Título: Cómo soy contigo

Rating: T

Summary: Sakura estaba loca por Eriol. Pero, ¿Por qué por Eriol y no por Shaoran? Simple, a él no lo podía soportar. ¿Chico reservado, guapo, caballeroso e inteligente? Pf, ella sí que conocía su verdadera naturaleza. Sin embargo, aunque Sakura se esfuerce tanto por acercarse al chico de sus sueños, terminará con el chico destinado para ella.

Pareja: Sakura/Shaoran

Disclaimer: Lo que reconozcan es propiedad de CLAMP.


01. Entre rutinas y traiciones.

Todos los años que había estado en el instituto Tomoeda Sakura cumplía con una especie de rutina, que había comenzado a aburrirle hacía unos días. Y no era sólo porque nunca daba los frutos esperados, sino porque últimamente caía en cuenta de que su orgullo salía herido a la hora de pensar en lo ingenua que debía verse cada día tratando de llamar su atención.

Su tal rutina conllevaba a un secreto (el cual en realidad empezaba a no ser tan secreto para toda su clase, desde su segundo año de secundaria.), y es que no podía engañar a nadie, se había repetido mil y un veces que lo que hace y ha estado haciendo por tres años era totalmente estúpido, para no decir patético, pero, ¿Acaso era fácil conquistar a un chico que nunca antes te ha hablado, y por el cual sin embargo mueres? Para ella no lo era.

Sus intentos para olvidarlo eran en vano. Pues por más decidida que estuviera al momento de encontrarlo en los pasillos, o platicando en los recreos con sus amigos, su corazón comenzaba a latir aprisa, poniéndose muy nervios. Y eso continuaba pasándole incluso en su primer año de preparatoria.

Dejando sus numerosos intentos fallidos de lado, aún mantenía un 0.05% de esperanzas de que, por alguna razón milagrosa, él cayera rendido a sus pies. Por lo tanto, ya decidida y recién levantada, ese por fin sería el día en el que dejaría su espantosa rutina amorosa. Y un día tan especial como ese debía verse considerablemente bien. Se encargó de alisar por completo su largo cabello castaño, el cual pronto cubriría toda su espalda. Tenía una leve capa de maquillaje que consistía en iluminar sus ojos, un poco de labial carmín y una máscara de pestañas moderada; la noche anterior se había pintado las uñas de un color plateado ¡e incluso llevaba un coqueto moño en el cabello a juego con ellas! Nadie podía pasarla desapercibida, en su humilde opinión, por supuesto.

Ya que su papá se encontraba en un viaje de negocios arquitectónicos, en el cual ya llevaba más de un mes, dejó de acostumbrarse a los desayunos calientes al despertar y del almuerzo servido al llegar a casa, por lo que luego de engullir unas tostadas de pan que consiguió pasar con un vaso de jugo de pera, emprendió su habitual camino a la escuela, jurándose a sí misma nuevamente que ese día, era el día.

Sakura podía ver la escuela a lo lejos y se percató que todos esperaban fuera de la reja principal, que parecía seguir cerrada. Ya se había unido a la gran maraña de gente y que las rejas siguieran cerradas a la hora que ella llegaba no era normal. Lo que la llevó a intuir que era uno de esos días donde apenas terminados los carnavales la directora seguía en la playa, gozando de la dicha de poderse tomar unos días extra de vacaciones. Dada la ausencia de la directora, quien recibía a los estudiantes en esos excepcionales días era el amargado portero, que aparentaba ser más viejo que todos los estudiantes juntos y que, para colmo, los odiaba a cada uno, tanto como para dejarlos afuera esperando el tiempo que él creyera conveniente.

— ¡Sakura Kinomoto!— Oyó rugir a sus espaldas.

Maldijo por lo bajo. Dio la vuelta con preventiva lentitud.

—Ah, hola Anna. — La saludó en un murmullo, encorvando sus labios en una diminuta sonrisa. La mirada cortante que le dirigía su malhumorada amiga no podía pasar desapercibida ni por la persona más despistada del mundo (ella), y decidió actuar antes de que fuera demasiado tarde.

— Que raro que la directo…— Fue lo único que logró articular en un vago intento por cambiar el tema, sabiendo lo que se avecinaba.

—Ayer no fuiste a mi casa, ¿Qué te paso? Me lo prometiste, Sakuri. —Sakura se estremeció ante la mención de ese apodo, que no terminaba de convencerla.

Anna poseía ojos claros color avellana, de tez morena y más su cabello rubio, perfectamente teñido, tenía un aspecto más californiano de lo que la castaña podía soportar. Si antes con todo ese maquillaje se veía falsa, ahora se veía el doble.

—Estaba cansada, Anna. —Mintió.

— ¿Cansada de qué?

—De hacer los deberes de geografía. Y también de limpiar.

—Como sea, pero los deberes los mandaron hace tres semanas.

—Eso lo sé, pero hablamos de mí, Sakura Kinomoto. — Expresó como si fuera lo más obvio del mundo, dispuesta a zafarse de su sermón. Aunque lo que acababa de decir no era del todo una mentira: los deberes de una que otra materia los terminaba dejando para el final, pero aquí la única diferencia y gran mentira era que en realidad no había hecho ninguno de sus deberes. Pensándolo bien, ¿habían mandado deberes?

Anna soltó un suspiro, rindiéndose.

