Encuentros inesperados.
Part 1. Guanajuato.
Chapter One.
Jazmín.
Mi papá y mi mamá están a punto de conocerse, pero ninguno de los dos lo sabe todavía. Papá está furioso con su mejor amigo porque por su culpa se ha lastimado y debe ir al hospital a que lo revisen. Mamá piensa que este día será como cualquier otro, aburrido y gris, en donde se la pasará encerrada a piedra y lodo en el hospital. Ellos no lo saben tampoco, pero dentro de dos años yo naceré, trayendo la felicidad que ambos habían estado buscando desde hace mucho tiempo. Solo espero que sus personalidades tercas y contradictorias no arruinen este plan, porque si alguno de los dos decide dar un paso atrás, yo no podré existir...
Lily.
¡Qué espanto ir al hospital!
Es la frase con la que me levanto todas las mañanas.
No me malentiendan, me gusta mi trabajo pero puede fastidiar el hecho de tener turnos de 36 horas corridas. En fin, qué se le hace, es culpa mía por meterme a estudiar esta carrera tan exigente... Como sea, trato siempre de tener una buena cara al momento de revisar a mis pacientes, aunque hay uno que otro que de plano me saca de quicio, como el tipo aquel que llegó para que le suturara un dedo y estaba a punto de desmayarse porque vio poquita sangre. No me hubiera hartado de no ser porque, según él, me dijo "mis verdades", aunque yo solo recuerdo que lloraba cada vez que le metía la aguja en la piel.
Estaba platicando con Lety, una de las enfermeras veteranas del servicio de Urgencias, y con Rika, una pasante de enfermería que acababa de llegar Japón, aprovechando que en ese momento no había mucho trabajo.
- Lily, te preparé un cafecito.- dijo Lety.
- ¡Gracias! Es usted un amor.- respondí.
- Deja de hablarme de usted, que me siento muy vieja.- se quejó Lety.
- Perdón, es la costumbre.- dije, sonriendo.
- Es un tanto extraña la manera de comportarse que tienen en este país.- observó Rika.- Allá en Japón tratamos con muchísimo respeto a nuestros mayores.
- Pero acá no es Japón.- replicó Lety.- ¡Y no me digas que soy mayor que tú, aunque lo sea!
Las tres soltamos una carcajada. No sé que haría sin estos momentos de tranquilidad...
- ¿Y por qué te viniste para México, Rika?.- le pregunto a la muchacha.
- Pues porque me aburrí de Japón.- responde la aludida.
- ¿Sólo por eso?
- Solo por eso...
- ¿Y te gusta estar aquí?.- inquiere Lety.
- Sí. Es un lugar muy agradable.- dice Rika, sonriendo.
- Lily, ¿estás por ahí?.- pregunta de pronto el Dr. Márquez.
- Sí, aquí estoy. ¿Qué necesita?.- respondo.
- Se te acabó el descanso, corazón.- observó Lety.- Eso me recuerda que tengo que ir a surtir el material de curación.
- Yo voy.- dijo Rika.- Quédate descansando.
- Gracias, eres un encanto.- contestó Lety, muy feliz.
- Gracias por el café.- digo yo, al tiempo que me dirijo hacia el consultorio del Dr. Márquez.
Entro y me sorprendo mucho al encontrarme a dos muchachos japoneses sentados frente al escritorio del doctor. No debería de asombrarme, pues la ciudad en donde vivo es una de las más visitadas por los turistas. El muchacho de cabello claro me ve y me sonríe, pero el que trae puesta una gorra roja ni siquiera voltea a verme.
- ¿Qué se le ofrece, doc?.- pregunto.
- Pon por favor una férula en la pierna izquierda de este paciente.- me ordena.
- Claro que sí. Vengan conmigo, por favor.- les digo a los muchachos.
El muchacho de la gorra roja se levanta, apoyándose en su amigo. Gruñó algunas palabras en japonés, se notaba que no estaba nada feliz. El amigo le respondió en un tono tranquilizador, aunque pude ver la culpa reflejada en sus ojos.
