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The Heart Wants What It Wants


Debería haberlo supuesto, la ironía le recriminaba en tal momento, donde su cuerpo se congelaba de miedo y su mente repetía ecos aterrados,

¡Dios, no quiero morir!

"¡¿No me escuchaste?! ¡Suelta la bolsa!" El grito agresivo, rabioso, del hombre que le apuntaba con una navaja provocaba en ella una turbación tan grande, que sus músculos parecían agarrotados, sintiendo que cualquier simple movimiento de su cuerpo induciría en esa persona un ataque hacia ella.

Dios mío,

Extendió su bolsa, temerosa. Esta casi fue arrancada de sus manos, y su cuerpo respingó un poco, mantenía su vista baja, no queriendo darles un motivo para agredirle aún más.

"¡Qué mierda!- ¡¿es todo lo que tienes?!" gritó el tipo cuando el contenido de su bolsa fue vaciado en el mojado concreto, sin respeto por sus pocas pertenencias, los tipos patearon sus cosas. Desde la vista en sus pies, ella vio cómo se acercaban más a ella.

"Si no tienes nada más de valor," estaban demasiado cerca, y ella sólo supo encogerse en sí misma. La vida era cruel, ¿cómo podía pasarle esto a ella? Ella que nunca había hecho algo malo, quien acababa de salir de trabajar, ganando lo poco para pagar su renta, y era interceptada por un par de sujetos.

Su corazón estaba desembocado, un horrible frío no dejaba a su cuerpo, sobre todo cuando uno de los tipos le tomó bruscamente del brazo.

"Eres guapa,"

No, Dios no, por favor.

Uno de ellos soltó una risa ante la cara aterrada de la chica, y ella empezó a tratar de soltarse.
"Deja-" el nudo en su garganta era tan doloroso.

"Shh," una mano en su boca, sentía las lágrimas resbalarse en su cara y la desesperación, y el miedo, sus instintos naturales tratando de despertar a su cuerpo del agarrotamiento.

Trató de zafarse, entre súplicas ahogadas contra la mano que le tapaba con fuerza su boca, el miedo calcando sus huesos y los interminables ruegos en su mente por un Dios que hasta el momento no le ayudaba.

"Por favor, no."

Porque por mucho que intentara soltarse, gritar y correr sabía que sus captores eran más fuertes. Y aunque pudiera gritar, en ese mojado, oscuro y solitario callejón, ¿Quién le ayudaría?

Cerró los ojos con fuerza, apretando la mandíbula hasta doler y rogando por preferir morir que esto que sabía ocurriría sin piedad.

Cuando una mano rasposa se metió entre su blusa, sintiendo la otra jalonear su falda, otro ruego escapó de su boca, y mientras uno de los hombres rió con depravación otro jaló de su cabello tan fuerte que le hizo soltar gimoteos de dolor.

Y de repente es empujada hacia la pared, un acto demasiado brusco y doloroso, sin poder mantenerse de pie, cayendo al suelo. No tuvo tiempo siquiera para tratar de levantarse, su mente era un rio de negrura, odio y frustración… ¿Por qué tenía que sufrir esto? ¿Por qué ella…? ¿Cómo alguien puede ser tan malvado?

Luego uno de los hombres cae junto a ella soltando una maldición. Incrédula, miró hacia el frente, y volvió a respingar cuando el otro tipo cayó cerca de sus pies.

Todo fue confuso, como una película borrosa y oscura, pues cuando uno de ellos trató de levantarse de nuevo con un sin fin de groserías y la navaja apuntando hacia lo que ella asumía eran más personas– nuevos desconocidos, más agresores– golpes se interceptaron entre los hombres, el horrible sonido de algo interno romperse, escupitajos y amenazas de muerte. Sakura estaba muda, horrorizada y estática ante este nuevo peligro, tratando de mezclarse con la pared y esperando que al cerrar los ojos todo terminara y pudiera decir que estaba teniendo una pesadilla.