—Está bien… Pues más te vale ir hoy, debemos hacer ese trabajo de historia, ya sabes. Debes ir. — Sakura tuvo que reprimir una mueca de frustración, ya que estaba muy segura que si iba a su casa con el propósito de "hacer el trabajo de historia" era porque literalmente terminaría haciendo el trabajo ella sola, como venía ocurriendo semanas atrás. — Por cierto, mira atrás. — Le susurró al oído con una sonrisa marcada de oreja a oreja, para huir exitosamente luego de propinarle un empujón que la desequilibró totalmente.

Emitió un pequeño grito antes de que su frente diera con lo que a su parecer le hacía semejanza a una pared alta y consistente. Sin embargo las paredes no olían tan bien.

Todo pasó demasiado rápido y, cuando el perfume masculino comenzó a inundar su sentido del olfato y logró reconocerlo, se sentía muy vulnerable. Nerviosa ante su proximidad, dio un respingo hacia atrás y no pudo sentir nada más que la pena de mirar a Eriol Hiragizawa a los ojos y notar su desconcierto.

Sus mejillas se incendiaron al oír reír a sus amigos y a algunos de la multitud, pero definitivamente quiso desaparecer cuando él esbozó una sonrisa incómoda.

—Discúlpame, ¿nos conocemos? —Preguntó cordialmente. Sakura se habría sentido realmente agradecida con el destino por haberle dado tan grata oportunidad para presentársele, pero estaba demasiado ocupada hundiéndose al saber que ciertamente él no sabía quién era ella. Él no tenía ni la mínima idea, pero eso era de esperarse. La chica aclaró su garganta y desvió la mirada al piso, siendo víctima de sus nervios y de la vergüenza que sentía en ese momento.

—Um, en realidad no. Lo siento mucho, Eri-…, Quiero decir, disculpa.

Estuvo a punto de cometer el peor error de su vida, y ese era llamarlo por su nombre justo luego de decir que no se conocían. Ciertamente acabaría con Anna.

La reja de la entrada había comenzado a abrirse y no le quedó de otra más que apurar el paso y entrar a la institución para salir de bochornoso momento. A base de zancadas consiguió ser de las primeras en colarse dentro, no quería que nadie de su clase la molestara ni tampoco ver a su "amiga" ni siquiera en pintura. Estaba muy molesta y no quería ser encontrada por nadie.

Tras haber recorrido rápidamente un tramo considerable comenzó a dirigirse al lugar donde sabía que podría resguardarse, al menos hasta calmarse.

Por otro lado, había algo que ella realmente no podía explicarse: ¿Cómo rayos podía dolerle algo que nunca había existido? Es decir, su supuesto amor en realidad no existía, porque no entendía cómo se podía amar a alguien de quien no sabías nada, pero sin embargo querías conocerlo todo. No sabía de Eriol más de lo que dejaba ver al exterior: que era una persona muy amable, inteligente, bueno a morir en el fútbol y en natación, con unos hermosos ojos azul oscuro y buen físico, lo que sumaba muchos puntos entre las chicas. Y se sentía totalmente incluida en ese lote.

Suspiró mientras seguía caminando, alejada del gentío que emprendió su camino a clase. Estaba segura de que Eriol valía la pena completamente, sólo que no era para ella. Y debía resignarse a esa realidad si quería salir de ella.

Luego de un minuto más a paso ligero, por fin llegó a su destino. Un árbol bastante frondoso, con raíces gruesas que se extendían por varios metros del patio, siendo imposible de ignorar desde que lo divisó su solitario primer día de clases. Era un árbol que le reconfortaba, de alguna manera. Miró su reloj de mano y dedujo que ya debería estar empezando la clase de matemáticas. Aun así sabía que las matemáticas no le harían sentir para nada mejor.

Ágilmente se instaló en una de las ramas más bajas del árbol y sin ánimos de ir tan arriba dejó reposar su mochila en sus piernas. Al estirarse un poco empezó a sumirse en sus pensamientos nuevamente, pero esta vez tomaron un camino diferente. Frunció el ceño al recordar lo sucedido, no precisamente por lo que pasó, sino por quién lo había causado.

Estaba harta. Esta no era la primera vez que su supuesta mejor amiga le hacía pasar malos ratos públicamente, pero todo esto acerca de su amistad colgando de un hilo le generaba una nueva pregunta y era ¿qué haría al respecto? Ahora dudaba mucho más de la confianza que se merecía esa chica e incluso sabía que si lo dejaba pasar sería cada vez peor.

A pesar de todo, Anna no siempre había sido así ni su relación de esa manera. En el presente se metía frecuentemente con ella juzgándola de inmadura por su actitud "mojigata" y lo que era aún más increíble era que todo aquello comenzó a pasar desde apenas unas cuantas semanas, cuatro cuando mucho. Increíble como una persona puede cambiar y ser influenciada tan rápido al llegar a la preparatoria.

Desgraciadamente su mente no pudo volar muy lejos de allí, pues un escandaloso silbido la devolvió al mundo real. Bufó. Por supuesto reconocía ese estúpido silbido.

— ¿No te cansas de que te lo repita? No tienes permitido venir a árbol. — Dijo burlón la voz grave de un chico que se encontraba unas ramas más arriba. Sakura rodó los ojos y se cruzó de brazos. Y cómo rayos estaba ahí sin haberlo visto llegar, no tenía idea.

Y esa persona era otro tema a meditar para Sakura, puesto que tampoco sabía qué hacer con él. Con su tan burlón, extrovertido, terco, orgulloso, molesto e insoportable amigo Shaoran Li. ¿Amigo? Sí, suponía que podría llamarse así.

