La Herencia Secreta De Los McCoy
Hola a todos, y bienvenidos a mi primer fic. En él explico qué fue de Alice McCoy tras el final de Digimon Tamers. Excepto el propio castillo, todos los lugares que cito son reales. Espero que no se les haga pesado, me gustaría que les gustase y me sentiría profundamente honrado si dejasen un review.
Ah, por cierto, Digimon no me pertenece( ¡Pero que me dices!¡Nunca lo habría imaginado! )
EL CASTILLO DEL CLAN
-No es tan grande como en la fotografía, Mr. Chapman.-
-Bueno señor, como le dije por carta, el año pasado demolieron el ala norte para ampliar el cementerio. De hecho, fue tras hacerlo que en el ayuntamiento se percataron de que su padre aún es legalmente el propietario del castillo.- respondió Mr. Chapman. Su chillona voz contrastaba con su estatura, de casi 2 metros, acentuada por su extrema delgadez. El traje negro que portaba y la palidez de su rostro habían provocado un escalofrío en Russell McCoy al verlo por primera vez.
-Bueno, da lo mismo- la cara de Russ se iluminó- estamos en Escocia, hacia más de 20 años que no venía por aquí.
-Claro- El lánguido Mr. Chapman miró su reloj de bolsillo, hecho de oro con incrustaciones de marfil, que levantó la admiración de Russ- umm, parece que el vuelo de su hija llegara a Edimburgo en menos de una hora.
-Cierto, deberíamos irnos ya. ¿Dónde dejó el coche?
-En la plaza señor. Quédese aquí mientras voy por el.- Mr. Chapman se dirigió al pueblo con paso ágil, dejando a Russ admirando el castillo del clan. Su castillo.
El edificio se encontraba en el pueblecito de Redwood, de unos 600 habitantes, y se ubicaba en el East Lothian escocés, el antiguo Haddingtonshire, bastante cerca de Edimburgo, y a solo 8 millas de la capital administrativa del condado, Haddington, de unos 9000 habitantes. Russ McCoy siempre paso allí las navidades hasta los 14 años, cuando su abuelo Russell murió. Durante los 20 años siguientes ni se había acordado de él, hasta que un día en Palo Alto, en la casa de su padre, Rob McCoy, cuando iba a tirar la basura (desde que sus padres se divorciaron, Rob se abstraía en su recobrada identidad de Dolphin ) no pudo evitar percatarse de una vieja foto del castillo en blanco y negro que le recordó su infancia. Junto a la foto había una carta del ayuntamiento de Haddington en el que informaban a su padre de que de no reclamar el castillo en 15 días, sería expropiado. Entonces tuvo una gran discusión con su padre, en la que él recordaba los buenos momentos de su niñez, que Alice también podría tener allí, y Dolphin se negaba a volver nunca a lo que él llamó "el pozo de desesperación". Al final, Russ convenció a su padre de que firmase unos poderes en los que le autorizaba a reclamar su añorado castillo. Aprovechando el próximo puente, había volado a Escocia el miércoles para detener la expropiación, el jueves había contactado con Alice para que fuese a Redwood, y el viernes por la mañana hay estaba, contemplándolo de forma evocadora. Durante todo ese tiempo no se había separado de Germaine Chapman, el abogado de la familia McCoy en Escocia.
Precisamente Mr. Chapman, o más concretamente el claxon de su amado Citroen 2cv amarillo en el que apenas cabía, le interrumpió de sus ensoñaciones. Alice llegaría pronto. Estaba seguro que el castillo, con su macabro pasado medieval, gustaría a su gótica hija, últimamente bastante deprimida.
-¿Algo no va bien, señor?- comentó el serio letrado escocés, que había notado triste mirada de su cliente.
-Nada, no se preocupe.- contestó Russ.- ¿Podría recordarme la historia del castillo?
-Por supuesto- dijo Mr. Chapman con apatía- En el siglo XV estas tierras pertenecían al conde de Haddingtonshire. Entre 1475 y 1480 mandó construir un castillo en Redwood como residencia de verano. Ese sería su cometido durante sus primeros años, pero al parecer en 1503 la condesa de Haddingtonshire fallecería en extrañas circunstancias; según las fuentes de la época se suicidó arrojandosé desde la ventana de su cuarto…-
-¿Cuál era su cuarto?- interrumpió Russ con curiosidad.
-Estaba en el ala norte que han derribado, señor- dijo Mr. Chapman contrariado.
-Ajá, tal vez debería demandar al ayuntamiento… pero por favor, prosiga- dijo Russ intuyendo el enfado del abogado.