Los llevé hasta el área de curaciones, en donde hice que el chico de la gorra roja se sentara en la camilla. Saqué el material y comencé a hacer mi trabajo, sin prestarle atención a ninguno de los dos.
Genzo.
Voy a colgar a Misaki y no precisamente de los pies. Aunque en realidad, la culpa no es de él sino mía. ¿Qué rayos tengo que andar haciendo en un país extranjero? Crucé el océano solo porque Misaki me pidió ayuda, ¿y qué me gané? Una lesión que bien puede arruinar mi carrera. Sí, estoy exagerando pero es que en verdad estoy muy molesto... Todo pasó por ir tras una chica a quien Misaki no tuvo el cuidado de hacerla sentir amada.
- Misaki, ¿de verdad estás seguro de que ella se encuentra en esta ciudad?.- pregunto.
- Estoy seguro, plenamente, su madre me lo corroboró.- me responde.
- Si no es así, te voy a cobrar el tiempo que me estás quitando.
- Ya, no exageres, además, te hará bien salir de Alemania.
Así que me trajo corriendo por toda la ciudad, subiendo y bajando lomas, porque he de decir que este pueblo está construido sobre un cerro (por algo es un centro minero). De pronto, a Misaki "le pareció" ver a su chica dar la vuelta en una esquina.
- ¡Allá va!.- gritó Misaki, y salió corriendo tras una muchacha de cabello rubio muy corto.
- ¡Espera, Misaki!.- grité, pero no me hizo caso.
De pronto, una señora que iba muy distraída me golpeó con la bolsa de mandado que llevaba. Perdí el equilibrio por un momento, y por querer evitar la caída, me torcí el tobillo. Afortunadamente, Misaki notó esto y detuvo su loca carrera para regresar a ayudarme.
- ¿Estás bien?.- me pregunta.
- No, no lo estoy.- gruñí.- Me he torcido un tobillo.
- Déjame ayudarte.- me dice, mientras me sostiene por un brazo.
- ¡Ouch!
- ¿Te duele?
- No, me quejé porque no tenía nada mejor que decir.
- No tienes por qué ser tan sarcástico. Hay que ir a un hospital.
- ¿Para qué?
- ¿Cómo que para qué? ¡Pues para que te revisen!
- No es necesario estoy bien.- digo, pero me doy cuenta de que no puedo pisar con el pie que me lastimé.
- ¿Lo ves? Me pareció ver un hospital aquí cerca. Vamos para allá.
Así que Misaki y yo nos dirigimos al hospital más cercano y agarramos turno para la consulta. Después de esperar lo que a mí me parecen horas, al fin un doctor nos hace pasar a su consultorio. Me interroga sobre la forma en como caí y me pide que me vaya a tomar una radiografía del pie. Después, llega a la conclusión de que afortunadamente no tengo fractura, pero sí tendré que tener inmovilizada la pierna por un par de semanas. Fabuloso...
- Esperen un segundo, por favor, le diré a mi asistente que le ponga una férula en el pie.- anuncia el doctor.
- ¿Una férula? ¿Es eso lo mismo que un yeso?.- pregunto, pero el doctor no me responde.
- Lily, ¿estás por ahí?.- pregunta el doctor a alguien a quien no alcanzo a ver.
Segundos después, entra al consultorio una fatigada chica vestida con una bata blanca. Yo no le presto atención, estoy demasiado enojado como para andarme fijando en quien entra o quien sale.
- ¿Qué se le ofrece, doc?.- pregunta ella.
- Pon por favor una férula en la pierna izquierda de este paciente.- le ordena.
- Claro que sí. Vengan conmigo, por favor.- nos dice.
Misaki me ayuda a levantarme y ambos nos dirigimos al cuarto que nos señala la muchacha. Me siento en una camilla y espero a que la muchacha haga su trabajo. De pronto, sucede algo que, estoy seguro, ni siquiera Misaki se esperaba...
