Los personajes le pertenecen a J.K. Rowling y la historia a Eve Berlinque se llama El limite del deseo, yo solo juego con ambos por entretenimiento, no pretendo violar ningún derecho de autor ni nada parecido. Espero que la disfruten


Como abogada Hermione Granger sabe cómo guardar secretos, especialmente después de que un ex la despreciara tras confesarle sus más ocultos deseos sexuales.

Hermione ya ha renunciado a encontrar a alguien capaz de satisfacerla en lo más íntimo (su gusto por el bondage y los azotes) hasta que pasa una de las noches más maravillosas de su vida con alguien a quien siempre había admirado de lejos.

El dominador sexual Draco Mafoy conoció a Hermione en el instituto pero nunca se imaginó que sus fantasías sexuales coincidieran plenamente con las de ella. Los dos amantes no esperan que lo suyo sea más que un affaire de una noche, pero cuando Draco empieza a trabajar en el bufete de Hermione, tienen que lidiar a diario con las chispas que genera la química sexual entre los dos.

Mientras que un profundo deseo los acerca, el miedo puede acabar por separarlos para siempre, a no ser que aprendan a manejar el dolor y el placer que produce el amor.


Uno

Nada explicaba que Hermione siguiera pensando en que la azotaran en la fiesta de inauguración de la casa de su mejor amiga Ginny o en la entrada de su diario que había escrito la noche anterior.

Pero, claro, había bebido demasiado vino porque seguía compadeciéndose de sí misma, aunque habían pasado ya casi seis meses desde que rompiera con Ron.

Se sirvió otra copa de vino y justo le estaba dando un sorbo cuando lo vio al otro extremo de la habitación llena de gente.

Draco Malfoy.

No le había visto desde la última semana del penúltimo curso del instituto.

Fue poco después de que Draco le propinara un puñetazo al canalla de su novio de entonces, quien terminó en el suelo. Dean se lo tenía bien merecido.

Descubrió que le había puesto los cuernos y cuando se lo echó en cara, él pilló un buen cabreo, empezó a gritarle y le agarró el brazo con fuerza hasta que le salió un moratón. Y si ya antes de eso estaba coladita por Draco, que acudiera en su rescate como un caballero de brillante armadura lo había acabado de confirmar.

Se acordó de la cara de Draco cuando Dean gimoteaba tendido en el suelo. Dos profesores acudieron corriendo y le sujetaron, tal vez por miedo a que volviera a pegarle.

Recordó su oscura mirada y sus ojos ensombrecidos, feroces, que, no obstante, se mostraron vulnerables cuando la miró a ella, algo que la sorprendió. Ella quería decirle algo, quería darle las gracias y preguntarle por qué lo había hecho, pero en aquella época era demasiado joven y no supo afrontar la situación.

Expulsaron a Draco y poco después entró en la universidad y ya no volvió a verle más.

Habían pasado más de diez años, pero le reconocería en cualquier lugar.

Seguía siendo apuesto, con su espalda ancha y sus músculos, aunque estaba más estilizado. Se había cortado el cabello rubio que solía taparle la cara y esos ojos... Seguramente la gente diría que eran grises pero ella recordaba el tono azul que irradiaban con la luz del sol.

Sintió una oleada de calor tan repentina que era como si la engulleran las llamas. Una sobrecarga sensorial.

Tuvo que apartar la mirada. Tenía que largarse de ahí.

«Paso totalmente de los hombres. ¡Paso!»

Agachó la cabeza y fue hacia la puerta trasera sujetando con fuerza la copa de vino. No quería pensar en lo mucho que le ponía Draco en el pasado, durante sus años de instituto. Y a juzgar por la manera en que le latía el pulso, era obvio que seguía poniéndole.

Afuera, aquella noche de principios de enero era fría y húmeda. Sin embargo, estaba acostumbrada al haber crecido en Mercer Island, al otro lado del puente de Seattle, donde Ginny y Harry, su compañero de piso, vivían ahora. Necesitaba que el frío le aclarara la cabeza y apagara el calor de su cuerpo.

«Nada de hombres ahora mismo.»

