Advertencias: AU - Universo Alterno, ligero ooc - Fuera del personaje, futuros temas controversiales, será la única historia donde no utilice letra en cursiva para llamadas sino para el inglés.
Declaimer: Shugo Chara © PEACH-PIT (#Respect)
De arreglos y caprichos.
1. El Compromiso.
Su vida estaba… "a punto de cambiar", eso es lo que le había dicho su segundo hermano, se había acomodado los lentes y le había expresado con sutileza: —Tus días no serán los mismos cuando se dé el día. Claro que él no estaba muy seguro si realmente quería eso, un matrimonio arreglado, en pleno siglo XXI, en Osaka. No, ellos vivían en esa gran mansión en Osaka, pero ahora se dirigirían a Inglaterra… más específicamente se mudarían por un tiempo a una propiedad en Gales. Por lo tanto viajarían a Londres lo antes que fuera posible.
—Casarse no es tan malo Kukai—le dijo su hermano mayor por teléfono, se encontraba en América Central, en las playas del Caribe por su aniversario número cuatro.
—Ya… A ti no te escogieron a quien sería tu esposa.
—Tal vez, pero no quiere decir que nuestros padres elijan malos partidos para nosotros… Tú no quisiste una novia, no la buscaste por tu cuenta.
—Tengo veintiún años, hermano—respondió cansado—, estoy a punto de terminar mi carrera y mis últimas vacaciones me las pasaré conociendo a mi futura esposa.
—Créeme cuando te digo que no volverás a tener días aburridos… Y aprenderás otro tipo de deportes.
El tono burlesco que había usado, le había estremecido la piel. Obvio que había salido con mujeres, nada serio, no continuaba en ese tipo de deportes porque en su opinión no era sano para ambas partes.
Había ya empacado sus pertenencias, se había despedido de sus sirvientes favoritos y ahora estaba al lado de su hermano en su auto. Su vista esmeralda se posó en su dedo con el anillo dorado. Su segundo hermano ya estaba comprometido, también había sido arreglado desde que nació, la diferencia es que él la conocía a ella de toda la vida. Atrás iba su tercer hermano, quien ahora con una enamorada que había aparecido como un As bajo la manga, se estaba salvando del compromiso.
—Podrías casarte conmigo—le había dicho su amiga y vecina con casa normal, como ella misma le recordaba.
—Estás loca.
—Ya pueeeees… KUKAAAAI~—se quejó infantilmente su amiga—. No quiero que te cases, se supone que nos quedaríamos solteros por siempre y seríamos el respaldo del otro.
—Eso lo decidiste tú, Yaya—recordó sonriéndole divertido—. Realmente no quiero condenarte a este infierno.
—Pero somos uña—dijo señalándose a ella misma—y mugre—señalándolo a él con una sonrisa.
—Pues es ya tiempo de limpiar esa suciedad y cortar la uña—bromeó desordenando sus cabellos anaranjados.
—Pero yo quiero casarme contigo—reclamó abrazándose a su brazo—. Tener pequeños Kukai y pequeñas Yaya.
—Por favor, Dios—pidió mirando al cielo—, te pido por esta niña que no sabe lo que dice.
—KUKAAAAAAAI…
Su mejor amiga le había hecho prometer que no se olvidaría de ella y que si quería escapar sólo bastaba una llamada. Pase lo que pase no podría olvidarla, cómo hacerlo cuando la menor insistía cada dos horas con un mensaje nuevo lleno de emoticones. Suspiró resignado antes de apagar su celular, sería lo mejor por un tiempo, ya llegaría el momento de hablar con su ella, cuando conociera a su prometida. A quien por cierto nunca la habían dejado ver ni en fotografía, empero Unkai se la había pasado diciendo que no tenía nada que perder. Algo de cierto debía haber.
—Bien, el vuelo que van a tomar es el-
—Shusui… Quedo a cargo a partir de este momento, tú tienes un matrimonio que arreglar.