Su actitud constantemente lograba sacarla de sus casillas, sin embargo en su primaria anterior en Hong Kong, donde conoció al chino, su actitud era totalmente diferente. Sakura aún recordaba como siempre era el único que se quedaba sentado al tocar la campana de recreo mientras todos salían al patio a jugar, al igual que recordaba su carácter silencioso que se limitaba a coexistir con el resto, sacar las más altas calificaciones y… pues, estar allí.

No soportaba verlo solo y, sin nadie más con la iniciativa para invitarlo a jugar, lo invitaba ella amigablemente. Aunque Shaoran se limitaba a mirarla con cara de pocos amigos y a desviar su atención nuevamente a su Nintendo, su insistencia hizo que él cediera una que otra vez para jugar juntos. Al ser transferida a su pueblo natal de Tomoeda para cursar la secundaria, él se presentó en segundo año de la misma y quedó sorprendida ante tal casualidad.

Pero la verdad era que Sakura no estaba segura que él recordara aquel entonces con tanta exactitud como ella, pues desde su reencuentro no había sido mencionado el pasado compartido.

Tal vez estuviera fingiendo nunca haberla conocido o verdaderamente su memoria era tan mala, pero lo que era más que eso era que el poco hablador Li siguiera existiendo para todos menos para unas cuantas personas de su círculo social. Y entre esas personas estaba ella. Y aunque Li hubiera mejorado considerablemente su actitud asocial, esa sería la última palabra que usaría para describirlo.

Entonces caíamos en la incógnita mayor: ¿por qué una persona como Shaoran era amiga del buen Eriol, si no tenían casi nada en común? Y cuando decía que era amigo de Eriol era porque literalmente se la pasaba con el grupito de Eriol, que gozaba de un reconocimiento social considerable, lo cual le parecía personalmente irónico.

Volvió a escuchar la vocecilla de su acompañante, trayéndola a Tierra. Ella agitó levemente la cabeza de un lado a otro, ¿cuántas veces al día se quedaba medio ida frente a las demás personas? Eso comenzaba a convertírsele en un problema.

—No estoy de ánimos ahora, además ya me iba. A diferencia de ti, no me salto las clases. — Le reprochó tomando su mochila y bajando de la rama. Aunque quizás si el chico no la hubiera interrumpido habría perdido más que sólo la clase de matemática.

— ¿Otra vez huyendo, Kinomoto? —Alegó con cierto doble sentido para comenzar a seguirle los pasos a la castaña. Sakura comprendió rápidamente el significado de sus palabras y la relación que guardaban con lo sucedido más temprano con Eriol.

— ¿Por qué no te callas? —Preguntó con desdén sin poder evitar sonrojarse.

— ¡Pero si es tu culpa por gustarte alguien como Eriol! Te aseguro que si gustaras de mí, al menos saldría contigo una vez. Es decir, tampoco estás tan mal.

— ¡A mí no me gusta Hiragizawa, así que cállate! —Declaró con el ceño fruncido y las mejillas rojas a más no poder, ¿tan evidente era? —Además, las chicas que gustan de ti es porque no saben lo idiota que eres. ¡Así que no, gracias! —Le espetó retomando su marcha.

Li rió a sus espaldas y en un movimiento pasó su brazo por los hombros de Sakura, acercándose a su rostro. Sakura pudo ver detalladamente el marrón de sus ojos y bastó sentir su fragancia achocolatada para sentirse brutalmente invadida.

—Disimulas demasiado mal, Kinomoto. —Ronroneó cerca de su oído. Sakura entró en pánico ante tal abuso de espacio personal y lo empujó rápidamente.

Al no ocurrírsele ningún argumento para defenderse caminó mucho más rápido rumbo a su aula de clases. E incluso en ese entonces, él seguía riéndose a sus espaldas.

Y algo así solían ser sus encuentros con Shaoran.

Ya más cerca de su salón, se sentó en uno de los bancos cercanos a esperar que sonara el timbre de recreo. No era capaz de interrumpir la clase de la profesora Mizuki ni en sueños.

Luego de quince minutos en los que tuvo que entretenerse con los pliegues de su falda, el timbre que anunciaba el recreo inundó los pasillos. Se acercó a la puerta y se hizo a un lado mientras sus compañeros salían del salón rumbo a la cafetería. Pensando que todos ya habían desocupado el lugar se precipitó a entrar, chocando con la mismísima Meiling Hayami.

— ¡A ver por donde caminas, Kinomoto! —Exclamó Meiling visiblemente muy molesta. — ¿O es que quieres terminar chocando con medio instituto? —Preguntó para finalizar con una sonrisa socarrona.

Sakura estaba cien por ciento segura de que aquel gesto no le hubiera importado en lo más mismo si no hubiera sido Anna quien le propinaba la misma mirada petulante que acababa de recibir por parte de Meiling, para luego pasar por su lado siguiéndole los pasos a ella y a sus otras tres amigas.

Quedó congelada en su lugar, miraba el piso confundida y de alguna manera herida. Que Anna se fuera con aquellas chicas actuando como una más de ese grupo, sólo podía significar una cosa: que la había perdido por completo.

Su respiración comenzó a fallar ligeramente y tuvo que cubrir sus ojos con las manos para protegerse ante los ojos curiosos que deambulaban por el pasillo. Secó un poco su cara empapada en lágrimas para abrir la puerta deslizable del salón completamente cabizbaja.

Se sentía como una tonta. Indefensa y sola.

