CAPÍTULO1: SLEEPLES IN CHICAGO

Luka Kovac hacía bastantes días que no dormía. No quería hacerlo. Cada vez que cerraba los ojos debía prepararse para el infierno y no era algo por lo que estuviese dispuesto a pasar cada noche. Pedía cada vez los turnos más largos y pasaba cada vez más tiempo en el hospital.

No quería llegar a su casa y encontrarse sin nada que hacer, puesto que entonces, se rendiría al sueño que llevaba acumulando durante días.

Kerry Weaver intentó recetarle alguna medicación que le ayudase a dormir, pero ese no era el problema del médico europeo, así que se negó a aceptarla. Podía dormir perfectamente, pero no quería hacerlo. La misma pesadilla le perseguía cada vez que lo hacía. Llegó el día en que su jefa se negó a darle más turnos y tuvo que marcharse a su casa muy renegadamente.[...]

Entró en el hall de su hogar y dejó la bolsa de deporte en el suelo. Se acercó al contestador para comprobar como ya casi por rutina que no tenía ningún mensaje.

Entró el la pequeña cocina y abrió la nevera. Tomó una lata de su cerveza favorita y cogió el mando del televisor que estaba junto a un frutero provisto con un par de piezas de fruta. Se dirigió a la salita y se sentó frente al televisor. Empezó a pasar los canales uno a uno, sin detenerse si quiera a analizar las imágenes que estaba viendo.

-Bazofia... siempre lo mismo. – masculló mientras daba un gran trago a su cerveza. Se descalzó y volvió a levantarse del sillón. Se dirigió a un pequeño armario blanco sobre una de las encimeras de la cocina. Cogió un pequeño bote blanco de medicinas y se echó un puñado de ellas en la mano, sin detenerse a contarlas.

Acto seguido se las metió en la boca y dio un último trago a la cerveza antes de tirarla al cubo de la basura. Volvió a sentarse en su sillón y estiró las piernas, poniéndolas encima de una pequeña mesita de cristal con unas cuantas revistas de automovilismo esparcidas por encima.

-Vaya dolor de cabeza... esas pastillas son una verdadera estupidez. – dijo Luka recostándose de muy mal humor.

La casa quedó completamente en silencio. Luka se sentía incómodo: aquel silencio le daba sueño, y aquel sueño le daba miedo.

Temía que sus pesadillas se hicieran realidad. Se estaba volviendo loco, pero sabía que algo debía hacer al respecto. Se revolvía incómodamente en el sillón golpeando el cojín que se había colocado a modo de almohada. Daba vueltas en el arduo asiento. No quería dormirse.

A veces fijaba la vista en un cuadro, observaba sus colores, sus formas, pero dejaba de hacerlo cuando ese cuadro empezaba a transformarse en la cara de la mujer a la que él había amado, y seguía amando. Volvía a fijar la vista en otro lugar, pero siempre lo mismo.

Su cordura no era plena, y nadie hacía por ayudarlo, pero aunque lo hiciesen, Luka no les hubiese dejado acercarse a él si quiera. Siempre había sido una persona solitaria, pero desde que rompió su relación con Abby, nadie le reconocía. No vivía en sí. Era otro...otro Luka, en el cuerpo del que fue.

Finalmente, cerca de las diez de la noche, Luka cerró los ojos, como un guerrero vencido los hubiese cerrado para morir. Morfeo había derrotado al guerrero, que ahora se debatía entre la locura y la agonía para no cometer el peor error de su fatigosa vida.