Eso hizo, dejó s mete alejarse de ese lugar…, luego-

"¡Ese imbécil!" Escuchó a alguien burlarse, en este punto ya no sabían quién seguía de pie o quienes eran, sus manos trataban de proteger su rostro, si la iban a matar también, preferiría no ver.

"¡Oye tú!" Se encogió ante lo que pensó iba dirigido a su persona. Escuchaba más pasos entre los charcos de agua cerca de ella.

"Creo que está asustada." Una voz más aguda y lejana dijo, mientras una mano trató de acercarse pero sólo logró que ella se retrajera más en su misma, esperando otro ataque.

"La vas a espantar," alguien gritó más lejos, mientras otra persona, la de la voz aguda replicó,

"¡Luego de la escena que hiciste, idiota, claro que sí!"

Quien estaba frente a ella no intercedió en la conversación llevada que los acompañantes tenían a su costa, y ella sólo esperaba lo peor. La mano se volvió a acercar, y antes de que la chica pudiera alejarse, dicha mano le tomó con fuerza la muñeca de ella, obligándole a retirar el brazo de su rostro.

Con sus ojos abiertos llenos de un miedo tan visible en el temblor de su cuerpo, ella observó entre sombras al hombre que se inclinaba sobre ella. Por la poca luz apenas si podía notar algún rasgo, sus ojos parecían cuencas vacías un momento, y al otro su mente le jugó la ilusión de ver esos iris de color rojo.

"¿Está herida?" Alguien preguntó desde atrás.

"No." Una voz ronca salió de él– el hombre que se inclinaba sobre ella– anonadándola. No había manera de que ella lo supiera, claro, pero era como si este hombre mantuviera el contacto visual con ella, o al menos le mirara con detenimiento. "¿Puedes levantarte?"

Atontada, asintió, para luego forzar a sus piernas a estirarse y mantener el peso de su cuerpo. Sería el dolor, el cansancio corporal que su ser obtuvo luego de tanto en tan poco tiempo por lo que sus extremidades no cooperaron con las órdenes de su mente. Pero mucho antes de que siquiera ella pudiera perder el equilibrio y caer de nuevo, el mismo hombre volvió a sujetar su brazo, manteniéndola de pie plantada en el suelo.

"Cuidado," voz profunda, libre de emoción, mano fuerte sobre su delgado brazo.

La situación fue tensa, donde el palpitar de su corazón no se había detenido en todo el suceso, y como su mente gritaba incoherencias, desde gritos de auxilio, ruegos por divinidades y temores de ser lastimada por estos demonios. A pesar de todo eso, está casi nula muestra de empatía le golpeó demasiado.
Había tenido demasiado.

"Gracias," su voz apenas audible, temerosa de decir demás y ser tratada igual que los tipos en el suelo. Gracias. Por todo lo que indicaba que este hombre que le mantenía de pie, él quien impedía que se cayera… no le iba a lastimar.

Gracias, entre lágrimas que ya no acallaba, sollozos que retumbaban en su pecho ante el miedo, gracias porque él le había salvado de una de las peores cosas que una mujer podría sufrir.

Simplemente la razón ya no importó, y el querer buscar confort, consuelo, calor humano ante la helada situación, de lo que casi sucede, fue más fuerte en ella. Sus manos temblorosas tomaban con fuerza la chaqueta de esta persona y su cara se enterró en ese fuerte pecho, desahogándose con este desconocido sin importar ya nada.


"No luce muy bien,"

"¿Qué más da? ni que fuéramos caridad."

"¡Idiota!" el siseo fue acompañado con un golpe, desenvolviendo una serie de insultos entre esas personas.

Ella fingía no escucharlos, o respingar cada que sus voces se elevaban de manera violenta- centrando su vista entre el humeante café oscuro que sostenía en sus manos y el silencioso hombre sentado unos metros lejos de ella. Él lucía indiferente a todo, el cansancio de la noche, sus acompañantes e incluso el frío que ahí hacía; solo llevaba una camisa oscura, y aunque estuvieran bajo la protección de una tienda, la noche era cruel y helada.