A pesar de que era la primera vez que Anna le daba la espalda de semejante manera para irse con Meiling, estaba segura de que no era la primera vez que esas chicas hablaban. También estaba segura que de ahora en adelante debía acostumbrarse a la idea de que el dúo de amigas para siempre, que pensó que jamás terminaría, ya no existiría más. Ni siquiera para los tontos trabajos de geografía y de historia que terminaba haciendo sin ayuda.

Pero, ¿a quién le importaban los trabajos? Ahora literalmente no tenía a donde ir, pues se había conformado todos estos años con un círculo de amigos tan reducido, donde la mayoría resultaban ser compañeros de clase, que Anna había terminado siendo la única y más cercana a ella.

Al ojear lentamente el salón pudo comprobar, aliviada, que se encontraba desolado. Fue directamente a su asiento y se quedó un instante contemplando el de al lado: el que ocupaba Anna. O solía ocupar, porque lo más probable era que ahora se sentara con otras personas.

Rodó los ojos agobiada y se secó las lágrimas, que habían vuelto a correr por su cara. No le quedaba más alternativa que controlar la terrible sensibilidad de la que estaba hecha.

Luego de un rato, para su suerte, logró ordenar sus pensamientos y controlarse unos minutos antes de que la campana diera por finalizado el recreo.

Poco a poco el salón comenzaba a llenarse y todos a ocupar sus respectivos asientos. Anna cambió de puesto con una de las chicas que estaba cerca de Meiling. Sin embargo Sakura no permitió que eso la sorprendiera y elevó el mentón decidida a algo.

Ciertamente Anna no era necesaria en su vida y era algo ridículo como se ponía de mal cuando ella misma había pensado antes como acabar aquella supuesta relación de mejores amigas. Mejor dicho, ¡Anna le había facilitado las cosas! Se había ahorrado mucho parloteo y discusiones molestas, así que bien por ella.

Transcurridos unos minutos de que el salón terminara de llenarse, los chillidos de Meiling inundaron el salón, de la nada.

Sakura estaba absorta en sus pensamientos, a la espera del profesor. Pero los cuchicheos y altas carcajadas provenientes del grupo de esas chicas fueron incrementando y no la dejaban en paz.

Si tan solo fuera posible cambiarse de clase a esas alturas, Sakura lo haría sin pensarlo. Porque es que estudiar con Meiling... Nadie podría entenderlo. Con sólo verla se podía tener una idea de la clase de chica que era. A pesar de que la inteligencia no era precisamente lo suyo, le daban cien puntos extra su cuerpo envidiable, sus bonitas facciones y lo adinerada que parecía ser. Sin embargo, para Sakura, esas supuestas cualidades eran opacadas por su cinismo, su falta de humildad y por la carencia de muchos más valores de los que estaba segura que esa chica no tenía idea.

En esa ocasión su largo cabello negro, como siempre recién sacado de la peluquería, parecía más brilloso de lo normal y estaba acomodado en una delicada cola de caballo con un pequeño gancho de loto adornando su cabeza.

Sakura dejó de detallar a su objetivo y desvió precipitadamente la mirada al toparse con sus ojos color rubí. Vio de reojo como Meiling le susurraba algo a Hannah Suzaki sin apartar ni un instante su penetrante mirada de ella. Seguidamente Hannah carraspeó, con el fin de llamar la atención de todos.

— ¿Por qué tan solitaria, Kinomoto? ¿Pensando nuevas tácticas de escape para luego de ser rechazada?—Expresó Hannah con una voz clara y alta. Inmediatamente después Sakura se sintió como el blanco de muchas miradas curiosas y reprimió el impulso de hundirse en su asiento.

En cuestión de segundos los cuchicheos del salón se fueron apagando, volviéndose la discusión el centro de atención. Sus mejillas adquirieron un tono carmín ante la atosigante situación.

—Sabes Kinomoto, hay una especie de rumor de que gustas de Hiragizawa, de la clase A, pero definitivamente ese rumor se confirmó esta mañana. No te culpo por haber intentado declararte, pero tendrías que haber sido más realista, ¿No, Mei? —Meiling asintió complacida y Sakura fijó su vista a otro lado. —Todos nos sorprendimos con lo rápido que corriste, ¡parecías espantada por un fantasma! —Prosiguió la pelirroja con sorna. Algunos rieron.

¿La creían tan demente como para declarársele a Eriol? Nadie sabía tan perfectamente como ella que un buen resultado a esa acción solo se daría en sus más divinos sueños. En cambio, se había enterado de que él no sabía ni su nombre.

Sakura estaba haciendo un gran trabajo ignorándola, ya que sabía que era mejor en ello que respondiendo las provocaciones. Mas no estaba segura que durara mucho tiempo.

— ¡Dios mío, pero qué chismosa! —Intervino de repente una voz femenina. Sakura rápidamente volteó en dirección a la chica, completamente sorprendida de que Tomoyo Daidouji diera la cara por ella, cuando pocas eran las veces que habían intercambiado conversación. — ¿No has pensado que si no te empeñaras en vivir la vida de los demás, tuvieras más amigos aparte de Meiling y el resto de su grupo?

Una significante cantidad de estudiantes abuchearon entre risas y rápidamente las sonrisas en aquél grupo se esfumaron, siendo sustituidas por muecas de enojo y desafío.

—Eso no es asunto tuyo, Daidouji. —Sentenció Meiling muy seria, siendo su momento de controlar las cosas. Sakura no pudo evitar sonreír ante tal espectáculo, muy pocas veces había visto a esas chicas ser apaciguadas o atacadas. Disfrutaba como nunca ese momento, y que haya sido por su causa la hacía sentir halagada.

