Holaaaa! Antes que nada quiero decirles que soy infinitamente feliz con todas sus visitas y comentarios en el anterior libro de las parcas, no pensé que fuera a tener tanto éxito el libro, así que me tome un tiempo para comenzar con la segunda entrega y espero les guste, he de confesarles que aun que no soy fan de Hinata en esta adaptación me gustó mucho y ni que decirles de Naruto (se les caera la baba (; ) Por cierto seguiremos teniendo Sasusaku! Sin más aquí está el primer capítulo y me gustaría saber que les pareció.


Coeur D'alene, Idaho

8 años antes

Hinata

—Voy a meterlo ahora.

La voz de Menma era áspera y llena de urgente necesidad.

Lo olí a mi alrededor, sudoroso, hambriento y tan hermoso que podría morir. Después de esta noche él sería mío de verdad. Deslizó su mano entre nosotros, guiando la redonda cabeza de su pene, enfundada en un condón, mientras se empujaba en mi abertura. Se sentía raro. Se hundió en mí y supongo que falló, porque fue muy arriba y...

—¡Ay! Mierda, Menma, eso duele. Creo que lo haces mal.

Se detuvo de inmediato y me sonrió, la separación entre sus dientes delanteros provocándome. Mierda, amaba esa sonrisa. Tuve el mayor enamoramiento de Menma desde que éramos estudiantes de primer año, pero nunca me notó, no hasta hace un par de meses atrás. Mis padres no me dejaban salir mucho, pero en julio me las arreglé para obtener permiso de quedarme con Kin por una noche, y nos escabullimos para ir a una fiesta. Menma coqueteó conmigo y fuimos pareja desde entonces.

Me volví realmente buena escabulléndome.

—Lo siento, cariño —murmuró, inclinándose para besarme. Me relajé inmediatamente, amando la sensación de sus labios sobre los míos. Se acomodó y empezó a deslizarse en mí otra vez, lento y constante. Esta vez no falló, y me puse rígida mientras me estiraba interiormente.

Entonces golpeó una barrera y se detuvo.

Abrí los ojos y lo miré. Me devolvió la mirada y supe en ese mismo momento que nunca amaría a nadie ni la mitad de lo que amaba a Menma Uzumaki.

—¿Lista? —susurró. Asentí.

Se empujó en mí y grité, el dolor rasgándome entre mis piernas. Menma me mantuvo inmovilizada con sus caderas mientras me quedaba sin aliento, sorprendida. Luego se retiró y traté de recuperar el aliento. Sin embargo, antes de que pudiera, se empujó de nuevo en mí. Duro. ¡Ay!

—Mierda, estás apretada —murmuró. Se levantó sobre sus manos, echando la cabeza hacia atrás mientras bombeaba en mi cuerpo, una y otra vez, los ojos cerrados y su rostro con una expresión de hambre.

No sé lo que esperaba.

Quiero decir, no era estúpida. Sabía que la primera vez no sería perfecta, sin importar lo que dijeran los libros de romance. Y no dolía tanto. Pero estoy bastante segura que tampoco se sentía bien.

Menma se movió más rápido, giré mi cabeza en el sofá para mirar por el pequeño apartamento. Al parecer, el de su hermano. Lo teníamos para nosotros toda la noche, se suponía que sería nuestro especial y perfecto momento. Esperaba flores, música suave y vino, o algo así. Estúpida. Menma compró pizza y tomó algo de cerveza de la nevera de su hermano.

—Ay —murmuré de nuevo cuando se detuvo, su cara en una mueca.

—Mierda, me voy a venir —jadeó. Sentí su pene palpitar en el fondo, casi retorciéndose. Era extraño. Realmente extraño. Y nada como vi en las películas; ni siquiera un poco.

¿Eso era todo?

Huh...

—Oh, mierda, eso es bueno.

La puerta del apartamento se abrió cuando Menma se derrumbó entre mis piernas, ajeno al mundo. No podía hacer nada más que observar con horror mientras un hombre entraba.