Su vida era mucho más tranquila desde que su última relación había terminado. Se habían acabado los dramas y las expectativas. Ahora todo era tranquilo y apacible; ella lo prefería así. O al menos era lo que se decía a sí misma. Así era como se explicaba también por qué no había salido con nadie desde la ruptura; eso no era nada propio de ella. Había estado con muchos hombres antes de salir con Ron. No quería pensar en cómo esa relación la había afectado y había echado por los suelos la confianza en sí misma.

En esos momentos su vibrador era el mejor novio que tenía. ¿Y qué? Podía irse a casa, sacar a su amiguito de plástico rosa e imaginar que era Draco Malfoy entre sus muslos...

Se estremeció, juntó las piernas con fuerza y suspiró.

Se sentó en el columpio del porche y notó cómo se le clavaban los listones de madera en la parte trasera de los muslos a través del fino vestido de lana. Se recostó en un montoncito de cojines, dejándose invadir por el aire fresco, le dio un buen sorbo al vino tinto y cruzó las piernas.

Estaba lo bastante achispada para descansar un rato y reflexionar sobre el hecho de estar sola. Al parecer todos los amigos de Ginny y Harry estaban felizmente emparejados; la casa estaba llena de parejitas acarameladas. Hasta que llegó Draco. Le pareció que estaba solo, igual que ella.

Aunque estaba mucho mejor soltera ahora mismo. Quizá para siempre. Había pasado muy poco tiempo desde el desastre con Ron para sentir lo contrario y querer una relación. Aún no había conseguido desprenderse de toda la amargura que llevaba dentro.

Estuvo pensando en eso un buen rato, haciendo caso omiso a la agitación que había sentido al volver a ver a Draco o, por lo menos, intentándolo.

Entonces oyó unos pasos y el crujir delos tablones de madera. Levantó la vista y vio una figura alta; una silueta oscura recortada contra la luz que provenía del umbral. Era alguien alto, musculado e increíblemente atractivo.

«Draco.»

Sintió un escalofrío.

—¿ Hermione? ¿Eres tú?

—Draco. Ah, hola. ¿Qué haces aquí?

Él se acercó y se colocó bajo la luz del porche. Iba bien vestido, con unos pantalones oscuros y un jersey que se le ajustaba al torso como si se lo hubieran hecho a medida. Tal vez fuera así. Estaba guapísimo.

—Coincidí con Ginny hace unos días y me invitó a la fiesta. No te he visto desde que salí del instituto. ¿Te graduaste en Bellas Artes como querías?

Ella se encogió de hombros, en un intento de aparentar indiferencia y permanecer indiferente. Pero al ver esos ojos mirarla con aprecio, como solía fantasear desde que tenía catorce años, era demasiado.

Inspiró hondo y volvió a intentarlo.

—Bueno, fui a bastantes clases en la universidad pero a mis padres no les hacía mucha gracia que me dedicara al arte, así que terminé dejándolo.

—Si no recuerdo mal se te daba bien pintar. ¿No te presentaste a algún concurso estatal en el instituto?

—No me creo que recuerdes eso. —Notó cómo se le encendían las mejillas.

Él se apoyó en el marco de la puerta; una de esas poses que solo pueden hacerlos hombres más seguros de sí mismos y a pesar de todo aparentar naturalidad.

—Recuerdo muchas cosas de ti, Hermione.

—¿En serio?

Él sonrió y unos hoyuelos surcaron sus mejillas. ¿Cómo podía ser que un hombre pareciera tan tranquilo y tan increíblemente cautivador a la vez? Casi podía ver al adolescente que había sido bajo esas facciones tan masculinas de su rostro. Debajo de su aspecto sofisticado y su ropa inmaculada, seguía siendo el Draco de siempre; de eso estaba segura.

Siempre había sido muy amable. En el instituto mismo, Draco era de esa clase de tíos que hablaba con todo el mundo y no solo con los más chulos o con los populares. Solía defender a los chicos más bajitos, víctimas de los abusones.

Hasta la había defendido a ella. Y en ese momento estaba tan encandilada por él como cuando era una cría.

