Petunia y Lily Evans eran dos hermanas que vivían en el número 4 de Privet Drive junto a sus padres y su gato, Gargamel, el animal más perezoso sobre la faz de la tierra.

Las dos hermanas se querían y apenas reñían, y cuando eso sucedía Petunia, la más mayor y por ende, la más responsable, cedía ante Lily y hacían las paces. Esta relación en equilibrio empezó a resquebrajarse el día en que las hermanas conocieron a un chico.

Ese chico se llamaba Severus Snape. Vivía al final de la calle de Las Hilanderas, situada en una de las peores zonas de la urbanización. De ese barrio nada bueno había salido y así se lo hizo saber un día Petunia a Lily:

- Me da mala espina. No deberías hablar con el, seguro que es un gamberro.

Lily frunció el ceño y le espeto:

- Tú solo tienes envidia, porque los dos somos magos y tú no- y sacándole la lengua se alejo del lugar donde ella estaba.

La relación entre Severus y Lily fue afianzándose a medida que las dos hermanas se separaban. Lily cada vez brillaba más y Petunia, se amargaba. Como hermana mayor le tocaba vigilar a Lily constantemente y ella, constantemente, estaba con Severus. "Que si vamos al parque", "que si vamos al bosque", "que si vamos al río"... los dos chicos se lo pasaban bien y en el fondo Petunia sentía lástima. Algunos días Severus venía completamente magullado y con un ojo hinchado producto de una rabieta de su padre, y sólo parecía alegrarse cuando Lily lo cogía de una mano y le proponía hacer alguna tontería. Entonces Severus sonreía y la seguía.

A Petunia le daba la impresión de que ese chico seguiría a su hermana hasta el fin del mundo.

Un día Petunia llego sola al parque donde cada tarde se daban cita los chicos. Severus la miro ladeando la cabeza y un movimiento imperceptible de sus pupilas le indico que buscaba a su hermana.

- Hoy no podrá venir.

El chico tan sólo la miró, sin responder. A Petunia que hiciera eso la ponía nerviosa, parecía como si debiera justificarse con algún profesor.

- Esta enferma, y como no tenéis teléfono no ha podido avisarte.

El chico se encogió de hombros sin dirigirle aun la palabra y de un brinco, se levantó del columpio donde estaba sentado.

- Vale...- miro al suelo y parecía realmente desilusionado. Se toqueteó distraído el morado que estaba curándose junto a su ojo izquierdo.

- ¿Te duele?- Petunia lo preguntó sin pensar. Cuando vio el morado por primera vez se asusto y creyó que ese chico necesitaba ayuda.

Severus, como dándose cuenta de su momento de flaqueza, endureció la mirada y fijo sus ojos en aquella muggle entrometida.

- No te importa.

- Sí me importa.

- No, no te importa.

- Sí.

- No.

Petunia frunció el ceño y se cruzo de brazos. El chico la miraba insistente.

- ¿ A que viene tanto interés?- se acerco un par de pasos a ella, a la vez que ella retrocedía ante su avance.

- Lily... pregunto por tu ojo...- respondió Petunia ruborizándose.

- ¿Y por que te pones colorada?

- Pues porque...porque...- Petunia se mordió el labio inferior, azorada- ...porque... me daba vergüenza preguntártelo, ¿vale?

Severus se rió. No era una risa cruel, ni hiriente era una risa de niño, sincera. El mismo tipo de risa que tan solo le había oído una vez al chico mientras jugaba un día en el parque con su hermana. Aun así a Petunia no le gusto que se rieran de ella.

- Eres idiota!!- le espeto y salio corriendo en dirección a su casa.

Al día siguiente, la escena volvió a repetirse. Severus esperaba a Lily en el parque, pero esta, debido a un persistente sarampión no podía acudir a su cita. Así que su hermana Petunia volvió a encargarse de la tarea de avisar al chico de que volvería a pasar la tarde solo.

Petunia se mostró reticente ante su hermana, pero Lily, después de un par de mohines y preguntar con pesadez exasperante, porque Tuney (como así la llamaba cariñosamente a su hermana) no quería ver a Sev consiguió que accediera.

De nuevo Petunia se encontró en el parque solitario y la figura del chico, se distinguía subido en uno de los columpios sin moverse apenas. Ella se acercó y él pareció no darse cuenta de que ya no estaba solo.

- Hola- lo saludo.

El chico la miro de reojo y susurro un hola apagado sin levantar la vista del suelo. Petunia creyó que era debido a la ausencia de su hermana por segundo día consecutivo.

- Lily sigue enferma y no podrá venir.

- Ya...- respondió el chico de forma vaga. A Petunia le pareció extraño, parecía como si le diera igual y además, no se mostraba orgulloso ni altivo como siempre hacia con ella.

- Eres muy raro, ¿lo sabías?

Entonces sí hubo reacción. Severus saltó del columpio y se encaró a ella, con los ojos brillando de rabia y la cara contorsionada. Petunia pudo ver que el morado casi curado del día anterior estaba atravesado y por una fea brecha aun sanguinolenta. Presa del estupor enarco mucho las cejas y tapo su boca sorprendida con sus manos.

- ¿Que te ha...?

- Nada, ¿entiendes? ¡Nada! Y no vuelvas a llamarme raro!!

Petunia solo acertó a asentir precipitadamente, Severus parecía fuera de si. Después del estallido de rabia, el chico se dio medio vuelta dándole la espalda a ella y volvió a sentarse en el columpio en la misma posición en la que estaba. Petunia se sintió culpable:

- Perdóname. No lo volveré a hacer mas.

Severus la miró.

- Da igual, márchate.

Petunia observo su rostro, parecía hacer verdaderos esfuerzos por no ponerse a llorar delante de ella. No tenia una gran opinión de el. No le gustaba y no le caía bien pero, su madre, mujer amorosa donde las haya siempre les decía "si alguien sufre, un abrazo y un beso suelen ser las mejores medicinas". De repente se sintió como si su cuerpo fuera el de otra persona y ella estuviera flotando en el aire viendo la escena. Se acerco e inclinándose un poco, le paso los brazos por los hombros al chico atrayéndolo hacia ella.

Severus, en un primer momento, no supo reaccionar y mantuvo las manos en las cadenas del columpio hasta que se soltó y, liberándose, la estrechó por la cintura. Petunia notaba como el enterraba la cara en su pecho y como temblaba ligeramente.

No supieron cuanto tiempo pasaron así, pero cuando se separaron y se miraron Severus la sonreía, tímido, con los ojos brillantes por las lágrimas, y ella, no sabia si por ternura o por pena, le paso una mano por la cara, limpiándole el rastro de las lagrimas y sujetándole el mentón, le dio un fugaz beso en los labios, tierno y dulce. Al separar sus labios, Severus ya no sonreía y la miraba y Petunia, terriblemente avergonzada le miraba a el, ruborizándose por momentos y deseando que la tierra se la tragara. El chico parecía que iba a decir algo cuando Petunia reaccionó y salió corriendo.

Ya nunca más volvieron a estar solos y juntos pero desde ese momento ambos se trataban con más cordialidad y ni siquiera la pertinaz Lily pudo averiguar el motivo de tal cambio.