Y después de una angustiosa esperaaa... AQUÍ ESTÁ.
El POV JeanMarco de la historia: Nuestras vidas no nos pertenecen. (Para los que no sepan, es un ereri, y lo pueden encontrar en mi perfil). No es necesario haberlo leído para disfrutar de esta historia, (y tampoco al contrario). Si mis cálculos son correctos... y casi nunca lo son, este tendría que ser un twoshot.
¡El fic va especialmente dedicado a Velocicaptor por su cumpleaños! Lo hice con todo lo que te gusta, querida espero que sea como lo esperabas, gracias por siempre dar tus francas opiniones, me ayudan mucho y lo aprecio de verdad... aunque aveces no parece.
La historia ha sido beteada por Melia Jenifer Villena De La Torre.
La imagen que aparece le pertenece a Miyajimamizy, pueden encontrarla en tumblr.
Shingeki no Kyojin no me pertenece, todos los personajes le pertenecen a Hajime Isayama.
Una eternidad de eternidades
Muchas veces me han preguntado, Jean Kirschtein, ¿Alguna vez te has arrepentido de algo en tu vida?
La respuesta es sí. No importa a quién le preguntes, la respuesta siempre será la misma, y si no es así, si te responden con un "No, no hay nada de lo que me arrepienta", entonces estás hablando con un maldito mentiroso.
Yo siempre me consideré un niño normal, pero… eso sería lo primero que los "chicos anormales" dirían, ¿no? Es cierto, tuve una buena infancia, envidiable, dirían algunos. Mis padres tenían buenos trabajos así que las comodidades siempre me rodearon, aun cuando ellos no lo hacían.
Pero, de nuevo, que niño alguna vez quería sentirse sofocado por sus padres… a los once años.
¿Ya notaste mi sarcasmo?
Como sea, siguiendo con la historia, cada vez que tenía notas altas, la recompensa era un nuevo juego de video, ¿Perdía alguna competencia? Recibía una bicicleta nueva; ¿Se acercaba mi cumpleaños? Se hacían reservaciones en un restaurante de mi elección para mis invitados. En mi hogar los chocolates nunca se acababan, esto me llevó a ser un niño con algunas libras de más, que luego perdí gracias a la amable pubertad.
Pero eso es otra anécdota completamente diferente.
Todo esto fue antes de cumplir dieciséis años.
Ahora comprendo que no fue mi culpa, recibir todo lo que pedía con solo preguntar una vez, probablemente mis padres se sentían culpables por nunca poder estar presentes; ellos no eran malos y yo nunca los culpé. Una parte de mí creía saber por qué era tan consentido.
Sabía que tenía que ver con mis sueños.
Todos los días, desde que tenía memoria, soñaba con un chico de pecas y cabello negro, no sabía su nombre, jamás lo había visto, pero nunca quería dejar de verlo; sentía como si cada sueño era un regalo que debía apreciar. Él siempre me hablaba, y aunque cuando me despertaba no recordaba sus palabras, no me olvidaba de su voz. Era un niño, así que siempre pensé que se trataba de un ángel que me cuidaba.
Yo siempre le decía a mi madre acerca del extraño con sonrisa amable que aparecía en mis sueños, ella insistía que no era nada, que quizás era un transeúnte con el que crucé caminos una vez y la imagen de él había quedado tallada en mi mente; pero tal vez ella creía algo más, porque muchas veces visité al psiquiatra para hablar de eso; nunca obtuve alguna respuesta. Así que los sueños siguieron y comencé a hacer dibujos del chico con pecas; mi cuarto se llenó de ellos.
Debo hacerte saber algo, no siempre fui el hombre amable que soy ahora.
¿Por qué te ríes?
Bueno, créelo o no, antes era peor.
Y no tengo idea cómo, pero terminé con amigos.
Fuimos compañeros desde tercer grado, y éramos como hermanos. Estábamos, Connie, Eren, Armin y yo. A medida que pasamos, se sumaron unas chicas, Sasha y Christa.
Siempre fuimos muy unidos, hasta con Eren. Ya te he hablado de él; Hoy en día me doy cuenta que ambos éramos iguales, era por eso que chocábamos cada vez. La mecha de él era corta, y a mí me encantaba provocarlo. Gracias a eso me gané varias narices rotas y él también.
El grupo creció cuando Eren tuvo una hermanastra, Mikasa; tenía un hermoso cabello negro —siempre tuve una fijación por cabellos negros—, Jaeger ganó una hermana pero perdió una madre, se escuchaba como un muy mal chiste.
No era como si la vida de todos era perfecta, Christa vivía con un padre bastante violento y una madre fabricada por pastillas automedicadas; Armin solo tenía un abuelo como familia, al que él debía cuidar; Mikasa perdió ambos padres al mismo tiempo; yo, prácticamente, era un huérfano rico. Todos éramos el remate de la broma que era la vida, quizás eso nos hizo permanecer juntos.
Todos estábamos un poco rotos.
Los años siguieron pasando.
Estábamos en el primer año de secundaria y yo tenía el enamoramiento más tonto en Mikasa. Era inmaduro, me gustaba verla, pero no tenía idea qué decirle cuando hablaba con ella; o quizás me gustaba porque me deleitaba hacer enojar a su hermanastro celoso.
Mientras tanto, en las noches, siempre me encontraba con el ángel de cabello negro y pecas.
Una mañana, la primera del año lectivo en la clase de literatura, tuvimos un nuevo compañero; yo le estaba arrojando bolas de papel a Eren y él desmembraba un borrador para usarlo como proyectil, la riña empezó porque discutí con él acerca de quién ganaría en una pelea entre Iron Man o Batman, yo aposté por Batman.