—No te portes engreído conmigo—dijo el mayor cruzándose de brazos, mientras los lentes sólo mostraban el reflejo de la luz—. Sólo me preocupo por ustedes.
—No te preocupes, hermano—intervino el menor—, tengo todo bajo control—agregó con una sonrisa.
Él lo miro por unos segundos y sonrió.
—Me quedo más tranquilo.
Quien había hecho callar primero al mayor se quejó infantilmente y el último de los Souma sólo podía pensar que para poder conseguir pareja debía ser inmaduro.
Llegó la hora del embarque. Mientras que Unkai tragaba golosinas, despreocupadamente como siempre, Kukai miraba por la ventanilla como las personas se movían debajo y alrededor del avión, asegurándose de que todo estuviese en orden. El avión despegó luego de que todos abordo hubiesen seguido las respectivas indicaciones. Una vez en el aire el próximamente comprometido se deshizo de la correa de seguridad y abrió su ventanilla para distraerse un poco con las nubes. Sería un viaje sin escala, por lo que la batería de su celular que ahora prendería estando en modo avión tenía que colaborar con él. Sólo quería su música, paz y tranquilidad.
— ¿No tienes curiosidad de cómo será tu futura esposa?
—Creí que Shusui te había prohibido enseñarme una foto—dijo quitando uno de sus audífonos.
— ¿La tienes o no?
Se lo pensó por un momento y volvió a ponerse los audífonos.
—Nah.
Después de las largas horas en donde de hecho pudo disfrutar de la atención en primera clase, por fin llegaron a su destino. Londres. Era de noche y hacía frío, la recomendación de quién condujo hasta el aeropuerto, fue ir más abrigados de lo normal. El invierno se estaba despidiendo con fuerza y ellos no podían darse el lujo de enfermar en una residencia ajena. Se habían bajado en el quinto terminal y estuvieron con sus maletas en poco tiempo.
—Souma-san.
Una voz profunda, sin emoción, llamó su atención, ya que había preguntado por Souma, los dos habían volteado puesto que lo eran ambos.
El tercer hermano lo miró detenidamente, parecía conocerlo, pero por su expresión, parecía que no lo recordaba del todo bien.
Alto, pero un poco menos que el hermano que tenía enfrente. Cabellos lacios, índigos, sus ojos tenían casi la misma tonalidad. Si bien tenía casi la misma estatura de su hermano mayor, no tenía su contextura, la camisa y pantalón negro que traía puesto dejaba notar que era delgado. Tanto como recordaba a su cuarto hermano.
—Ikuto-kun—recordó al fin el pelirrojo golpeando su puño sobre su palma.
—Sí, ha pasado tiempo Unkai—respondió el de traje con una sonrisa incómoda.
—Discúlpame, no sé si recuerdas que no se me dan los nombres—comentó relajadamente su hermano rascando su nuca.
—Es irrelevante.
—Veo que algunas cosas nunca cambian—agregó su hermano de brazos cruzados ahora—. ¿Cómo está Utau-chan?
—Te odia—aseguró fulminándolo con sus dos zafiros.
El menor sentía que estaba solamente como un adorno, porque entre ellos habían comenzado una amena charla. Bueno, su mayor parecían muy empecinado en sacarle las palabras de la boca a quien él no conocía. Ahora que lo pensaba, podría ser que tenían la misma edad.
—Me olvidaba…
Hasta que al fin.
—… ¿te acuerdas de Kukai?
El desconocido lo miró atentamente, su mirada de pronto se hizo más dura, aunque tal vez ninguno lo notara, así era.
—Pues yo definitivamente no lo recuerdo—dijo el castaño cruzándose de brazos.
—Obvio que no, estabas muy pequeño—desestimó—. Ni recuerdas a tu prometida y vas a recordar a este—bromeó divertido.
