No sabía cómo, pero se encontraba caminando por las regiones más gélidas de todo el continente. Quizá tuviera relación con haber estado caminando durante días sin rumbo. Hacía tiempo que se le habían acabado los cigarros y la ansiedad comenzaba a agobiarla, junto con el frío abrasador que hostigaba su cuerpo sin piedad, por muchas capas de ropa que llevase encima. Calló de rodillas, sucumbiendo ante el gran manto blanco que se extendía majestuosamente por las altas montañas. Iba a morir, lo sentía. Llevaba desde que salió de Piltover sin comer ni beber, le sorprendía que hubiese podido llegar tan lejos. Era un lugar hermoso para terminar, la cordillera velaría su descanso eterno, nadie la molestaría: sólo ella y aquellos enormes guardianes cubiertos con aquella resplandeciente capa blanca. Acomodó sus guanteletes en la nieve y se tumbó, apoyando la cabeza en las piezas hextech. Cerró los ojos, con la vista orientada al fabuloso paisaje, dispuesta a dormir. Sí, dormir, durante mucho tiempo... Los copos helados caían despacio, a un ritmo místico, mientras el sol se escondía tras el horizonte, manchando el cielo con maravillosos colores. Aquel lugar sangraba magia por cada rincón y envolvía el cuerpo de la joven. Ese extraño sentimiento de cansancio y aletargamiento se lo conocía muy bien, ya había estado en esas circunstancias antes, pero nunca en un paraje tan bello. Morir así era una bendición. Pero los problemas que la habían empujado a abandonar su ciudad aún ensuciaban su mente, y ella luchaba por echarlos de allí. Deseaba acabar en paz, no quería pensar en nada en el momento de su marcha. Su visión comenzó a empañarse, sus ojos se cerraban lentamente, reteniendo la mezcla de colores que el mundo le ofrecía por última vez. Le pareció ver, antes de sellar sus párpados, una sombra difusa que tocó su cara, y allí sintió calidez. "Tranquila, Vi... Ya no estás sola..." pudo escuchar, antes de sumirse en el silencio.

Movimiento. Se estaba moviendo. Más bien, la estaban moviendo. Consiguió separar ligeramente sus pesados párpados. Aquella región estaba plagada de impresionantes vistas. En aquella ocasión, se encontraba en la cima de una de las grandes cordilleras, y podía ver el enorme valle, infestado de coníferas nevadas, un gran lago helado en el estómago de éste, la lengua de un enorme glacial al fondo, formando una barrera que se extendía hasta lo más alto del pico dominante. Todo acariciado por la mano de luz rosada de un atardecer ya avanzado que cubría el horizonte. El balanceo continuo al que estaba sometida le estimuló para mover los brazos con la poca fuerza que le quedaba, pues no los sentía. Estaban rodeando algo, algo cálido, y sobre ese algo también estaba apoyado su cuerpo entero, incluso su cara. Pudo llegar a la conclusión de que estaba sentada, y cuando al fin sus oídos comenzaron a disolver ese brumoso silencio, fue capaz de reconocer los cascos de un caballo caminando despacio. Sus ojos poco tardaron en cansarse de aquel lapsus de lucidez del que había gozado y volvieron a cerrarse. El agotamiento era extremo, el hambre exagerado y la sed, cuanto menos, suficiente.