No estaba prestando atención, era extraña la vez que lo hacía. El profesor llamó mi nombre con desaprobación, era un hombre muy bajo para su edad algo que podría quitarle lo intimidante, pero lo compensaba con su carácter apático y cruel; empezó a amonestarnos, mi castigo consistía en ser el guía del nuevo chico por el día y que él se sentara a mi lado.
Estaba un poco molesto, yo no era conocido por mi carácter jovial, y ahora tenía que ocuparme de un chico confundido y asustado.
Él se sentó en la mesa de a lado, intenté mirar hacia otro lado, el chico llamó mi atención y se presentó.
—Me llamo Marco, Marco Bodt.
Resoplé con enojo, pero lo encaré y contesté.
—Jean Kirschtein.
Me quedé sin aliento cuando lo miré, ahí frente a mí, a menos de cincuenta centímetros estaba el extraño de pecas y cabello negro que había plagado mis sueños desde que tenía memoria; me congelé en el lugar, no tenía idea qué hacer. ¿Qué le dices a alguien con quién has soñado toda tu vida y nunca has conocido? Marco notó mi extraño comportamiento, pero solo sonrió y me preguntó si estaba bien.
No era capaz de encontrar mi voz así que solo asentí y regresé a mis apuntes, ya ni siquiera quería seguir discutiendo con Eren.
El profesor Levi siguió impartiendo la clase, yo no pude entender nada, estaba demasiado consciente de la presencia Marco, él me preguntó algunas cosas a lo largo de la lección, no pude hacer más que responder con monosílabos o gruñidos; tampoco podía mirarlo o hablarle; y la manera como él decía mi nombre cada vez, me hacía sentir náuseas. Cuando él tocaba mi hombro para llamar mi atención, sentía una corriente de electricidad recorrer todo mi cuerpo, me sentía expuesto.
Era demasiado, así que cuando sonó la campana, fui el primero en levantarme y retirarme.
No le volví a hablar en todo el día.
Fui un idiota, este pobre chico me hablaba por ser amable, estaba solo en una academia nueva y yo solamente me lo sacudí como si fuera polvo.
Al siguiente día, intenté ignorar con todas mis fuerzas todos los sueños que alguna vez había tenido con ese tipo y quité los dibujos de mi cuarto. Él se integró rápidamente a los chicos, a todo el mundo le agradaba Marco; resulta que era genuinamente amable, gracioso y caritativo. Él era vecino de un chico que iba un año delante de nosotros, se llamaba Reiner, y él nos presentó a Bertholdt, su mejor amigo. No pasó mucho para que nuestro grupo creciera un poco más.
Marco disfrutaba hablar con todos, no importaba si eras estoica como Mikasa, o un idiota como Eren, un cerebrito como Armin o un descerebrado como Connie; el pecoso tenía la facilidad de agradarle a todos… claro, excepto a mí, yo me mantenía alejado cuando él se encontraba en la habitación.
Pero… aun así… me agradaba verlo.
Me divertía el pequeño gesto que hacía cada vez que estaba confundido, fruncía el entrecejo y el puente de su nariz, sus pecas se miraban graciosas en la piel arrugada; cuando se reía siempre se rascaba la nuca; cuando estaba nervioso jugaba con la manga de su camisa; y cuando pensaba que nadie lo estaba mirando, pinchaba las pecas de sus brazos, hundiendo la piel.
Ahora, cuando hablaba conmigo era un caso completamente aparte, siempre sentía náuseas; no era su tono de voz, no eran sus palabras; pero algo pasaba cada vez que Marco decía mi nombre. Sentía que caminaba en una cuerda floja y tarde o temprano caería a un lado o al otro.
Tenía miedo, pues no sabía si había algo que me atraparía cuando lo hiciera o sería bienvenido por sombras y vacío.
Recuerdo vívidamente cuando fue que me caí de esa soga, era de noche, pero nos pusimos de acuerdo en encontrarnos en un café que habían inaugurado cerca de la academia Rose donde asistía. Utgard se llamaba, y estaban buscando nuevos empleados.
Armin y Christa quisieron probar su suerte.
Todos habían llegado, excepto Marco. Me sentía inquieto por ninguna razón, la noche estaba fría y no eran ni las nueve de la noche, pero yo me quería ir de ahí; era como si un sexto sentido me estaba advirtiendo de algo que estaba por ocurrir.
El par de rubios estaban siendo entrevistados, mientras que Eren, Mikasa, Sasha y yo, estábamos esperando al chico con pecas.
Eren estornudo algunas veces sin aviso, así que Mikasa, siendo la hermana sobreprotectora que era, le aconsejó que debían entrar y comprar algo caliente antes que él se terminara enfermando. Después de bastantes reclamos por parte del idiota, y miradas incómodas entre Sasha y yo, él terminó aceptando y entraron al café.
Yo le sonreí a Sasha y moví mis labios para formar la palabra 'perdedor' refiriéndome a Eren, la chica de la coleta me devolvió la sonrisa y metió ambas manos en la bolsa de su pantalón.
Escuchamos un 'Ey!' frente a la acera de donde estábamos, giré mi rostro y me encontré con los ojos color bourbon de Marco, me sobresalté al verlo y sentí que mis dedos se pusieron helados; había algo en aquel chico pecoso que siempre me hacía sentir nervioso, pero no sabía qué.
Tu pregunta fue si me he arrepentido de algo… pues siempre me arrepiento de no haber visto a los lados esa vez.
Marco, el muy idiota, nos saludó con una sonrisa de oreja a oreja, si alguien más hubiera sonreído así, se vería como un verdadero imbécil, sin embargo…
…a él le quedaba bien.
