Una nueva vida, lejos de ser el CEO de la gran empresa Katsuya, comenzaría ser solamente un maestro de filosofía. Desde pequeño siempre tuvo lo que quiso, nunca le hizo falta nada o a lo menos no hasta que cumplió los 15 años, en ese momento se dio cuenta de lo vacía que había sido su vida. Sus padres siempre estaban ocupados con la empresa y nunca estaban en casa, los únicos que le cuidaban y le habían criado eran los sirvientes. Fue entonces que comenzó a ser rebelde y revelarse a cualquiera que quería apagar sus ideales, consiguió mucha experiencia en los diferentes campos de la vida, menos en uno. Tiempo despues de ser ya un joven de 21 años heredo sin más remedio la empresa familiar y por ende se convirtió en el CEO más joven de la historia de los Katsuya. Así pasaron 4 años en los que hizo crecer aun más la empresa. Siguió estudiando e hizo una pequeña carrera para ser maestro de Filosofía. Y ya despues con 25 años cumplidos llego a ser lo que siempre soñó. Sin embargo jamás imagino que la experiencia que había acumulado a lo largo de su vida, no le iba a servir en esta ocasión, pero el tiempo corre y el amor toca su puerta, en espera de ser escuchado.

Capítulo 1: Colores

Después de hacer ciertos movimientos en la empresa Katsuya, ya todo estaba arreglado para estar trabajando como maestro por un año. No podía sentirse más satisfecho que ahora, ya había realizado los tramites para entrar a una secundaria, y en sus manos yacía el horario. Mañana entraría a primera hora.
Con una gran sonrisa salió rápidamente del instituto, dispuesto a arreglar todo para su primera clase. Subiendo a su auto manejo hasta el que consideraba un buen lugar y en donde rento un pequeño departamento, ya que no quería manejar todos los días hasta la mansión principal de los Katsuya. Después de aparcar su auto en el estacionamiento, subió hasta su departamento y que, después de un gran suspiro se adentro al lugar, notando que las cosas que se había traído consigo aún seguían en las cajas. Quizás ya mañana arreglaría un poco, pero por ahora tomaría una ducha y descansaría para llegar con un buen animo a sus clases de filosofía.

Mientras tanto no muy lejos de su departamento en una pequeña colonia, un joven de cabello carmín y verde de no más de 15 años trabajaba arduamente en los trabajos y tareas pendientes del día de hoy. Su nombre es Sakaki Yuya, un estudiante promedio, sus calificaciones no eran de estar orgulloso pero tampoco eran tan malas. El pasaba desapercibido por casi todos sus compañeros, tenía amigos, pero estos se alejaron al saber lo que él era. Aislándose en su mundo y haciéndoles creer a todos que estaba bien.

Dio una mirada rápida a su reloj que estaba cerca de su cama y con un bostezo largo y cansado, cerro sus libros y cuadernos, terminando con los deberes del día de hoy. Caminando perezosamente llego hasta su cama, en la cual se dejo caer y con un nuevo bostezo dejo que Morfeo se lo llevara al mundo de los sueños, en donde no podía sufrir, donde no había dolor, donde podía ser libre.

La mañana llego rápidamente y los rayos del sol se colaron por ambas ventanas, Yuya tomo su despertador mirando la hora, en verdad que no quería ir a la escuela pero su madre lo obligaría, dejando su despertador de lado y sin más opción comenzó a alistarse para bajar a desayunar, mientras que no muy lejos de allí, Hoshiyomi, CEO de la empresa Katsuya, ya se encontraba de pie, alistando y corrigiendo algunos detalles de la clase de hoy. Una sonrisa surcaba su rostro, este día debía ser perfecto.

Yuya salió rápidamente de su hogar, ya que se había tomado más tiempo en desayunar y ahora faltaban diez minutos para su primera clase, sin embargo aún si fuera corriendo llegaría en 20 minutos a la escuela y dando un grito de frustración no tuvo más remedio que seguir con su camino.

Hoshiyomi salió con calma de su departamento llevando consigo algunas cosas que creyó necesarias, bajando al estacionamiento y subiendo a su auto, se dispuso a manejar el pequeño camino a la secundaria. Por suerte no hubo trafico o algún embotellamiento que lo atrasara, miro su reloj, el cual descansaba en su muñeca izquierda y sonrió con satisfacción, solo faltaban diez minutos para comenzar con su primera clase. Aparco su auto en el estacionamiento de la secundaria bajo un árbol, ya que no quería que quedara directamente bajo el sol, y de esta manera se adentro al instituto en donde enseñaría por solo un año.