—Recuerdo que conducías un Escarabajo viejo —le dijo mientras se le acercaba—. Era de un tono azul claro. ¿Aún lo tienes?

—¿Qué? Claro que no. —Se echó a reír.

Madre mía, qué guapo estaba. Era muy apuesto. El jersey se le ajustaba perfectamente a los hombros y resaltaba su anchura. Estaba claro que tenía unos buenos músculos ahí debajo.

—Seguro que hoy en día valdría un montón —dijo él.

—Lo vendí al terminar el instituto y me compré algo más maduro —repuso ella sin perder la sonrisa.

—Ya, yo hice lo mismo. Vendí mi viejo Camaro y me compré un sedán poco después del instituto. Son curiosas estas ideas que tenemos sobre lo que significa ser adulto. Ojalá tuviera ese coche ahora.

—¿Qué hiciste después de graduarte, además de vender ese cochazo? —quiso saber ella—. Querías hacer Derecho, ¿verdad? Y creo que tu familia se mudó.

—Fui a Yale y me gradué en Derecho allí. Estuve viviendo en Nueva York un tiempo; trabajaba en un bufete de abogados. Mis padres se jubilaron y se mudaron a Colorado cuando terminé la carrera, más o menos. Pero mi hermano, Theo, sigue aquí en Seattle. ¿Te acuerdas de él?

—Es algo mayor que tú, ¿no? Creo que se graduó cuando yo estaba en el último curso. Os parecíais mucho.

Draco asintió.

—Es ingeniero civil y se casó el año pasado. Tenemos una relación bastante estrecha. Yo me mudé a Seattle hará un par de años. Pensé que estaría bien estar cerca de mi familia. ¿La tuya sigue aquí?—preguntó.

—Mis padres nunca se han ido de la isla, aunque ambos siguen trabajando en la ciudad.

—No tienes hermanos, ¿verdad?

—No. Soy hija única.

Su madre, dueña de una de las empresas de arquitectura más punteras de Seattle, nunca había tenido tiempo para más de un hijo. De hecho, nunca había tenido tiempo para Hermione. Y su padre, un hombre severo y reprobador, tenía su propio bufete de abogados, lo que significaba que se pasaba muchas horas trabajando. Aunque sus personalidades hubieran sido propicias para tener una familia, sus trabajos no lo eran.

Cuando se juntó con Ron, escogió a un hombre clavado a su padre. Duro y crítico, igual que Dean en el instituto, ahora que lo pensaba. Al parecer, su padre había fastidiado su capacidad para escoger a los hombres. Era otro buen motivo para renunciar a ellos. Y se mantendría firme en su decisión. Por muy cerca que tuviera a Draco Malfoy, su amor platónico de la adolescencia. Por mucho que hablara con ella y la mirara de esa manera y con esa sonrisa. Aunque le hiciera sentir ese cosquilleo.

—¿Entonces no eres licenciada en Bellas Artes, Hermione? ¿A qué te dedicas ahora?

—Pues al final terminé haciendo Derecho, también. Me sorprende que no hayamos coincidido antes.

—Y a mí. Y tardé en encontrarme a Ginny, pero me alegro de haberlo hecho.—Volvió a enseñarle los hoyuelos—.Me alegro de que me haya invitado porque así he podido verte.—Hizo un gesto con la barbilla—.¿Te importa que me siente contigo?

Hermione volvió a notar una oleada de calor por dentro.

—Mmmmm, claro que no. Siéntate.

Draco cruzó el porche y con un par de zancadas se plantó delante de ella y se sentó en el columpio. Percibió su olor, denso y masculino, algo almizclado, que la hacía estremecer. Y notaba el calor que emanaba de él.

Aunque quizás era el suyo, que cada vez era más intenso al tenerle sentado al lado.

—¿Ejerces de abogada? —le preguntó él, tras lo cual sacudió la cabeza—. Siempre te he visto como una artista.

—Durante bastante tiempo yo también me vi así...

Era raro oírle decir esas cosas. Una artista... Era lo que siempre había querido ser. ¿Cómo era posible que recordara lo importante que era el arte para ella? Esa idea hizo que el corazón le latiera más deprisa.

