Capítulo 1. Akatsuki
En las calles de una helada Tokio en invierno, el sol comenzaba a entibiar el aire y resaltar los colores del entorno. Cada pieza de cada edificio, cada hoja de cada árbol, las plumas de las aves que se iban agitando y las alargadas sombras del las penumbras desaparecían.
Un hermoso joven de cabellos coloreados y arreglados en una arquitectura casi imposible, caminaba solo, dejando las huellas en la nieve que su ligero peso le permitía. Sus ojos grandes y vivos descubrían su destino, la famosa mansión Kaiba.
Usualmente, el protocolo para permitir la entrada era demasiado estricto, pero Yami, como se le conocía, era bien recibido por ser el único amigo del propietario, podía saltarse ese paso. Ya conocía cada lugar de aquel colosal sitio y se dirigía a la habitación de Seto Kaiba. Su preciado novio.
Ese era un romance secreto. Yami había comprendido bien que Seto había querido mantenerlo alejado de los escándalos mundanos de la prensa lo más posible. A él no le hubiera molestado, pues recordaba con excepcional claridad la época en la que los chismes de los cortesanos del antiguo Egipto llegaban hasta sus oídos reales. A menudo pensaba en cómo habría tomado esas situaciones Seth, a quien habría tenido que ceder el reino antes de retirarse por cinco milenios a lo invisible. Y Yami sabía que a Seto le irritaba hablar acerca de eso, a pesar de que su nombre hubiese quedado grabado en la historia.
Encontró a su pareja profundamente dormido. Cerró la puerta que había abierto cautelosamente y se sentó a un costado de la cama. De nuevo, su peso le ayudó a pasar desapercibido. Para ambos la piel era más clara en la actualidad, pero los rasgos se habían mantenido, la perfección de Seto destruía las barreras del tiempo. El magnate pensaba en su pareja de la misma manera.
Seto se sobresaltó al sentir el beso en la mejilla, pero una encantadora sonrisa lo relajó al notar su compañía. Lo tomó del brazo y lo empujó suavemente hacia él hasta recostarlo en su pecho. Después de caricias mutuas por algunos minutos, Seto recostó a su novio en el confortable colchón y se ubicó sobre él. Lo besó con pasión y fue correspondido, sus manos animadas buscaban el camino para entrar en los ajustados pantalones de su pareja. Pronto sus dedos habrían encontrado la ruta correcta.
Pero la tranquilidad de su novio lo intrigaba. Le habló con una suavidad que nadie conocía.
- ¿No te asusta el que intente llegar hasta el final?
Yami no perdió su cálida sonrisa.
- No. Sé que no lo harás. No te gusta arruinar las sorpresas.
Seto lo besó con dulzura. Nadie ajeno a aquellas manifestaciones de cariño podría haber imaginado alguna vez al imponente Seto Kaiba dirigiendo aquellas palabras y caricias, evocaciones de amor. Su Yami era puro, y él le trataba de una manera que lograra corresponder a ese espíritu tan limpio y fresco.
Yami nunca tuvo oportunidad de perder su virginidad. Ni en esta vida ni en la anterior. Hace cinco milenios había muerto demasiado joven, pero ya amaba a Seth. Y ahora no le hubiese importado entregarse a su pareja desde el primer día en que le reconoció, porque quería demasiado a Seto. Kaiba, por el contrario, perdió la virginidad casi al terminar su infancia. Y los métodos usados por su padrastro Gozaburo para ello fueron muy poco ortodoxos. Llevado a una especie de antro gay, un par de sujetos se encargaron de arrancarle cualquier rastro de inocencia. Pasó semanas sin hablar con nadie a partir de aquel día. Su hermano Mokuba fue quien le ayudó a recuperarse.