Tomoyo estaba lista para defenderse, pero tuvo que callar, al igual que todo el salón, cuando el robusto profesor de Metodología de la Investigación entraba al lugar con el semblante serio que lo caracterizaba, esta vez mucho más pronunciado debido al alboroto de la clase.

— ¿Divirtiéndose, eh? Todos abran su libro de texto en la página 148. Gojo, siéntese bien. Y Nakahara, comience leyendo el primer párrafo, por favor.

Mientras Sakura sacaba su libro y cuadernos, desvió la mirada al asiento de Tomoyo, que se encontraba próximo al de ella. Al encontrar su amatista mirada esbozó una radiante sonrisa de agradecimiento, ya que aparte de que le haya divertido la pequeña riña verbal, estaba muy feliz de haber sido tomada en cuenta por la muchacha. Tomoyo le guiñó un ojo en su respuesta.

El transcurso de la clase fue sin más percances, a pesar de todo lo que había pasado Sakura sacó un momento para concentrarse de verdad en la clase del profesor, gracias a su disciplina para controlar la clase no era opcional prestarle atención o no. Ya culminada la hora sabía que tenía pendiente darle las gracias a Daidouji como era debido, así que mientras todos desocupaban el salón se acercó a ella, que aún recogía sus cuadernos. Meiling, Anna y las otras dos chicas de aquel grupo pasaron por su lado con altanería, volviendo a mirarlas con desdén. Sakura y Tomoyo lo ignoraron.

—Hola, Daidouji. Quería darte las gracias por haberme defendido antes. No sé qué habría hecho si no me hubieras ayudado. —Dijo Sakura amablemente. La pelinegra sonrió.

—Ay ni te preocupes por eso, esa Hannah se merecía eso y más. Los rumores corren como pólvora en esta escuela, seguramente ya deben estar esparciendo mil inventos de como las ataque discriminadamente. —Sakura rio y asintió.

—Entonces esperemos que no sea algo tan loco. —Argumentó divertida. Su acompañante hizo ademán de querer argumentar algo, pero el sonido del celular cortó lo que tenía para decir, revisó su teléfono y se volvió a Sakura.

—Me encantaría seguir hablando, pero ya me esperan afuera. ¿Quieres te lleve?

Aquella propuesta la tomó como anillo al dedo, la verdad era que no tenía ni ganas de caminar las ocho cuadras hasta su casa, pero por otro lado le pareció un poco abusador aceptarla.

—Ah, me encantaría. —Respondió esbozando una sonrisita. Su sinceridad y conveniencia ganaron esa batalla. Tomoyo le sonrió también y con un ademán indicó que la siguiera. Bajaron las escaleras del tercer piso de preparatoria hablando de sus intereses en común, hasta la planta baja, donde por allí todavía deambulaban algunos de su clase entre otros de preparatoria.

Al pasar por los jardines delanteros de la institución, rumbo a la salida, se percató que próximo a ellas se encontraba Li junto con algunas chicas que parecían muy nerviosas. Eran dos chicas de, si no se equivocaba, la clase A, la misma de Shaoran, y por ende, de Eriol. La más baja era pelirroja e increíblemente tierna, ésta miraba el piso cohibida mientras que la otra, con mucho coraje, le entregaba un sobre rosado con corazones al chico. Por la ojeada rápida que pudo echarle al castaño, parecía recién haber salido de la práctica de fútbol del equipo, ya que tenía todavía el cabello mojado y algunas gotas habían resbalado hasta la chaqueta de su uniforme. Sus miradas se cruzaron e impensadamente miró nuevamente al frente. Rogó que le haya tomado sin cuidado tal situación.

— ¿Qué veías? —Cuestionó Tomoyo. Sakura parpadeó perpleja.

— ¿Ah?

—Que qué mirabas con tanta atención.

—Ah, eso. Créeme que no era nada importante, Daidouji. —Hizo un ademán con la mano para restarle importancia. Tomoyo negó con la cabeza varias veces soltando una risita sin terminar de creerle. Pero cuando Sakura estuvo a punto de excusarse, ella intervino primero.

—Y no tienes por qué llamarme por mi apellido,Tomoyo está bien. Vamos, entra.

Luego de esas palabras Sakura volteó a ver el auto que se encontraba estacionado a unos centímetros de ellas. Se trataba de una camioneta blanca con negro, era alta e imponente, siendo sus vidrios oscuros y pintura resplandeciente lo que la hacían lucir más llamativa de lo normal. Luego de mirar unos segundos el vehículo, se adentró en el asiento trasero junto con Tomoyo, quien saludó al chofer al cerrar la puerta.

— ¡Holam Joseph! Ella es una compañera de clases, Sakura Kinomoto. —La presentó Tomoyo. Ella saludó cordialmente.

—Es un gusto, señorita Kinomoto. Puedes llamarme Joseph, ¿a dónde se dirigen? —Preguntó aquel señor canoso y bien vestido observando a las chicas desde el espejo delantero. Sakura pudo percibir su claro acento extranjero.

—Vamos a llevarla a su casa.

—Oh, no tendrá que ir muy lejos. Es a unas ocho cuadras, diagonal a la tienda de obsequios Marley. —Dichas estas palabras, Sakura se sintió verdaderamente estúpida de estar siendo llevada en auto hasta su casa. Bajó la cabeza apenada. Pero qué se le iba a hacer, ya estaba montada y le consolaba un poco que hubiera sido ocurrencia de su compañera.

