Capitulo 1: Bienvenido a casa
Una vieja casona de aspecto gótico rodeada de árboles amorfos que se mecen descuidamente bajo el influjo de un viento frió, la luna en cuarto menguante se asoma entre las densas nubes iluminando pálidamente la mansión.
Como notas tristes, de lamentos antiguos, entre las gruesas paredes de madera se filtran silenciosamente jugueteando con el viento. Una débil luz amarillenta, de una vela, se puede mirar en la sala de música, pronto es opacada por una silueta de finos talles.
Todas las noches se puede apreciar aquel fantasma encadenado a su pasado, vagando por toda la sala de música entonando un afligido canto mientras que el piano le acompaña, pero aquella voz es hermosa y sugestiva como la de las sirenas, encandila y seduce a todo aquel que la escuche. Es un ángel caído el que habita en la mansión de la rosa azul.
Las historias que rodean a este lugar le hacen inhabitable, esa casa es como si no existiera, la ignoran escondiendo sus secretos en lo más profundo de sus mentes, pero es que él hombre no sabe que cuanto más profundo es un secreto más fuertemente nos atrae.
La roza azul permaneció deshabitada por más de 250 años, hasta que un mugstan negro noche se detuvo frente a ella quitando el cartel de lámina que oscilaba chillante con la sutil brisa. Los nuevos propietarios una pequeña familia de 4 integrantes dos hermanos y la pareja e hijo de uno de ellos, él mayor de los hermanos había tenido que desaparecer, queriéndose apartar de lo que él llamaba mundo y los otros dos temiendo que en su aislamiento, en el fervor de su locura cometiera suicidio le siguieron.
-Lo sientes Aioria, esta casa pareciera que esta llorando- un joven rubio vestido totalmente de blanco, le comento a su acompañante.
Aioria y el rubio se encontraban parados en el pórtico de la puerta sin atreverse del todo a entrar, la casa les inspiraba un temor que les helaba los hueso, una ráfaga de viento soplo con tal fuerza que cerro la puerta en sus caras…Era como si la casa les dijera en silenciosas palabras que se marcharan, que no eran bienvenidos.
Aioros, el mayor de los hermanos, aun no baja de el coche cuando lo hizo paso por en medio de su hermano y de la pareja de este con una expresión neutral en su rostro, giro lentamente la perilla entrando a la casa. Aioria y Shaka podrían jurar, más tarde, el haber sentido algo en el aire estremecerse y rabiar cuando él moreno mayor entro.
Las horas pasaron lentamente, el paso del tiempo era marcado por el pendular movimiento del gran reloj del salón.
Shaka, Aioria y el pequeño niño se quedarían en la habitación verde, la ultima del pasillo principal en el segundo piso, en frente de esta la habitación de la celeste seria la de Aioros, a un lado de esta habitación se encontraba la de la rosa azul.
-Se supone que esta es la llave maestra, no entiendo por que no quiere abrir esta puerta, mañana deberé ir a ver esto con Sebastián- decía irritado el joven de ojos azules tras haber forcejeado por casi 15 minutos contra la cerradura de aquella habitación
-Hermano ¿era necesario que escogieras un lugar tan tétrico?- Pregunto de forma casual a su hermano recargándose en el marco de la puerta, la madera crujió por el peso, que antes Aioros había intentado abrir.
-Bromeas, es perfecta- sonrió despreocupado sin prestar realmente atención a su pariente, puesto que sus pensamiento se habían centrado en abrir aquella puerta, la única que se le había resistido.
Aioros presentaba una extraña dualidad en su vida por un lado esa faceta de poder e incluso en muchas vece rayaba en la arrogancia y soberbia, mientras que la otra cara menos vista era la más dulce y sensible. En el mundo tan competitivo en el que se desarrollaba el moreno no se podía permitir ser lo último.
Había comprado esa mansión precisamente para eso, para encontrar el detonante perfecto para escribir su obra maestra.
-Además la compre por casi nada deberías ver lo que hacen unos cuentos- el rostro de Aioria se contrajo en una mueca de desagrado, podía ser su hermano también mezquino y poco avaro
Tomo el juego de llaves llevándoselo al bolsillo, mirando hacia atrás para indicarle que lo siguiera. Bajando por la gran escalera de caracol que conducía a la entrada principal, Aioria escucho claramente como le susurraba un "largo" al oído con voz lúgubre, asustado se volvió con el rostro libido hacia donde se encontraba su hermano.