Seto no quería que Yami pasara por la misma situación. Su más caro deseo era que Yami lo recordara como algo especial por el resto de su vida. Tenía apenas cinco meses en su relación, pero no se había atrevido a tomarlo sexualmente, a pesar de haber dormido juntos varias veces y haberse visto desnudos en el baño otras tantas. También sabía que Yami lo deseaba, y eso aumentaba el deseo de que aquella primera vez fuese la mejor.
Finalmente, Seto había pensado en un lugar del extranjero para ello. Revisó un listado de hoteles de siete estrellas y revisó las suites románticas. No se sentía como él mismo, pero le gustaba pensar en que la ocasión también sería especial para él. Había hablado con Yami al respecto, pero no le entregó demasiados detalles alegando que quería que fuera una "sorpresa".
En seis días saldrían a cumplir ese deseo, y ambos estaban impacientes.
Yami salió de la mansión a media mañana. Él y Seto aún cursaban los últimos estudios de la preparatoria. Kaiba hubiese contratado un profesor particular que se adaptara a su horario, pero prefería que Yami lo mantuviese al corriente y le explicara lo que se había hablado en clase. Era un simple capricho de Seto de que Yami tuviese una excusa para ir a su lado cada día. Como debía dejar todo en orden a la compañía antes de su viaje, prefería faltar a esos ratos de clase y encargarse personalmente de los asuntos importantes de Kaiba Corp, de cualquier manera, su novio le pondría al corriente luego.
Los amigos de Yami ya sabían sobre el viaje, mas no de la relación exacta entre los dos antiguos faraones. Se solía pensar que la compañía del Rey de los Duelos era solo para una búsqueda de cartas raras en otro país y que compartiría su motín con Kaiba. Luego de charlar un rato con ellos, se dirigió a las oficinas principales de Kaiba Corp. Seto había insistido en el uso de la limosina que dejó a su disposición, pero también tenía claro que Yami prefería caminar. A veces era retado a un duelo de cartas y no le gustaba negarse, aunque ninguno de los competidores pudiese compararse con Kaiba y sus estrategias que tanto le habían puesto en aprietos en tiempos pasados. Ahora Seto estaba plenamente ocupado con los asuntos de su corporación.
Abrazó a Seto y le besó suavemente en cuanto hubo llegado.
- Tu duelo no pareció muy divertido según lo que registró la señal de tu disco de duelo – Le dijo.
- ¿Me espiabas?
- No. Sólo revisaba que tu señal justo en ese momento.
Ambos rieron y se besaron de nuevo. Yami miró por la ventana largo rato sumido en sus propias reflexiones mientras Seto se reincorporaba sin muchos ánimos a su trabajo.
La puerta sonó un par de rápidas veces y se abrió. Seto pensó en despedir a los empleados por no avisar de inmediato sobre la llegada del visitante. Pero se concentró en conocer quién era esa mujer de un rubio potente con un ojo cubierto por el cabello vestida y un traje ejecutivo que no favorecía su femineidad.
- No sabía que esperabas a alguien, me retiro… - Dijo Yami, pero un gesto negativo de la mano del rubio le impidió avanzar. La visitante miró a Seto a los ojos.
- Gusto en conocerte, Kaiba-san.
La voz profunda y grave que salió de aquellos labios le dejó en claro un par de cosas a Seto. Aquello realmente era un hombre.
- No me gustan las visitas. Y menos las de desconocidos que no se anuncian.
El rubio avanzó hasta sentarse en el sillón frente al escritorio de Seto. Las palabras le resbalaron como si no fueran dirigidas hacia él. Yami estaba asombrado. Nunca había visto a nadie ignorar a Seto de esa manera, y era cuestión de segundos para provocar que se enojara.
- Comprenderás que no me era conveniente que alguien conociera mi presencia aquí, Kaiba, si te digo que soy un miembro de clan Akatsuki.
Akatsuki era una organización conocida de yakuzas bien organizada y popular de las costas de Japón. Verlos en la capital era casi imposible. Seto permaneció impasible. Eso reconfortó un poco a Yami.