No sabía cuántas veces ella robó pequeñas miradas hacia él, poco animada de beber del líquido amargo en su vaso, pero cuando ella volvió a levantar la vista en su dirección, esta vez él le miraba con poca emoción. Avergonzaba por husmear, trató de enfundarse más en la chaqueta prestada, fingiendo no sentir la incomodidad de sus prendas desgarradas y mojadas.

"Deberíamos llevarle a casa," Uno de los acompañantes dijo en un tono amable y con una mirada de preocupación. Ahora con las blanquecinas luces del lugar y algo de valor, ella podía observar y ver no sólo al hombre frente a ella, sino a los acompañantes. Al menos ahora sus salvadores se veían menos aterradores. Pero de entre los presentes, el que acababa de hablar a ella le había parecido el más intimidante por su tamaño y aspecto brusco, más sin embargo era el que lucía más preocupado por su bienestar. Su hablar quedó al aire, la connotación de sus palabras eran en duda, más como esperando la aprobación de alguien más.

Era debido al porte con el que él se presentaba, el aire de indiferencia y de estar encima de los demás, por el que ella entendió que, de alguna manera, el hombre de cabello negro era el líder de estas personas, o bien, aquel con mayor autoridad.

Ella, al igual que los demás, miró en su dirección, esperando por algún cambio en él. De entre sus labios delgados, sosteniendo un cigarrillo gastado, exhalando el humo del tabaco, contempló a la chica. Bajo su mirada, ella se sentía expuesta, pequeña y frágil. Ella no era tan vana como para avergonzarse por el estado actual de su apariencia, pero no podía quitarse de encima la sensación de ser tan poca cosa ante sus ojos fríos.

"¿Sasuke?" Uno de ellos inquirió, aquel de cabello descolorido y caninos sobresalientes. "Quieres que yo…"

Su nombre, Sakura se aferró a él por instantes, esperando quemarlo en su memoria. Él dejó de contemplarla, y en su lugar observó brevemente a su grupo. Ella no sabía cuál fue la conclusión a la que llegó, o que era lo que estaba valorando, pero su mirada se dirigió a ella de nuevo.

"No." Apenas si movió sus labios, y mucho antes de que cualquiera de los ahí presentes pudiera replicar, él se levantó de su lugar y caminó los pasos restantes hasta estar cerca de la chica.

De primero, ella no entendía, pues él sólo estaba frente a ella mirándola con impaciencia y cuando él entendió que ella no había captado su silencioso mensaje, ordenó,

"Levántate."

No era una amenaza, él no llevaba un arma ni su cuerpo se mostraba predispuesto a dañarla, pero en él había esta aura aterradora que en ella calaba como advertencia de peligro. Lo más rápido que pudo siguió su mandato, insegura del poco espacio entre ellos ahora que estaba de pie. De cualquier manera eso no duró mucho, pues en cuanto ella abandonó su asiento él comenzó a caminar hacia la pelirroja, la única mujer presente además de la chica maltratada. La mujer, como otra característica, usaba lentes. Extendió su mano y le entregó unas llaves a este tal Sasuke. Sin comentarios o explicaciones, los demás comenzaron a salir, y el hombre junto con ellos.

Ella no entendía, ¿eso significaba que también debía de irse? Miró nerviosa el lugar, una simple tienda de servicio las 24 horas, sola, con luces parpadeando y un cajero intimidado. ¿Tendría el dinero suficiente para un taxi?–Pero que idiota, su dinero, junto a otras cosas de valor se habían perdido ese día.

