Estaba vestida impecablemente, y se observaba en el espejo. Llevaba el pelo recogido en un precioso moño medieval, un vestido rojo hasta los pies y maquilla levemente, muy natural, muy ella. Sus ojos castaños, parpadeaban observándose a si mismos en el espejo, que le devolvía una mirada refinada y confusa.

Llevaba arreglándose una hora cuando no sabía ni si quiera qué estaba a punto de suceder. Tantos años escondidos en los confines de la tierra para que ahora todo saliera a relucir, justamente el día en que Ronald, uno de sus mejores amigos y ex novio, llevaba a casa por primera vez a su nueva novia, con la que llevaba siete meses. ¿Por qué justo ese día? Estaba claro que Charlie quería quitarle todo el protagonismo ha su hermano mayor. Después de todo, él era tan jodidamente arrogante…

Hermione en un principio se había negado a ir a esa celebración, al menos no del brazo del segundo mayor de la familia. Ella quería ir, porque había sido invitada, pero quería ir como la mejor amiga de Ronald, no como la novia de su hermano mayor, ni como su amiga con derechos. Ni si quiera ella sabía qué iba ha decir o cómo reaccionarían el resto. Todo era tan confuso.

Y sin embargo ahí estaba, esperando a que Charlie decidiera salir del baño y terminar de prepararse para poder ir a esa dichosa fiesta. Y es que aunque no quisiera ir de esa manera, se moría por ver la cara de Molly al ver entrar a Lavender Brown en su casa.

-¿Charles? -preguntó, con voz dulce, como siempre hacía cuando decía su nombre completo. Él dijo una contestación que fue oprimida por el agua de la ducha y las paredes del cuarto de baño de la habitación. Pero Hermione supuso que habría sido un ¿Qué, preciosa?- ¿Te queda mucho?

-Un poco -sonó esta vez. Hermione suspiró mientras se retocaba una vez más observándose en el espejo y miró el reloj. Se había preparado demasiado pronto-. Si quieres puedes ir a leer un rato. Tengo que afeitarme y todo.

Hermione se descalzó mientras se apoyaba en el armario y puso rumbo al salón, aunque sabía que no iba a leer. Le gustaba el salón de aquella magnífica casa, por el simple hecho de que sus vistas eran impresionantes a esas horas. Comenzaba a anochecer y el sol parecía perderse tras aquellas colinas lejanas. Aquella imagen le hacía pensar, y no exactamente en malos recuerdos…

"Conoció a Charlie una mañana cualquiera, casi por equivocación, o al menos, eso era lo que pensaba la pequeña Granger.

Hermione había sido invitada a dormir a casa de los Weasley, y no pudo negarse, aunque siempre encontraba una buena escusa, aquella vez, le fue imposible. No le gustaba ir a la casa de los Weasley, entre otras cosas, porque eran muchos hermanos y todos niños excepto Ginny. Hermione, que por aquel tiempo usaba brackets puestos por sus propios padres, odiaba tener que estar cerca de chicos, y sobretodo si eran los hermanos de Ginny, que no dudaban un momento en burlarse de su aspecto.

La propuesta de Ginny había sido simple: ir un sábado por la mañana a su casa y volverse un domingo por la tarde. Y aunque Hermione quiso decirle que no, el hecho de que su amiga le hubiera puesto cara de ilusión, le hizo decirle que sí. Aun sabiendo que estaría incómoda y que los gemelos estarían molestándola todo el tiempo.

Con tan sólo doce años, había aprendido dos cosas imprescindibles para poder sobrevivir siendo mejor amiga de Ronald y Ginny Weasley: lo primero era que no podías intentar devolver las bromas de los gemelos, y lo segundo, que no podías usar nada nuevo ni extravagante con ellos delante.

Al llegar aquella mañana a la casa cerca del bosque más alejado de la ciudad, lo primero que leyó con asombro fue aquel cartel que colgaba a un costado de la casa: Bienvenido a la Madriguera. Tuvo que sonreír, porque nunca habría imaginado que la casa fuera así, tan humilde, pero a la vez tan compacta por la familiaridad.