Sus ojos la contemplaban; era una mirada oscura e intensa.

—Deberías ir a por lo que de verdad deseas, Hermione.

Ella cruzó las piernas y puso una mano sobre la rodilla porque su vestido cruzado dejaba entrever unos centímetros de muslo entre el dobladillo y la parte superior de sus botas altas de ante marrón.

—¿Lo crees de verdad? No siempre es tan fácil como parece.

Tenía la impresión de que estaba flirteando y ella le devolvía el flirteo.

Él asintió.

—Una oportunidad perdida solo deja arrepentimiento tras de sí.

—Estoy de acuerdo contigo.

—Siempre me gustaste en el instituto—dijo él de repente, en voz baja.

—¿En serio?

—Sí. Siempre. Recuerdo cuando tenías catorce, quince años. Ya entonces tenías unas piernas larguísimas.

Draco movió la rodilla y rozó la suya. Ella notó un agradable calor por todo el cuerpo.

—Eh, vosotros. ¿Un poco más devino? —Ginny llevaba una botella en la mano. Se había recogido la melena en un moño alto y tenía las mejillas sonrosadas, resplandecientes por la fría brisa que corría y quizá también por las copas de vino que ya llevaba encima—.Acabo de recordar que os conocéis del instituto.

—Precisamente ahora estábamos hablando de eso. Y no, esta noche no voy a beber. Hermione, ¿más vino? —ofreció Draco mientras le cogía la copa y sus dedos rozaban los suyos. Luego le cogió la botella a Ginny, le llenó la copa y se la devolvió. Esta vez se detuvo y sus dedos permanecieron sobre los suyos un buen rato. Draco sonrió y ella notó aún más calor, como si tuviera un horno depuro deseo en su interior.

—De acuerdo... Pues entonces...me vuelvo dentro —dijo Ginny, que se alejó y desapareció en el interior de la casa.

Sin embargo, Hermione prácticamente ni la había oído. Inspiró hondo y le dio un sorbo al vino.

«Tengo que tranquilizarme.»

Tenía una sonrisa arrebatadora. No había otra palabra para describirla. Su rostro tenía unas facciones angulosas muy masculinas: una mandíbula bien esculpida y unos pómulos altos y marcados. No obstante, su boca era voluptuosa, de labios carnosos, generosos. Y esos hoyuelos... Cuando sonreía ella se derretía por dentro.

Volvía a sentirse como una adolescente, anonadada por esa sonrisa.

Levantó la copa y bebió. Cuando se la terminó se dio cuenta de que no estaba tan achispada como creía. Tal vez la impresión de ver a Draco y la reacción que tenía hacia él la habían espabilado.

—Sigues tan guapa como siempre, Hermione —le dijo él, de repente, con esa mirada dorada fija en ella—. Espero que no te moleste que te lo diga.

Ella negó con la cabeza.

«Habla, Hermione.»

—Gracias.

—Eres muy hermosa —murmuró.

La miraba fijamente. A ella se le encendieron las mejillas otra vez, así como ese cálido lugar que descansaba entre las piernas.

—¿Te sonrojarás aún más si te pregunto si estás soltera?

Ella suspiró.

—Sí.

—Vaya, lo siento. No me incumbe.

Perdóname.

Tenía unos modales clásicos.

Siempre había sido un caballero, incluso en el instituto. Entonces le encantaba y seguía gustándole ahora.

—No, me refiero a que sí, que estoy soltera —aclaró ella—. Rompí con mi pareja hace seis meses. Bueno, él rompió conmigo.

—Qué tonto.

Ella se encogió de hombros.

—Puede. ¿Y tú qué? ¿Te has casado?

—No. Nunca he estado casado. Y estoy... solo.

—Ajá. —De repente se sintió incómoda. No solía tener problemas para hablar con la gente y se consideraba bastante extrovertida. ¡Era abogada, por el amor de Dios! ¿Por qué no conseguía enlazar dos frases coherentes?

— Hermione, ¿te incomodo? No pretendía hacerte estas preguntas tan personales pero es que hace tanto tiempo que no nos vemos que quería ponerme al día.

