El otro lado de la Luna.
Por Ryu Mari y Alisse
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Capítulo I. Punto de partida
Estaba anocheciendo en Grecia y, en un lugar particular, el Santuario, en una de las tantas habitaciones que habían para los Caballeros, uno de ellos parecía tener una gran lucha interna… sentado en frente de un espejo.
-Estamos llegando a un acuerdo- dijo, después de unos minutos de silencio profundo que se sintió en el lugar –que te quede claro que si acepto lo que me propones es porque de esa manera estarás controlado…
-No seas cínico- replicó el otro, con tono de voz incluso algo molesto –lo estás haciendo porque también te conviene, de esa manera saldrás beneficiado… no es por mí, es por ti.
-Como digas- suspiró el otro –recuerda, hay ciertas cosas que debes tener claro: primero, no debes manifestarte, porque así nos descubrirán y ahí sí que va a quedar la grande, no quiero ni imaginarme la cara que tendrán los demás cuando se den cuenta de lo que estoy haciendo.
-Sí, sí, les va a dar ataque- cortó el otro con voz irónica –y tú recuerda que tienes que cumplir las tareas que te encomiende, no se trata sólo de un juego en donde ustedes nada más salgan ganando.
-Y lo haré, mientras nadie salga herido- agregó el muchacho –y recuerda que debes mantenerte a la raya, sin interferir en nada de lo que ocurra a mí alrededor…
-Eso ya lo dijiste.
-Es necesario que te quede claro, ni pensamientos peligrosos, ni comentarios sarcásticos ni nada de eso…- insistió el muchacho, contando con sus dedos las distintas peticiones que hacía.
-Ya entendí la idea- gruñó el otro –aunque debes tener claro que cuando alguna situación se te salga de control, lo más seguro es que me manifieste, aunque no sea de manera voluntaria por parte de los dos. Es una de las consecuencias que puede tener todo esto- guardó unos momentos de silencio, mirando con suspicacia al joven que tenía en frente de él -¿estás dispuesto a todo eso?, lo hemos estado conversando y creo que ya es hora que lo decidas.
El muchacho se sintió nervioso y algo inseguro, pero eso duró sólo unos cuantos momentos, porque instantes después asintió, sonriendo un poco. Estaba más que seguro que si los demás se enteraran, prácticamente lo iban a matar, pero estaba seguro que todo lo que estaba haciendo era por una buena causa… muy buena causa.
-Está bien, hagámoslo- dijo, sonando seguro de un momento a otro –ya lo hemos estado aplazando demasiado.
El otro sonrió, mirando fijamente al otro que se ponía en su cuello un pendiente que terminaba de unirlos más que de palabra. El trato entre ellos estaba firmado por fin, y lo que acababa de hacer el muchacho era una clara muestra de ello. Lo vio suspirar con cierto nerviosismo.
-Relájate, chico, si nada puede salir mal- suspiró, sintiéndose cansado de tener que insistir tantas veces en lo mismo –las guerras se han acabado, y esta relativa paz del lugar evitarán que la situación se te salga de control. Ya lo sabes, es prácticamente imposible que trate de adueñarme de tú cuerpo, aunque sea mío también.
-Es que si lo haces tanto tu pellejo como el mío corren peligro, y no lo digo sólo porque tú eres prácticamente nuestro enemigo, sino porque no me dejarán vivo después que sepan que acabo de hacer un pacto con el Rey del Inframundo, quién casi destruye la tierra hace sólo unos cuántos meses atrás.
-Esos son detalles- replicó Hades, hablando desde el reflejo del espejo –además, apuesto que cuando les des a entender tus razones para hacerlo, van a estar todos felices, sobre todo el que piensas que te va a matar.
Por primera vez desde que Shun de Andrómeda se sentó en ese lugar, sonrió de manera sincera. Lo único que deseaba era ayudar a su hermano, y sólo se le había ocurrido una manera, que tenía que ver necesariamente con el dios que tantos dolores de cabeza les había causado. Con sus poderes estaba seguro que lo lograría, lo haría feliz.
-Espero que Ikki entienda que fue necesario esto…- dijo Shun, poniéndose de pie –y que me deje explicarle antes que me golpee- sin querer se puso pálido –en fin, creo que ya es tarde para arrepentirme. Aunque esto no ha sido de las mejores ideas que he tenido, creo que no puede resultar tan mal.
-Despreocúpate- le dijo Hades –¿qué puede salir mal?
-Uno nunca sabe…- replicó Shun, poniendo el pendiente de "Por siempre tuyo" debajo de su polera, para que nadie lo viera.