Quien abrió la puerta fue Ginny, que la abrazó y la hizo entrar al lugar. El interior era pequeño pero muy coqueto y con cosas artesanales hechas tanto por Molly como por Arthur, sus padres. Arthur no pudo evitar abrazarla y decirle cuan encantado estaba de conocerla al fin, y Molly simplemente la abrazó porque hacía un par de semanas que no la veía. La obligaron a sentarse en el sofá a la espera de que Ginny llevara sus cosas a la habitación, y así lo hizo.

-Hoy tenemos mucho tránsito por la casa -le dijo Molly, con una sonrisa cariñosa, mientras le tendía un té recién hecho-. Verás, es que Bill y Charlie, que normalmente viven en la ciudad, han venido a visitarnos este fin de semana. Espero que no te importe.

-No, claro que no -dijo la chica, removiendo sus preciosos tirabuzones al negar enérgicamente con la cabeza-. No hay ningún problema, señora Weasley.

El resto de la mañana pasó tranquila. Hermione y Ginny juguetearon en el jardín durante horas, y Ron se les unió un rato después. Cuando comenzó a llover, se dieron cuenta de que estaban demasiado lejos de casa, por lo que comenzaron a correr mientras terminaban totalmente mojados.

Hermione que siempre había querido esconder el principio de crecimiento de sus pechos, ahora no era capaz de ocultarlo, y todo empeoró en el momento en que, al entrar en casa, los gemelos y quienes ella supuso que serían Bill y Charlie estaban en el salón viendo la televisión. Uno de los dos hermanos que no conocía, el que era menor de los dos, le echó una mirada entre divertido y juguetón.

-Tú debes de ser Hermione Granger -dijo, mientras se levantaba del sofá. Hermione se fijó en que le sacaba tres cabezas y que su torso estaba bien formado, ya que podía verlo tras la camisa de cuadros que llevaba. Hermione tragó saliva y asintió, abrazándose a sí misma para no pasar más frío-. Yo soy Charlie, encantado.

El chico, caballeroso como ninguno en aquella familia, cogió su mano y depositó un suave beso en la parte superior, mientras hacía que la castaña comenzara a sonrojarse de una manera muy insinuante para los gemelos. Charlie rió entre dientes y se fijó en que estaba totalmente mojada y que comenzaba a temblar.

-Déjame que te de una toalla y que te deje algo de ropa -dijo el chico, mientras la atraía hasta su cálido cuerpo, para reconfortarla. Hermione cada vez se sentía más cohibida y cuando llegaron a la habitación de él, su lengua parecía no colaborar en agradecerle al chico la ayuda-. No hay de que preciosa. Si necesitas algo más, te esperaré fuera.

Cuando estuvo vestida con su ropa, recordó como una estúpida, que Ginny la estaría esperando en su habitación para vestir su propia ropa, pero al verse en el espejo de la habitación, se sintió demasiado a gusto con esa camiseta larga y esos pantalones anchos. Una vez fuera, Charlie silbó, haciendo que ella se sonrojara.

-Deberías de venir más a menudo a casa, Hermione Granger…"

Sonrió al recordar aquella primera vez que lo vió. Sus ojos azules le habían hecho sentir una extraña conversación privada entre ellos mismo, dando a entender cuánto se gustaban desde antes de que aquella chiquilla se diera cuenta de que comenzaba a sentir algo por el hermano de Ginny.

Aquel mismo año tuvieron varios encuentros más, siempre en aquella vieja casa que les hacía sentir tan cómodos y reconfortados. Aquel primer año, sólo hablaban sobre ellos, sobre su pasado y su futuro. Hermione se dio cuenta de que le gustaba escucharle hablar de la universidad y de sus viejas travesuras. Que se estaba enamorando de aquel hoyuelo que aparecía en su mejilla izquierda al reír y de aquellas cuatro pecas que delineaban el contorno de sus preciosos ojos.