Él comenzó a caminar hacia nosotros, cruzando la calle pavimentada, mi sonrisa se borró cuando escuché la bocina de un camión resonar con fuerza, se dirigía a toda velocidad hacia Marco.
Nunca olvidaré como se miraba su rostro, iluminado por las luces incandescentes y su rostro contorsionado en una expresión de terror.
Grité su nombre a todo pulmón, pero mi voz fue ahogada por el claxon del vehículo.
No quería que Marco muriera, sentía que era mi deber protegerlo.
Corrí hacia él cuando el automóvil pasó y Sasha también, Marco estaba en el suelo, sobre su trasero; al alejarse del camión, debió caerse al piso. Me hinqué a su lado y halé el cuello de su camisa con fuerza, no me importaba si estaba siendo duro con el tipo.
—¿¡Estás loco!? —Le grité completamente furioso— ¡¿Eres un idiota?! Pudiste haber terminado en el hospital, ¡O peor!
Marco intentó zafarse de mi agarre, pero yo no me movía.
—¿Qué diablos te pasa?, ¡No vuelvas a hacer eso! Sé un poco más cuidadoso con tu vida —regañé.
El pecoso pareció sorprenderse ante mi tono.
—De acuerdo, ya entendí. —Me hizo saber, era la primera vez que yo le había hablado tanto; él quitó mis manos de su camisa, un poco asustado, seguramente procesaba lo que acababa de ocurrir—. Lo siento, la próxima vez seré más cuidadoso, Jean.
¿De donde habían salido las palabras que le dije? ¿Por qué había sentido tanto miedo al imaginar a Marco…? No pude terminar el pensamiento.
Además, ¿por qué estaba tan seguro que Marco podría morir?
Una imagen se cruzó en mis ojos con una luz cegadora como rayo y me alejé rápidamente de Marco, como si su piel me hubiera quemado, él me miró como si estuviera tratando con un demente. Corrí hacia adentro del café Utgard. ¿Qué había sido eso? ¿Y por qué no me podía quitar de la cabeza esa macabra imagen?
Sabía dónde estaba ubicado el baño así que corrí y me encerré en uno de los cubículos, mis rodillas se rindieron y caí; vomité en el inodoro violentamente; estaba seguro que estaba dejando todas mis entrañas en el "trono" de porcelana, pero no podía parar. Me sentía enfermo, asqueado, con angustia y tenía miedo al mismo tiempo.
No podía quitar la imagen de Marco sin la mitad de su rostro de mis ojos.
Se miraba tan real que me estremecí una vez más, él yacía en el suelo, recostado sobre una pared, como si se tratara de un muñeco de trapo roto que alguien arrojó a la basura sin cuidado. La parte derecha de su rostro, junto con su torso parecían haber sido arrancados con… con…
Dientes.
Volví a vomitar con fuerzas renovadas.
Puedes llamarme demente, o puedes negarte a creerme, pero sé de lo que hablo cuando te digo que ese día, en esa caseta, arrodillado y sin aliento, me di cuenta que algo más grande que nosotros existía. Que todos no somos más que formas efímeras y repetitivas en este ciclo llamado vida. Nacemos, crecemos, morimos y luego el ciclo se vuelve a repetir. Estamos en este mundo solo por unos años, que no son más que segundos para el tiempo y para la tierra.
Yo sabía quién era Marco, ya había conocido a un chico con pecas, cabello negro y ojos cobrizos que vivía en un pueblo llamado Jinae. Un chico dulce, gentil, con potencial de ser un gran líder que al final fue asesinado sin ninguna razón, sin algún significado, y sin compañía.
Asesinado por gigantes.
No… por titanes.
Esta no era mi primera vez sobre esta tierra; recordé días, en donde yo era un soldado, luchaba contra los depredadores de la humanidad. Viviendo día tras día con miedo a ser devorado, pero temiendo más decepcionar a una pila de cenizas que dejaron de tener nombre.
Todos mis conocidos, o la mayoría de ellos vivieron conmigo, otros murieron de la misma manera que Marco, mutilados, devorados, reducidos a fragmentos no mayores que una mano; las imágenes eran demasiadas y yo seguía vaciando mi estómago. Quería desmayarme, para dejar de ver esos recuerdos, para dejar de sentirme tan enfermo.
Mi mejilla hizo contraste con la helada superficie de cerámica y fue como un poco de descanso con el infierno que pasaba en mi cabeza. Cerré los ojos mientras jadeaba lentamente; escuché unos pasos y la puerta del baño cerrarse. 'Lo que faltaba' pensé 'Alguien para mirarme de esta forma y burlarse de mí'. Probablemente se trataba de Eren, ese hijo de puta se vengaba cada vez que tenía oportunidad.
—¿Jean? —escuché la voz de Marco.
'Maldición, se trata de alguien peor'
—¿Sí? —pregunté sin fuerza alguna, deseando que en ese momento mi cuerpo estallara en una combustión espontánea para no encararlo.
No era que odiara a Marco, nada por el estilo; pero tenía miedo que mirarlo a la cara desencadenara más recuerdos difíciles. Me pregunté si él recordaba que fue un soldado devorado vivo por una deforme criatura.
Los pasos pararon detrás de mí, yo giré mi rostro lentamente para verlo, él me miraba con lástima.
—¿Te quedaste sin palabras por mi inmensa belleza? —pregunté para quebrar el hielo.
—Tienes un poco de vomito bajando por tu mentón —respondió señalando su barbilla.