Los golpes en la puerta de la habitación de Shun llamaron la atención del muchacho, que quedó mirando la puerta unos momentos y luego volvió los ojos al espejo, en cuyo reflejo aún podía verse a Hades. Por momentos Shun deseó la posibilidad de ser un vampiro, así dejaría de preocuparse por cosas como esa.
Quien había golpeado no era otro que su amigo Seiya, que lo miraba con cierta extrañeza.
-¿Estás solo?- le preguntó, después de echar una mirada rápida a la habitación.
-Sí, ¿por qué?
-Estoy seguro que escuché que conversabas con alguien- Seiya pudo notar perfectamente que Shun abría los ojos con sorpresa, pero que se reponía casi inmediatamente de ésta y que comenzaba a sacarlo para cerrar la puerta de su cuarto definitivamente.
-¿Yo conversar?, claro que no- dijo Shun, riendo un poco nerviosamente –debiste confundirte, Seiya, estoy seguro de eso.
Aún sin tragarse demasiado las palabras de su amigo, asintió. De hace días que sospechaba de él, y que estaba metido en algo raro. Pasaba casi todo el día metido en su habitación, parecía más nervioso que de costumbre cuando lo interrogaban sobre lo que hacía, incluso en ocasiones estaba más callado (y eso ya era decir mucho)
-¿Y para qué me buscabas?- le preguntó Shun, en un intento casi desesperado para que se olvidara del asunto.
-Ah, eso… Saori quiere que nos reunamos con ella, no me dijo para qué. Ikki dijo que para variar, sólo quería molestarnos y hacernos perder el tiempo, pero a pesar de eso, no deja de ser Atenea, así que no le queda otra que hacerle caso…
Shun sonrió levemente ante el comentario de su amigo.
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Casi a esa misma hora, en un lugar recóndito nunca visitado por un mortal, había una mujer, mejor dicho, una diosa, que caminaba de un lado a otro mirando el cielo estrellado. Esa noche no había luna, por lo que el brillo de las estrellas era mucho más fuerte que otras.
-Señora- escuchó detrás de ella en esos momentos, y al voltear, pudo ver a una joven inclinada en frente de ella.
-Dime…
-Ellas ya fueron aceptadas- continuó la chica, después de asentir –están dentro del Santuario y en el Templo de Poseidón, tal como usted lo indicó. Fueron aceptadas como aprendices en el Santuario, las dieciséis. Ocho en cada santuario.
-Excelente- replicó ella, sonriendo –puedes retirarte, no necesitaré de tus servicios hasta que tengamos que ir a ver a Atenea y Poseidón, así que tú y las demás tienen estos días libres.
-Gracias, señora Hécate.
La diosa volvió a quedarse sola y después de unos momentos, volvió su mirada al cielo, comenzando a sonreír.
-Dentro de poco- murmuró para sí –comenzaré a recuperar lo que me pertenece, lo que antes era mío, antes de que Zeus, Poseidón y ese idiota de Hades se sintieran con el derecho de arrebatarme sin siquiera preguntarme. Así irán cayendo uno a uno, y se darán cuenta que no debieron pasarme a llevar creyendo que eran los dueños del universo… para esto me he estado preparando tanto, y se sentirán tan perdidos que tendrán conflictos entre ustedes… y eso mismo será lo que los lleve a su ruina.
Hécate dio una última mirada a su alrededor, el templo estaba rodeado por un gran bosque que hacía imposible que cualquier persona normal llegara a él, sin contar que embellecía mucho el lugar, y lo hacía extremadamente tranquilo.
-El primero en caer serás tú, mi querido Hades- dijo, esta vez en voz alta, soltando una pequeña risa –te verás metido en tantos problemas que sólo querrás que te deje en paz… sin contar, que he encontrado una muy buena razón para que te rindas. Ni siquiera te imaginas que he encontrado a tu adorada Perséfone entre toda esa gente… estoy segura que aunque sólo deseas que permanezca al margen de toda la oscuridad que te rodea, ella es lo demasiado tonta como para hacer hasta lo impensable por ti. Por algo ha vuelto contigo.
Se acostó en un diván, mirando al techo y sonriendo con diversión. Tanto tiempo planeando y por fin todo lo que deseaba comenzaba a cumplirse… muy pronto todo lo que le correspondía por derecho propio volvería a ella, por mucho que esos dioses del Olimpo no estuvieran de acuerdo. Todo estaba tan bien planeado, que nada podría salir mal. Nada de nada.