Aunque pasaron mucho tiempo juntos aquel año, tal vez el recuerdo con más significado para ella, fue aquel momento en que en su cumpleaños, le regaló un extraño collar que la cautivó. Era una piedra color ámbar rodeada por un dragón de plata. Aun lo recordaba como si hubiera sido hacía tan sólo unas horas.

"Tenía un precioso vestido color morado que se ceñía perfectamente a su cuerpo. Unos pequeños tacones de cinco centímetros le hacían parecer más alta y mayor de lo que estaba, y su cabello estaba totalmente liso. Era la primera vez que se maquillaba y era la primera vez que celebraría su cumple años en mucho tiempo.

-Estás preciosa -le había dicho su padre, con una sonrisa orgullosa. Y no sólo estaba preciosa por el vestido, sino porque su regalo de cumpleaños había sido el que sus brackets hubieran desaparecido de su blanca dentadura, y al fin, podía sonreír sin ningún tipo de vergüenza.

Sin saberlo, sus padres habían invitado a toda la familia Weasley, al completo, a celebrar su décimo tercer cumpleaños. Y cuando es al completo, significa que incluía a Charles y a William.

Cuando llegó la hora, y todos estaban ya a bajo, comenzó a bajar las escaleras como si fuera toda una princesa, y al llegar al último escalón, observó a todos los pelirrojos que allí se amontonaban, esperando su llegada. Pero sobretodo, se fijó en uno de ellos. Charlie Weasley con ya 20 años, parecía estar más guapo que nunca, con un poco de barba, esa sonrisa ladina que le caracterizaba, y sus enormes y fornidos brazos, en una preciosa camisa recién comprada.

Se acercó uno a uno, besando sus mejillas y siendo halagada por todos, pero al llegar a Charlie, se paralizó por unos instantes. Llevaba dos meses sin verle, y había parecido una eternidad, por lo que echó sus brazos al cuello de él, y este le agarró por la cintura, estrechándola fuertemente contra sí. Ella, pudo notar aquel aroma, aquel toque a regaliz que le gustaba tanto, y escuchó su ronca risa sobre su cuello.

-Felicidades pequeña -le dijo, con una sonrisa de oreja a oreja y guiñándole un ojo-. Cuando esto esté más tranquilo, te daré mi regalo.

El resto de la celebración, estuvo muy nerviosa, moviéndose de un sitio a otro, observándolo todo y respondiendo con nerviosismo a cada pregunta que le hacían. Una vez que la celebración había acabado, y todos se despidieron, Hermione subió desilusionado a su habitación. No había tenido tiempo para compartir con Charlie y a parte de quedarse sin regalo, se había quedado sin su agradable presencia.

Pero como si de una película romántica se tratara, una piedrecitas comenzaron a sonar sobre su ventana y al abrirla para asomar su cabeza, se encontró con cierto pelirrojo, que sonreía con suficiencia. Hermione parpadeó incrédula y se fijó en si tenía la puerta de la habitación, al darse cuenta de que así era, se dispuso a bajar por la reja que daba a la parte baja de la casa.

Una vez que tocó el suelo, pudo percibir las manos de Charlie a cada uno de sus costados, y se ruborizó terriblemente. Gracias a los cielos, como pensó la chica, estaba oscuro y no podría verle. Sentía su respiración tan cerca que se entremezclaba con la suya propia, y ni si quiera se atrevía a girarse para encontrarse con esos ojos azules tan intensos y expresivos que le daban miedo.

-Si no te das la vuelta, no podré darte tu regalo -susurró en su oído, a lo que Hermione sintió un escalofrío recorrerle la espina dorsal. Se giró tranquilamente, o al menos eso aparentaba, y se enfrentó a su poderosa e intensa mirada, que brillaba más que nunca bajo aquella luz de la luna-. Estás preciosa…

-Gra-gracias -tartamudeó, mientras comenzaba a pasarse el cabello detrás de la oreja. Pero él alzó la mano y la colocó sobre la de la chica, para evitarle a ella el movimiento, y hacerlo él, con delicadeza-. No hacía… falta que, bueno, que me regalaras nada.