Me reí, mientras maldecía bajo mi aliento, limpié mi rostro con papel higiénico y me puse de pie. Seguía sintiéndome como un pedazo de mierda, pero no dejaría que los demás lo notaran; prefería mil veces rodearme de personas que regresar a mi solitario hogar y que éstas imágenes me ahogaran, con un recuerdo a la vez. No sabía de qué podría ser capaz por mi cuenta si estaba solo, pero no quería averiguarlo.
—¿Te sientes bien? —Cuestionó Marco.
—Sí, sí, creo que la comida de la cafetería me hizo daño en el almuerzo. —Mentí, porque ¿quién me creería si decía que acababa de recordar otro tiempo en donde yo estuve vivo?— Lo lamento, por haberte gritado de esa forma.
—No te preocupes —dijo sin rencor—, fue mi culpa por ser tan descuidado.
Pareció ser suficiente, pues desistió en preguntar más acerca de mi salud. Salimos y nos sentamos en una mesa de la esquina, todos nos estaban esperando ahí.
—¿Estás bien, Jean? —Preguntó Christa, sus cejas estaban fruncidas, llenas de preocupación.
—Sí, amigo, solo te vimos correr hacia el baño; apuesto que comiste chili picante otra vez —rio Connie.
—¿Otra vez? —Preguntó Marco, amenazando con reírse.
—Cállate. —Señalé al pecoso y levanté mi dedo medio hacia Springer.
Marco se sentó con ellos y yo lo seguí, empezaron a charlar, aparentemente Christa y Armin habían conseguido el empleo y comenzaban la siguiente semana; el trabajo parecía bastante fácil, debían actuar como meseros un turno y el siguiente debían estar detrás del mostrador, preparando batidos y cafés.
Las náuseas amenazaban por volver cuando miré a mí alrededor, los rostros de los que estaban presentes, muchos de ellos habían muerto y yo recordaba sus cadáveres; pero así como habíamos fallecido, regresamos a la vida otra vez. Nos encontramos nuevamente, teniendo otra oportunidad para enmendar errores, y repetir felicidades.
—Creo que ya es hora de irme —anunció Armin mirando su reloj y poniéndose de pie—. Mi abuelo se preocupará si no regreso.
Como si fuera señal, Mikasa y Eren se pararon también. Eso no estaba bien, yo aún no quería regresar a mi vacía casa, no cuando todavía podía escuchar los gemidos de los titanes, hambrientos por la carne humana.
—¡Oh, vamos chicos! No sean aguafiestas —me burlé—. ¿Qué dicen si todos nos dirigimos a la casa de Jaeger para una sesión de videojuegos para que yo patee todos sus traseros?
—No dejaré que vayas a mi casa solo porque quieres coquetearle a Mikasa —señaló Eren casi gruñendo.
Abrí los ojos y sentí mis mejillas ponerse cálidas, eso no era verdad, la miré, ella no me prestaba atención; ignorando el comentario de su hermano. Bajé mi cabeza en vergüenza y enojo, maldiciendo bajo mi aliento.
—Lo siento, Jean —rio Connie—, mis padres me esperan temprano, estoy castigado porque robé el carro de papá una tarde.
—Jódanse todos —dije con enojo.
—Puedes quedarte en mi casa si quieres —ofreció Marco con una sonrisa—, tengo videojuegos, solo que seré yo quien te patee el trasero.
Sonreí, se escuchaba tentador.
—Ya veremos, pecas —acepté.
Nos despedimos y acompañé a Marco a su casa, no quise ir a mi hogar a traer ropa para el siguiente día, no sé por qué. Creo que no quería pasar ni un momento a solas, mi mente se encontraba frágil; le pregunté al pecoso si podíamos comprar dulces y sodas, tal vez si me intoxicaba con azúcar podría olvidar que había reencarnado en (aparentemente) un adolescente normal. Él aceptó y gastamos todo nuestro dinero en golosinas.
Cuando llegamos, su madre recibió a Marco con un abrazo, él intentó alejarse de ella cuando recordó que yo estaba ahí. Ella me miró y mi amigo nos presentó, su madre me abrazó fuertemente, pecas intentó separarla y romper su trampa de mí, un poco avergonzado. Yo solamente sentía raro que ella abrazara a un completo extraño con tanta facilidad. Una parte de mí empezó a entender la razón por la que Marco era como era.
Su pequeña hermana era un poco más tímida, me saludó desde lejos y casi no me dirigió la palabra; pude notar que ella estaba llena de pecas al igual que Marco y tenía el mismo cabello azabache.
Recuerdo que al siguiente día no teníamos que asistir a la academia, quizás era fin de semana o talvez un día festivo, bueno, eso no importa.
Lo que sí puedo decir, fue lo que pasó en la casa de Marco; cumpliendo su palabra, jugamos videojuegos, fue un contrincante bastante digno, debo admitirlo, pero no lo suficientemente fuerte.
De acuerdo, de acuerdo, no tienes que ser sarcástico… Él ganó, fue una victoria aplastante; aunque después le hice creer que yo había dejado que él me ganara. Cuando nos aburrimos de eso, preferimos mirar una película; pero todas las que Marco tenían era animadas porque las había comprado para su hermana.
Un detalle que se me había olvidado, Marco siempre fue apegado a su familia.
Después de gastar más de una hora buscando una película para poder mirar, terminamos encontrando una francesa, era de terror. Se llamaba "Rubber", y trataba sobre un neumático que tenía vida y poderes psíquicos.
La película sonaba como lo más estúpido que había escuchado.
Así que cuando su hermana y su madre se habían ido a dormir, Marco y yo nos encerramos en su cuarto. Tomé prestado una camisa que me quedaba holgada y unos pantalones que arrastraba por el piso; la ropa de él era muy grande para mí, pero no me sentía incómodo, olía muy rico, seguramente era el suavizante que su madre usaba.