—No, no pasa nada. Estoy bien. —Soltó una pequeña carcajada—. No sé qué me pasa. Creo que he bebido demasiado vino. —Era mentira, solamente estaba un poco achispada, pero la excusa le venía al pelo—. A mí también me gustaría que nos pusiéramos al día.

Él sonrió y los hoyuelos surcaron de nuevo sus mejillas, acelerándole el pulso una vez más. Entonces alargó la mano y le acarició la muñeca con los dedos como distraídamente. Sin embargo, cuando levantó la vista reparó en que la miraba fijamente con su mirada dorada. Una extraña expresión se asomaba a su rostro y tardó un poco en reconocer el deseo puro, descarnado y sin artificios. Y a pesar de la ropa que llevaba, hubiera jurado que notaba su calor como a través de una corriente que pasaba de su mano y le subía por el brazo.

Inspiró hondo, algo mareada por la sensación.

«Esto no está pasando de verdad.»

Pero sí lo estaba.

Era pura química. Había estado colada por él durante años y ahora estaba aquí como por arte de magia: más apuesto que nunca, más elegante. Y era muy fácil hablar con él. Era una respuesta totalmente normal. Cualquier mujer tendría que estar ciega y ser completamente frígida para no responder así ante Draco Malfoy.

Estaba segura de que no la había tocado antes. Quería que lo hiciera.

Se centró en su boca un momento y luego subió hasta sus ojos. Sí, eran voraces y había algo más... era como si tuviera una pregunta que hacerle. Tragó saliva y miró hacia la oscuridad del jardín y la calle que había al otro lado, donde el fulgor de las farolas teñía la niebla de un tono ambarino.

—¿ Hermione? ¿He dicho algo fuera de lugar?

Ella volvió a mirarle.

—¿Qué? No, claro que no. Es que...es que es un poco raro esto de volver a verte.

—Sí. Es raro pero bueno.

Él esbozó una sonrisa cegadora que parecía una invitación.

Empezaba a olvidar por qué había renunciado a los hombres exactamente, aunque tampoco es que fuera a liarse con Draco. No estaba en el mercado en busca de una relación. Y no era nada vergonzosa; tal vez era hora de terminar con ese período de sequía que se había impuesto. Si él estaba interesado y ella también, no pasaba nada por flirtear un poco. Aunque eso llevara a otra cosa más...

Vio cómo la miraba y se alegró de ser fiel a la lencería fina. Entonces decidió que si la velada terminaba con Draco llevándola a su casa, eso era mucho mejor que no hacer nada y compadecerse de sí misma. Seguro que con Draco cerca no tendría nada de lo que compadecerse.

Ella le devolvió la sonrisa y dejó que sus ojos manifestaran el interés que tenía por él.

«Eran unos ojos metálicos. Eran plateados con un ligero ribete azul...»

Draco se sentía anonadado. No la había visto en diez años pero su cuerpo respondía exactamente del mismo modo que cuando era un adolescente. Tenía el pulso acelerado y tuvo que esforzarse por apagar la creciente excitación que sentía, por no empalmarse. Pero la chica con la que había estado soñando los últimos dos años de instituto estaba sentada a su lado.

De repente recordó el asombro en su rostro cuando le dio un puñetazo al imbécil de Dean Thomas y luego la cálida sonrisa que le dedicaba solo a él.

Eso hizo que valiera la pena que lo expulsaran del instituto la última semana de su último curso. Lo habría hecho de todos modos. Dean la estaba maltratando y estaba claro que no iba a permitir que le pasara nada. Nunca pudo olvidar esa sonrisa...

Entonces ella era demasiado joven y no quiso forzar la situación. Hermione seguía en el instituto mientas él se preparaba para entrar en la universidad. Ahora ya era adulta. Era una mujer hecha y derecha, cálida, de piel pálida pero luminosa bajo la luz del porche.

Mientras hablaban, ella se había acercado a él, poco a poco, enviando una señal muy sutil. Y ahora su sonrisa—dulce, sensual y reflejo del deseo que él mismo sentía como una corriente eléctrica en las venas— le había dejado fuera de combate.

Llevaba el cabello castaño y largo como en el instituto; su melena suave de mechones brillantes.