- Claro… Porque un niñato como tú podría pertenecer a Akatsuki. Y si así fuera pasearías a tu libre albedrío por la capital a plena tarde. No me tomes por imbécil, porque no lo soy.
El rubio desconocido no abandonó la sonrisa arrogante con la que había entrado.
- No lo hago, Kaiba-san. ¿Debo matar a alguien para que me crea?
El sujeto afiló la mirada en Yami. Cuando sacó un arma del interior de su chaqueta, el asombro adornó los rostros de la pareja.
- Baja el arma – Ordenó Seto levantándose alterado de su gran sillón.
- Alguien que no pertenezca a Akatsuki jamás conseguiría burlar tu sistema de seguridad y llegar hasta aquí con un arma, ¿verdad? – El rubio guardó de nuevo la pistola.
- ¿Cómo…?
- Como dije, soy un Akatsuki, Kaiba-san. Mi jefe arregló todo para que podamos pasear a nuestros perros en tus oficinas. Hum, es un decir. Por ejemplo, el guardia de la recepción se "enfermo" y sustituirlo por el falso hermano de una de nuestras chicas que convenientemente salía con tu jefe de seguridad nos resultó demasiado sencillo. Tuvimos que hacer más o menos lo mismo con algunas secretarias, vigilantes, y otras personas.
- Las cámaras de seguridad te llevarán a la policía.
- ¡Esos son sólo aparatos, Kaiba-san! Son más fáciles de manipular que las personas. Tú deberías saberlo. Y si estás intentando pulsar el botón de auxilio que hay debajo de tu escritorio, no funciona.
La sangre de Seto se heló. Era la primera vez que trataba con alguien así.
- De acuerdo – Habló tragándose sus nervios – Si las cosas son así… ¿Qué es lo que desea Akatsuki de Kaiba Corp?
Yami no podía creer que Seto se hallara en esa situación. No podía ayudarle.
- Eso debes hablarlo directamente con el jefe.
Las soberbias pisadas de un joven en traje negro llamaron la atención de la pareja. Con el cabello largo, recogido con una goma a la altura de la nuca y ojos negros profundos, con la tez tan pálida como la del resto de los chicos en la oficina, el aire de ejecutivo del líder de Akatsuki, Itachi Uchiha, no tenía nada para envidiarle a la del mismo Seto Kaiba.
- Las presentaciones se nos hacen innecesarias.
La tensión entre las miradas de Seto e Itachi podía cortarse con el filo de una hoja de papel. El Uchiha se mantuvo de pie, elegante. Kaiba cerró su laptop, la apartó a un lado y apoyó su mentón sobre sus manos cruzadas.
- Interesante intervención. ¿Eres tú quien se ha encargado de manipular a mi personal a esta escala?
- No. Yo sólo me encargué del plan. Quienes se encargaron de esas molestias fueron los yakuzas que trabajan para mí.
Seto se sentía burlado. Pero su intuición le rogó por tener cuidado del hombre al que pertenecía aquella voz. Tan grave, sombría.
- Estás al tanto de la situación. ¿Qué es lo que quieres?
- Busco la mayoría de las acciones de Kaiba Corp.
El silencio apareció en la oficina. Yami estaba muy consciente de la situación, pero no era capaz de concebir la idea de un Seto regalándole Kaiba Corp a un desconocido. Mejor dicho, a un mafioso.
- Vaya… Siento curiosidad. ¿Qué pretendes hacer al adueñarte de mi empresa?
- Reanudar la producción de armas que había iniciado tu padrastro.
- Estás mal. En Kaiba Corp ya no quedan rastros de esa época. La isla donde se ubicaba el centro de producción fue destruida durante el torneo de Ciudad Batallas. Incluso mi hermanastro Noah Kaiba murió en el incidente.
- Estoy al tanto. Pero toda la información de la que disponían estaba bien guardada en un respaldo de un lugar cercano.
- Falso. Deja de hablar sin pruebas.