Despertó en lo que parecía ser la tienda de un general en plena campaña bélica. Una estructura cónica de fuertes vigas de madera se alzaban y se unían en el centro. Dicha estructura estaba cubierta por un número elevado de pieles de animal, aislando el interior del frío y manteniendo el calor de la pequeña hoguera que crepitaba en el centro, consumiendo ramas y troncos. Parte del suelo, exceptuando las cercanías del fuego, estaba también tapado por cantidades ingentes de pieles, ocultando el frío suelo de tierra. Ella se encontraba envuelta en mantas y sábanas. Sus guanteletes, apoyados a su lado contra una de las vigas de la estructura, al igual que la fuente de alimentación que siempre llevaba en su espalda y que distribuía energía a sus guantes y, finalmente, su ropa. Le habían cambiado de ropa, ya que la suya estaba empapada por la nieve, y le habían puesto una camisola de algodón blanco y unos pantalones del mismo material y color. Aquellas vestimentas parecían ser artesanales, teniendo en cuenta el lugar donde se encontraba. Fuera se escuchaba el viento golpear la choza sin piedad. Vi se incorporó en aquel catre de paja, tela y mantos y observó con más detenimiento el lugar, reparando en las características de aquel acogedor sitio. Se sobresaltó al ver una figura humana encapuchada entrar por el agujero que simulaba la puerta de acceso a la tienda. Retrocedió, aún cansada, con mirada agresiva hacia el extraño. Sintió un agudo dolor en su tobillo. Estaba vendado, pero ella no recordaba por qué estaba así.

-Eh, eh, tranquila.-Calmó una voz femenina por debajo de la capucha. Pasó una mano por su cabeza y la retiró, dejando a la vista una preciosa cabellera larga y blanca.- Soy yo, cálmate.

Ante ella se alzaba humildemente la resplandeciente reina de Freljord, con su usual vestido negro con exquisitos bordados dorados abrazando su torso y sus turgentes pechos adolescentes, sus brazales del mismo color que el vestido que protegen sus brazos de la hostigadora cuerda de su arco y sus botas encarcelando sus pequeños y delicados pies. Se acercó a Vi con una sonrisa sosegadora y se sentó a su lado, en la improvisada cama.

-¿Cómo te sientes? ¿Tienes mejor el tobillo?-Preguntó la gobernadora de forma cercana.

-Tú... Eres Ashe... Y... ¿Mi tobillo?-Vi se encontraba bastante confusa.- ¿Cómo me hice ésto?

-Te encontré moribunda cerca del campamento de caza de mi poblado, así que te monté como pude en mi caballo y te traje hasta aquí.-Explicó Ashe, apartando el flequillo de los conmocionados ojos de la vigilante.- Durante el trayecto y tu inconsciencia, te moviste en la montura y caíste. No te haces una idea de lo que me costó subirte por la pendiente e incorporarte de nuevo al caballo...

-Yo... Te doy las gracias, pero...

-¿Por qué estás aquí, Vi?-Cuestionó la reina, interrumpiéndola.- ¿Por qué sola y tan lejos de Piltover?

-La gente de allí no me quiere, Su Majestad.-Respondió la pelirosa, entrando en contacto ambos pares de orbes azules.- Todos creen que, al haber sido criminal en su momento, continúo siéndolo y malverso mi cargo para facilitar información a las bandas de los barrios bajos, cuando la realidad es bien distinta. Me han visto atrapar ladrones, machacar asesinos, interceptar traficantes de armas y drogas... He metido entre rejas a todo tipo de maleantes, y aun así me siguen viendo como un peligro público. No me importa que piensen de mí lo que quieran, pero la cosa cambia cuando pierden la confianza en Caitlyn, que ha sudado sangre para mantener la paz en ese jodido agujero...

-Te has ido para no ensuciar su imagen, ¿verdad?-Preguntó de nuevo la arquera, acercándose más a ella.

Vi desvió ligeramente la mirada.

-La verdad es que en cuanto a motivos, se juntan unos cuantos...-Comenzó Vi.- Me he pasado la vida tropezando por el mal camino; robar, extorsionar, pelear, timar... Un expediente largo y completito. ¿Qué ganaba a cambio? Palizas, algún que otro tiro tanto por parte de la policía como por parte de las bandas callejeras, no tener a alguien en quien confiar, no tener donde caer muerta... Todo ésto me hizo pensar: estaba más que claro que no estaba haciendo lo correcto, así que empecé a boicotear a los otros criminales con los que compartía las calles. Creía que si ayudaba en algo a la sociedad, mis pecados serían redimidos. La policía no paraba de encontrarse el trabajo hecho, criminales amordazados e inconscientes por todos los rincones de la ciudad. En un par de meses, había purgado Piltover de truhanes, se podía respirar paz en el ambiente. Así, la Sheriff comenzó a investigar aquel rastro de justicia ciudadana que alguien estaba llevando a cabo sin pedir nada a cambio y se topó conmigo, y tras una dificultosa "negociación", me ofreció el puesto de vigilante de Piltover.