Rika O'Hara, su ex novia, la chica por quien hicimos este viaje tan largo, acaba de entrar a la habitación.
Lily.
¿Quién lo diría? Tres viejos amigos se reencuentran en la sala de urgencias de un país extranjero. El mundo es tan pequeño...
Rika entró justo cuando estaba por ponerle la férula al joven de la gorra roja. Y se desató el caos.
- Lily, aquí traigo más vendas por si necesitas... .- ella se detuvo abruptamente a mitad de su frase.- ¿Qué haces aquí?.- le preguntó al chico de cabellos claros.
- ¡Rika! ¡Sabía que aquí te encontraría!.- gritó el muchacho.
- Válgame... .- musitó el chico de la gorra roja.
- No puede ser posible.- murmuró Rika.
- ¿Los conoces?.- pregunté, algo sorprendida, pero ella no me hizo caso.
Salió corriendo, y el chico de cabellos claros salió tras ella...
- ¡Misaki!.- le gritó el muchacho de la gorra roja a su amigo.
- ¿Qué onda?.- pregunté yo.- ¿Ustedes la conocen?
- Digamos que somos viejos conocidos.- me responde el muchacho.
- Ya veo...
Me agacho para ponerle la férula al muchacho en el pie. Él, amablemente, me ayuda levantando la pierna a mi altura para que yo pueda vendarla. Trato de hacer mi trabajo con mucho cuidado, pues sé que el joven tiene dolor y no quiero lastimarlo más.
- Oye, eso que me estás poniendo... ¿Es lo mismo que un yeso?.- me pregunta, de repente. Por fin ha volteado a verme.
- No, es algo más simple.- respondo.- Solo es para que tengas inmovilizado el pie por un tiempo.
Levanto mi mirada y me topo con una increíble mirada matadora. ¡Qué manera de mirar tiene este sujeto! Mi corazón comienza a latir como tambor y siento como el rubor sube a mi rostro. Desvío los ojos y me concentro en poner el vendaje. O al menos eso intento...
Genzo.
Y como era de esperarse, Misaki salió corriendo tras Rika. De tantos sitios en donde podría estar, tenía que encontrársela justo en este hospital. Y no nos hubiéramos dado cuenta si yo no me hubiese lastimado...
En fin, eso es problema de Misaki, que arregle lo que tenga que arreglar y que a mí me deje en paz. La chica que me va a poner el vendaje está tan sorprendida como yo, aunque eso no le impide realizar su trabajo con mucha profesionalidad. Me preparo para soportar lo que sea que tenga que venir, pero me sorprendo muchísimo al descubrir que unas manos suaves y delicadas me están vendando la pierna con firmeza, pero con increíble suavidad. Esas manos tienen magia. Volteo a mirar por fin a la chica, quien en ese momento lleva puesto un cubrebocas. Ella está muy concentrada en su trabajo y no se ha dado cuenta de que la estoy observando. Quiero que ella me mire, por lo que le pregunto la primera cosa que me viene a la cabeza, para llamar su atención.
- Oye, eso que me estás poniendo... ¿Es lo mismo que un yeso?.
- No, es algo más simple. Solo es para que tengas inmovilizado el pie por un tiempo.
Y me topo con unos fascinantes ojos negros. No puedo verle el resto de la cara, pero con sus ojos me basta para darme cuenta de que esta chica es lindísima. Y miren que yo no acostumbro a fijarme mucho en las muchachas...
Jazmín. Cuando mamá terminó de vendar el pie de papá, se quitó el cubrebocas y lo miró con timidez, antes de ayudarlo a bajarse de la camilla. Papá le sonrió y le sostuvo las manos por un momento. Se las acarició y le dijo que nunca había sentido que alguien lo curara con tanta suavidad. Mamá se ruborizó y soltó una carcajadita, como siempre que alguien la ponía nerviosa. El flechazo ya se había producido, pero las cosas apenas estaban comenzando.