El ambiente se tornó tenso con las últimas palabras, pero sólo el más perspicaz lo pudo notar, este también tuvo que aclararse la garganta.
—Creo que deberíamos seguir a Ikuto para poder ir a la… casa—dijo sonriente.
Suspiró el hombre vestido de negro.
—Muy cierto—concordó el mayor comenzando a empujar el carrito en donde estaban las maletas.
Ni bien estar en el auto, el pelirrojo comenzó a hablar nuevamente, a pesar de que el peliazul no tenía intenciones de hacerlo. Él se limitaba a responder con monosílabos, pero ello parecía algo común entre ellos, porque no le importó aquel detalle y continuó hablando.
El menor se limitaba a ver el panorama, preguntándose recién en cómo sería la joven de la que tanto hablaban. Si bien había escuchado que estaban llegando después de su fiesta de cumpleaños, no sabía algún otro dato relevante. Sólo que su familia venía del mismo nivel socioeconómico y que era la mayor de dos sucesores, además de que estaba estudiando economía en Oxford. Suponía entonces que debía ser una cerebrito, esas chicas que estaban en su habitación por horas y no conocían el significado de la palabra amigo.
Los mayores seguían en su conversación y él distinguía como dejaban de haber tantas casas y edificios de un momento a otro. Estaban alejándose de la ciudad, ¿dónde quedaba Gales exactamente? Veía esas praderas verdes que sólo se admiraban en películas, algunos señores paseando ovejas y no pudo creer que realmente siguieran existiendo ese tipo de cosas. Se preguntó si realmente sería una gran casa inglesa a donde irían o una al estilo japonés tradicional, no había hecho esa consulta tampoco.
—Kukai, mira—dijo su hermano indicándole la ventana por donde él podía mirar—. ¿Ves esa gran torre a lo lejos?
No puede ser.
—Se parece mucho a un castillo—comentó sonriente el mismo.
—Es porque es un castillo—corrigió Ikuto.
No pudo evitar estallar a carcajadas por la expresión ridícula en el rostro de Unkai. Aunque no se lo podía creer, viviría en un castillo por unos meses. Era como un sueño de su amiga pelirroja, si tan sólo se lo comentase aseguraba que ella misma se hubiese metido en su maleta.
—Estamos aquí.
El perfecto acento inglés del chofer provocó que Souma menor se sintiera intimidado, si bien sabía hablar inglés y había ido un par de veces a Estados Unidos… El acento inglés era totalmente diferente, sentía que no sabía absolutamente nada del idioma con solo escuchar a los ingleses hablar.
Los cuatro bajaron del auto negro, cerrando las respectivas puertas.
El oji esmeralda respiró profundamente, el olor a naturaleza le inundó los pulmones y tuvo que reprimir un suspiro. Le gustaba el lugar, claro que la gran puerta de madera frente a él lo dejaba sin habla… más aún cuando una joven rubia salió a su encuentro.
—Señorita, están aquí—le habló el chofer cuando ella se acercaba con caminar lento.
—Muchas gracias, déjame el resto—respondió sonriéndole.
El señor asintió, se internó en el auto y desapareció con este cuando le dio la vuelta en una esquina del castillo.
Mientras que en ese mismo instante al menor se le había detenido el tiempo. Definitivamente casarse sería la idea más grandiosa que su hermano le había propuesto jamás. La mujer que tenía delante era hermosa, no, más que eso, no encontraba cómo describir tanta perfección. Tenía puesto un vestido negro que se entallaba a su esbelta figura bien proporcionada, el vuelo de este no dejaba mucho a la imaginación. Si él creía que el ballet había ayudado a su mejor amiga a tener lindas piernas, presumía que habían otras maneras de tenerlas como la mujer delante de él. Su largo cabello rubio era sujetado a dos lados en lo alto de su cabeza, sentía la necesidad de averiguar si era tan sedoso como se veía. Al igual que quería ver esos dos amatistas que tenía por ojos, más cerca, porque su rebelde flequillo le limitaba un poco la vista. Se la imaginó con vestido de novia, un vestido blanco y de princesa, de hecho le quedaría bien, no creía que existiera algo que no le quedara bien.