—Ya veo. En marcha, entonces. —El tal Joseph se ajustó un poco el gorro negro y pulido que lucía y arrancó la camioneta. Sakura miró a Tomoyo y al cruzar miradas, le dedicó un gesto de agradecimiento.

—Por cierto, tú también puedes decirme Sakura.

— ¡Está bien! —Tomoyo sonrió radiante.

No hablaron mucho hasta llegar a su casa, ya que si a pie no era tanto, en carro mucho menos. Aun así agradeció por el favor y se despidió de Tomoyo y Joseph animadamente.

— ¿Nos vemos mañana? —Le preguntó su amiga.

—Claro, nos vemos. —Sakura cerró la puerta del auto con una sonrisa y cruzó su porche sacando la llave de la casa.

Una vez dentro, cerró la puerta tras de sí y quedó envuelta en el sepulcral silencio de la sala. A fin de cuentas jamás terminaría acostumbrándose a la soledad de ese lugar. Esperaba pacientemente a que su papá regresara de aquel viaje, sin embargo los días comenzaban a tornarse pesados luego de un mes de su ausencia.

Había conseguido acostumbrarse a estar sin su hermano Touya, quien cursaba la universidad en Hong Kong, donde papá ya le había conseguido una beca desde que estaba en preparatoria. Pero para ser sincera, la idea se le seguía pareciendo horrible incluso ahora, pues separarse de quien había sido su apoyo desde que nació era algo duro para ella. Y estar sin alguien que la molestara en casa todos los días ahora sonaba triste.

Decidió prender el reproductor de música para llenar el ambiente y se dirigió a preparar algo de almuerzo: arroz, chuletas de cerdo y puré de papas en cantidad suficiente para uno. Tomó su plato y una lata de refresco del refrigerador para echarse en el sofá a ver televisión. Al pasar por la repisa de la sala pasó la vista por los retratos familiares de hacía ya bastantes años. Mirar el rostro de su mamá le seguía produciendo nostalgia, pero sabía que estaba feliz en un lugar mejor.

Engulló su almuerzo con ganas y literalmente sin nada más que hacer fue a su habitación y encendió su laptop. Pasó unas cuantas horas ojeando en internet hasta recibir una solicitud de Tomoyo al Facebook, la cual aceptó, y minutos más tarde, un mensaje nada más y nada menos que de Anna. Por curiosidad abrió el chat, para encontrarse con un mensaje de una línea con la escritura abreviada y estilizada que solía usar en sus mensajes. Nueva moda también, por supuesto.

"¡Siento lo que pasó, Sak! En realidad Mei no es tan desagradable como crees, deberías intentar conocerla mejor, por eso me fui con ella. ¿Cómo te fue con Eriol? Xoxo."

Sakura no pudo evitar soltar una amarga carcajada.

— ¡Por favor, Anna!

Cerró la conversación y no permitió que su ex mejor amiga continuara haciéndose la tonta en sus narices. Estaba más que claro lo que era mejor para ella, y era alejarse por completo de esa relación.

. . .

Ese martes despertó ansiosa, desesperada por saber qué le esperaría en la escuela. No quería ser demasiado positiva, pero esperaba con todas sus fuerzas juntarse con Tomoyo, quien no sólo era amigable y buena, sino que además le caía muy bien.

De camino al instituto recibió un mensaje de Tomoyo, preguntándole si iría a clases, y luego miró la hora. Pero por dios santo, ¿habría un día en el que llegara antes que el profesor? Emprendió una marcha acelerada para no retrasarse mucho más. Tendría que poner la alarma media hora antes. Al llegar, subió volando al tercer piso y ubicó su salón, éste permanecía todavía con la puerta abierta, pero el profesor ya venía doblando la esquina del pasillo.

Rápidamente se adentró en el lugar y varias conversaciones inundaron sus oídos al mismo tiempo, haciéndolas incomprensibles. Titubeó un instante luego de haber entrado, sin saber muy bien a donde dirigirse. Sin embargo, Tomoyo, quien se encontraba apoyada en el escritorio hablando con otras chicas de la clase, la llamó. Sakura se sintió aliviada a morir, y fue a su encuentro.

Con Tomoyo se encontraba Naoko, quien la observaba curiosa detrás de sus lentes redondos; si su memoria no le fallaba, era la segunda con mejor promedio en el salón. También estaba con ellas Sumire Inoue, una esbelta chica de cabello castaño, un poco más claro que el de ella y con unos ojos color cielo que le daban color a su pálido rostro. Las dos la saludaron, amigables.

—Hola, Sakura. ¿Cómo dormiste? —Le preguntó Tomoyo sonriente, ella la imitó.

—Hola, chicas. Dormí bien, ¿y ustedes?

Sin embargo la pregunta quedó al aire debido a la entrada de la profesora Hayashi, que impartía biología desde que Sakura había entrado en aquella escuela. Esa materia tenía la fama de ser ridículamente fácil, pues la profesora en realidad no daba mucha clase ni tampoco sus exámenes eran tan difíciles. Unos cuantos talleres, ensayos, y listo, podías pasar la materia e incluso con una nota aceptable.

Todos ocuparon sus asientos y Tomoyo le indicó uno a su lado, Sakura no podía estar más feliz.

—Buenos días, alumnos. Como estoy muy segura que ya han descansado bastante en los carnavales, tendrán un trabajo. —Informó la profesora, las protestas no se hicieron esperar. —El tema a tratar será el alcoholismo, ¡que me han contado unos chismes de ustedes! Así que es para ver si toman consciencia. —Algunos rieron, compartiendo algún chiste. —Ya saben, definición, características, consecuencias, etc. Grupo de tres, la próxima clase espero ver avances.