- Seto Kaiba… No olvides que tu personal no es incorruptible. Los testimonios de tus científicos más importantes son consistentes. Solo tú conoces la contraseña para acceder a esa información. Con la mayoría de las acciones no solo podré ordenarte dármelas, sino también su ejecución.
Kaiba no llegaba a formarse una opinión con respecto a sus empleados. Aprendió que Akatsuki, tal como lo manifestaban las noticias, no era algo para tomarse a la ligera.
- ¿Y qué tal si renuncio luego de darte mi empresa, si es que me convences de dártela?
- Mokuba.
Yami miró a Seto. Ya había llevado demasiados golpes de parte de sus empleados. Era demasiado arriesgado tentar la suerte con los caprichos de Akatsuki. Seto debía saberlo. Nunca había podido imaginar una conspiración de aquella magnitud. Demasiadas cosas pudieron haberles salidos mal a los yakuzas, sin embargo todo el plan fue concebido a la perfección, posiblemente con miles de planes "B" para ejecutarse en caso de falla.
- Posees el cincuenta y un por ciento de las acciones, Kaiba, de los cuales el dos por ciento le pertenece en realidad a tu hermano. Ningún otro socio posee una cantidad mayor al uno punto quince por ciento. Lo cual te deja con realmente con el cuarenta y nueve por ciento, por lo que me veo obligado a pedirte un veinticinco por ciento de las acciones totales.
- Es un cálculo muy simple, Kaiba-san.
Itachi aprovechó los segundos de reflexión de Seto para descubrir de reojo al chico que se encontraba fuera del círculo de discusión. Fue un pequeño momento, estaba seguro de eso, pero sintió como si aquello hubiese sido cuestión de horas. Por fortuna, la voz de su compañero despejó sus pensamientos.
- Decide rápido Kaiba-san. No nos iremos de aquí sin una respuesta – Alarmó el rubio.
Yami miró al joven de cabellos oscuros. Parecía ser contemporáneo en edad con Seto. Todas las cosas que había dicho y planeado bastaban para convencerse de lo peligroso que era. Ninguno de los dos sujetos había mencionado sus nombres. Estaba frente al líder yakuza que extorsionaba a su novio. Yami sentía que la impotencia lo carcomía, pero sabía muy bien que el pesar era mayor para Seto. La mejor salida era convencerlos de que iban a aceptar el trato, luego se reunirían a planear una manera de salir de aquel problema.
- Acepto tus demandas – Afirmó Kaiba – Pero el proceso terminará de realizarse en tres días. – Yami sentía la necesidad de suspirar de alivio, pero se contuvo - Hay que informar a los demás miembros del cambio de dueño de Kaiba Corp, reunirse y…
- Nada de eso – Cortó el líder.
- Somos yakuzas, Kaiba-san. No podemos darnos el lujo de que nuestro nombre sea conocido – Seto guardó silencio. Yami comenzaba a angustiarse de nuevo.
- Kaiba, tú seguirás siendo la figura pública de Kaiba Corp y actuarás como si esta reunión nunca se hubiera llevado a cabo. Nadie más que nosotros cuatro conoceremos lo que aquí sucedió. Así que, sin todos esos protocolos, ¿cuánto tiempo te tomará ajustar las cuentas bancarias?
- Para mañana en la tarde – Respondió Seto comenzando a sentirse vencido.
Los yakuzas se miraron y asintieron, pero no se retiraron. El rubio caminó hacia Seto y su jefe le apuntaba con su propia arma. Yami intentó dar un paso al frente, pero en el acto, el líder sacó otra arma y la dirigió hacia él.
- Levántate y pon las manos atrás – Dijo el rubio a Seto.
- No le hagan daño.
- No está en condiciones de exigir, Kaiba-san. Pero de todos modos, no es nuestra intención matar a nadie. Espero que no tengan que obligarnos a llegar hasta esos límites.
- Apresúrate, Deidara – Ordenó el yakuza líder.
