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Las manos del Doctor necesitan hacer algo para evitar estrangular a Rickey.

O tal vez golpearlo o empujarlo fuera de la TARDIS, quizás los tres a la vez si tiene suerte. Suerte para él, por supuesto, el idiota está disfrutando de la poca paciencia que le queda (y no es mucha) y por ende, teniendo suerte de que no esté tirado en la acera con un moretón en la cara. O dos.

Tiene que chuparse los dedos porque la TARDIS lo electrocuta levemente, presiente que ella sabe lo que está pensando; siempre lo ha sabido, si es honesto consigo mismo, quizás no pensamientos como tal, pero las intensiones de las personas son conocidas para ella. Le debe incontables favores a su nave solo por hacer uso de ese conocimiento, no estaría allí si no fuese por ella. Esta vez evita que la nave lo electrocute solo por poco, mueve los dedos hasta un puesto menos accesible para ella y sigue fingiendo que hace algo.

Ahora está considerando dejar a Rickey en la TARDIS (amarrado a una de las columnas de coral) y llevarlo a un planeta helado, para que se congele solo y sin poder pedir ayuda a nadie porque el planeta estaría deshabitado, él se aseguraría de eso. Oh sí, ese plan le gustaba más. Así, se libraría del problema de una forma más permanente y podría fingir que no sabía cuando Rose le preguntará acerca del paradero de su amigo.

Oh, Rose.

Rose no caería por eso, ni siquiera si le dijera que Rickey lo estaba disfrutando o alguna tontería más. Pensándolo bien, Rose se sentiría muy decepcionada si hiciera algo de lo que estaba pensando más temprano, incluso si empujaba al idiota fuera de la TARDIS (que era lo más inofensivo que se le podía ocurrir en ese momento). Esta vez no fue rápido porque pudo sentir un cable soltándose y pegándole en la nariz. Ha, ha, pensó sin humor.

Escuchó otro par de risitas en la consola y apretó los dientes. ¿Es que tenían que reírse tan alto? ¿No sabían que él estaba haciendo cosas muy importantes para salvar al mundo allí debajo de la consola? Aparentemente no, porque continuaban con las estúpidas risitas. Allá afuera había un alien, posiblemente suelto en Ten Downing Street asustado por el montón de humanos apuntándolo con armas y Rose no dejaba de hablar con el idiota.

¿Qué era tan gracioso? Él podría decir las mismas cosas y Rose se reiría más con él, estaba seguro. Incluso le agregaría información útil acerca del planeta en donde estaban y ella estaría maravillada y pondría esa sonrisa con la lengua saliendo solo un poco que lo haría preguntarse por qué no la estaba besando ya mismo. Suspiró y luego soltó un grito nada masculino cuando el destornillador eléctrico se le cayó de la mano y le golpeó la cara. Volteó los ojos en la oscuridad y movió un par de cables que perturbaba su vista.

Removiendo los cables, la pudo ver mejor y lo que vio hizo que su sangre hirviera. Además de estar muy cerca de ella, Rickey el idiota tenía una mano en su brazo y por su lenguaje corporal sabía exactamente lo que iba a pasar. Apretó los dientes como para darle a cualquiera un dolor de cabeza y se levantó del suelo.

"¡Lo tengo! ¡Ha ha!"

Y así como si nada el momento estaba roto. Había ganado. Rose era suya.