-¿Lo escuchaste?- Aioros negó con la cabeza, desconcertado para después reírse de la paranoia de su hermano
-Nunca te creí tan supersticioso Aioria, me sorprende que un profesor de ciencias crea en cuentos de ancianas.
Mientras tanto en la habitación verde Shaka ya había cambiado las sabanas de la cama y desempolvado un poco para recostar al pequeño rubio en la cama, se sentó a su lado como un ángel guardián cuidando sus sueños, de vez en cuando sus dedos se deslizaba por la tersa y nívea piel del pequeño que únicamente había sacado los ojos verdes y provocativos de su padre, pero en lo demás se parecía a la familia del rubio mayor, con esas finas facciones que rayaban en angelical.
Bostezo un par de vez, el largo viaje y las desveladas de los últimos días le reclamaban a su cuerpo por un poco de paz, dejo al chico en la cama, sus pies se vieron cubiertos por una finas sandalias de seda roja y con paso lento se retiro a lavarse el rostro al baño.
Dejando la puerta semiabierta abrió el grifo de agua, dejando correr el agua hasta que esta salio limpia y cristalina. Mientras Shaka enjabonaba el rostro, una sombra se deslizaba entre las oscuridades de la habitación, llegando a la pared que daba justo en frente de la cama de Alexandros, el hijo de Aioria, un par de manos comenzaron a cobrar forma, era como si salieran desde la propia oscuridad… la criatura que poseía a Rosa azul era dueña de la oscuridad eterna, se movía y vibraba entre las penumbras de la casa, acechando como un lobo estepario a su infortunada presa, cuando al fin se podía distinguir un par de manos humanas de un negro más intenso que la fría y penumbra, semejante en inmensidad a los abismos marítimos, pero mas abominable que esta; Un par de ojos, se abrieron perezosamente y de una boca que no era boca escapo un suspiro escarchado, ante la presencia de este ente la temperatura bajo súbitamente, él pequeño se estremeció en la cama, quedando hecho un ovillo, cubriéndose hasta los hombros con una de las mantas de lana que había sobre la cama, la puerta del baño comenzó a cerrarse lentamente para no alertar al Shaka, la sombra termino por cerrar la puerta y se abalanzo sobre el cuerpo virginal del pequeño Alexandros subiendo lentamente por el cobertor que colgaba generosamente por la cama, subió una mano a la vez con tal paciencia que estremecía, de vez en cuando esos ojos de un fulgor siniestros se dirigían hacia la puerta.
-No me gusta este lugar- se decía así mismo el rubio que ya se había trenzado el cabello, cuando escucho el grito alarmado de su hijo
Inundado por el terror Shaka corrió a auxiliar al pequeño, pero al tratar de girar la perilla de la puerta esta parecía no se ceder por más que se esforzaba en lo contrario, la giro en repetidas ocasiones lastimándose al golpearse el hombro derecho con la pared
-¿Qué esta pasando?- rugió golpeando con los puños a la puerta- Aioria ven te necesito, te necesita Alex- grito con más fuerza.
-Shaka, ¿Qué te pasa?- Aquel que respondía a este nombre suspiro tranquilo pensando que dios había escuchado sus suplicas.
-No puedo abrir esta puerta, pero eso es lo de menos ¿Alexandros esta bien?- pregunto y de sus labios exhalo frío, un fuerte escalofrió le cubrió hasta el ultimo de sus cabellos, algo esta mal más no sabia que.
-No tienes nada de que preocuparte Shaka, él estará bien a su manera- haciendo una pausa, Shaka noto aquello que estaba mal, Aioria habla con él como si nada pero nunca intento abrir la puerta y el pequeño Alexandros seguía gimoteando débilmente.
En el cuarto no había resonado ningún papito o algo semejante, cualquier frase cariñosa que un niño de la edad de Alexandros le diría a su padre después de haber tenido en apariencia un mal sueño. La perilla comenzó a girar y Shaka volvió sobre sus pasos.
Sentado en la taza del baño se encontraba Aioria, cuando Shaka le vio el joven le sonrió tranquilamente para después ponerse de pie y caminar hasta donde se encontraba el rubio aterrado, que tomo la jabonera y la arrojo contra aquel ente, el golpe le descarno la parte baja de la mandíbula dejando expuesto el blanco hueso
-¿No piensas darme un besito cariño?
-No te me acerques- El ente le miro
risueño entrecerrando sus ojos, alzando los hombros
despectivamente se apoyo en la pared, clavando en ella sus uñas
para dejar 10 surcos escarlatas.