-Bien, decía que aparentemente se suicidó, pero según la leyenda local la ventana de su cuarto estaba cerrada, y se dice que el conde la asesino porque se había vuelto loco por las deudas contraídas que le habían arruinado. Lo único cierto es que intentó vender el castillo sin éxito y quedó abandonado durante casi 4 siglos, hasta que Walter y Edward McCoy, dos hermanos provenientes de Aberdeen que habían hecho fortuna en California, lo compraron y reformaron casi por completo, dejando intacta el ala norte, en 1885. Aunque al principio vivían allí los dos con sus familias, Walter McCoy volvió a Oakland, California, en 1888. La familia de Edward McCoy vivió allí hasta 1970, cuando ya no quedo ningún familiar, y el castillo lo heredó Russell McCoy, nieto de Walter y abuelo de usted, aunque seguiría viviendo en Oakland. A finales de los 70 el ayuntamiento de Haddington quiso comprar el castillo, y tras una serie de desencuentros, presiones y una severa multa de la UNESCO a su abuelo, finalmente parecía que lo había conseguido. Precisamente cuando Russell regresaba a California tras supuestamente haber firmado ocurrió el trágico accidente aéreo en él que perdió la vida.- El abogado suspiró compungido, ya que en ese avión iba también Germaine Chapman senior, su padre.-Las administraciones se sucedieron y el año pasado, cuando fue urgente ampliar el cementerio de Redwood, demolieron el ala norte, es decir, la única parte del siglo XV que quedaba, provocando una inspección de la UNESCO en la que salió a la luz el contrato de venta, pero donde debía ir la firma se leía Fuck you!- Russ se sonrió a sí mismo- me lo hicieron saber y envié una carta a Rob McCoy, el dueño del castillo, junto a una amenaza del ayuntamiento al borde de la legalidad- Mr. Chapman tomó aire y preguntó-¿algo más, señor?-.
-Sí. ¿Los vecinos de Redwood permitieron la demolición?
-Los vecinos querían demolerlo entero. Creen que está maldito.
-¿De verdad?-fingió sorprenderse Russ, que recordaba el miedo que daba el castillo de noche.-Ah, parece que hemos llegado.
-Ummm, faltan 10 minutos para que llegue.- el abogado se volvió- Señor, si no es indiscreción, ¿su hija no es demasiado joven para volar sola?
-Ah, pero es que no viaja sola.
En es momento, salían de un avión procedente de San Francisco varias personas. De todas ellas destacaremos una extraña pareja. Ellos eran una niña rubia de 11 años, que vestía completamente de negro y de mirada triste, y un adulto de 39, de impecable traje negro, apariencia fría, y unas gafas negras que impedían adivinar su estado de ánimo. Inconscientemente abría y cerraba un zippo.
-Vaya, Alice, parece que hemos llegado pronto.-dijo el hombre.
-Si…-fue la contestación de la niña.
Mitsuo Yamaki observó a la nieta de Rob McCoy intrigado y dijó.- ¿Qué te paso en Shinjuku hace 2 meses?
Alice se puso nerviosa- Nada, bueno ya sabe, estaba con mi padre y mi abuelo en sus oficinas mientras…- en ese momento sintió una ráfaga de tristeza-…mientras ustedes salvaban al mundo.
-Es curioso pero yo nunca te vi, ni tampoco los tamers.- agregó Yamaki.
-No salí de la habitación, estaba asustada- contestó Alice poniéndose a la defensiva.
-Pudiera parecer que solo nos fijábamos en D-Reaper, pero yo no. Según las lecturas, un salvaje se realizó en tu habitación, fue dónde estaban luchando los chicos, desapareció y los chicos se fusionaron con los Digimons- declaró el jefe de HYPNOS.
-No se de que me habla, ¿A qué viene esto?¿ Por qué no dijo nada en casa de mi abuelo?- se exaltó la niña.
-Oh, parece que tu padre está esperando.-desvió el tema Yamaki.
Y así era. Russ y Mr. Chapman estaban a la puerta del aeropuerto apoyados en un antiguo, aunque cuidado, 2cv amarillo.
El nipón y la norteamericana salieron del aeropuerto, dirigiéndose hacia ellos. Russ les vió y corrió a abrazar a su hija, mientras Mr. Chapman le seguía serenamente.
-Eh, permitidme presentaros, Mr. Chapman esta es mi hija Alice.
-Encantado de conocerla, miss McCoy, su padre no para de hablar de usted.
-Este es Mitsuo Yamaki. Dirigió a mi padre con lo de D-Reaper.-continuó Russ.
Los dos hombres de traje se miraron. Yamaki mirando para arriba con inexpresividad y toqueteando su zippo y Mr. Chapman algo molesto por el tic de Yamaki.
-Encantado, es usted su… ¿chófer?- dijó Yamaki.
-Germaine Chapman, abogado.- contestó con mirada asesina.
-Señor Yamaki, muchas gracias por traer a Alice.-cortó el tema Russ.
-No hay de que. Pero discúlpenme, mi vuelo a Tokio sale en 15 minutos. Adiós señor McCoy. Adiós señor Badham- gruñido del letrado-… y adiós Alice.- añadió con aire misterioso.-disfruta del castillo.- y se fue
-Un tipo extraño el señor Yamaki ¿verdad, Alice?-
-Sí…
Tras esta feliz reunión, se metieron en el querido coche de Mr. Chapman y pusieron rumbo a Redwood, pero alguien les vigilaba tras unas gafas oscuras mientras un zippo se cerraba clink.