-Sólo quería hacerlo, así que tendrás que aceptarlo, quieras o no -le dijo él, con una sonrisa misteriosa. Ella asintió torpemente mientras sentía cómo el pelirrojo agarraba su mano y la abría para colocar en ella lo que parecía un colgante-. No quiero que lo veas hasta que entres en casa y yo ya me haya ido, ¿está bien? -ella asintió- Antes que nada, quería hacerte una pregunta, una muy indiscreta, ¿me lo permites?

-Eh, sí, ¿por qué no? -dijo más para sí que para el chico, que sonrió burlón, mientras soltaba con delicadeza las manos de la castaña.

-¿Alguna vez te han besado, Hermione Granger? ¿Alguna vez has sentido la necesidad de abrazar unos labios con los tuyos propios hasta la saciedad? ¿Te has quedado sin respiración en medio de un beso pero has preferido asfixiarte a separarte de esa persona? -Hermione bajó la mirada, avergonzada, al suelo. No, nunca se había besado con nadie, de ninguna de las maneras posibles. Nunca. Charlie agarró su mentón con la mano y la obligó a mirarle a los ojos- ¿Alguna vez te han besado de verdad, Hermione Granger?

Y él supo la respuesta en cuanto una lágrima escapó de los ojos de ella. Una lágrima de vergüenza y de soledad que él entendió al instante. Y tal vez por eso se acercó como un guepardo y posó sus carnosos labios sobre los de ella. Y tal vez por eso la apretó contra sí y la obligó a entre abrir los labios, para que el labio fuera más profundo. Y tal vez por eso, y porque era demasiado pequeña para él, salió corriendo como un cobarde, rezando para no tener que volver a verla."

Aquella noche de septiembre no sólo le robó el primer beso, si no que le robó el pensamiento por siempre. Había sido la primera vez que había sentido esas extrañas mariposas en la boca del estómago y la primera vez que sonreía por cualquier estupidez.

No volvió a verle en dos años y medio, años en medio en los cuales Hermione había entablado una relación con Ron que no era exactamente de amistad, era algo más que eso. Se veían a escondidas cuando ella se quedaba en la madriguera. Se besaban furiosamente y Ronald siempre quería más, aun teniendo sólo dieciséis años. Pero Hermione se negaba, porque no quería que al hacer el amor con Ronald pensara sin poder evitarlo en Charlie. Porque sabía que a quien pertenecía su cuerpo, su mente y su corazón era a otro pelirrojo cualquiera.

Aun en ese tiempo, podía ver la figura de Charlie, aquella tarde de marzo, cuando Hermione fue invitada a comer a la madriguera.

"Era el cumpleaños de Ronald, y el tiempo parecía querer acompañarle. Un sol no demasiado caluroso alumbraba a la madriguera, la cuál estaba llena de pelirrojos que comenzaban a festejar el cumpleaños del varón menor. Hermione acababa de llegar y se dirigía al patio trasero para felicitar a su novio y darle su ansiado regalo, que era una camiseta de su equipo de fútbol favorito.

-¡Vamos Ronald, no puedes ser tan memo!

Aquella voz la reconoció en aquel mismo instante. Sus ojos se abrieron de repente y la imagen de aquella noche de hacía ya dos años y medio le hizo temblar por un segundo. Charlie, por primera vez en mucho tiempo, había vuelto a ver a su familia, y ella no estaba segura de querer volver a verle. Irrumpió en el jardín y todos alzaron la mirada. Charlie parpadeó un par de veces, sin creérselo aun.

Hermione había cambiado mucho. Sus pechos habían crecido, sus curvas eran ya de mujer y su rostro ya no era aquel aniñado que había conocido tiempo atrás. Estaba preciosa…

-¡Hermione, ya pensaba que no vendrías! -dijo Ronald, mientras se acercaba y depositaba un beso en los labios de la castaña, la cuál, sin saber muy bien que hacía, le apartó, haciendo que el chico arrugara el ceño. Le tendió el regalo y él, besó su mejilla- ¡Gracias Hermione! Estaba deseando ponérmela, ¡mira Charlie! Gran regalo, ¿no es así?

