamente del lugar donde alguna vez estuvo el imperio) hasta el campamento pensando en el asunto que aún continuaba dando vueltas una y otra vez en su mente.

El ataque de ilusión de sombra le había mostrado una visión bastante aterradora. Su hermana se había convertido en una criatura totalmente distinta y la miraba con malicia, un destello de odio y desprecio se había reflejado en aquellos ojos de zafiro.

No le había hecho preguntas a Luna acerca de cómo había logrado vencerlo. Intuyo que de alguna manera el rey en su cobardía y sabiéndose superado debió arrastrar consigo a todo el imperio, pero algo no estaba bien. Los elementos debieron haberse hecho cargo del asunto tan pronto como lo sorprendieron, pero la magia de estos no parecía haber funcionado, sería más excepto decir que no se habían activado correctamente.

Volteó la mirada en dirección al trono que yacía junto al suyo, el marco tenía un color azul rey hermoso y una pequeña luna creciente en su cúspide.

-¿Pero que estoy pensando?- se dijo sacudiendo las ideas de su cabeza -Luna es mi hermana hemos estado juntas por siglos...-.

Un pequeño y sutil murmullo llamo su atención. La pequeña Pegaso se movía erráticamente sumergida en un sueño mientras hacia una mueca como si estuviese comiendo algo sumamente ácido y pataleaba graciosamente. La deidad del Sol no pudo evitar reír ligeramente.

Era la única sobreviviente y sabía perfectamente la suerte que había tenido de encontrarla con vida.

-Me alegra que hallas sobrevivido Cadence y lamento no haber llegado antes- dijo recordando a la reina de cristal, quien había muerto poco antes de que lograran entrar en el castillo del rey sombra.

-Hermana mía- escuchó la voz de Luna desde la entrada de la carpa -los líderes de escuadrón están aquí.-

-Dejalos entrar- respondió la mayor.

Varios ponis de las tres especies se hallaban sentados en el perímetro de la mesa de piedra, Celestia se sentó sobre sus flancos a la cabeza de la mesa seguida por su hermana que permanecía a sus espaldas. La deidad del Sol notó esto pero decidió dejarlo pasar.

-Capital Caramel, su informe por favor- dijo la deidad del Sol con total calma y usando un tono amable.

El Pegaso de crin naranja y pelaje amarillo saco un par de pergaminos, se aclaró la garganta y comenzó a leer. La princesa de la noche permaneció inmóvil llevando aun su casco sobre la cabeza mientras escuchaba el reporte de las últimas horas, la mitad del ejército había caído tras el asalto al imperio miles de vidas se habían perdido en tan solo un par de horas, de la mitad restante algunos cientos habían salido con heridas menores. 300 soldados, sin embargo, aún luchaban por sus vidas en ese momento mientras los equipos de paramédicos hacían hasta lo imposible en los quirófanos improvisados que se habían montado en el campamento. No necesitaba ser una experta para entender que más de la mitad de ellos ni siquiera llegarían a ser atendidos y morirán irremediablemente.

-Las pérdidas de estas vidas las llevaré en mis hombros y le aseguro que tan pronto como nuestro poder se reestablezca lo suficiente mi hermana y yo haremos lo posible por asistir a los heridos- dijo Celestia, un tono triste acompañaba sus palabras -La batalla de hoy ha finalizado con la derrota del Rey Sombra, sin embargo, esta no podría considerarla una verdadera victoria, pues hemos perdido el imperio de cristal y junto con él a una gran cantidad de soldados valientes que han luchado por construir un futuro para nosotros a cambio de sus vidas- continuo.

Los presentes no podían hacer más que asentir bajando la mirada. Las palabras de su princesa eran ciertas, a pesar de haber triunfado, el precio que debieron pagar había sido extremadamente caro.

-Ahora les pido que descansen, coman y beban que mañana partiremos a casa- continuo Celestia dirigiendo a sus súbditos una sonrisa alentadora.

-¡Larga vida a Celestia!, ¡LARGA VIDA A NUESTRAS PRINCESAS!-vitorearon en respuesta para posteriormente retirarse.

Celestia no pudo evitar sonreír con encanto mientras observaba a su soldados retirarse con aire de regocijo y felicidad, felicidad de volver con sus seres amados, felicidad de regresar a casa. Completamente ajena a la mirada de su hermana quien simplemente se levantó y paso a un lado de ella dejando que la sombra de su casco cubriera su rostro.