Yo pensaba que éste sería el cambio que estaba esperando, y que de ésta forma la gente dejaría de tenerme miedo y demostrarían hacia mí respeto a cambio de la tranquilidad y la protección que yo les podía brindar. Puedo jurar que cada día me partía el lomo para salvar sus desagradecidos culos de incendios, atracos, secuestros y todo lo que te puedas imaginar, pero seguían desconfiando en mí. Continuaban preguntándose cómo la todopoderosa Sheriff había permitido que alguien como yo acabara ocupando un puesto como el mío, y comenzaron a dudar de su inigualable competencia.

No negaré que mis métodos de captura son poco ortodoxos e incluso destructivos, pero puedo asegurar que son completamente efectivos y rara vez se me ha escapado algún fugitivo, pero la sociedad sigue mirándome mal y buscando cualquier indicio que pueda dejarme en jaque para echarme de mi trabajo. El auténtico problema de todo ésto es que los piltovianos han conseguido envenenar la mente de mi superior... Caitlyn ha comenzado a verme tal y como lo hacen ellos, ha perdido confianza en mí, me regaña más que de costumbre, me restringe ir a ciertas misiones y en las ruedas de prensa ha eliminado mi presencia y todo el mérito de las capturas se las lleva ella. Ni me menciona, ni dice si he hecho algo bien, ni me defiende de los comentarios de esas hienas con cámaras reflex... Y desde hace unos días me trata como a una mierda. No me saluda por las mañanas siquiera. Antes, cuando en alguna misión me herían de gravedad y me ingresaban en el hospital, venía a visitarme y no había día en el que no viniera una enfermera al menos cuatro veces a lo largo de la jornada para decirme que tenía una llamada de la Sheriff. Ahora, no pasa nada. La última vez me tiré casi un mes postrada en una cama con dos balas en el estómago y no supe de ella hasta que fui a trabajar al recuperarme. Lo primero que hizo al verme fue pedirme un documento médico oficial que justificase mi baja. Y esos ojos fríos mirándome con asco...

Me harté de todo. Podía dejar pasar que me odiase la sociedad, podía permitir que la prensa me pusiese verde cada mañana culpándome de cada desastre en la ciudad -hasta de las inundaciones-, las amenazas que me llegaban de todas partes... Pero que la única persona que creía digna de confianza me traicione de esa manera... Esa era la gota que colmaba el vaso. Habían sido años y años de vivir en la mierda, así que me fui de Piltover, allí ya no pinto nada. No tenía pensado donde ir y por lo visto, acabé aquí.

-¿Y te vas sin nada? Sin ropa, sin comida ni agua...-Interfirió la reina, que se había tomado la confianza de poner una mano sobre los desgastados nudillos de la vigilante.

-¿Y para qué querría nada de eso? Si iba a acabar matándome por algún precipicio o terminaría siendo comida para los lobos de la montañ...

Vi fue interrumpida por los suaves labios de Ashe, quien no la dejó terminar sorprendiéndola con un beso.

Se separó de la vigilante lentamente, con los ojos semicerrados, deteniéndose a una corta distancia de la cara de la otra.

-Ashe... ¿Qué...?

La reina volvió a unir sus labios sin permitir que la otra siguiera hablando. En este beso se coló más cantidad de pasión y fiereza por parte de la aparentemente delicada soberana. La vigilante dejó de lado la intención de preguntar y dejó a la pequeña adolescente que continuara con sus actividades. Ya encontraría la respuesta a sus actos más tarde. La quinceañera tumbó completamente a Vi en el catre y se posicionó sobre ella sin romper el contacto, llevando una mano a su nuca para profundizar el beso.