Charlie asintió, apretando la mandíbula y se levantó a saludar a Hermione. Al tenerlo tan cerca, se dio cuenta de que estaba más guapo que nunca, y que al fin había madurado. Ya se parecía más a Bill que a los gemelos y parecía más un hombre que un niño, no como Ron. Al acercarse a ella, volvió a notar esa diferencia de estatura y pudo ver una pequeña sonrisa florecer en su rostro. Hermione se dejó besar las mejillas y le sonrió brevemente, como si no hubiera pasado nada.

El resto de la comida, pasó entre incómoda y graciosa. Los gemelos no paraban de meterse con Ron y Hermione tenía que reírse por algunos comentarios bastante ingeniosos. Charlie, simplemente miraba la nada y de vez en cuando componía una sonrisa, nada del otro mundo, pero lo suficiente para que Hermione se diera cuenta de que no le había gustado verla con Ronald.

-Hermione, ¿te quedas a dormir, verdad? -preguntó Arthur, el cuál le dirigió una sonrisa amble. Hermione se encogió de hombros, ya que no sabía si era lo mejor en ese momento- ¡Eso es un sí en todo el mundo! Molly, nuestra pequeña Hermione se quedará hoy en casa.

Tal vez ese fue el error o simplemente el detonante que hizo que todo estallara aquella misma noche.

Los señores Weasley se fueron con una urgencia a casa de su tía Muriel, a la ciudad, y prometieron llegar máximo en dos días. Aquella salida repentina, hizo que la cara de los Weasley cambia completamente, y comenzaron a sacar licores de todas partes para comenzar a beber como posesos. Todos, menos Charlie y Hermione, que decidieron mantenerse en su estado más natural aquella noche.

Cuando Ronald comenzó ha despotricar cosas sobre la relación con Hermione, era pasada la media noche. Hermione se sentía avergonzada, porque todos sus mayores secretos, los compartidos con él, estaban quedando descubiertos frente al resto de su familia. Los gritos comenzaron, las palabras mal sonantes brotaban de las bocas de ambos, se echaban en cara todo lo que se habían guardado por dos años y cuando la mano de Ron se estampó en la cara de la castaña, esta no pudo evitar soltar un gemido de asombro, mientras que cogía sus cosas y salía del lugar, olvidando que no tenía a donde ir y que estaba en medio de un bosque.

Cuando se dio cuenta de que estaba terriblemente sola y que no tenía nada que hacer en ese momento, se sentó en el césped y dejó que unas cuantas de lágrimas cayeran por sus mejillas, sin poder hacer nada para evitarlo. No sabía por qué lloraba. Si por lo que había dicho Ronald o porque Charlie había estado delante cuando su ya ex novio lo había dicho.

Unos minutos después, casi sin percatarse de ello, Charlie Weasley estaba sentado junto a ella, con sus rodillas flexionadas y su rostro impasible, observando la nada. Hermione se limpió los ojos rápidamente, esperando que él no le hubiera visto, pero para su desgracia sí lo había hecho. Charlie la observó atentamente y sonrió levemente, mientras echaba hacia atrás el cabello de la castaña, la cuál soltó un sollozo mientras él lo hacía. El hombre, pasó un brazo por la cintura de la chica y la estrechó contra su fornido pecho, haciendo que ahogara un sollozo sobre este. Gracias al cielo no hacía demasiado frío fuera.

-Estás preciosa -susurró Charlie, después de unos minutos. Hermione sonrió ante aquella expresión que nunca habría esperado escuchar de sus labios. Dos años y medio y ni si quiera sabían como actuar-. Te he echado tanto de menos, Hermione Granger… hubiese deseado no irme pero… era lo mejor. Eras una cría… ¡por Dios! Eres aun una cría.

-Una cría que ya no tartamudea cuando tiene que hablar contigo y que ya no tiembla cuando rozas su mano -aclaró la chica, haciendo sonreír a aquel pelirrojo que parecía no haber cambiado tanto, después de todo-. Yo también te he echado mucho de menos y… estás genial tú también.