-No te entiendo no querías
que viniera- Shaka negó con la cabeza- Ya veo no es a mi a
quien llamabas, pero yo aun así vine-el ente sonrió
descaradamente, soltando una estrepitosa carcajada que hizo tronar el
foco del baño dejando todo a oscuras.
El aliento a muerte y enfermedad reino el lugar, Shaka ya no distinguía nada más en esta onírica realidad más que esa molesta risita que le retumbaba en la cabeza y comenzaba a llenarlo de dolor y nervios. Un soplo detrás de su nuca le hizo pegar un grito que resonó en toda la Rosa azul.
-Vete, vete- repetía una y otra vez cubriéndose la cabeza estando en posición fetal, pero aquella molesta risa no se iba, sino todo lo contrario se hacia más y más profunda.
El silencio inundo el cuarto en algún momento y la perilla a la que tan insistentemente le estuvo rogando para que abriera por fin cedió. Una calida caricia en su mejilla hizo que el rubio volviera a ser consiente de la realidad y presuroso corriera a la cama de Alexandros.
-¿Esta bien, no te duele nada?- le pregunto al pequeño que parecía aun en trance mirando la sombra que se formaba entre la pared y el dosel de la cama, el mismo destello de luz que había visto Shaka dentro de la oscuridad del baño le pareció ver de nuevo seguido por un fuerte olor a nardos que lleno toda la habitación.
-Si, solo tuve una pesadilla- explicaba el niño al momento en el que Aioria entra al cuarto preocupado tras escuchar el grito de Shaka.
Cuando el menor de los morenos entro se froto los ojos al ver que tanto Shaka como él pequeño estaban envueltos en una aura dorada, al parpadear de nueva cuenta esta se había ido.
Ya entrada la noche Shaka le contó a los hermanos lo que había pasado e incluso los llevo al baño para que vieran los 10 surcos escarlata, que aun seguía visible en la pared.
-Puede que sea sangre pero no es reciente- Aioros comenzó a rascar con la uña la pintura al rededor las marcas para comprobar su teoría- No se despega con facilita, lo que sea que es debe de tener más de 100 años.
-No me crees verdad, pero te digo que lo que vi- Aioros salio del cuarto con una mueca de hartazgo pintada en los labios, lo único que le faltaba es que su cuñado se pusiera neurótico- Por eso les dije que no vinieran son demasiado influenciables.
Shaka le rogó a Aioria que se marchara por el bien de Alexandros y de él mismo pues esa casa tenia algo que definitivamente no estaba bien, pero Aioria no quería dejar a su hermano.
En la sala de música Aioros ya tenia lista una partitura y sentándose delante del piano comenzó a tocar, cada nota era suave y hasta un poco romántica, toda la casa se vio envuelta por ese fuerte olor a nardos nuevamente. A la Rosa Azul le agradaba que tocara piezas de ese estilo, en el cuarto que lleva el mismo nombre de la mansión al dar las 12 de la noche, aun con las notas frescas del piano, se entreabrió.
Las luces del pasillo principal titilaron antes de apagarse, Aioria y su familia dormían placidamente en la habitación verde, Aioros era el único que permanecía despierto intentando, después de su calentamiento, encontrar la inspiración para completar su obra maestra.
Esta noche de luna nueva no se vio la pálida luz de la vela ir bajando las escaleras hasta llegar a la sala de música, ni se escucho el cantar de aquel ángel, lo único que se percibo en esa noche fueron las notas estrepitosas de la obra inconclusa de un artista frustrado.
-Jajaja, no lo haces mal- Aioros paro de tocar al escuchar esa voz tan suave y sensual hablarle al oído.
Enderezándose, reviso todo el cuarto para comprobar lo que ya sabia, estaba solo, esa voz era obra de su cansancio.
-Sino fue por la falta de sueño, debió ser el viento, mañana mandare a talar ese molesto árbol- las ramas del sauce golpetearon la ventana. El castaño por fin se retiro a dormir cuando el sonaron las campanadas que marcaban las 2 de la mañana en el reloj del salón
La vela que había dejado apagada sobre la repisa de la chimenea se encendió dejando ver que nadie tocaba el piano del salón, las teclas eran presionadas con tal suavidad que la música que desprendían era más que efímera.
Rosa azul había superado a sus nuevos habitantes, retándolos de manera sutil amenazando aquello que era importante para cada uno. La música que desprendía el piano jugueteaba burlonamente con las hojas del sauce