Yuya maldecía por lo bajo mientras se adentraba a la escuela, su mañana había comenzado bien, sin embargo se tardo mucho en desayunar y salió rápidamente de su hogar, pero a mitad de camino se percato de que había olvidado su mochila, obligándolo a regresar por ella y ahora llegaba media hora tarde a la primera clase. Hoy no era su día. Abrió la puerta de su aula rápidamente recibiendo la atención de sus compañeros y su maestro de Química.

-Sakaki Yuya…Otra vez tarde…-Mencionó el maestro mirándolo con enojo, mientras dejaba a un lado lo que estaba explicando.

-Lo siento, no volverá a pasar-Replico Yuya rápidamente haciendo un gesto de culpa.

-Mmm bien, pero por hoy te quedaras en detención por tu falta-Culmino el maestro, volviendo a retomar su explicación. En ese momento el salón estallo en risas y comentarios desagradables comenzaron a surgir.

"Ya se esperaba de Dame-Yuya (1)" "Después de todo fue un inútil, después de la desaparición de su padre" " Apuesto a que su padre los abandono por su culpa" "Que valor de seguir viviendo aquí" "Pobre de su madre ha de estar decepcionada por tener un hijo como él"

Yuya no tuvo mas remedio que ignorar todos los comentarios hacia su persona con una sonrisa, yendo a sentarse hacía la esquina más alejada de la entrada y en dónde estaba su pupitre. Siempre era así, aun después de tres años de la desaparición de su padre, sus compañeros seguían tratándolo de esa manera, eran muy crueles e inclusive los maestros llegaban a burlarse de él. Esto simplemente no era vivir.

Para haber sido la primera clase en su vida, no había salido nada mal, aunque le incomodaba las miradas de sus alumnas y una que otra de chicos. Había dado una buena introducción y había hablado del tema del ser y sobre la identidad personal, y de allí surgieron ideas para tareas, trabajos y una que otra exposición, no podía sentirse más satisfecho que ahora. Las demás clases pasaron sin inconvenientes y logro captar la atención de sus alumnos. Miro su reloj y noto que era la hora del descanso, algunos maestros o compañeros de él, decidieron comer y otros a seguir revisando reportes, pero el prefería por ahora conocer mejor el instituto y quizás a más alumnos, y con ese pensamiento salió del aula en donde había dado su clase.

Yuya salió corriendo del salón de Arte a mitad de la clase con lagrimas en los ojos y empapado de varias pinturas que manchaban su rostro, cabello y ropa. Sus compañeros le habían jugado una broma y le habían aventado botes de pintura a su lienzo y de paso a él, el maestro que había presenciado todo, solo se había burlado de el como todos sus compañeros. Entro al baño para tratar de lavarse y quitar la mayoría de pintura, lográndolo solo por un momento, ya que la pintura persistía en no removerse. Dándose por vencido, se miro en el espejo, su piel había perdido el color natural de él, al igual que su suavidad. Sus ojeras se notaban más, mientras que sus ojos ya no tenían esa vida que antes era característica de él, parecía un fantasma. Trato de sonreír pero más que una sonrisa, salió una mueca sin vida. Ya se estaba hartando de todo esto. Cerro el grifo con fuerza y se dirigió a la azotea de la escuela, necesitaba estar solo, ya no quería ser humillado, o a lo menos, ya no por el día de hoy. Cerro la puerta y fue a sentarse en una esquina, en donde podía ver mejor los terrenos de la escuela. ¿Qué podía hacer?

Los edificios que conformaban la escuela eran bastante grandes y las personas que llego a toparse habían sido muy amables con él. Salió a los terrenos para poder apreciarlos mejor, había varias canchas de básquetbol y fútbol, además de una gran alberca. La vista era refrescante. Alzo su mirada para ver mejor los edificios, sin embargo noto una pequeña irregularidad. En uno de los edificios, en una esquina alcanzo a ver una mata de cabello rojo y verde, manchado de colores en algunas zonas. Era intrigante verlo, le pareció extraño y sin darse cuenta ya se estaba dirigiendo a ese lugar, al parecer la curiosidad le había ganado. Al abrir la puerta que dirigía a la azotea noto varias manchas de distintos colores que le conducían a una esquina en donde también las paredes estaban manchadas. Miro todo el lugar con cautela pero lo único que había ahí era él y esas manchas, sin rastro del culpable de ellas. Dio un largo suspiro al escuchar la campana que anunciaba el termino del descanso. Quizás pueda descubrir que paso después, pero por ahora tenía que reanudar sus clases y el no quería llegar tarde.