Seto se grabó el nombre del rubio mientras le veía abriendo un par de esposas con una llave que dejó en un cajón del escritorio del magnate, las cerró alrededor de sus muñecas en la espalda, y lo empujó hasta sentarlo de nuevo. Itachi hizo señas con una de sus armas a Yami para que se acercara a él. Sintiendo que su vida, y la de Seto, estaban en una cuerda floja, caminó hacia el yakuza intentando mantener la calma.
Itachi era grande, pero la sangre real de Atem le evitaba sentirse intimidado. En un rápido movimiento, le tomó por la muñeca y lo giró, obligándole a encorvarse sobre el escritorio de su pareja. La pesada mano de Itachi en su espalda le hizo tumbar su cuerpo sobre el mueble. Soltó un leve gemido de incomodidad. Volteó su rostro dispuesto a quejarse, encontrando el rostro de Itachi muy cerca del suyo. La mirada de hielo le cortó las palabras antes de que su garganta pudiera pronunciarlas.
-¡Yami! – Gritó Seto.
"Yami". Itachi procuró no olvidar ese peculiar nombre. El chico sintió la mano libre del yakuza líder recorrerle desde la rodilla hasta el muslo lentamente. Pasó por su costado y se posó para apretar una de las nalgas del tricolor.
- ¡No!
Yami gritó e intentó levantarse, pero Itachi lo mantuvo firme en el mismo lugar. Seto intentó levantarse y golpear a Itachi, pero Deidara, sonriente como siempre, lo detuvo afincándole el cañón de la pistola en la garganta.
- Sería estúpido que intentaras hacer algo, Seto.
- ¡No! – Repitió Yami, esta vez era para evitar que Deidara disparase.
A Itachi no le gustó esa reacción de parte del misterioso chico.
Itachi colocó una pierna entre las dos de Yami para separarlas más. Su mano paso al lado anterior del cuerpo del más pequeño. El ex faraón nunca había sido tocado de aquella manera, sólo Seto le había dado algunos suaves roces, sin llegar a nada más. Pero en ese momento se sentía muy mal. Estaba sintiendo muchos escalofríos y sentía los nervios viajando por todo su cuerpo. Intentaba no moverse y no emitir ningún sonido. Tomó la mano de Itachi e intentó apartarla de su cuerpo, pero Itachi no se lo permitió.
La mano del Uchiha dejó su distracción para hacerla más intensa despojando al chico de su ropa. A la misión se le unió la otra. Yami pensó en separarse tomando ventaja de aquella pequeña separación, pero una mirada que Yami percibió como deseosa de sangre que Deidara dirigió a Seto, lo obligó a retractarse. Soltó un gemido de angustia cuando sus prendas inferiores cayeron e Itachi acariciaba a veces con sutileza y otra con intensidad sus zonas más privadas.
- ¡Les daré Kaiba Corp, déjenlo en paz!
Itachi ni se inmutó ante los gritos de Seto.
- Kaiba-san, las cosas no funcionan así. Las palabras no bastan. Eso es lo que nos ha enseñado la experiencia. Esto solo va a ser una advertencia de las cosas que pueden pasar si nos fallas. Velo por ti mismo.
Itachi, aparentemente aislado de los otros dos, acercó los tres dedos centrales de su mano a la boca de Yami.
- Lámelos – Ordenó con su fría y gruesa voz.
Yami miró a Seto. Le horrorizaba pensar lo que ocurriría si el gatillo de la pistola de Deidara se disparaba, y comenzaba a aceptar que para evitar esa tragedia, lo único que podía hacer era obedecer, y esperar a que esa advertencia de la que había hablado el rubio, no pasara más allá. Cerró fuertemente los ojos, abrió la boca y llevó a ella la punta de los dedos de aquel que lo tenía aprisionado con su peso. Itachi se encargó de entrar más en la húmeda y tibia cavidad bucal.
