Estaba cansada, cansada de que cada verano terminase igual. Cuando se suponía que todo había cambiado y que eso significaría que la vida de todos ellos iría a mejor, cuando el mayor temor del mundo mágico había desaparecido y todos parecían felices ahí estaba ella, Hermione Granger. La alumna más brillante de la escuela Hogwarts de magia y hechicería era incapaz de encontrar su propia paz interior en aquella casa que le traía a la mente todo lo vivido con anterioridad. Aquella sucia estancia que se encontraba en la calle Grimmauld place de Londres, y en la que tantas veces se había refugiado.

Estaba sentada en lo alto de las escaleras que daban al segundo piso de aquella vieja y mugrienta casa pensativa y sola, mientras la familia Wesley, junto con Harry, Hagrid y McGonagall preparaban la mesa para la llegada del director; Albus Dumbeldore, para aquella cena de la orden. O lo que quedaba de ella.

-Hermione! Cariño ven a ayudarme con los platos por favor- la llamo amablemente la señora Wesley.

-Albus llegará dentro de poco, tengo ganas de saber si hay noticias de este curso en la escuela- Sí. Así era, Hogwarts había sido restaurado con ayuda de la magia de Dumbeldore y todos los alumnos de séptimo incluida la castaña debían hacer un curso equivalente al séptimo a causa de la gran batalla.

Todos se sentaron a la mesa una vez estuvo puesta y se dedicaron a hablar tranquilamente mientras esperaban al anciano hasta que un leve chirrido se escuchó en la entrada y a continuación una puerta se cerro de golpe.

-Hola?- Se escuchó la voz del anciano director.

-Albus! Por Merlín bienvenido!- exclamó el seño Wesley al ver al mago aparecer por la puerta y quedarse apoyado sonriente frente a todos ellos.

-no sabes cuanto me alegra tenerte aquí de nuevo, supongo que nos traerás notic…- Pero el señor Wesley no continuó hablando, la sangre se le heló completamente, bajó la mirada al suelo una larga capa negra cubría gran parte de las tablas de madera que había en el piso detrás de Albus, toso de quedó en silencio y la mirada de los allí presentes comenzó a subir con temor, una túnica eternamente negra que tan conocida se les hacía. La castaña también comenzó a recorrerlo con la mirada hasta llegar al cuello de aquella persona, pudo observar como una larga hilera de botones recorría todo su dorso. Pero a pesar de no tener el valor suficiente de subir la mirada sabiendo perfectamente de quien se trataba. Simplemente se dedicó a observar que el cuello de la túnica estaba ligeramente abierto, pero no fue piel lo que vio debajo, sino una venda con unos puntos alrededor de la misma, la joven se asusto al ver aquello y de golpe subió la mirada para encontrarse con los negros ojos de su profesor de pociones y exmortifago: Severus Snape.

-que… se puede saber que…- tartamudeó Molly Wesley con voz temblorosa

-que demonios hace ese… que…- la voz de Harry sonó odiosa, todos sabían de la historia y los motivos de las acciones pasadas del hombre pero muy pocos lo había perdonado con total sinceridad. Y Harry Potter no era uno de ellos.

-Que hace ese… ese traidor aquí Albus?- dijo Molly con la voz desencajada.

-Molly querida por favor acaban de darle el alta al chico en San Mungo…, y dentro de tres día comienzan las clases no creo que sea tiempo de mirar atrás. Necesita descansar…- Severus dio un paso atrás quedando apoyado donde anteriormente lo había estado Albus, no levantó la mirada del suelo tras apartarla de la castaña.

-ven hijo… siéntate…- empujo levemente al oscuro mago para de alguna manera obligarlo a acercarse a la mesa y lo hizo sentarse en una silla un poco apartada que quedaba entre la del anciano y Hermione. Todo seguía en silencio.

-Albus…

-Si querida?...- respondió el director atentamente al leve susurró que le dirigió la profesora de transformaciones.

-yo… no crees que no debería… Albus pienso que tras lo acontecido en los últimos años no debería dar más clases en Hogwarts. Los padres no lo admitirán! Por Merlín!.

Dumbeldore ignoró completamente las palabras de McGonagall y le dirigió una suave sonrisa.

-te recuerdo querida que sigue siendo MI escuela, y creo que Severus es un gran profesional en su materia… por lo que no veo razón alguna para suspenderlo en su materia.- ahí acabó la conversación y todo continuaron cenando esa vez en un completo silencio.

Al terminar la cena y mientras todos comenzaban una conversación sobre diversos temas para apaciguar levemente la tensión en la sala Hermione pudo ver como el director salía de la estancia con el oscuro mago tras de él y ambos subían escaleras arriba dejando que un estallido de murmullos de toda clase comenzase en la sala, pero la curiosidad pudo con las castaña y con la escusa de subir al baño siguió con cuidado de no ser descubierta a los dos hombres.

Logró ver a duras penas como Dumbeldore hacía que el hombre se sentase en una vieja cama y como él se sentaba en una butaca enfrente de él mirándolo con preocupación. Con algo de dificultad la castaña consiguió escuchar lo que decían.

-Severus… sabes lo que te dijeron en San Mungo y marcharemos todos a Hogwarts en apenas tres días, hazte las curas que necesites en la herida y descansa...

-no… no es necesario ya casi, ya casi esta curada no es nada…-La voz del hombre no había cambiado para nada, continuaba siendo oscura, fría y grave, pero daba la impresión de que le costaba hablar a causa del dolor que ello le causaba, fue entonces cuando la castaña recordó. Nagini.

-ese mostruo casi hizo que te desangraras hijo, no pretendas que me crea que ya estás…

-debería estar muerto!- intentó gritar el hombre con rabia llevándose una de sus manos al cuello y gesticulando de forma nerviosa con la otra.

-deberías dejar de decir tonterías, eso deberías…- le recriminó el anciano en un tono más serio del habitual.

-todo habría terminado ya, podría descansar…- sollozó el hombre llevándose sus dos pálidas manos a la cara-. El anciano lo miró preocupado –es de cobardes creer que la muerte todo lo soluciona…- El hombre miró al anciano con verdadero odio en los ojos. -NO VUELVA A LLAMARME COBARDE!- acto seguido comenzó a toser Hermione notó por la cara de dolor que pudo verle a Snape que Nagini llegó a dañarle las cuerdas vocales ya que aun le dolía al forzar la voz.

-no actúes como tal entonces- respondió bruscamente el anciano.

-quizás la Señorita Granger que parece muy preocupada por tu estado de salud pueda ayudarte con la cura hoy… Severus- dijo el anciano con una leve sonrisa y un suave brillo en los ojos, segundos después movió la mano señalando a la puerta y esta se abrió haciendo que la castaña callera de bruces ante el oscuro mago que la miró algo asustado y avergonzado, pero que como siempre supo mantenerse frio.

-Ya sabes que hacer Severus.- el maestro lo atravesó con la mirada.

-buenas noches señorita Granger…- y salió de la habitación con una sonrisa en la cara.

-pro… profesor Snape yo… lo… lo siento de veras me… creo que debería irme.

Y cerró la puerta todo lo deprisa que pudo echando a correr escaleras abajo sin poderse creer lo que acababa de pasar, dejando a un confuso Severus Snape sentado en aquella cama sin apartar la vista del punto en el que anteriormente había estado su alumna.