-¿Luna?- pregunto Celestia notando a su hermana después de que esta pasara a su lado.

-Estoy cansada hermana mía, espero nos perdones, nos gustaría retirarnos a reposar a nuestros aposentos, la batalla nos ha agotado a sobremanera- dijo la alicornio oscura sin voltear a verla.

-Por supuesto Luna, descansa- respondió la deidad del Sol dándole una sonrisa a su hermana, quien no perdió tiempo y salió de la carpa cerrando la cortina de la entrada tras de sí.

Una vez afuera y azotada por el frio de los vientos, emprendió su andar rumbo a su tienda que se encontraba en el lado opuesto de la tienda de su hermana.


Ella permanecía recostada sobre la cama, su esbelta figura y sus largas piernas cubiertas por una cobija áspera, no había podido conciliar el sueño a causa de la preocupación. Cuando el inconfundible sonido y resplandor del hechizo de teletransportación la sobresaltó. Se levantó de la cama sentándose de golpe sus ojos rápidamente escudriñando la habitación que ahora permanecía en penumbras ya que la modesta ventana se encontraba ahora cerrada bloqueando el paso de la luz de la Luna.

-Hemos regresado- fue lo único que escucho en las penumbras, sus ojos se iluminaron al escuchar la voz por un segundo, antes de caer en cuenta del tono con el que aquellas palabras venían acompañadas.

Rápidamente se puso en pie y entrecerró los ojos en un esfuerzo por ajustar su visión. Fue entonces que logró notarla. Aquella melena ondeante con majestuosidad desprendía un brillo tan tenue que era casi imperceptible, acompañada por un par de ojos de color azul zafiro, tan profundos como el mar y tan hermosos como una gema. Pero fueron esos hermosos ojos los que le desgarraron el alma al instante.

Su mirada era vidriosa, parecía haber acumulado una inusual cantidad de líquido en ellos, en cuestión de instantes perdió toda capacidad de habla, se limitó a avanzar hacia ella y envolverla con sus cascos agujerados al tiempo que su amada diosa de la noche se dejaba car sobre su pecho presa de un incontrolable llanto. Sintió sus lágrimas humedecer su pecho rápidamente, sus fuertes gimoteos desgarraban su corazón como dagas de hielo que se le clavaban una y otra vez.

Su lengua parecía haber olvidado como articular palabras, deseaba tanto decirle algo, lo que fuera, pero su cerebro se negaba a cooperar, simplemente se quedó ahí abrazándola mientras frotaba dulcemente su espalda con un casco y revolvía su melena con el otro. Le dolía no poder hacer nada para aliviar su dolor, la impotencia le devoraba el alma. Tenía el poder para convertir su cuerpo en cualquier cosa que deseara y sin embargo no poseía el poder para aliviar el dolor de su amada.

Permanecieron en la misma posición por lo parecieron ser horas, no podía apartarse de su lado ni romper el abrazo, no hasta estar segura que ella estuviera calmada. Continuó masajeando su espalda y melena en un intento por transmitirle sus sentimientos hasta que sus lamentos cesaron y ella cayó presa del profundo sueño y cansancio que hasta ese momento noto que cargaba. Encendiendo su cuerno deforme en un aura de color verde brillante la envolvió en su poder telequinetico y procedió a reposarla sobre la cama. Para después envolverla nuevamente entre sus cascos mientras cubría a ambas con la tela áspera y gruesa para mantenerlas calientes.

-Lo siento Chrisi-murmuro ella.

-No, soy yo quien lo siente... no debí dejarte ir por tu cuenta- le susurro al oído mientras reposaba su cabeza sobre la de ella.

Sus sollozos continuaron unas horas más aun después de caer presa de la enorme fatiga que la acompañaba, pero Chrysalis no podía conciliar el sueño. Sus ojos brillaban furiosos, sus dientes apretados unos contra otros, sus colmillos amenazantes. Aun no sabía con exactitud lo que había sucedido, pero sabía que Luna no aguantaría mucho más, nunca la había visto quebrarse de esa manera.

Ella era fuerte, mucho más de lo que sus súbditos le daban crédito.

Sabía lo mucho que se había esforzaba cada noche, incluso trabajaba de día, manejando a la guardia de la luna y asegurándose de proteger el reino desde las sombras. Cargaba sobre sus espaldas un peso mayor del que podía soportar y con solo tenerla cerca de si podía percibir que no estaba lejos de quebrarse, tenía que encontrar la manera de ayudarla.