Sujetó con su otra mano las muñecas del joven por encima de su cabeza. Cuando Itachi notó suficientemente mojado sus dedos, los dirigió a otra cavidad en la que estaba igualmente interesado. Su dedo medio se acercó a la cerrada entrada de Yami mientras los otros adyacentes separaban un poco más las pálidas nalgas. Sintió detalladamente cómo el cuerpo más pequeño quiso alejarse, en vano, instintivamente del contacto. Se estaba divirtiendo al pasear su dedo alrededor de la pequeña estrechez.
El primer dedo en entrar fue el medio. Igual que todos los demás en el cuerpo de Itachi, eran ligeramente delgados y largos. Esbeltos como el mismo Itachi. Entró en el chico sin mucha dificultad, a pesar de la resistencia apaciguada por la fuerza aplicada en sus muñecas por su violador. A Yami le dolía el ligero movimiento que sentía dentro de él, apretó los dientes. Itachi no fue demasiado paciente o compasivo cuando su sometido se paralizó ante el segundo dedo dentro de él, el índice, de lo que aprovechó para soltarle los brazos y acariciar el resto del muy delgado cuerpo. El de cabellos tricolores cerró los ojos con fuerza y continuó aguantando los giros, golpes y otras sensaciones en su retaguardia.
Yami soltó un fuerte gemido de dolor con la entrada del tercer dedo y su cuerpo comenzó a temblar. Itachi se estaba excitando con eso porque le gustaban los chicos pequeños, frágiles y desnudos debajo de él. Seto quiso acercar al menos su rostro a Yami, le dolía demasiado ver a su novio así, pero de un jalón de cabello, Deidara lo atrajo hacia sí y lamió su mejilla, y todos se dieron cuenta de que quería probar el miedo de Seto.
Itachi sabía que no iba a conseguir expandir mucho más la entrada del chico, mucho menos si era su primera vez, como lo sospechaba. Tenía algo de tiempo sin desvirgar a alguien, pero recordaba las tácticas. Bajó el cierre de su pantalón y movió las telas que ocultaban su despertante miembro. Lo masajeó brevemente para endurecerlo más. Cuando Yami sintió la punta caliente de la longitud de Itachi, se tensó sin dejar de temblar y abrió los ojos de golpe, sin mirar a nadie en la oficina, sólo a la pared que estaba en la dirección en la que tenía ladeada la cabeza.
- N-no… Por favor…
Lo dijo en un susurro, pero todos lo escucharon. Deidara sonrió y mordió el cuello de Seto para celebrar la promesa de un buen espectáculo dirigido por Itachi. Estaba seguro, además, de que iba a necesitar mucha atención con el alboroto de sus propias hormonas después de aquella sesión. El jefe yakuza paseó su miembro de arriba hacia abajo en la línea que separaban las suaves pieles de las nalgas de Yami, y éste no hizo esperar a Itachi por sus suspiros de nerviosismo.
Itachi tocó la entrepierna de su presa, masajeándola, estimulándola, pero no demasiado como para excitarlo, en primer lugar porque no era necesario, él estaba plenamente consciente de ello, y en segundo porque el chico tenía tanto miedo que no lo conseguiría de esa manera, sin embargo fue suficiente para hacerle notar algunos espasmos a Yami, que volvió a apretar los párpados al sentir la presión en su entrada. Comenzó a abrirse gracias a la lubricación de Itachi, pero aún así, su virginal entrada no lograría acoger el grosor que deseaba enterrarse en él. El yakuza lo tomó por la cintura y lo atrajo hacia sí, de esa manera lograría entrar, muy concentrado para apenas notar que el otro se había aferrado al borde del escritorio apretando los dientes y gruñendo.