Nos acomodamos con nuestras frituras y bebidas, apagamos las luces y la película comenzó.
Era peor de lo que había pensado.
La historia no tenía sentido alguno, las muertes eran cómicas y, ¡el maldito neumático tenía vida propia!
Seguramente eran las cinco latas de soda Mountain Dew que tomé, o la gigante bolsa de dulces o todas las frituras que nos acabamos entre los dos, o tal vez era la puta película… pero no podía parar de reírme.
Marco tampoco.
El pecoso intentó callarme, fallando miserablemente cuando no pudo evitar las carcajadas escaparse de su garganta; eso solo causo que me riera más fuerte, intentó codearme en el costado, yo se lo devolví. Jugamos así un rato, ignorando la película completamente.
Él sostenía un regaliz en los labios e hizo una imitación, lo usaba como si fuera un cigarro con una boquilla larga, imitaba a un ricachón, de esos de los años veinte que salían en las películas. Se veía como un completo payaso, eso reavivó nuevas carcajadas, pequeñas lágrimas salieron de mis ojos; él se sostenía la barriga como si le doliera reír.
Cuando se nos acabaron las ganas de seguirnos riendo, estuvimos ahí, acostados en el suelo recuperando el aliento; la película seguía rodando. Estaba perdido mientras miraba el techo, pensaba en todo, que quizás no estaba completamente consciente del hecho que había muerto y reencarnado, que estaba cansado de ser ignorado por mis padres. Mis labios se movieron sin pensar y no estaba seguro de lo que había dicho hasta que las palabras abandonaron mi boca:
—Odio estar solo…
Me congelé cuando supe el significado de lo que acababa de decir.
Antes que me diera cuenta, Marco se había levantado del piso; yo seguía mirando al techo, él se acercó a mí, sentándose sobre sus rodillas, ambas a un lado de mi cabeza y me miró hacia abajo, la luz cambiante de la televisión dibujaba formas extrañas en su rostro. Por alguna razón la escena se sentía bastante surreal.
—No estás solo, Jean. —Me dijo como si de verdad me conociera.
Tal vez lo hacía, después de todo, yo sí lo conocía a él. Preferí cambiar el tema, renunciando a terminar de ver la película.
—¿Nunca has pensado en la reencarnación? ¿Qué, tal vez, somos puestos en esta tierra nuevamente por algún asunto inconcluso? —Pregunté, mirando al techo, lamiendo mis labios con el deseo de tomar un poco de agua.
—¿Algo así como regresar a la vida en el cuerpo de un tigre? ¿O adentro de una rata, dependiendo de qué tan bueno has sido? —cuestionó él, algo confundido.
Me carcajeé ante la ridiculez de lo que había dicho, pero ahí comprendí que Marco no recordaba nada.
—Olvídalo, es el Mountain Dew hablando. ¿Por qué te mudaste a Sina, de todas formas? —Cambié el tema nuevamente, esa había sido una noche muy extraña para mí.
—Mi madre se divorció de mi padre, toda la pelea fue bastante desagradable, quedaron en muy malos términos y ella quiso empezar desde cero en una ciudad diferente —fruncía sus cejas con dolor, pero yo no podía dejar de mirar las pecas del puente de su nariz, casi pasaban desapercibidas si no fuera por el resplandor de la pantalla.
—¿Por qué? —pregunté sin pensarlo.
—"Diferencias irreconciliables" decía el acuerdo, supongo que no había una casilla de: Se aburrió de su familia y prefirió conseguirse otra —era la primera vez que su voz se escuchaba así de frágil.
Al parecer el perfecto Marco no tenía una perfecta vida.
—Lo siento —me disculpé, porque no sabía qué más decir.
Él negó con la cabeza, intentando que pareciera como si no le importaba.
—Mis padres creen que hay algo muy malo con mi cabeza —dije. Supuse que ese era el momento de "ponerse profundos" o algo—. Intentan ignorar que hay algo que no controlan fingiendo que no existe.
Tal vez sí lo estaba, dudaba que hubiera otra persona que recordara algo de una vida pasada llena de "Titanes"; pero no le contaría eso a Marco. Un: "Oye, ¿Te acuerdas de cómo moriste masticado de la mitad de tu rostro y cuerpo?" no sonaba como la mejor frase para socializar.
—¿Estás mal de la cabeza? —Preguntó en un tono divertido, quizás para intentar hacerme sentir mejor, o para aligerar la pesada atmósfera que se había formado.
—Solo lo suficientemente perturbado para considerar normal en un adolescente —le contesté riendo.
Él se unió a las risas.
Sí, todos estábamos un poco rotos.
—Hazme un favor y no le digas a los chicos que fui amable contigo —pedí como una mierdecilla, con una sonrisa socarrona y una ceja enarcada—, debo mantener una fachada de que no me importa una mierda.
—Tu secreto está a salvo conmigo, Jean Kirschtein —me prometió, levantando su mano derecha, haciendo un puño sobre su corazón.
El muy idiota no sabía que estaba haciendo el saludo que, una vez en otra vida, se le había enseñado.
Seguimos mirando la película pero habíamos perdido el hilo de la historia completamente, cuando acordamos, el maldito neumático se había convertido en un triciclo y ahora tenía su propio ejército de más neumáticos. Marco me miró confundido, yo simplemente me encogí de hombros y apagamos el televisor.
Él me dijo que tomara su cama, que él dormiría en el suelo, yo le dije que dejara de hacer tantos sacrificios, podía sobrevivir una noche durmiendo en el piso. Me tomó de unos largos minutos convencerlo, pero lo logré al final; de todas formas, era su propio hogar, tenía derecho a dormir más cómodo que yo.
