¡Hola! Les traigo una pequeña viñeta de esta hermosa pareja que cautivo mi corazón.

Este fic es dedicado a KibumiWong

Disclaimer: Ningun personaje de este oneshot me pertenece.

Espero que lo disfruten.


Las estrellas en el firmamento eran como ojos escrutando la noche en el Páramo, siendo testigos de cada movimiento de las criaturas que danzan bajo su luz.

Y bajo este mismo cielo, dos seres se encontraban recostados sobre las firmes ramas de un árbol que se alzaba en medio de este paisaje.

Maléfica sonrió ante tal tranquilidad. La guerra había concluido.

No. Su sed de venganza, su rencor, su soledad… Su guerra interna había concluido. Ya no recordaba la última vez que sintió tanta paz, aunque resultaba algo abrumador.

La figura que se encontraba a su lado, se removió en sueños acomodando su postura. La nueva posición dejaba que la luz de la noche brille en su rostro.

La sonrisa de Maléfica se agrando al verlo dormir. Era raro que Diaval mantuviese su forma humano para descansar, pero ahí estaba su cuerpo esbelto, su rostro surcado por cicatrices y su cabello deslizándose por su frente. Era una imagen que deleitaría cualquiera, pero solo ella tenía el privilegio de verlo.

Suavemente, Maléfica, deslizó uno de sus dedos por el cabello del cuervo. Se preguntó qué hubiese pasado si el destino no lo hubiera puesto en su camino.

Un escalofrío recorrió su espalda y sus alas se removieron incomodas. Sabía que sin él, jamás hubiera encontrado el rumbo a ese camino que perdió después de la traición de Stefan.

El cuervo, que se encontraba bajo la penetrante mirada del Hada, no estaba del todo dormido, con el roce de los dedos sobre su cabello entreabrió los ojos, y aun nublados por Morfeo, soltó una leve risa.

- ¿No puede dormir, Mistress?

- ¿Estabas despierto? – Lo cuestiona cesando las caricias y retirando la mano de su cabello.

Diaval, aun en un estado onírico, le tomó la mano, deteniéndola y volviéndola a colorar sobre su cabeza. – Continúa… es… es relajante.

Sin preguntarle, Maléfica se recostó sobre el pecho de Diaval y continúo acariciando su cabello.

El cuervo no le cuestionó por qué ese acercamiento, tampoco se cuestionó el gozo de esas caricias y mucho menos lo perfecto que sus cuerpos encajaban, como si fueran destinados el uno para el otro. No se cuestionó nada. Solo le sonrió y volvió a cerrar sus ojos.

FIN.