Tenía ganas de tocarla. Tenía ganas de tocarla también a ella. Tenía ganas de ella.

«Para el carro, colega.»

Pero su cuerpo se negaba. Sin embargo, la conocía desde hacía años; no era como las chicas con las que ligaba en un bar o en el Pleasure Dome, el club de BDSM que frecuentaba desde hacía unos años. No era una mujer con la que tener un rollo de una noche y luego no volver a ver más. Hermione era una chica normal y corriente, y él siempre se andaba con cuidado con las no iniciadas en las prácticas del BDSM. No quería decir que no pudiera disfrutar del sexo con una mujer a la que no le interesaran los juegos más duros a los que él jugaba. Podía disfrutar y a menudo lo hacía, pero ese punto de tabú hacía que las cosas fueran más excitantes. Contárselo a alguien nuevo era una situación peliaguda. Contárselo a alguien que había conocido de joven era... Bueno, ya no eran unos críos.

Mierda, estaba pensando eso como si Hermione le hubiera propuesto acostarse con ella; como si se le ofreciera en bandeja de plata. Tampoco le importaría que lo hiciera.

Se le puso dura al pensarlo. No pudo evitarlo.

«Tranquilízate.»

Inspiró hondo para llenar los pulmones del frío aire de la noche y luego espiró.

—¿Quieres que te traiga más vino?—le preguntó, pensando que le vendría bien una distracción; un momento dentro de la casa para poder tranquilizarse.

—No, no quiero más. Gracias.

Hermione dejó la copa en el suelo y le sonrió otra vez. Qué boca más dulce.

Sus labios debían de ser muy suaves...y, de repente, ya no se le ocurrió ningún motivo por el que no debía acercarse y besarla.

Lo hizo. Posó una mano en su mejilla y se inclinó un poco hacia delante, como dándole la oportunidad de apartarse. Pero ella entreabrió la boca, sin dejar de mirarle con esos ojos castaños grandes que poco después cerró a medida que él se acercaba.

Tenía los labios suaves, mucho más de lo que se había imaginado. Toda ella era suave ahora que le entregaba su cuerpo y se apoyaba en él. Reconocía con facilidad la capacidad de entrega en una mujer y ella la tenía; podía entregarse por completo, fuera consciente de ello o no.

Separó los labios y él le introdujo la lengua. Sabía a vino; una sensación líquida y dulce. Ella le devolvía el beso; su boca le acogía y le atraía aún más.

Ella gimió en voz muy baja y eso le electrizó como si le hubiera dado un calambre. Siguió besándola, solo besándola, y se le puso tan dura como si ella le estuviera tocando; ella o su preciosa boca.

«Madre mía.»

Draco se apartó y ella se quedó inmóvil, con los ojos cerrados y los labios aún entreabiertos. Tenía los labios carnosos y ligeramente hinchados ahora por el beso. Quería volver a besarla pero tenía miedo de hacerlo y presionarla demasiado y demasiado rápido. Porque en verdad lo que quería era desnudarla, empujarla contra la pared del porche mismo e introducirse en ella. Quería hacer todas las cosas sucias que imaginaba en el instituto y unas cuantas más que había aprendido desde entonces.

Él gimió.

Hermione abrió los ojos, parpadeando deprisa.

—¿Draco?

—Sí. ¿Tengo que disculparme?

—No. Ha sido culpa mía tanto como tuya.

—¿Y por qué tiene que ser culpa de alguien? —preguntó, para saber, para cerciorarse de que no se estaba imaginando que ella le deseaba también.

—Tal vez no.

Y otra vez esa dulce sonrisa. Madre mía, qué mujer.

Se dio cuenta de que seguía tocándole la cara. Notaba la suavidad de su mejilla bajo la palma; su piel sedosa estaba algo fría por el aire de la noche.

—¿Tienes frío? —le preguntó él.

—No, estoy bien. En serio.

Parecía algo aturdida. Seguramente era el reflejo de lo que sentía en realidad. Abrumada por el deseo. Ninguna otra mujer había tenido semejante efecto en él, al menos no que recordara. ¿Podía ser el resurgir de aquellas fantasías que tenía de adolescente o era exclusivamente por ella?