Antes de poder abrazarse a sí misma en autocompasión y lastima, levantó la vista y esta chocó con la mirada oscura de este Sasuke. Un poco sorprendida no dijo nada, como todo ese día su habilidad del habla fallaba, pero esta vez su confusión y lentitud fue nula pues al ver esos ojos de nuevo entendió el mensaje que él daba. Sintiéndose un poco menos convaleciente y asustada, caminó con rapidez hasta donde el hombre de cabello negro la esperaba, sintiendo en lo profundo de su consciencia como ese acto no era más que un paso a algo incluso más peligroso que lo que había ocurrido en el callejón.

Ella sólo sujetó con más fuerza la chaqueta en su cuerpo, dejando que el destino jugara como le placiera.


"Sakura."

Esa quizá fue la primera vez que escuchó su voz. Clara y lo suficientemente alta para saber que no era su imaginación. Le miró, algo que se estaba haciendo frecuente en esa breve noche, esperando una continuación. "Mi nombre. Es Sakura." ella terminó.

Ah. No dijo nada, fijando brevemente su vista en aquel barrio de aspecto bajo y poco seguro. No era de su interés, después de todo. Ya había hecho suficiente‒demasiado‒ con haber traído a esa chica hasta su casa. Desbloqueó los seguros del carro, ni siquiera apagando el motor o esperando por más de ella, mucho menos una despedida. Ella abrió la puerta, y antes de que pudiera salir exclamó,

"Lo siento, ten t-" la mano de él le interrumpió, impidiendo que ella deslizara dicha prenda fuera de sus hombros.

"Da igual." Sasuke se encogió de hombros, moviendo su vista una vez más frente a él, y aun así siendo consciente de la débil y tenue sonrisa en los pequeños labios que se formó en la chica.

Ella asintió, con un sentimiento extraño cerca de su pecho, templado, agradecido.
No sabía de donde nació el valor, pero no lo pensó mucho, y como impulso;

"Gracias, Sasuke."

La velocidad con la que ella salió y cerró tras de sí fue bastante, o quizá, el aturdimiento por parte de él le hizo lento.

Para Sasuke fue desconcertante eso, no tanto su nombre en labios de esa mujer, pero mucho sí tenía que ver con la definición que su mente le dio al timbre de esa voz; suavidad y afecto que en ella escuchó. Perplejo, y por primera vez en su vida, con la guardia baja, no pudo evitar observar y esperar hasta que ella entró al vestíbulo de su hogar. Aun con el auto encendido, la vista fija en cualquier cambio entre ese complejo departamental, esperando por una luz que se encendiera y le indicara a él que ella ya estaba dentro, a salvo.

Fue la silueta tras la cortina con la luz amarillenta haciendo sombras en ella que él le reconoció. Ella se asomaba, mirando hacia donde él seguía estacionado. Ese fue el momento en que Sasuke se dio cuenta de que sus manos apretaban con fuerza el volante y que no había despegado la mirada de esa ventana en el cuarto piso de un departamento barato, de esa silueta aún pegada a la ventana.

Aturdido, dio marcha atrás a su vehículo, enfocando su vista en las calles, encendiendo otro cigarrillo e inhalando con ganas. Una mano en el volante y la otra sostenía su cabeza contra la ventanilla de su puerta. El camino de regreso a su lugar de trabajo fue tan poco notable, un movimiento en automático y estático. En su mente siempre gris, rodeada de sobras desagradables y oscuras, colores vivos y brillantes estaban siendo persistentes. Un iris de un verde poco común, un cabello exótico y la melodía de su voz repitiéndose sin piedad.

"Gracias."

"Heh," resopló cansado, con una sonrisa de lado, que poco faltaba por ser una mueca en su cara. Agitó su cabeza, esperando que pensamientos absurdos desaparecieran antes de formarse por completo en él.

No estaba interesado. No necesitaba nada de eso.

Y aun así.

"¿Sakura, huh?"

Y aun así su corazón latía con un poco más ímpetu ese día.

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[01]


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Pues si Runaway va a ser lo más fluffy que pueda escribir, esta historia debe ser lo más angsty que pueda hacer. Trataré, ojalá salga bien. Igual espero no sea tan larga. Este es sólo la introducción.

Gracias por leer.