Durante el viaje a Redwood, Russ no paraba de contar las maravillas del castillo. A pesar de su reticencia inicial, Alice se mostró muy interesada.
Llegaron al castillo. Un muro de piedra desangelado con pequeñas ventanas y un jardín descuidado con bancos de piedra pintarrajeados entre este y la carretera fue la primera visión que Alice tuvo de la herencia de su bisabuelo.
-Bueno, cuando era niño la entrada estaba en el ala norte, pero la han excusó el dubitativo padre.
-No pasa nada. Me encanta, es tan… decadente.-argumentó la joven, más por animar a su padre que otra cosa.
Esas palabras ilusionaron a su padre más de lo que cabía esperar.- ¡Genial!Sígueme te mostrare por donde entrar, las caballerizas, los dormitorios, los torreones y todo lo demás. Mr. Chapman ¿Vendrá usted mañana?
-A primera hora, señor-. Respondió lacónico.
Y así, Russ McCoy enseñó a su hija el castillo donde pasaba las navidades de pequeño. Alice estaba encantada con todo ello pero una duda oscurecía su apacible corazón.
-Papá, tengo que preguntarte algo-. Dijo casi paralizada por el terror.
-¿ Qué te preocupa?- inquirió Russ con algo de miedo por la expresión de la cara de su hija.
-Pues…esto…como decirlo-balbuceó Alice.-¿Qué vamos a cenar?
-Oh no, se me olvidó comprar algo, ahora todo estará un momento.
Russ bajó las escaleras dejando a Alice esperando cuando de repente lo oyó, un sonido claramente metálico. ¿Pasos? Sí, sin ninguna duda eran pasos. ¿Podía ser una armadura? Antes habían pasado por la sala de trofeos, que estaba llena de armaduras del siglo XV, bastante viejas, y ese sonido era claro y constante. Su padre le había comentado la leyenda de la maldición y ella no le había creído. Pero después de conocer a Dobermon y todo lo que pasó en Japón hace 2 meses, ¿Cómo estar segura de dónde acababa lo real y donde empezaba lo sobrenatural? Y si los fantasmas existían quien podía asegurar que lo que oía no era…
-¿Dobermon?- se preguntó Alice.
En ese momento el sonido se detuvo. Alice esperó a ver si se reanudaba, y justo cuando parecía que se había ido para siempre, volvió a oír el sonido metálico, esta vez más rápido y se alejaba de ella.
Alice echo a correr hacía ese sonido. Afortunadamente para ella la parte decimonónica del castillo se distribuía en cuadrícula, y no le era difícil seguir el ruido, hasta que de repente cesó.
Alice recorrió corriendo la planta sin observar nada anormal, cuando oyó otra cosa bien distinta.
-¡Alice, cariño! ¿Dónde te has metido?- preguntaba Russ, visiblemente preocupado.
Alice se fijó en el lugar en el que estaba y contestó-Estoy en la sala de trofeos, papá- no pudo evitar fijarse en las armaduras- Papá¿ Por qué quieren derribar el castillo si hay armaduras del siglo XV?
-Ah, eso. Las armaduras son replicas de latón que mandó hacer tu bisabuelo. Ni se han molestado en quitarlas.- respondió Russ, contento al ver que el castillo realmente interesaba a su hija.
-Oh, vaya-dijo, no sin cierta desilusión, Alice, que en ese momento se fijo en su padre.-¿Qué llevas ahí?
-Esto es nuestra cena- sacando de la caja tres cuartos de pizza-Mr. Chapman pidió dos para desayunar pero nos sobro esto- dijo mientras se sonrojaba ligeramente.
-Está bien, no importa.- comentó la chica mientras pensaba interiormente en los guisos que su madre le hubiese preparado si se hubiera quedado en Oakland, hasta que recordó los sucesos de hace unos instantes.
Después de cenar, se fueron a dormir. Mientras estaba tumbada en la cama de la habitación que su padre le había asignado, recordó algo que había traído consigo. De su maleta saco una cajita azul cielo que contenía una baraja de cartas de Digimon que su abuelo le regaló hace mucho mientras pensaba en Dobermon.
Fue entonces cuando volvió a oir esos pasos metálicos, esta vez cerca de su habitación.
Salió de la alcoba, se ubicó, y la vió. Se trataba de una armadura rosada con un gran escudo en la mano que caminaba pausadamente. En ese momento se percató de algo, miró en la baraja que traía consigo y vio la carta.
-LordKnightmon-. Susurró para sí misma.
Sabiendo de lo peligroso de ese Digimon, le siguó a distancia y con disimulo. Su abuelo le dijo que ya no había Digimons en el mundo real. Se equivocaba.
Siguió a LordKnightmon durante un rato que se le hizo eterno y entonces pasó algo muy extraño: el rosáceo Digimon parecía descomponerse en interferencias y en ese momento desapareció, para sorpresa de Alice.
-¿Qué buscas aquí?- dijo una voz, pillándola totalmente por sorpresa.