-Muy pronto, Reyes del Inframundo, caerán… y ustedes sólo serán los primeros…
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En el Santuario, los Caballeros de Atenea se reunían ante un llamado de la diosa. Como siempre, debido a la cercanía con su diosa, los cinco de bronce estaban alrededor del trono de ella, vistiendo su armadura y en silencio. Seiya y Shun habían sido los últimos en llegar, y eso no pasó desapercibido para Ikki, que miró con suspicacia a su hermano menor, que lo único que pudo hacer fue desviar la vista, sintiéndose incómodo.
Los Caballeros dorados fueron llegando casi de inmediato, en un silencio respetuoso a su diosa, aunque eso en algunos no quitaba la gran sonrisa divertida que tenían por lo que estaban haciendo antes de ser llamados a la presencia de su diosa. Éstos llegaron junto con los Caballeros de plata que habían sido convocados, y con las amazonas también.
Shun, a la distancia, pudo ver a su amiga June, que en esos momentos estaba casi terminando su entrenamiento con Sheena, después de estar soportándolo por más de un año. A Shun a ratos le daba lástima la chica (sobre todo porque terminaba molida, y a él no le gustaba verla sufrir), pero estaba orgulloso de ella, tenía que reconocer que había avanzado mucho en ese tiempo que llevaba en el Santuario.
-Bien- Shion tomó la palabra en esos momentos, haciendo que todos los caballeros presentes dejaran de volar en sus pensamientos y tomaran atención –tal como les dijimos hace unos días, los nuevos aprendices han llegado, por lo que todo el que esté en condiciones de tener pupilos tendrá asignados el número que sea conveniente. Pasen, por favor…
Una gran cantidad de jóvenes y algunos niños se pusieron en frente de los caballeros, todos vestidos con trajes de entrenamiento, listos para comenzar cuando lo estimaran conveniente, aunque no se podía negar que algunos se notaban de lo más nerviosos, porque no estaban del todo seguros de qué tendrían que pasar en ese lugar.
Más de un caballero sonrió ante esto, recordándose a sí mismo cuando llegaron a ese lugar, creyéndose perdidos.
-Mira a esas niñas…- le susurró Milo a Camus, que estaba a su lado. Por el tono que usaba, dejaba perfectamente claro que ya no las veía como unas niñas –estoy seguro de que sería un excelente maestro de ellas.
-¿Estás seguro que lo que quieres enseñarles es a luchar?- le preguntó Camus de vuelta, enarcando una ceja. Conocía a su amigo, y también adivinaba en sus palabras las verdaderas intenciones que tenía.
-Por supuesto- contestó el otro –les enseñaré del combate cuerpo a cuerpo.
-Espero que ni Marín ni Sheena te escuchen, porque estoy seguro que son capaz de hacerte puré, y te lo merecerías…
-No seas aguafiestas, Camus, tú también puedes ayudarme a enseñarles…
-Ustedes están aquí para aprender- dijo Saori, hablándoles incluso con ternura –sus maestros serán como una familia para ustedes, serán sus mentores, las personas que los van a guiar, y cuando ellos lo estimen necesario ustedes serán probados por el santuario, y obtendrán de ellos y de nosotros la armadura que los protegerán, y de ella, la constelación que los guiará en la lucha. La responsabilidad de los Caballeros de Atenea no es cualquier cosa, ustedes serán los responsables de que la paz de la tierra continúe, que la gente pueda ser feliz durante su vida, aunque tengan que arriesgar la suya. Nosotros, que ya llevamos un tiempo luchando, lo hemos experimentado, pero la vida nos ha enseñado que el compañerismo y la unión es la mejor manera que pueden tener para lograrlo… pero ustedes mismos aprenderán eso, entrenando cada día y luchando por lo que más quieren…
Saori pasó su mirada por todos los aspirantes a caballeros, y sonrió dulcemente. Lo que menos deseaba era que ellos se asustaran.
-Les deseo suerte, y les pido que se esfuercen… ahora, les presentarán a sus maestros, espero que sean capaces de escuchar sus consejos, y de aprender sus lecciones. Desde este momento ustedes han iniciado su entrenamiento, su destino ya comenzó.
-Bonitas palabras…- suspiró Seiya, sus amigos lo miraron con burla.
-Habló un enamorado- dijo Ikki a la pasada, cruzándose de brazos. Ignoró completamente la mirada molesta de Seiya – yo las encontré muy normales, rayando en lo cínico…
Seiya iba a reclamarle a Ikki, obviamente no con pequeños susurros, sino que casi con gritos. Hyoga fue quien puso una mano en su brazo y lo detuvo.
-Sólo te está molestando, no le hagas caso - le dijo Shiryu.
