Es de noche y en la calle llueve, lo sé por el sonido que produce el agua al chocar contra el suelo, y por algunas gotas furtivas que a escondidas entran por la ventana, abierta una rendija, lo justo para que el aire que nos envuelve no se haga pesado.

Te observo dormido, con el reflejo de la tenue luna llena, que aunque oculta, es capaz de iluminar tu torso desnudo. Sonrío al recordar que no llevas antifaz y siento el nudo que sentí la primera vez que vi tus ojos de color chocolate, que me miraban enrojecidos.

No te pregunté, me pareció una tontería, tan sólo me senté a tu lado y dejé que apoyaras tu cabeza en mi regazo. No parabas, y en pocos minutos, noté la humedad que producían tus lágrimas al finalizar su carrera por tu cara hasta mi piel.

Instintivamente te cogí de la mano y con la otra que me quedaba libre comencé a jugar con algunos mechones negros de tu pelo… como la oscuridad misma.

Paraste al poco tiempo y te fuiste susurrando un leve "gracias". Te pregunté por qué, y con una sonrisa, me respondiste que por estar ahí.

Esta situación comenzó a volverse rutinaria, tú me buscabas cuando estabas agobiado o cuando querías mandar todo a la mierda. Venías a mí, a tumbarte en mi regazo, a darme la mano, y a pedirme que te acariciara el pelo, como si fueras un niño chico.

No recuerdo a ciencia cierta cuando empezaron a cambiar las cosas. Supongo que fue el día en que, estando yo de espaldas, me cogiste de la cintura y me besaste en el cuello. Luego me volviste y me dijiste que no me querías, que me amabas como si sólo estuviera yo en el mundo, que yo y sólo yo era la causante de que te levantaras cada día.

Sólo yo.

Y me besaste.

Ese fue nuestro primer beso, que ahora, recordándolo, me hace lanzar una carcajada al aire, pero la reprimo enseguida para no alterar tu descanso.

Lo recuerdo extraño y un tanto forzado, porque la situación era rara, pero con el paso del tiempo llegaron a ser espontáneos.

Durante algún tiempo no avanzamos más, tan sólo besos a escondidas en algún rincón, y las miradas y sonrisas furtivas que intentábamos pasar desapercibidas de los demás.

Pero no tardamos mucho en llegar a nuestra primera noche juntos, que fue maravillosa, al igual que todas las demás que la han sucedido. Si cierro los ojos te veo abrazándome y susurrándome que no me vaya, que me quede hasta que el nuevo día salga… no me pude resistir.

Al despertar los vi. Tus ojos chocolate me saludaban junto con una sonrisa.

Te besé y me agarré a tu cintura, supongo que con miedo a que todo fuera un sueño y a que, por consecuencia, tú desaparecieras. Pero no lo hiciste.

Estuvimos un rato en silencio, hasta que decidiste hablar, preguntaste que qué haríamos con los demás, y por primera vez pensé en ellos. Discutimos un rato acerca del tema, pero al final quedamos en esperar.

Te mueves en sueños, susurrando palabras como "adelante, Titanes" o "voy a tirar esa consola a la calle". Yo vuelvo a sonreír.

Ahora me tumbo a tu lado, aun palmo de distancia de tu cara, que ha vuelto a relajarse tras un par de frases más.

Con un leve movimiento de mano, aparto un mechón que cruza tu frente el cual no me deja ver tu tez en todo su esplendor.

Y sigo recordando… en este momento llega a mi mente aquella mañana en la que los demás Titanes se enteraron.

Chico Bestia llevaba cerca de una semana atosigándome y preguntándome acerca de mi buen humor y mis pocas acostumbradas sonrisas.

Tú le veías y te reías por lo bajo, en señal de burla, pero rápidamente te ponías serio y metías cizaña, dándole la razón y escuchando sus tontas paranoias, cada una más absurda e irreal que la anterior.

Al final me cansé de tanta tontería y me marché. No porque estuviera enfadada, ni mucho menos, tan sólo necesitaba meditar un rato, dejar mi cabeza en blanco durante un rato, aunque, sinceramente, ya casi no me hace falta, porque desde que tú estás conmigo, mi mente está más relajada y tranquila que nunca.

Una hora y pico más tarde vuelvo a bajar al salón. Ya no había nadie, así que me senté, dispuesta a continuar pensando, pero no pude. En cuanto tomé asiento, tu cabeza estaba ya reposando en mi regazo.

Evité reírme, tan sólo alcé una ceja y pregunté si tenías un sexto sentido o algo parecido.

Reíste y dijiste que sí, que conmigo siempre tenías uno.

Después de un rato de absoluta paz y tranquilidad, el que tú estabas allí tumbado y yo leyendo, me quitaste el libro a la vez que te levantabas.

Antes de poder preguntar por qué habías hecho eso, pasaste tu mano tibia y suave por mi nuca, logrando erizar todo mi bello, y luego me besaste.

Algo chocó contra el suelo.

Nos separamos asustados, tanto que te empujé y caíste de espaldas del sillón. Cuando te levantaste miramos lo que produjo el ruido.

Los tres nos miraban asombrados, por no decir que sus mandíbulas rozaban el suelo o más abajo aún.

La primera en hablar fue Starfire para preguntar lo que era obvio, pero lo que los demás deseaban preguntar: "¿Estáis juntos?"

Yo asentí lentamente mientras notaba tu mano cerrarse sobre mi hombro.

Desde hace cuanto fue la siguiente, esta vez de boca de Cyborg.

Seis meses, contestaste.

El silencio volvió a establecerse sobre los cinco, levantándose como una gran muralla que nos separaba y alejaba. Por un momento pensé que estaban enfadados…

Por un momento…

Después del mismo, los tres estaban encima nuestro, felicitándonos y riendo, tú con ellos, y yo con Star, que me estrechaba a la vez que prometía hacernos un pastel de no-sé-que, para celebrarlo. Pero yo ya sabía como celebrarlo.

Despacio, me acerqué por tu espalda, ante la mirada de los otros dos, que te escuchaban hablar. Puse mis manos rodeando tu cuello, y te abracé antes de susurrarte lo mucho que te quería…

En que piensas.

Tu voz amodorrada me saca de mis pensamientos y de mis ensoñaciones. Me observas con esa mirada que me hace sentir desnuda ante ti, aunque yo ya lo esté.

Pensaba –susurré mientras que me cogias del brazo y me acercabas a ti.

Te quiero.


Madrid

25/4/05

A ti, por todas esas miradas a escondidas que me hacen más amenas las clases de lengua, que entre perífrasis verbales y oraciones subordinadas adjetivas, yo sólo veo tus ojos claros.