No lo conocía, pero él no podría ser el hermano de Menma. No se veía para nada como Menma, quien era más alto que yo, pero no por mucho. Este hombre era muy alto, y musculoso como los hombres que trabajan con sus manos, obteniéndolos por cargar cosas pesadas en sus empleos.

Llevaba un chaleco de cuero negro con parches sobre una camiseta gastada, y pantalones vaqueros que tenían rastros oscuros de aceite de motor, grasa o algo así. Un paquete de cervezas colgaba de su mano. Tenía el pelo corto y rubio. Casi militar. Su labio estaba perforado, llevaba dos aros en su oreja izquierda y uno en la derecha, como un pirata. Su ceja también se encontraba perforada. Sus rasgos eran francamente atractivos, pero nadie alguna vez lo llamaría bonito. Grandes botas negras cubrían sus pies y la cadena de su cartera colgaba sobre su cadera.

Uno de sus brazos tenía un tatuaje de manga-completa. El otro tenía un cráneo con cuchillas cruzadas detrás de él.

Se detuvo en la puerta y nos miró, sacudiendo lentamente la cabeza.

—Ya te dije lo que haría si entrabas en mi casa otra vez —dijo en voz baja. Menma alzó la cabeza y su rostro se puso blanco. Todo su cuerpo se puso rígido; con una excepción notable. Sentí esa excepción deslizarse fuera de mí, junto con un poco de líquido, y me di cuenta que ni siquiera nos molestamos en poner una toalla o algo.

Uuug.

Pero, ¿cómo sabría que necesitaríamos una toalla?

—Mierda —dijo Menma, su voz era un chillido apretado—. Naruto, puedo explicarte...

—Joder, no me expliques nada —dijo Naruto, adentrándose en la habitación.

Cerró la puerta detrás de sí y se acercó al sofá. Traté de ocultar mi cabeza en el pecho de Menma, más avergonzada de lo que jamás estuve en mi vida.

Flores. ¿Flores eran demasiado pedir?

—Jesucristo, ¿cuántos años tiene? ¿Doce? —preguntó Naruto, pateando el sofá. Se estremeció debajo de mí, y Menma se sentó, alejándose de mi cuerpo. Grité y coloqué mis manos entre nosotros, tratando de cubrirme de la mirada de su hermano.

Mierda. MIERDA.

Entonces se puso peor.

El hermano —¿Naruto? O lo que sea que ese nombre fuera— me miró mientras se inclinaba sobre mi cuerpo, agarrando una manta doblada en el respaldo del sofá.

La lanzó sobre mi entrepierna.

Gemí y me morí un poco por dentro. Mis piernas todavía se hallaban abiertas, mi falda hasta arriba, alrededor de mi cintura. Él lo vio todo. Todo. Esto se suponía que sería la noche más romántica de mi vida y ahora solo quería ir a casa y llorar.

—Tomaré una ducha y cuando haya terminado, estarás fuera —dijo Naruto, acercando su rostro al de Menma. Mi novio se estremeció—. Y mantente jodidamente fuera de mi apartamento.

Con eso, caminó por el pasillo hasta el cuarto de baño, cerrando la puerta con fuerza. Segundos después oí la ducha encenderse. Menma se levantó de un salto, murmurando—: Idiota. Es un maldito idiota.

—¿Ese era tu hermano?

—Sí. Es un imbécil.

Me senté y enderecé mi blusa. Gracias a Dios no me la quité. A Menma le encantaba tocar mis pechos, pero en realidad nos movimos bastante rápido una vez que iniciamos. Me las arreglé para ponerme de pie, sosteniendo la manta frente a mí mientras bajaba mi falda. No tenía ni idea de a dónde fueron a parar mis bragas, pero con una rápida mirada alrededor no las encontré. Me incliné sobre el sofá, excavando en los cojines. No hubo suerte, pero conseguí, por casualidad, poner mi mano sobre la desagradable mancha de humedad que dejamos atrás.

Me sentía como una puta.

—¡Mierda! —gritó Menma detrás de mí. Mi cabeza se sacudió. ¿Cómo podrían empeorar las cosas?—. ¡Santa mierda, no puedo creer esto!