La luz se infiltraba a través de una cortina y pintaba toda la habitación de diferentes matices de azul. El alboroto en mi cabeza había bajado a nada, y por primera vez en toda la noche me sentía en paz, Marco era bueno para mi cordura, debía mantenerlo cerca. Estaba por dormirme cuando su voz me despertó.
—Jean —dijo suavemente, quizás tenía miedo de despertarme, yo dejé salir un gruñido para indicarle que lo escuchaba—, eres una muy buena persona, aunque lo intentes disimular con tu arrogancia. —Podía imaginar la sonrisa en sus labios en ese momento—. Eres un gran amigo, estoy seguro de eso.
Nadie me había dicho eso nunca, así que no sabía qué decir.
Resoplé.
—Duérmete, pecas —le dije y cubrí mi rostro con el edredón, resignado a dormirme.
Intenté ignorar la sonrisa que se deslizaba a mis labios.
Todo fue viento en popa desde ahí, sentía que yo podía seguir mi amistad con él, donde la habíamos dejado en el pasado; y Marco… no tengo idea qué era lo que ganaba por estar conmigo.
La desventaja de tener el mejor amigo perfecto era que varias personas lo querían para ellos. Yo lo odiaba, la manera como se le acercaban, con sonrisas y con palabras amables… ¡No era justo! Marco era MI amigo, no el de ellos. Era estúpido e inmaduro pero no me importaba; tenía celos, y temía que él se diera cuenta que habían personas más agradables que yo.
—¿Tienes otro mejor amigo? —Le pregunté sin vergüenza alguna, todos los que me conocían sabían que yo decía lo que estaba en mi cabeza sin pensarlo dos veces.
—¿Qué? —Me preguntó desconcertado, luego se rió— Claro que no, ¿por qué lo dices?
Estábamos en el salón de clases, y el profesor de química tardaba en venir.
—Te estás llevando bien con todos últimamente, en especial con Armin —dije amargamente.
Marco se rio más fuerte, sus mejillas se tiznaron levemente de rosa, seguramente por las risas.
—¿Te estás riendo? Eres un idiota. —Me comencé a enojar, yo no estaba de bromas, me levanté de mi mesa de golpe.
—¿Quieres calmarte? —Me pidió, tomando mi muñeca—. No te preocupes, seguiré siendo tu mejor amigo solo hasta que sepas como vestirte.
Señaló mi uniforme, los pantalones yo los usaba más ajustados de lo que dictaba la norma y también lo combinaba con una bufanda porque odiaba como se miraba el uniforme, demasiado soso.
Lo gracioso del asunto, eso fue antes de saber que yo era bisexual.
—Vete a la mierda Marco, ¡esto es tener estilo! —informé con una sonrisa, eso me hizo ganar una carcajada de mi amigo pecoso.
—¿Hasta los anteojos de marco grueso? —Me preguntó con una sonrisa irónica.
—Esos son para ayudarme a leer —me excusé.
—Sí, claro —aceptó, pero yo sabía que lo había dicho con sarcasmo.
—Todo el mundo cree que eres un ángel, Marco, pero tú también eres una mierda —hice saber.
Se acercó a mí y me susurró un: "Nadie te creerá".
Yo me eché a reír.
Luego, con toda seriedad, le hablé nuevamente.
—Pero, cuando una chica venga y tú quieras salir con ella, ¿entonces yo seré el segundo lugar? ¿Verdad?
Marco no contestó, solo hizo una mueca.
Yo me enfurecí por eso, pero no dije nada.
No volvimos a hablar del tema, Marco pareció olvidarlo completamente, pero yo no pude hacerlo; se suponía que esta nueva oportunidad era para proteger a mi amigo, aunque no había ninguna amenaza. Estar para él como lo estuvo para mí, cuando yo flaqueaba.
Ese era mi encargo, no enjaularlo solo conmigo.
Un día, todos nos encontrábamos en mi casa, Marco estaba cerca de la puerta de cristal que dirigía hacia la alberca, ensimismado en sus pensamientos. Un flash lo regresó a la realidad.
—¿Huh? —Se restregó ambos ojos, seguramente todavía miraba luces cuando cerraba los ojos.
—Foto sorpresa —avisé, riéndome, con el arma homicida en mis manos, una cámara polaroid que había comprado con mis ahorros. Los chicos habían dicho que la cosa era obsoleta y sería estúpido comprarla —Marco entre ellos— pero eso solo me sirvió para aumentar mis deseos de ir y conseguirla.
La foto que había tomado salió y la tomé entre mis dedos, comenzando a agitarla; después de unos segundos la miré, Marco estaba viendo hacia un lado, ausente, la serenidad le agregaba un poco más de años.
Le saqué mi lengua en burla y me uní a los demás, estábamos haciendo una barbacoa en el patio trasero, a orillas de la alberca. Continué tomando fotos a todos, siempre me había gustado hacerlo. Cada fotografía era un recuerdo tangible de un momento en nuestras vidas; el tiempo era efímero, amistades terminaban, vidas acababan, palabras herían, pero una fotografía nunca cambiaba.
Aún tengo la que le tomé a Marco esa tarde, los colores están gastados y el papel está frágil, pero jamás soñaría con perderla.
Sin que nadie me notara, me quité la camisa y mis zapatos; todos los chicos estaban esperando a que Sasha terminara de preparar la carne, así que aproveché el momento y tomé a Eren con fuerza, él comenzó a forcejear, pero yo era más grande. Antes que el idiota se diera cuenta, lo arrojé a la alberca; segundos después salió del agua, respirando grandes bocanadas de agua, yo me comencé a burlar mientras él maldecía mi nombre ávidamente.