Como si hubiera sido premeditado, Sakura miró en dirección a Anna, más por costumbre que por otra cosa. No obstante no había nada nuevo ni sorprendente, ya que ella estaba muy sentada entre Meiling y el resto de las tres chicas que les hacían compañía, entre ellas Hannah. Apartó la vista de aquel panorama y se concentró en la mesa de su pupitre mientras oía los murmullos de los demás cuadrando sus grupos. De repente, su rabillo del ojo captó movimientos y una vez más, ahí estaba Tomoyo para salvarle la vida, como si fuera su ángel rescatista.

—Seremos Sumire, tú y yo. ¿Está bien? —Murmuró acercándose lo suficiente a su asiento. Sakura asintió encantada.

La profesora se encontraba revisando algún mensaje en su teléfono cuando escuchó que la llamaban atrás. Se volvió para ver a Anna haciéndole señas para hacer el grupo de trabajo. La castaña se quedó atónita e indignada, pero ¿cómo era tan descarada?, definitivamente un tiempo al lado de esas chicas y ya eras igual, o peor que ellas. Aun así, Sakura no quería parecer demasiado grosera (aunque tuviera las ganas suficientes para mandarla a comer barro), así que se limitó a articular con la boca que ya tenía grupo, y se enderezó en su asiento antes de poder ver su reacción.

La clase de biología transcurrió relativamente rápido, pues entre chistes e intercambio de diálogos con su carismática profesora la hora pasó volando. Desgraciadamente no podía decir lo mismo de la clase que le seguía, que era japonés; aquel profesor que impartía la asignatura no podía ser más lento para hablar porque no era posible, y aunque a Sakura no le desagradara como tal la materia lo hacía por completo el profesor, si no fuera por el timbre del recreo que interrumpió al señor Matsumoto, todavía seguirían atascados en el segundo tema, eso seguro.

—Vamos a almorzar, Sakura. —Le dijo Tomoyo levantándose de su asiento y aproximándose a la castaña. Sakura asintió.

— ¡Al fin terminaron esas infernales dos horas! —Exclamó aliviada Sumire, dándose un buen estirón. Seguidamente se les unieron Naoko y Rika, cuales asientos se encontraban muy adelante y algo lejanos a ellas.

La cafetería la mayor parte del tiempo solía estar abarrotada de gente almorzando, hablando e incluso terminando trabajos atrasados, y ese día no sería una excepción. Sakura y el resto de las chicas se hicieron paso entre algunos estudiantes de secundaria para llegar hasta una de las pocas mesas restantes vacías. Naoko parecía ser la única que había traído un pequeño envase azul eléctrico repleto de comida, así que Rika, Tomoyo, Sumire y Sakura debieron levantarse a hacer fila para comprar algo, dejando a Naoko en guardia con sus puestos.

Generalmente a Sakura no le pegaba demasiada hambre a esas horas, pero luego de ver los deliciosos postres que al parecer toda la cafetería estaba comprando se le había abierto el apetito, aunque fuera nada más para aquella torta fría con crema de fresas. Estaban aproximándose cada vez más a los primeros puestos de una de las dos colas de compra y por haber estado tan entretenida hablando con sus amigas no pudo reparar en que a unos escasos centímetros de ella se hallaba Eriol, junto con algunos de sus amigos. Vamos, que lo tenía justamente al lado.

Era la primera vez que lo volvía a ver luego del incidente del día anterior, y le parecía chistoso que ella estuviera con los pelos de punta mientras él charlaba apacible con esas suertudas personas que podían darse el lujo de conocerlo. Ni siquiera seguía viéndolo directamente, ni tampoco supo si sólo eran imaginaciones de ella, pero podría jurar que se encontraba viéndola desde su lugar en la fila, y nuevamente cayó víctima de los nervios. Volteó hacia el lado opuesto a él de una manera tan desmesurada que Tomoyo dejó de hablar al instante.

— ¿Sakura, qué pasó? —Preguntó ante el arrebato de la castaña.

—No, nada. —Contestó rápidamente, intentando no levantar sospechas, pero logrando todo lo contrario. Avanzaron unos centímetros más y la amatista miró a la derecha sólo por mirar, para luego remirar por un instante al joven Hiragizawa, entendiendo la situación. Pronunció un "ahhh..." más extenso de lo normal.

— ¡Por dios Tomoyo, no lo mires! —Susurró Sakura, apenada. La chica se sorprendió para luego mirarla con cierta picardía, en ese instante comenzó a asustarse, de verdad no quería ser empujada contra él nuevamente, en realidad había pasado de querer llamar su atención a más bien querer desaparecer de su mapa por siempre.

—Ya, tranquila. Lo dejé de ver hace rato. —La tranquilizó Tomoyo. Poco a poco Tomoyo logró estabilizarla con sus conversaciones milagrosamente entretenidas, y ni se percató cuando él ya había comprado.

Ya sus amigas tenían en sus manos sus bandejas llenas, y era su turno de estar frente al mostrador. Sakura divisaba el último trozo de pastel que quedaba en la bandeja de venta como gato acechando a su presa.

—Me da el pastel de fresas, por favor.

Su voz se vio opacada por otra, que exigía lo mismo. Sakura volteó hacia el origen de la voz, tratándose de Yamazaki Takashi. El mismo que viste y calza, le sonrió mostrando sus blancos dientes de par en par al instante que le entregaban el pedido a él. El último codiciado pedazo de torta.