—¿Qué está mal?

—El condón se rompió —dijo con los ojos muy abiertos—. El maldito condón se rompió. Esta tiene que ser la peor noche de mi vida. Será mejor que no quedes embarazada.

El aire se congeló en mis pulmones. Al parecer, las cosas podrían empeorar. Menma sostuvo el condón roto hacia mí. Me quedé mirando la cosa desagradable, sin poder creer mi mala suerte.

—¿Lo hiciste mal? —susurré. Él se encogió de hombros, sin responder—.Probablemente no hay problema —dije después de otra larga pausa—. Quiero decir, mi período acaba de terminar. No puedes quedar embarazada poco después de tu período, ¿verdad?

—Um, sí, probablemente —dijo, ruborizándose y apartando la mirada—. No le presto mucha atención a esa mierda en clase. Quiero decir, siempre uso un condón. Siempre. Nunca se rompen, ni siquie...

Se me cortó la respiración y sentí lágrimas calientes acumularse en mis ojos.

—Me dijiste que solo lo hiciste una vez antes —dije en voz baja. Hizo una mueca.

—Nunca lo hice con alguien que amaba antes —dijo, dejando caer el condón roto y agarrando mi mano. Traté de alejarme. El lío en sus dedos me dio asco, pero cuando me atrajo hacia él y envolvió sus brazos fuertemente a mi alrededor, cedí.

—Oye, todo va a estar bien —murmuró, frotando mi espalda mientras sollozaba contra su camisa—. Va a estar bien. Estamos bien. Y lamento no haber sido honesto contigo. Tenía miedo de que no te quedaras conmigo si te enterabas que fui un estúpido antes. No me importa ninguna de las otras chicas y nunca será así. Solo quiero estar contigo.

—Está bien —le dije, sintiéndome mejor. No debió mentirme, pero al menos aceptó sus errores. Parejas maduras atravesaban este tipo de cosas difíciles todo el tiempo, ¿verdad?—. Um, probablemente deberíamos salir de aquí. Tu hermano se veía muy enojado. ¿Creí que te dio la llave?

—Mi madrastra tiene una llave de emergencia —dijo, encogiéndose de hombros—. La tomé. Se suponía que debía estar fuera de la ciudad. Coge la pizza.

—¿Le dejamos un poco a tu hermano?

—Al diablo con él. Y es mi hermanastro. Ni siquiera somos realmente parientes.

De acueeerdo.

Encontré mis zapatos y me los puse, luego tomé mi bolso y la pizza. Todavía no sabía dónde quedaron mis bragas, pero justo en ese momento la ducha dejó de funcionar.

Teníamos que salir.

Menma echó un vistazo hacia el cuarto de baño, entonces me guiñó un ojo mientras agarraba la cerveza de la encimera.

—Vamos —dijo, tomando mi mano y tirando de mí hacia la puerta.

—¿Robas su cerveza? —le pregunté, sintiéndome un poco enferma—. ¿En serio?

—Que se joda —dijo Menma, entrecerrando los ojos hacia mí—. Es un completo idiota, piensa que es mejor que todos los demás. Él y su estúpido jodido club de motociclistas. Son todos idiotas y unos criminales, él también lo es. Probablemente las robó en primer lugar. Y puede comprar más cuando quiera, no como nosotros. Las llevaremos.

Corrimos por las escaleras del complejo de apartamentos, luego cruzamos el estacionamiento hacia su camioneta. Era un poco vieja, pero al menos la cabina de la camioneta Ford tenía mucho espacio y tenía un colchón. Lo sacábamos algunas veces, solo nosotros dos, y pasábamos horas tumbados en el colchón bajo las estrellas, besándonos y riendo. Otras veces nos juntábamos con tres o cuatro parejas, todas sentadas en el regazo de los otros.

Menma no hizo un muy buen trabajo esta noche, pero eso no fue culpa suya. A veces la vida no seguía el plan. Sin embargo, todavía me encontraba loca por él.

—Oye —dije, deteniéndolo cuando abrió la puerta del lado del conductor. Le di la vuelta y me paré de puntillas, besándolo largo y lento—. Te amo.