Estaba celebrando mi victoria cuando noté unas manos en mi espalda, en segundos, mi rostro impactó con el agua y mi cabeza dio vueltas ante el cambio de temperatura. Salí a la superficie para respirar y me encontré con la sonrisa come-mierda de Connie.
Ymir, una chica nueva que se había agregado a nosotros, Christa la conoció en el café Utgard, era alta, morena y tenía pecas; ella empujó a Marco y a Connie al mismo tiempo, salpicaron a todos los que quedaban alrededor. Todos olvidaron la comida y se arrojaron al agua.
Empezamos a lanzarnos agua, chicos y chicas, yo me sumergí y hale los pies de Armin hasta que perdió el equilibrio y cayó; Marco estaba al otro lado, hablando con Connie. Yo estaba demasiado lejos, así que no tenía idea qué era lo que decían, pero Marco se estaba riendo.
Quedé cautivado, no podía parar de verlo.
Mis labios se estiraron en una sonrisa sin que me diera cuenta.
Quizás Marco sintió el peso de mi mirada y levantó su vista, nuestros ojos se encontraron y yo sentí que mi pecho y mi estómago dieron un vuelco; en ese momento, todos desaparecieron, él y yo éramos los únicos ahí en el agua. Me sonrió, sus ojos se cerraron y dejó ver dos filas de dientes blancos.
Tú sabes esa mierda que dicen las personas acerca de cómo el tiempo parece ir más lento o alguna de esas jodidas cursilerías… Bueno, no sabía a lo que se referían hasta ese momento, podría jurar que todo parecía moverse pausadamente, el agua, su sonrisa, su cabello mojado que se adhería a su rostro. El gesto se borró lentamente de su cara mirando algo atrás de mí.
Lo siguiente que recuerdo fue que Eren me cayó encima, hundiéndome hasta el fondo del estanque, respiré agua y el golpe del peso de Jaeger me cayó en la cabeza; pero no me dolía, porque la comprensión de lo que estaba pasando fue más fuerte.
Empezaba a tener otros sentimientos por mi amigo.
Soy un cabeza dura, así que desde esa vez en la alberca, entré en un estado de profunda negación; no me podía gustar Marco. Es cierto, él era un chico bastante bien parecido, gentil de pies a cabeza, un gran amigo, era gracioso pero al mismo tiempo podía dar los consejos más sabios.
¡Pero no me gustaba Marco!
El año pasó en un abrir y cerrar de ojos y antes que pudiera darme cuenta, ya era navidad. Me levanté ese día para encontrar a mi madre hablando por su teléfono, mi padre se había ido a trabajar. Pensé que talvez celebraríamos solo nosotros dos ese día; claro, sería una navidad vacía, porque desde hace años habíamos abandonado la tradición de poner un árbol.
Para mi sorpresa, mi madre debía trabajar ese día también, así que yo pasaría solo en casa el día y la noche.
Mierda…
Siempre he odiado parecer débil, así que acepté mi destino sin quejarme.
Más tarde, subí a mi habitación para cambiarme, cuando vi el teléfono celular, noté que mi mejor amigo me había mandado un mensaje en el mediodía:
[Pecoso 11:14]: ¡Feliz navidad!, ¿Planes?
[Tú 12:20]: Feliz navidad para ti, pecas. Nah… creo que me quedaré en mi casa, mis padres no están; jugaré videojuegos, veré porno, comeré todo lo de la heladera y me iré a dormir.
[Pecoso 12:48]: Suena divertido, yo estaré todo el día con mi familia, es como el feriado más importante para ellos. Te acompañaría pero, ni en un millón de años dejarían que me escabullera.
[Tú 13:34]: Meh… está bien, supongo.
No voy a mentir estaba un poco decepcionado, ni siquiera contaría con Marco ese día. Una parte de mí estaba feliz, tal vez si me alejaba de él por unos días, podía superar este huracán que pasaba en mi cabeza.
Eran las tres de la tarde y yo solo vestía un suéter y unos pantalones holgados de algodón. Estaba frente a la televisión, jugando videojuegos y comiendo un tarro de sorbete de Ben & Jerry's; cuando escuché la campanilla de la puerta. Corrí hacia el lobby y abrí la puerta, casi dejo caer el helado ante lo que vi ahí.
Marco estaba en la puerta vestido con un traje rojo y una ridícula barba falsa color blanco; tenía un gorro con una borla blanca y un cinturón negro rodeaba su cintura. Sus mechones de cabello oscuro se podían notar bajo el gorro y caían en su frente y aún debajo de toda la barba blanca podía ver su sonrisa. La nieve cubría el jardín y los árboles estaban desnudos; esa fue la primera vez que de verdad sentí como si fuera navidad.
¿Este tipo era real?
Se me estaba haciendo bastante difícil ignorar mi tontuelo flechazo.
—¡Jo, jo, jo! —Dijo con júbilo, sobre su hombro sostenía un saco.
—¿Qué estás haciendo, Marco? —pregunté escéptico.
—¡Nadie debe estar solo en navidad!, Es lo que mi madre me ha enseñado siempre.
—Bueno, ella es muy diferente a mis padres, digo, ya he pasado otras navidades con la mucama; es solo que hoy se tomó el día libre.
Su sonrisa cayó, como si lo hubiera insultado.
—No, no, no, ¡no! Eso no está bien —regañó con desesperación—, pensaba que no habías tenido tiempo para arreglar y poner luces; pero… ¿Tus padres no se toman el día libre para navidad?
Yo solo me encogí de hombros.