— ¡Sakura! Mil años sin verte. Toma. —Traspasó el platito con la torta a la bandeja de ella manteniendo la sonrisa. Sakura la aceptó con una risa nerviosa.

— ¡Gracias, Yamazaki!

Lo que más le hacía gracia, era que literalmente se veían todos los días, sin embargo no habían vuelto a hablar desde que estudiaron juntos en secundaria. Yamazaki era un joven jovial, extrovertido y era la única persona que la hacía reír con un chiste, fuera bueno o malo. A pesar de que llevaran tanto tiempo sin intercambiar nada más que un saludo seguía cayéndole bien. Y era cercano amigo de Eriol, además.

Feliz y agradecida por su postre siguió al resto de sus amigas hasta el mesón donde esperaba Naoko con Sumire, quien se había adelantado para hacerle compañía. Se acomodaron para devorar sus almuerzos y Sakura podía notar lo nerviosa que se encontraba Sumire, por alguna razón que ella no tenía idea. Naoko parecía estar más al tanto de su extraño comportamiento que le hacía gestos, animándola.

—Um, Kinomoto... —Le llamó Sumire, dejándola con el trozo de pastel próximo a su boca.

— ¿Sí? Y puedes decirme Sakura, Kinomoto suena muy formal. —Dijo pero ella riendo y engullendo el último trozo de su postre. Sin embargo, al poseer toda la atención de Sakura, la chica actuaba como si de pronto se hubiera quedado sin voz, no articulaba palabra y veía directo al piso.

— ¡Vamos, dile! —Le animó Naoko. El resto de las chicas se miraban entre sí confundidas, la castaña no podía hacer más que imitarlas.

—Verás, Sakura, quería preguntarte si tú...

— ¿Si yo? —Insistió.

—Si tú y Li, pues... Ya sabes

—En realidad, no tengo idea. —Sakura se cruzó de brazos mirando al grupo una por una, esperando recibir respuesta directa de alguna de ellas, pero al parecer todas estaban en blanco.

—Quería saber si tú y Li son novios. —Soltó de pronto, tan rápido que ninguna logró entenderla. Naoko negaba la cabeza lentamente. Ante la pregunta la que más pareció sorprendida fue Sakura, ya que el resto estaba al tanto de lo que sentía Sumire por el castaño desde hace un tiempo.

Sumire Inoue permanecía expectante ante la respuesta de Sakura. Desde hacía ya un tiempo tenía esa duda rondando en su cabeza, y es que desde que había empezado a interesarse en Li, estaba mucho más pendiente de sus acciones y de su paradero, así que luego de ver seguidamente a Sakura entablar conversación con él, y verlo reír junto a ella, no podía sacárselo de la mente.

— ¿Que si yo Li somos novios, preguntas?—Repitió aún desconcertada, sin encontrar motivo suficiente de porqué alguien pensaría eso. Si para ella apenas y hablaba con Li, lo que estaba preguntando Sumire no tenía sentido alguno.

— ¡Es que su actitud contigo es distinta, él te sonríe!

— ¡No Sumire, él se burla de mí!

—Pero al menos te habla. —Insistió bajando la mirada. Sakura estuvo a punto de protestar, pero no tenía con qué defenderse esa vez, porque lo que acababa de decir no era del todo mentira. No obstante, él le hablaba a ella y hasta ahí llegaba esa historia, no había nada más, porque ni siquiera sus temas de conversación eran verdaderamente importantes. Lo único que hablaba Li con Sakura era de lo chistosa que se veía cada vez que se caía intentando saltar la barra más alta en gimnasia.

—No creo que deberías preocuparte por eso, Sumi. —Le animó Tomoyo dándole palmaditas en la espalda luego de compartir una mirada cómplice con Sakura, como si supiera alguna muy buena razón para que lo que pensaba Sumire que pasaba entre Shaoran y ella, no fuera posible. Y estaba segura que cierto chico de ojos azul oscuro estaba involucrado.

—Es verdad, no tienes nada, nada, de que preocuparte. —Corroboró Sakura. Aunque no precisamente por las razones que sospechaba la amatista, sino porque ella lo pensaría diez o cien veces antes de considerar a Li, amorosamente hablando. —Shaoran y yo novios. Já. —Murmuró para sí misma, produciéndole mucha gracia la idea.

—Lo ves, te dije que era imposible que ese chico tuviera novia. Además, Sakura y Li ni siquiera lo parecen. Exageraste nada más. —Sentenció Naoko, ajustándose los lentes con el dedo índice. Sumire suspiró aliviada.

—A mí se me hace que Li es gay. —Sentenció Rika de repente mientras bebía su jugo de limón. Las risas llenaron la mesa.

—A lo mejor. —Apoyó Sakura, riéndose todavía de la imagen que estaba promoviendo de su amiguito. Realmente la mataría si se llegara a enterar, pero eso nada más hacía que le diera más gracia. Una vez más, pudo confirmar que el resto de las personas, chicas en especial, no tenían idea de la verdadera naturaleza del chino, y seguían suponiendo que Li era un pansito de Dios: reservado pero educado, inteligente cuando quería y guapo. ¿Quién no querría ser su novia? Sakura emitió otra carcajada, si supieran.


Hola de nuevo, el otro día estaba checando mis fanfics y noté que este enserio tenía demasiados errores, así que me dispuse a editar algunas cosillas de la historia. Espero que se note el cambio D:

También, espero publicar un nuevo capítulo luego de editar por completo el segundo. Muchísimas gracias por leerme y por todos sus reviews n.n