—También te amo, nena —dijo Menma, colocando mi cabello detrás de mi oreja. Me derretía cuando lo hacía, me sentía a salvo y protegida... —. Ahora vamos a acabar con algunas de esas cervezas. Mierda, jodida noche loca. Mi hermano es un imbécil.

Rodé mis ojos y me reí mientras subía a la camioneta.

Así que perder mi virginidad no fue perfecto, hermoso y todo eso. Pero por lo menos ya había pasado y Menma me amaba.

Sin embargo, era una pena lo de las bragas.

Las compré con encaje y todo.

Ocho meses después

Naruto

—Mierda, es mi madre. Tengo que contestar esto. —Naruto se inclinó sobre la mesa hacia Fu, sosteniendo su celular en su oreja. La banda aún no empezaba, pero el lugar se encontraba lleno y no podía oír nada. No salía mucho desde que las Parcas comenzaron a prosperar. Ganarse un lugar en el club era un trabajo de tiempo completo en sí mismo, y también hacía turnos en la casa de empeño.

Ma sabía eso, no lo llamaría si no fuese importante.

—Oye, déjame ir fuera —gritó al teléfono, caminando a la puerta con grandes zancadas. La gente se movía fuera de su camino, y sonrió un poco.

Siempre fue un tipo grande, ¿pero ahora que llevaba su chaleco del club de motos? Los idiotas prácticamente se agachaban bajo las mesas al ver los parches en su chaleco.

—Bien, ya estoy fuera —dijo mientras se alejaba de la gente que se encontraba en la entrada del Caballo de acero.

—Naru, Hinata te necesita —dijo su madre.

—¿Qué quieres decir? —preguntó mirando su moto aparcada en la calle.

¿Ese hombre se acercaba a la moto? Oh, no va a pasar...

—Entonces, ¿irás? —dijo ella. Mierda. Ella siguió hablando.

—Diablos, lo siento, ma. No te escuché.

—Acabo de recibir una llamada telefónica de Hinata. Se encontraba asustada —repitió su mamá—. Niños estúpidos. Fue a una fiesta con tu hermano y cree que podría estar en trabajo de parto. Él se encuentra demasiado ebrio para llevarla y ella tiene contracciones, así que no puede conducir. Voy a matarlo. No puedo creer que la llevara a lugares como esos, especialmente en estos momentos.

—¿Estás malditamente bromeando?

—Naru, no uses ese lenguaje conmigo —espetó ella—. ¿Puedes ayudarla o no? Estoy en Sponake y tardaré una hora en llegar allí. Comenzaré a hacer llamadas si no puedes hacerlo.

—Espera, ¿no es un poco pronto para eso?

—Bastante temprano —contestó, su voz sonaba tensa—. Yo quería llamar una ambulancia, pero insistió en que simplemente están en Braxton Hicks. Una ambulancia costará una fortuna, sabes, y ella se preocupa por los gastos. Hinata quiere ir a casa pero creo que necesita un hospital. ¿Puedes hacerlo o no? Te veré cuando llegue a la ciudad. Tengo un muy mal presentimiento con esto, para mí, no sonaba como si estuvieran en Braxton Hicks.

—Sí, claro —respondió, preguntándose en dónde diablos se hallaba "Braxton Hicks". Vio a Fu salir del bar, sonriéndole tristemente. Ella ya sabía el tema de las llamadas repentinas y los cambios de planes—. ¿Dónde se encuentran?

Cuando tuvo la información terminó la llamada y fue hacia su cita, encogiéndose de hombros. Esto apestaba. Quería follar y no en la casa del club.

Algo de maldita privacidad de vez en cuando sería bueno, con una Mary Jo salvaje.

—¿Temas del club? —preguntó a la ligera. Demonios, afortunadamente no era una reina del drama.

—Nop, familiares —contestó—. Mi estúpido hermano embarazó a una chica y ahora se encuentra en trabajo de parto. Necesita que la lleve al hospital. Tengo que ir por ella.

Los ojos de Fu se abrieron ampliamente.