Vi notaba la tierna torpeza en las caricias de la joven. Llevó una mano a sus incipientes caderas para instarla a seguir. Quizá su inocente impericia se debiera a que sólo tenía quince años, puede que Vi lo notara por exceso de práctica, pero le dejó hacer. Vi se preguntó, mientras Ashe acariciaba su mano, la cual jugaba en uno de sus voluptuosos senos, si la reina habría tenido alguna discusión con su prometido para terminar en esta situación, lanzándose a los brazos de cualquiera que necesitara un poco de cariño.

-Ashe, espera...-La piltoviana cesó los besos por un momento.- ¿Qué pasa con Tryndamere? ¿No estabais prometidos?

Ashe apoyó su cabeza en el hombro de la más alta.

-Eso...-Comenzó la pequeña reina.- Tryndamere y yo nunca estuvimos prometidos ni tenemos ningún tipo de relación que vaya más lejos de una simple alianza...

-Pues todos creían que...

-Exacto.-Ashe retrocedió sin separarse de Vi, acariciando sus mejillas.- Es lo que queremos que creáis. Él no quiere forzar una boda, con nuestra amistad los reinos están unidos. Estoy soltera, Vi. Y muy sola. Así que... Por favor...

Vi suspiró resignada, pero no sin ganas de continuar por donde iba con la joven reina.

-Está bien...-Murmuró la pelirrosa.- Anda, ven aquí.

Con una sonrisa ladina, la más pequeña volvió a juntar sus labios con la vigilante y ésta acomodó la cabeza en la almohada, dejando que Ashe se echara sobre ella y siguiera con los reconfortantes besos.

La mano de Vi viajó hasta situarse entre los muslos de la chica, acariciando la suave piel de la entrepierna y pasando sugestivamente los dedos por encima de la ropa interior. Ashe jadeó. La pequeña reina cortó el largo beso y escondió su cara en el cuello de la fuerte vigilante.

-Tócame...-Gimió suplicante contra la piel de Vi, consiguiendo que ésta se estremeciera.

Vi no podía ignorar la orden directa de una reina, y menos si la pedía algo como aquello. Con cuidado, la pelirrosa hizo a un lado las braguitas y comenzó a acariciar con suavidad la húmeda hendidura. Ashe chilló cuando los hábiles y ásperos dedos comenzaron a jugar con su clítoris. La chica jadeaba sin ritmo, necesitada de oxígeno mientras Vi trabajaba con tranquilidad y paciencia su intimidad. Cuando los dedos de ésta se empaparon con la esencia de la joven, comenzó a explorar su entrada con recelo. Metió ligeramente el índice y sintió cómo el interior presionaba contra él. La reina de Freljord era virgen. Comprobó que la monarca no se sintiera incómoda con la intrusión, pero los suspiros contra su cuello y su mano agarrando su camiseta de algodón dijeron lo contrario. Comenzó el movimiento de penetración y extracción, presionando el manojo de nervios con el pulgar.

Las caderas de Ashe se movían ligeramente contra su mano mientras intentaba respirar. Vi aumentó levemente el ritmo. Líquidos se escurrían entre las piernas de la chica, empapando los pantalones de la vigilante. Vi flexionaba y estiraba el dedo, tocando todos los puntos débiles de la muchacha hasta que alcanzó el clímax. Hipersensibilidad. Otro ligero movimiento y la reina tocó las estrellas una vez más. Otro más, otro grito.

Ashe abrazó débilmente el gran y cálido cuerpo de Vi. Ésta retiró la mano de su entrepierna y correspondió al gesto. Un momento de paz en el que las mentes de ambas se vaciaron. La reina empezó a repartir torpes besos por el cuello de la vigilante y movió su mano hacia sus pantalones, pero Vi la detuvo.

-Eh, tranquila...

-¿No quieres...?

-Soy bastante generosa en la cama, no necesitas esforzarte tanto...-Vi reconstruyó el abrazo.- Relájate. Ya habrá otro momento.

Ashe volvió a descansar sobre su pecho, agradecida.

Vi no sabía qué hacer después de aquello, pero quedarse en Freljord le parecía una idea bastante viable.