Seiya se soltó y se cruzó de brazos, mirando molesto hacia otro lado. Ikki sonrió con diversión y Shun lo miró suspirando.
En ese instante Saori comenzó a llamar a los aspirantes y a los maestros de los mismos. Milo estaba absolutamente extasiado, ya que tenía muchísimas ganas de entrenar a algunas de "las niñas".
-Mike – dio un paso adelante un niño pequeño algo larguirucho, de cabello castaños y ojos negros – serás entrenado por Aldebarán de Tauro- La emoción del chico fue increíble, aunque llegaba a ser algo cómica la proporción maestro-alumno, el niño le llegaba más abajo de la cintura.
Así pasaron cinco niños más, los cuales fueron destinados a: Afrodita, Shiryu, Hyoga, Misty y Argor. Ken, quien era el discípulo de Argor quedó algo intimidado con su maestro desde un principio mientras que André, quien era el alumno de Afrodita quedó algo incómodo por los ademanes de éste.
-Llamaré ahora a una de las damas, Alcione. – al momento de escuchar ese nombre una chica de mediana estatura, delgada, de pelo castaño hasta los hombros y de ojos pardos bastante brillantes dio un paso al frente.
-¿La viste Camus, la viste?, es preciosa, ojalá que sea mi alumna – dijo el caballero de escorpión con un deje de picardía en su voz.
-Sí, claro… con lo pervertido que eres de seguro la chica no dura ni media temporada – dice el francés con algo de enojo en su voz y sin mirar a su amigo.
-Aguafiestas.
-Tu maestro será… un caballero de plata, Sheena.
-Diablos… con lo que cuesta espiar a Sheena. – dice un Milo más que frustrado.
-Merecido te lo tienes – regañaba Camus al peliazul mientras este hacia algunos berrinches igual que un niño pequeño sin su dulce.
Saori continuó llamando a los últimos alumnos que quedaban, siete chicas y dos chicos, era la primera vez que llegaban tantas mujeres a convertirse en caballero.
–Jesús, tu maestro será Aioria de Leo, caballero de oro y, el último chico, Frederick, tu maestro será Dohko de Libra, caballero dorado.
-Y todavía quedan… no puedo creer que sean chicas – hace el comentario Kanon a Saga, quien internamente rogaba por no tener que entrenar a una mujer.
-Bien y para terminar, las damas. Diré sus nombres y el de sus maestros rápidamente para que comiencen el entrenamiento lo antes posible.
-Alcione se salvó al ser la primera en ser designada estoy harta de estar esperando, ¿por qué siempre ella primero?…- gruñó una de las chicas que esperaba ser designada. Sus compañeras la miraron con cansancio y algo de vergüenza, porque hablaba bien fuerte.
-Cálmate, Dasha, no seas irrespetuosa- replicó una de ellas en voz baja.
-Es que siempre es lo mismo…
-No le sigas el juego Sarayu.
-¿Sucede algo chicas? – pregunta la diosa, quien notó que había una leve conversación entre algunas aspirantes.
-Nos disculpamos, eran comentarios sobre lo lindo del lugar- contestó una de las chicas. La mayoría de los presentes la miraron con extrañeza.
-Gracias, pues… ¿Nadir? – inmediatamente una chica de cabellos largísimos color ciruela, tomados en una trenza, delgada y de ojos aguamarina dio un paso tímidamente – tu serás entrenada por Camus de Acuario. – La chica asintió y se vio al lado del frío caballero de hielo que le había hecho una señal. -Ariasu, tu maestro es Marín, caballero de plata. Anastasia, tu maestro es Shura de Capricornio. Dasha, tu maestro es Aioros de Sagitario…
-Ya era hora, estaba cansada de esperar – dice una chica de cabellos cortos y negros, mientras hacia algo de berrinche. Nadir que estaba cerca, trató vanamente de hacerla callar.
-Eeeeh… haré como que no escuché- dijo Saori, después de unos momentos de mirar a la chica y escuchar lo prácticamente se quejaba de todo –Daniela, tu maestro es Death Mask
-Bajo el pésame de todos los presentes – dije Ikki mientras miraba a la chica con algo de burla. Consideraba que prácticamente tenía su tumba hecha, quizás hasta con el epitafio: "Aquí yace una chica que tuvo la mala suerte de tener a un loco de maestro. Que la culpa de quién lo designó la haga descansar en paz, si es que no perdió la razón durante su entrenamiento"
-¿Quién fue el idiota que hizo los arreglos de los alumnos? – preguntó Hyoga a Ikki.