—Deberías irte —dijo rápidamente—. Pediré un taxi a casa. Mierda, eso apesta... ¿Cuántos años tiene ella?

—Diecisiete recién cumplidos.

—Diablos —dijo. Temblando con horror genuino—. No me puedo imaginar teniendo un hijo siendo tan joven. Llámame luego, ¿está bien?

Él le dio un pequeño pero brusco beso. Ella bajó su mano y le dio un pequeño apretón a su polla. Naruto gimió y se endureció. Realmente necesitaba tener sexo...

En su lugar, se alejó y montó su moto.

La fiesta se encontraba a medio camino de Athol, en un campo que recordaba vagamente haber visitado en la preparatoria. Encontró la camioneta de Menma lo suficientemente rápido. Hinata estaba allí, mirando con miedo el crepúsculo veraniego. Luego contrajo su rostro y se encorvó sobre su vientre gigantesco, gruñendo. Ahora se veía realmente aterrada.

Naruto estacionó su moto y comprendió que tendría que dejarla en el campo; de ninguna manera podría llevar a Hinata con él. Jodidamente estupendo. Los pequeños idiotas podrían chocar contra ella o algo. El rostro de ella se veía pálido y tenso. No tenían tiempo que perder. Ella debía ir en la camioneta, y definitivamente lo necesitaba en ese momento. Sacudió su cabeza, buscó con la mirada a su hermano.

No podía entender cómo una adolescente linda e inteligente como ella, pudo elegir a su hermano, de todas las personas. Hinata tenía largo cabello negro azulado, unos hermosos ojos grises y había algo en ella que emanaba delicadeza femenina —delicadeza por la cual, pasó más de una noche con la mano en su pene, pensando en ella—. Incluso embarazada, en medio de una fiesta en el campo, era preciosa.

Pero era tan condenadamente joven, pensó.

Ella lo vio y se estremeció, puso una mano en su espalda mientras se estiraba luego de la contracción. Naruto sabía que no le agradaba, no podía culparla. No se conocieron en las mejores circunstancias, las cosas entre Menma y él se fueron yendo a la mierda un poco más día tras día. Naruto no soportaba la forma en que su hermano trataba a su madre, ni mucho menos cómo vivía su vida. Pero más odiaba la forma en que el hijo de puta andaba por ahí a espaldas de Hinata.

El malparido no merecía una chica como ella, era bastante seguro que su hijo no ganaría la lotería cuando llegara con su futuro papi.

—¿Cómo estás? —preguntó cuándo estuvo junto a Hinata. Se inclinó para poder verle el rostro. Sus ojos se encontraban llenos de terror.

—Se rompió la fuente —dijo en un susurro ronco—. Las contracciones son fuertes, Naruto. Muy fuertes. Se supone que debe ser lento con el primer hijo, nunca pasa así de rápido. Necesito ir al hospital, Naruto. No puedo tenerlo aquí.

—Oh, diablos —murmuró—. ¿Tienes las llaves?

Negó con la cabeza.

—Menma las tiene. Está en la fogata. ¿Deberíamos llamar a una ambulancia? Oh —gimió, doblándose.

—Quédate aquí—dijo—. Iré a buscar a Menma. En este punto, conduciré más rápido que la ambulancia.

Volvió a gruñir y se posó contra la camioneta. Naruto fue hacia la fogata y vislumbró a Menma medio desmayado en el suelo.

—Párate, imbécil —demandó Naruto, tomándolo de la camiseta y levantándolo—. Las llaves. Ahora.

Menma lo miró sin entender. ¿Acaso tenía vómito en su camiseta? Los chicos de preparatoria los observaban asombrados, mientras sostenían sus vasos rojos de plástico llenos de cerveza barata.

—Joder —murmuró Naruto, hurgando en los bolsillos de los pantalones de su hermano, mientras rezaba al cielo que no las hubiera perdido. Su mano estuvo más cerca de la polla de Menma de lo que nunca debería estar. Encontró las llaves y devolvió a Menma al suelo—. Si quieres ver nacer a tu hijo, ven a la camioneta ahora—le dijo Naruto—. No te esperaré.