Sintiéndose tan observada, miró al joven castaño que no había visto hacía mucho tiempo. Cabello desordenado, ojos esmeraldas, piel ligeramente bronceada, estatura adecuada para ser un Souma. Tal vez el único cambio serían los piercings que brillaban en cada oreja, pero que de hecho le daba un toque más rebelde del que ya tenía. Casaca negra abierta, polo blanco debajo, jeans rotos y zapatillas deportivas. Sí, en definitiva sería un buen partido, pero era menor para ella y no lo podría aceptar.
Se estremeció un poco por la temperatura en esos momentos, solo traía un delgado vestido, pero su preocupación podía más que el clima.
—Bienvenido—saludó con un perfecto japonés, al igual de perfecto que el inglés que había hablado minutos atrás.
—Gracias—contestó acordándose de hablar—. Es un gusto conocerte al-
—Ikuto—llamó ella, pasando de largo a su lado y dirigiéndose al joven de ojos zafiro, ignorando también los halagos que recitaban su hermano—. Hay un problema.
El oji zafiro la miró fijamente por un momento y luego miró al cielo, parecía molesto por algo.
—No otra vez.
—Si otra vez—le contradijo la rubia—. Nadie sabe en dónde se ha metido en esta ocasión, así que esperamos todos tu cooperación—dijo cruzándose de brazos.
El de cabellos índigos parecía querer morirse en ese mismo instante. Sacó del bolsillo de su pantalón su celular y marcó un número rápidamente antes de ponerse al oído el teléfono.
— ¿Pasó algo?—preguntó Unkai con un deje de preocupación, el castaño también parecía interesado.
—Pues sí—respondió—. Desapareció.
—Eso está pasando muy seguido según oí.
— ¿Quién desapareció?
Todos miraron al menor, todos también compartieron un mismo pensamiento.
—No contesta su celular esta niña—intervino Ikuto volviendo a marcar el mismo número—. Debe estar intentando escapar por las ventanas… ¿Podrías fijarte también?—preguntó mientras miraba a las ventanas más altas—, tú—dijo señalando al menor—, quédate aquí por si ves a una chica de cabellos rosados.
Y antes de que pudiera responder, se había quedado solo, sin si quiera saber lo que realmente estaba pasando. Solo sabía que si encontraba a una chica de cabellos rosados sería de gran ayuda para la que sería su nueva familia. También claro, podría sorprender a su bella prometida.
Tan sumido estaba en sus pensamientos, que casi le da un infarto cuando alguien cayó del cielo. Claro que si hubiese estado más atento se hubiera dado cuenta que había saltado de una de las ventanas y había dejado sabanas amarradas colgando de esta. Pero como no era así, él seguía creyendo que la muchacha había caído del cielo.
Era más baja que su futura esposa, unos centímetros más baja. Vestía con un top negro, dejando su vientre completamente descubierto, y unos shorts del mismo color. Medias rayadas blancas y negras que le llegaban más arriba de sus muslos y unas converse tipo botines, celestes, del mismo color de su casaca. Esta última era tan larga que si la miraran de espaldas pareciera que no usaba un short. Tenía puesta una gorra con visera y encima dejaba la capucha. Ahora que la miraba bien a la cara, tenía unos atrayentes ojos color oro, parecían sorprendidos a más no poder al encontrarse con los de él. Quien por cierto aún no salía del trance.
— ¡Kukai! ¿¡Tuviste suerte!?—la voz de su hermano se escuchaba algo lejos, parecía estar acercándose.
Pero eso lo hizo entrar en razón, recordando lo que el peliazul había dicho antes de irse.