Eso le inquietaba pero no lo suficiente para largarse de ahí. Lo único en lo que pensaba era en ella, desnuda, debajo de él. Y aún mejor si le dejaba hacerle lo que más le gustaba: azotarla, conseguir que llegara al orgasmo con esa irresistible e insoportable combinación de dolor y placer. ¿Pero cómo podía proponérselo? Era mucho más fácil con las mujeres que conocía en el Pleasure Dome. Allí todo el mundo sabía qué esperar. Nadie acudía al club de BDSM de más renombre de la ciudad sin tener al menos una ligera idea de lo que pasaba ahí. Sin compartir el mismo tipo de deseos.

Pero el hecho era que le excitaba tanto que la deseaba con o sin el sexo extremo. Ahora mismo no le importaba tanto como de costumbre. Como debería.

¿Qué significaba eso? Tampoco quería planteárselo demasiado.

Simplemente la deseaba. Estaba fuera de control, como un adolescente que se deja llevar por las hormonas. La deseaba como no había deseado nunca a ninguna mujer. Después de quince minutos de hablar con ella. Después de todos esos años.

«Tengo que conseguirla.»

Ya averiguaría más tarde qué diantre le pasaba.

—Hermione. Te preguntaré algo y no quiero que te ofendas, pero voy a ser muy sincero.

—Está bien...

Se inclinó hacia ella y en voz baja le dijo:

—Sigo sin creer que haya coincidido contigo esta noche, después de tanto tiempo. Pero tengo que decirte que si estuviéramos en el instituto, esto hubiera sido como un sueño hecho realidad, sobre todo besarte. Sin embargo, me he hecho mayor, igual que tú, y quiero más.

Ella abrió mucho los ojos y soltó una pequeña bocanada de aire caliente.

Entonces volvió a sonreír y Draco supo que todo iría bien. Ella se le acercó y le miró a través de sus largas y oscuras pestañas. Era la mirada de una seductora y, al mismo tiempo, tenía algo dulce y casi inocente.

—Todos nos hemos hecho mayores, Draco. ¿Qué quieres?

Él le cogió la mano y se la envolvió con los dedos.

—Te quiero a ti. Te deseo tanto que no puedo desperdiciar el tiempo con más conversación. Y esto no es algo que vaya diciéndoles a todas. La verdad es que no creo en esas chorradas. Te deseo... y punto.

Hermione se quedó sin aliento. Esa sinceridad tan descarnada era como una especie de afrodisíaco. Eso y la manera como la miraba, con esos labios carnosos entreabiertos y aún húmedos de besarla.

Ese hombre besaba de maravilla, de eso no había duda. Quería que volviera a hacerlo. Quería que hiciera algo más además de besarla y lo quería ya.

Se encogió de hombros con la esperanza de aparentar naturalidad aunque el corazón le latiera desbocado.

—Entonces, soy tuya, Draco.

Él le sonrió, con pasión pero poco apoco, con el deseo ardiendo a fuego lento.

Draco se levantó y la ayudó a incorporarse. De pie a su lado era aún más alto, empequeñeciendo su metro setenta. Le encantaba sentirse pequeña y femenina a su lado. Inspiró hondo para percibir su intenso olor oscuro y almizclado y sintió un escalofrío; el placer vibró en su interior como una nota musical que se alargaba al tocarla.

Sí, se habían hecho mayores y quizá fuera esto lo que necesitaba. Quizás él también. Bueno, ya había pensado suficiente.

Al cabo de tanto tiempo, Draco Malfoy era una fantasía a punto de hacerse realidad.


Buenos días! Di un millón de vueltas para publicar el primer capi de la nueva historia, creo que tendrá entre 20 y 30 capis, no más.

Les gustó? espero que si:) y que me cuenten lo que piensan en los comentarios, las leo y espero contestar jajajja Como saben esta historia fue la más votada de las dos que me ofrecí a adaptar, pero cuando termine con LHDMM capaz adapte la otra también.

Sin mucho más que decir y espero de verdad que les guste la historia; Besos, Isa.