Dicho eso se dirigió al Ford, abrió de un tirón la puerta y ayudó a subir a Hinata en el asiento trasero. Escuchó un ruido sordo y vio a Menma subir a la cama de la camioneta por el rabillo del ojo.

Pequeño idiota.

Naruto prendió el motor y puso en marcha la camioneta, listo para irse. Luego volvió a ponerlo en parqueo, salió y corrió hacia su moto. Tenía un botiquín de primeros auxilios allí. Nada fuera de lo común, pero a este ritmo lo necesitarían.

Volvió a subir a la camioneta y esta vez se puso en marcha, dirigiéndose a la autopista. Lanzando miradas ansiosas a Hinata por el espejo retrovisor. Ella jadeaba fuerte y lo sobresaltó cuando gritó.

Cada vello de su nuca se erizó.

—Santa mierda, necesito pujar —exclamó—. Oh, Dios, duele. Duele tanto. Nunca sentí algo como eso. Apúrate, necesitamos llegar allí rápi...

Su voz se quebró con un gruñido de nuevo. Naruto aumentó la velocidad, preguntándose si Menma tendría algo a lo cual sostenerse. No podía verlo ahí atrás. Quizás se desmayó en la cama de la camioneta.

Diablos, tal vez rebotó y se cayó. A Naruto no le importaba ninguna de las dos opciones.

Estaban por alcanzar la autopista cuando Hinata empezó a gritar—:¡Detente! ¡Para la camioneta!

Naruto se detuvo, rogando que eso no significara lo que pensaba que era. Puso el freno de mano y se giró para verla. Ella tenía los ojos cerrados, el rostro morado y una expresión de agonía. Se inclinaba hacia adelante mientras gemía.

—Ambulancia —dijo él con voz sombría. Ella asintió despacio. Tomó el teléfono e hizo la llamada, dándole a la operadora los detalles de la situación.

Luego, lo puso en altavoz y lo lanzó en el asiento. Salió, abrió la puerta trasera y subió.

—Estoy contigo, Hinata —comentó la operadora—. Aguanta. Los paramédicos van en camino desde Hayden. Los verás pronto.

Hinata gimió durante otra contracción.

—Tengo que pujar.

—La ambulancia se encuentra a diez minutos —indicó la operadora—.¿Puedes aguantar hasta que lleguen? Tienen todo lo que necesitan para ayudarte con esto.

—¡JODER! —gritó Hinata, apretando la mano de Naruto tan fuerte que sus dedos se entumecieron.

—Muy bien. Es muy poco probable que el bebé nazca antes de que lleguen, pero quiero que estés preparado, Naruto —dijo la operadora. Su voz sonaba tan tranquila que parecía drogada. ¿Cómo carajos hacía eso? Él se hallaba al borde de un paro cardíaco—. Hinata te necesita. La buena noticia es que el parto es natural y su cuerpo sabe cómo hacerlo. Generalmente los bebés que nacen así de rápido no se quedan mucho en el hospital. ¿Tienes con qué limpiarte las manos?

—Sí —murmuró—. Hinata, tengo que dejarte por un segundo. Negó con la cabeza, pero le soltó la mano. Hurgó en el kit de primeros auxilios y sacó unos paquetes de toallitas desinfectantes ridículamente pequeñas.

Luego se limpió con ellas y volvió hacia Hinata.

Ella gritó y lo golpeó en la cara.

Mierda, la chica tenía fuerza. Naruto sacudió la cabeza, luego se recompuso, con su mejilla palpitando. Otra contracción.

—Es muy pronto —susurró Hinata—. No puedo detenerlo. Tengo que pujar ahora.

—¿Para cuándo tenía fecha? —preguntó la operadora.

—Dentro de un mes —le contestó Naruto—. Es muy pronto.