Marco hizo una mueca y me urgió a que me cambiara.
Lo invité a pasar y nos dirigimos a mi cuarto, yo estaba por entrar al baño cuando le pregunté.
—¿Traes regalos en ese saco?
Las mejillas de Marco se colorearon de rosa, y se miraba apenado.
—Es solo ropa, le prometí a mi madre que la llevaría a la lavandería; es por eso que me tarde en venir.
—¿Todo el camino has usado ese disfraz? —pregunté, arqueando una ceja.
—¡Es navidad, Jean!
Esa pareció ser toda la explicación necesaria para él, porque no me dio más detalles.
Cuando estuve listo, nos dirigimos a la casa de Marco. Llegamos y eran pasadas las cuatro de la tarde, era invierno, por eso los días eran cortos y las noches largas; así que cuando llegamos ya, el lugar ya estaba en penumbras.
Oh, casi lo olvidaba, el trayecto hacia el hogar del pecoso estuvo lleno de niños que se llenaban de alegría cuando miraban a Marco; se acercaban y halaban de su pantalón porque estaban seguros que él era Santa Claus, aunque no tuviera la enorme barriga y su piel era más morena.
Marco proclamaba ser él y les prometía a los niños lo que ellos pedían. Levantaba a algunos y los subía a su espalda, dándole un pequeño paseo a cada uno. Era irritante, la manera de como él podía tener mi corazón en sus manos sin siquiera pedirlo.
Cuando llegamos a su hogar, entendí qué era lo que Marco se había referido a que la navidad era el feriado más importante para su familia. Todo su patio delantero, cubierto por la helada manta banca, estaba adornado por tres muñecos de nieve, dos eran altos y uno era pequeño, seguramente representaba a Marco, su madre y su hermana. La orilla del techo estaba adornada por pequeñas luces amarillas, y en el techo estaba un muñeco de Santa con tres renos. La entrada hacia la puerta parecía recién paleada. Se podía mirar, a través de las ventanas, que adentro del hogar estaba tan vivo y animado como afuera.
—¿Estás seguro que esto está bien? Quiero decir, yo no soy parte de tu familia.
—No lo eres —me contestó Marco—, pero eres mi invitado. —Tomó mi brazo con el suyo y me dirigió a su puerta.
No pude evitar sentirme cálido donde él me tocaba.
—¡Jo, jo, jo! —cantó Marco cuando entró.
Fue recibido por la risa de su hermana, quién corrió hacia él y se arrojó, completamente confiada en que su hermano la iría a atrapar. Marco la levantó del piso y con el mismo impulso, dio un giro de trescientos sesenta grados, el cabello negro de su hermana bailó y su sonrisa llenó todo el hogar.
Parecía una escena de esos especiales cursis de navidad, estaba tan cálido, y olía delicioso; se escuchaban villancicos sonando, el árbol era solo un poco más alto que Marco, pero tenía decenas de adornos y a sus pies estaba una pila de regalos. El tamaño de su casa era menos de la mitad de la mía, pero yo nunca antes había sentido tanta envidia de alguien.
—Mary —dijo llamando la atención de su hermana—. Mira quién será nuestro invitado en navidad.
—¿Jean? —señaló ella, aunque aún no pronunciaba mi nombre bien.
—Ey —le contesté, siempre he sido pésimo tratando con niños.
Marco me dedicó una mirada de desaprobación, yo me encogí de hombros.
—¿Por qué no le traes una de las deliciosas galletas que preparaste antes? —Aconsejó.
La niña hizo un puchero y se cruzó de brazos, sus ojos eran del mismo tono que Marco, y las pecas en sus mejillas solo hacían más real la ilusión que era de mi amigo que se trataba. Seguramente ella era la imagen viva de cuando él tenía solo cuatro años.
—Si no le das de comer a Jean, seguramente que él te come a ti —rugió y pegó su boca en el estómago de la pequeña, empezó a hacer ruidos de estar alimentándose; la niña gritó, riéndose y se empezó a escabullir de Marco.
El pecoso la dejó ir y me miró, seguramente yo tenía una expresión de burla, como siempre; porque sus mejillas se pusieron rojas.
—¿Qué? —me preguntó.
—¿Marco y Mary? —cuestioné yo.
Él miró a otro lado y habló.
—¿Ya te dije que mi madre se llama Margaret?
Yo me eché a reír.
Margaret Bodt lo llamó, después de saludarme cálidamente, yo le sonreí, era casi imposible no hacerlo cuando estaba con esa familia. Marco comenzó a ayudar a su madre con la cena navideña, yo me senté en una silla de la sala de estar, desde ahí podía verlo a través del mostrador de la cocina.
La pequeña Mary me llevó una galleta de jengibre.
Le di una mordida y miré otra vez a mi amigo, no me prestaba atención, estaba demasiado concentrado en sacar el pavo del horno sin quemarse, fruncía el entrecejo con concentración y la punta de su rosada lengua salía de la comisura de sus labios.
—Maldita sea —dije en voz baja.
Nunca fui capaz de escaparme, estaba condenado desde el principio.
Ya era demasiado tarde para mí, era un caso perdido, yo estaba irrevocablemente enamorado de Marco Bodt.
Si a alguien le dio curiosidad, la pelicula que vieron Jean y Marco "Rubber" sí existe, siempre me han encantado las películas de miedo, pero esa me dio risa; si a alguien le gustó, no fue mi intención ofenderla xD
Espero que les haya gustado la primera parte, subiré la que sigue en cuanto lo tenga listo ;)
¡Me encantaría saber sus opiniones! Así que no duden en dejar sus comentarios uwu
Nos leemos luego.