"Debe estar intentando escapar por las ventanas…"
La joven al escuchar más voces que seguían insistiendo con preguntas volvió en sí y se dispuso a salir corriendo. Pero el joven deportista fue más rápido y de un manotazo logró golpear la visera hacia arriba y que saliera volando de su lugar a quien sabe dónde. Ella se quedó inmóvil, mientras cabellos rosados pasteles caían en su espalda, largos, largos cabellos que le llegaban casi más abajo de la casaca. Desprendían un fuerte aroma a fresas, muy empalagoso para su gusto. Supo entonces lo que tenía que hacer.
— ¡La encontré!—gritó mientras la sujetaba del brazo, empero la chica se zafó fácilmente, parecía acostumbrada a ese tipo de agarres y hubiese podido escapar de no ser porque su hermano mayor la cargo como saco de papas.
—Pero miren nada más en qué problemas se está metiendo princesa.
— ¡¿Unkai?!
¿Se conocen?—se preguntó el menor viendo la sorpresa del rostro de la pelirrosada y la sonrisa burlona de su hermano.
— ¡No puedo creerlo! ¡Me recuerdas!
—Sí… ¡P-Pero bájame!—exclamó moviéndose entre sus brazos hasta que él la dejara en el suelo.
Cuando estuvo en el piso, se quitó la casaca celeste que tenía puesta, parecía estar buscando algo entre los bolsillos de esta. De esta manera, vestida de la manera en que estaba vestida, el castaño no tuvo que adivinar que era una de esas chicas rebeldes que se escapaban de casa. Más aún cuando al sujetar sus cabellos en un moño arriba de su cabeza, con el carmín que encontró en uno de los bolsillos, distinguió varios piercings en ambas orejas. Su delgada figura se contrastaba bastante con la de la rubia, era plana en cierto sentido y no muy agraciada, pero en definitiva, su atuendo, cabello y ojos la ayudaban a que no pudiera quitar su vista de su esbelto cuerpo.
—Amu.
La voz del joven vestido completamente de negro se hizo escuchar, la más baja se estremeció en su lugar y se giró lentamente a mirarlo. Con las mejillas sonrojadas, parecía avergonzada.
—Ikuto… yo-
El más alto golpeó su frente con uno de sus dedos, logrando que ella retrocediera un par de pasos sujetando su frente.
— ¿Se puede saber por qué no estaba en su habitación, Hinamori Amu-san?—exigió saber con clara molestia.
¿Hinamori Amu-san?
— ¿Se puede saber qué haces tú golpeándola y deshonrando nuestro apellido, hermano?—preguntó la rubia al lado de él.
¿Hermano?
—No te metas Utau, ambos aquí sabemos que una niña le gusta escapar de sus deberes.
¿Deberes?
La pelirrosada miró desilusionada al mayor delante de ella y con ojos tristes miró en dirección de quien la había encontrado.
—Bueno, bueno—interrumpiendo la disputa Unkai se puso en medio de la pelirrosada y los… hermanos—. El lado positivo es que encontramos a Amu-chan—comentó sonriéndoles a todos los presentes—, ya era hora de que Kukai volviese a ver a su prometida.
¿Qué?
¿Reviews?
Attn. Kiriha-chan
N/a: Siempre quise escribir de estas dos parejas a la par, es decir, siempre escribo sobre una pareja y me enfoco en ellos durante todo el fic. De fondo ya está que las otras parejas se están relacionando y eso. Como en Un Pequeño Jueguito, por ejemplo, aunque ese fic hasta ahora no lo continúo :'u Es que el plot de una niña de once años es distinto al de mi yo de ahora. En fin, las dos parejas van a avanzar a la par pero el Kutau va a tener mayor protagonismo porque se centra en la vida de Kukai. Tengo dieciséis capítulos terminados, serán colgados semanalmente a partir del otro año. Si les gusta me dejan sus comentarios :DD Espero pasen un lindo día mañana, último día del año. ¡Apapachos!