La miró por unos segundos y volvió a recordar por qué se había enamorado de ella perdidamente, porque lo estaba después de todo. Se había enamorado por su pequeña figura, por sus sonrisas escondidas y por ese castaño centelleante que se podía ver en sus ojos. Al ser tan niña y encantadora, había conseguido enamorarle, con unas simples palabras tartamudeadas y esa expresión de marisabidilla que sacaría de sus casillas a cualquiera. A cualquiera menos a él.

-Dime que lo que ha pasado ahí dentro, ha sido el final de vuestra relación, Hermione Granger -casi suplicó, mientras apoyaba la mano derecha sobre el césped y le miraba amenazante-. Hazme feliz y dime que no tienes a nada que aferrarte ahora, que puedo ser tu distracción esta noche, y que puedo hacerte mía en este mismo instante. Sólo dime que estás dispuesta y te haré feliz, aunque sea por una noche.

Le miró a él y no pudo evitar sentir lo mismo que sintió aquella noche que cumplió trece años, cuando él selló una promesa silenciosa con aquel beso. Miró sus ojos y vió sinceridad en ellos, vio a aquel muchacho que le ofreció su ropa aquella primera mañana en la madriguera. Y vio sus sonrisas pícaras que le dedicaba cada vez que se vieron en aquella larga temporada. Y entonces lo decidió.

-Hazme tuya, Charles Weasley.

Y ante la atenta mirada de la luna llena de Marzo, Charlie le quitó la ropa con Hermione, mientras se deleitaba en su boca y le hacía sentir como toda una princesa. Le observó desnuda y se deleitó aun más con su preciosa figura, que al fin parecía ser entregada a su legítimo dueño.

Mientras tanto, ella, nerviosa e inexperta, quitó torpemente su camisa y observó aquel extraño tatuaje de un dragón que cogía parte de su espalda y brazo izquierdo. Observó su torso desnudo y luego su miembro. Aquella era la primera vez que veía a un hombre desnudo y para ella, él era el más perfecto de todos.

Y mientras pasaba el tiempo, y los gemidos de pasión resonaban por el bosque, aquella noche Hermione Granger fue de él, y Charles Weasley de ella".

Una sonrisa melancólica surgió de sus labios, mientras escuchaba a Charlie tararear una absurda canción en la habitación. Habían pasado ya cinco años desde ese momento. Cinco años en los que realmente habían pasado gran parte de su tiempo juntos.

Después de aquel encuentro tan íntimo, Charlie se mudó a Londres, a un pisito a varias calles de casa de Hermione, la cuál recibía visitas por parte del pelirrojo muy a menudo. Pasaban horas amándose como nadie podría hacerlo, y hablando sobre planes de futuro que estaban seguros de que nunca llegarían. Pues después de todo, aquello era tan difícil como imposible.

Cuando Hermione comenzó la carrera y se buscó su propio piso, Charlie no consintió que pagara un alquiler cuando él mismo tenía uno totalmente deshabitado y sólo para él en el cual podían vivir ambos. Nadie sabía esa pequeña característica, ya que siempre que quedaban con alguien, iban a casa de ese alguien.

En ese tiempo, su relación se pudo empezar a llamar relación, incluso parecían una pareja, una extraña y descortés pareja que se amaban en silencio y a escondidas de los demás, sin tener ningún tipo de razón para hacerlo. Tal vez era el miedo a la reacción de Ron, o de Ginny, o de los te lo dije de Bill. Incluso podría ser que Molly no se lo tomara bien. Después de todo, Charlie tenía siete años más que Hermione.

-Preciosa, ¿has visto mi camisa negra? -preguntó, a la desesperada el pelirrojo, desde la habitación- No la encuentro.

-Recién planchada, Charles -contestó, con un poco de cansancio, mientras se sonreía a sí misma.

Después de tanto tiempo ese era el día, tendrían que enfrentar al mundo, a la familia y a las críticas. Porque después de todo, Charlie era suyo y lo sería para siempre.