Yuya sintió como le miraban con insistencia y al voltear hacía las canchas, pudo apreciar a un joven de no más de 27 años de cabello rubio atado en una trenza, la cual descansaba en su hombro, con un traje blanco adornado con detalles azules. A sus ojos parecía un ángel, uno que quizás también se burlaría de él con el tiempo. Así con ese pensamiento salió de ese lugar antes de que el joven decidiera ir allí. Al llegar a su aula noto que no había nadie, pensó por un segundo recordando que era la hora de natación y por ende todos estaban ya en la alberca. Dio una pequeña sonrisa de alivio para despues tomar sus cosas e irse de una buena vez a casa. Ya se le ocurriría en el camino que decirle a su madre.

Caminaba lentamente por los pasillos en dirección a la salida, más al pasar por el aula de filosofía pudo apreciar de nuevo a ese joven que había llamado su atención. Sus ojos mostraban seguridad, las posturas que tomaba eran elegantes y con gracia pero firmes, y que decir de su voz, sonaba con confianza, era una melodía sin precedentes, era lo mejor que había escuchado. Esos ojos azules eran profundos capaces de atravesar su alma, su rostro era la misma perfección adornado por una sonrisa amable y compasiva. Volteo rápidamente su cabeza tratando de ocultar un sonrojo que competía con el color rojo de su cabello. Dándose un regaño mental comenzó a retomar su camino. Definitivamente hoy no era su día.

Después de explicar la actividad a la clase, volteó a la pequeña ventana que tenia la puerta , pudo sentir como alguien lo miraba, pero no logro ver quien era el o la dueña de aquella mirada. Y sin más decidió quitarle importancia, retomando la clase.
Pudo visualizar su casa a lo lejos, en verdad que no quería llegar, apostaba a que su madre le haría demasiadas preguntas de las cuales el no quería contestar, ya que si, su madre no sabía de que el sufría agresiones en su escuela y prefería que no supiera, no quería parecer débil ante su madre. Al llegar a la puerta principal dio un largo suspiro para después abrir la puerta anunciando su llegada, más al no recibir una respuesta se adentro más a su hogar llegando a la cocina encontrando una nota.

"Mi querido jitomatito (2), me hablaron del trabajo, al parecer hubo un percance, pero nada que tu madre no puedo resolver. Te deje tu comida en el horno, duérmete temprano"

~Mamá

Bueno al menos no lo iba a ver en tan deplorable estado. Se sintió aliviado pero no tranquilo, dejo sus cosas en la cocina, quería darse una ducha para quitar la pintura, y tras una hora de luchar logro su cometido. Se metió en el agua que antes había preparado y trato de relajarse, más el recuerdo del bello ángel que conoció, llego a su mente quitándole todo rastro de tranquilidad y haciendo que un gran sonrojo surcara su rostro. Salió del baño exhausto y despues de arreglarse para dormir, se tumbo en su cama, más recordó la detención que le habían puesto, quitándole toda intención de dormir, ya despues arreglaría eso. Pero por ahora solo iría a comer.

Había sido un gran día despues de todo, pero no podía dejar de pensar en aquel culpable de aquellas manchas de colores. Algo le decía que todo iba a cambiar de ahora en adelante. Y todo se movía alrededor de esa persona, fuera quién fuera.

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Bueno e aquí el capítulo, hay que aclarar que el nombre Hoshiyomi al principio pense que mi autora favorita lo había inventado, pero después de investigar me di cuenta de que ese si era su nombre, aunque ya saben en japones. Y por ende lo tome para la historia. Aquí en este mundo no existen los duelos.

(1): Dame._ Este es un apodo que se le pone a una persona torpe o estupida. Y aquí lo utilice para referirme a un apodo de Yuya.

(2): Jitomate._ En México al tomate rojo se le dice jitomate, desconosco si en otros paises se le llamara de alguna otra forma. Además de que Yuya parece uno con ese cabello XD