-Como para haber puesto a una chica con ese tipo, de seguro que no quiso hacerlo y se lo pasó a Seiya, culpemos al idiota- contestó Ikki, apuntando a Seiya, que estaba a su lado y que pareció no escuchar. Hyoga por poco y no aguanta la risa que le causó la frase, mientras que Shun miró de manera acusadora a su hermano mayor.
-Hermano, no digas eso.
-Bah!
-¿Vai...tiare?- dijo Saori lentamente -que nombre más extraño…
-Vaitiare, todo junto, es que es polinesico, soy de Isla de Pascua.
-Esa chica si que debe saber bailar, que sea mi alumna
-Milo… no cambias…
-Vaitiare… tu maestro es Shaka de Vir…
-¡SHAKA! POR QUE SHAKA, YO SOY EL MÁS APTO AQUÍ!…-gritó un caballero de Escorpión casi encolerizado, siendo inmediatamente acallado por un golpe de Camus y una mirada de la diosa, mientras que la mayoría de sus compañeros trataban de aguantarse la risa que les causaba la actitud infantil del Caballero de Escorpión – Él no va a saber aprovecharla… ouch!
-Te lo mereces por tonto – dice Camus mientras volvía a pegarle otro coscorrón al casanova del Santuario.
-Disculpa… como decía serás la discípula de Shaka de Virgo.
-Sí… claro. – dijo la morena mientras se acercaba a su maestro y miraba a su compañera, la última que quedaba, una chica de cabellos negros oscuros y largos, como la noche, y de brillantes ojos azules casi como zafiros, con una tez tan blanca como porcelana.
-Y, la última de todos los aspirantes, Sarayu, no te dejé al último porque sí, sino porque de todos los aspirantes tú serás quien tendrá dos maestros, Saga y Kanon de Geminis.
Aquél comentario casi mató al menor de los gemelos, no tenía ganas de entrenar a nadie y menos a una mujer.
-Por fin están todos listos para comenzar con esta gran travesía y con sus destinos. Traten de acostumbrarse a la vida que comenzarán a tener y que su cosmos se eleve hasta lo más alto. Pueden retirarse.
Poco a pocos todos los presentes fueron dejando el salón en el que estaban. Todos, menos los Caballeros de Bronce y la misma diosa Atenea, que parecía algo estresada después de la designación de todos los aprendices.
-¿Te sientes bien, Saori?- le preguntó Seiya, mirándola –te notas realmente cansada.
-¿Y de qué se puede cansar?- preguntó Ikki, mirando al Caballero de Pegaso con expresión fatalista –se pasa prácticamente todo el día sentada en su trono de diosa, ya ni siquiera se preocupa de la Fundación porque tiene al tonto de Tatsumi a cargo.
Shun iba a "retar" a su hermano por su comentario pero optó por lo más sano: se quedó callado. Ya a esas alturas debía saber que Ikki era un real caso perdido. Saori prácticamente ignoró su comentario, por lo que continuó conversando con Seiya como si el Caballero del Fénix y su sarcástica lengua no estaban presentes.
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-No es justo, no es justo, no tengo a ninguna chica bonita como estudiante… no tengo a nadie y Camus sí, yo también quería. – se quejaba caminando de un lado a otro en la estancia de la casa de Escorpión el guardián de ésta. – Pero… ¡claro!, ¿cómo no se me ocurrió antes?… iré a "ayudar" a mis camaradas, las mujeres son complicadas y soy el único aquí las puede controlar – terminó diciendo Milo mientras sus ojos destilaban picardía y de su sonrisa destellaba un brillo. – Mañana, comienza todo.
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La oscuridad reinaba sobre el Santuario, ya estaba todo listo para comenzar una nueva aventura para todos sus residentes.
Aquella noche no había luna, aunque eso es lo que piensa la mayoría de las personas, ya que la luna aunque no se vea está presente de igual forma sólo que está escondida en medio de las tinieblas, en medio de una enorme oscuridad. Entre esa oscuridad una hermosa mujer, de cabellos negros y ojos rojizos, se encontraba sentada en un gigantesco sillón aterciopelado rojo mientras miraba la tierra desde el balcón de su habitación y sostenía una copa con vino en una de sus manos.
-En menos de 28 días todo comenzará… ellos no tienen idea que la oscuridad de la luna, que brilla esta noche sobre el Santuario, es sólo una señal de lo que está por venir. Falta tan poco y podré volver a tener, lo que es mío por derecho y que debió continuar siendo mío para siempre, de la diosa y bruja triple, Hécate.
Continuará…
Bien, esperamos que el primer capítulo les haya gustado. Si dejan algún comentario o crítica se los agradecemos.
Alisse y Ryu Mary se despiden, que estén muy bien.