Cuando Itachi entró lo suficiente en aquel cuerpo, inició las embestidas de inmediato. El movimiento hacia atrás incomodó a Yami, y hacia delante le provocaba un dolor más agudo, puesto que sentía cómo entraba más en él. El yakuza notó los muy delgados hilillos de sangre que le estaba arrancando a su víctima, y sabía que provenían de su entrada, puesto que el interior del joven era tan suave…
A Seto regresaron memorias de su primera vez, sabía por lo que pasaba su novio, pero ni se imaginaba lo horrible que podía sentirse ser violado en público y frente a la persona que amaba. Por primera vez, desde que tenía memoria, Seto lloró.
- Detente.
Pidió con voz sumisa. Las palabras le resbalaron a Itachi.
- Detente.
Quiso gritarlo, pero su garganta no le permitió alzar más la voz.
- Por favor, detente.
Su voz se quebró. Aunque no se movió, Yami lo escuchó. Nunca había visto u oído llorar a Seto, y no fue grato hacerlo, mucho menos sabiendo que él cargaba parte de la responsabilidad de lo que estaba pasando. Deidara metió el cañón de su arma en la boca de Seto, cuestión que no le hizo ningún beneficio por apaciguar el excitante calor que se estaba haciendo presente en él. Yami logró notar la posición de su amado.
- No lo lastimes.
Suplicó. Deidara ni notó las palabras del chico, y gracias a él, Seto volvió a recordar cómo los bárbaros de su infancia lo sometían y violaban. Pero a Itachi no le gustó que Yami se fijara en el ex presidente de su compañía. Cuando posesionaba a una persona, le gustaba sentirse el dueño hasta de sus pensamientos, y generalmente eso era lo que pasaba. Aunque fuese su primera vez y sintiera que iba a morir por el dolor, lo único que Yami tendría que poder pronunciar fuera su nombre. Y por una milésima de segundo, recordó que durante la plática no lo había mencionado.
Itachi salió de Yami bruscamente causándole un pequeño grito de dolor, pero no le dio tiempo de nada más. Lo tomó del brazo y lo giró sobre el escritorio dejándolo boca arriba, más expuesto que antes. Volvió a penetrarlo, esta vez con más rapidez y fuerza gracias a la humedad que había dejado su líquido pre seminal en su interior. Yami se aferró de nuevo a la orilla del escritorio, gimiendo con menos dolor que antes, pero algunos sonando con un placer involuntario. No podía controlar que su propio cuerpo lo obligara a lanzar esos pequeños chillidos cada vez que Itachi entrara en lo más profundo de él y tocara sitios que le enviaban corrientes eléctricas a través de sus nervios. Lo mismo ocurría con las caricias que recibía en su miembro.
Itachi se inclinó sobre Yami. El pecho de este casi alcanzaba al suyo cuando alguna embestida le hacía reaccionar con ese ligero salto. Miró la boca cerrada y apretada del ojipúrpura.
- Eres muy erótico…
Le susurró al oído, dejando su aliento chocar contra la piel del otro. Yami almacenó esas palabras en su mente, pero en esos momento no era capaz de analizarlas. Sólo quería que todo eso acabara. Itachi apenas bajó el rostro y le besó el flanco del cuello hasta llegar a la base, notando que el otro había girado el rostro en un intento fracasado de evitar aquel gesto. Incrementó la velocidad de las embestidas hasta que alcanzó la velocidad indicada para conseguir su clímax, enterrado completamente en Yami y expresado con un profundo y ronco suspiro que los otros escucharon a pesar de los quejidos y gemidos del tricolor.
Recuperó su respiración normal con los ojos cerrados, relajado, y se separó de Yami. Arregló sus ropas, y le hizo señas a Deidara, que retiró el arma de la boca de Seto y se fue junto a su líder. Al abrir la puerta para él, Itachi se dirigió hacia Seto sin voltearse.
- Mañana a esta misma hora me pondré en contacto contigo para darte nuevas instrucciones, Kaiba – Soltó una sonrisa arrogante-. Comprenderás que sería inútil tratar de rastrear la llamada-. Y salió de la oficina, elegante.
- ¡Bye, bye, Kaiba-san! – Se despidió Deidara con una sonrisa inocente.