—Muy bien. Lo más importante es saber si el bebé respira. No dejes que se caiga al suelo si nace antes de que lleguen los paramédicos. Tienes que sostenerlo. Ahora, sin pánico; puede llevar horas parir un bebé, especialmente si es el primero. Pero solo por precaución, quiero que encuentres algo cálido para arropar al bebé si Hinata da a luz. Comprobarás la respiración del niño. Si la respiración está bien, lo pondrás en el pecho de su madre, bocabajo, piel contra piel. Entonces lo cubrirás con lo que tengas. No tires, cortes o ates el cordón. Mantén tus manos lejos del canal de parto. Si la placenta sale, envuélvela junto con el bebé.

Ahí fue cuando comprendió.

Hinata tendría a su bebé justo allí, a un lado de la carretera. Su sobrino. Ahora mismo.

Mierda, ella tenía que quitarse los pantalones antes que nada. Vestía pantalones de yoga y trató de quitárselos dentro de la cabina. No funcionó, y ella no parecía encontrar una posición cómoda, tampoco.

—Tenemos que sacarte de aquí —le dijo. Hinata negó con la cabeza y apretó sus dientes, pero de todos modos la sacó y la puso de pie en el suelo. A continuación le bajó los húmedos pantalones y las bragas en un solo movimiento, haciéndola levantar un pie y luego otro para liberarla de la tela estropeada. ¿Ahora qué?

Hinata volvió a gritar, su cara tensa y se derrumbó cerca de él, cayendo en cuclillas al lado de la camioneta.

Joder, necesitaba algo para mantener al bebé cálido.

Naruto miró alrededor frenéticamente, encontrando exactamente nada, así que se quitó el chaleco y lo tiró en la camioneta. Luego se quitó la camiseta por la cabeza. No era lo ideal, pero se hallaba relativamente limpia. Se la puso del cajón luego de bañarse para encontrarse con Fu.

Hinata pujó por una eternidad, agachada y sosteniéndose de sus hombros hundiendo sus dedos con fuerza. Tendría moretones en la mañana. Probablemente también arañazos por sus uñas. Como sea. La operadora de emergencias lo tranquilizó un poco diciéndole que la ambulancia llegaría en cinco minutos. Hinata la ignoraba, perdida en su mundo de dolor y urgencia, gritando fuerte con cada contracción.

—¿Puedes ver la cabeza del bebé? —preguntó la operadora. Naruto se congeló.

—¿Quieres que mire?

—Sí.

Estaba bastante seguro que no quería mirar. Joder. Sin embargo, Hinata lo necesitaba. El bebé también. Naruto se inclinó para observar entre sus piernas.

Fue entonces cuando lo vio.

Una pequeña cabeza cubierta de cabello rubio saliendo de su cuerpo.

Mierda.

Hinata tomó una respiración profunda, aferrándose a sus hombros aún más fuerte. Dejó salir un grito alto y largo mientras pujaba de nuevo.

Luego sucedió.

Naruto se inclinó —medio en trance— mientras la personita más perfecta del mundo terminó de salir de ella y cayó en sus manos. Hinata comenzó a llorar de alivio con los muslos manchados de sangre.

—¿Qué sucede? —preguntó la operadora.

—El bebé acaba de nacer —murmuró Naruto maravillado. Vio nacer un ternero, pero no se comparaba para nada a esto—. Lo estoy sosteniendo.

—¿Respira?

Observó como el recién nacido abría sus pequeños ojos por primera vez y lo miraba directamente. Eran azules, redondos, confundidos y condenadamente hermosos. Se cerraron de nuevo a la vez que el bebé hacía una mueca con su pequeña boca, inhalaba profundamente y dejaba salir un llanto incontrolable.

—Sí. Mierda. El pequeño se encuentra bien.

Naruto miró a Hinata mientras ponía al bebé entre ellos. Ella sonrió tímidamente y alcanzó a su hijo. Su rostro agotado, con restos de lágrimas, en ese momento fue lo segundo más lindo que vio en su vida.

Lo primero fueron esos pequeños ojos azules.

—Lo hiciste bien, nena —le dijo a Hinata.

—Sí —contestó—. Lo hice, ¿no es así?

Besó la cabeza del niño.

—Oye, Boruto... Soy mami —murmuró—. Cuidaré muy bien de ti. Te lo prometo. Por siempre.