*Una pequeña nota antes de empezar, muchas gracias por leer, si les gusta háganlo saber en los comentarios.

Los pensamientos están escritos en "cursiva" y los recuerdos "letra normal (?)" para que tengan cuidado en los saltos de tiempo.

Los personajes de naruto no me pertenecen sólo la historia*


La aguja pasaba con suavidad por cada minúsculo cuadrado, aquel trazo era una fuerte cadena que la unía a la realidad, la llevaba a la vida y cada pequeño trozo de humanidad que creyó perder. No quería crear, quería morir pero sabía que no se lo permitirían pues en esta historia había alguien que se preocupaba por ella. Quería sentir afecto y a veces pequeñas luces se encienden en su pecho cada vez que el la cuidaba. Sin embargo, no eran suficientes para calmar aquel torbellino en su corazón, en busca de las verdaderas respuestas.

Volvió a centrar la atención en sus manos llenas de cicatrices por no querer ocupar un simple dedal. Hacía muchos años que no sentía dolor y la sensibilidad en cada pequeño cuadrado de su piel.

Un día él trajo un montón de telas y materiales de costura. Todo para calmarla a ella. Le dio una mesa de trabajo y sus palabras había acallado sus sombras.

"¿Te gustaría hacer algo?"

Hacer algo. Había pasado mucho tiempo en que no pudo elegir y sólo se dedicaba a esconderse de todo mal. Tímida comenzó a ocupar los materiales y él siempre decía con su hermosa sonrisa.

"No te preocupes, son tuyos"

Algo le pertenecía, hasta su ser se lo habían arrebatado, lo habían cortado y despedazado pero él la estaba ayudando a sanar.

Si ella quería dibujar y pintar él traía todo para que ella realizara sus aspiraciones. Le parecía divertido ver todo lo que traía sólo para ella. Una vez ella quería aprender a esculpir y tal fue su sorpresa que él trajo hasta un profesor para que le ayudara.

Una pequeña risa nerviosa la invadió al conocer al profesor que amablemente la acogió como su alumna. Estuvo tan encantada a la hora de la cena que no paraba de hablar y reír con todas las ocurrencias. Tranquilo avanzó hacia ella para aferrarse a la delicada mujer que tenía enfrente y la acercó a su pecho sin ninguna explicación.

"Me encanta verte sonreír"

A pesar del cariño, en ese momento no pudo sentir aquello que los libros dicen: "fueron fuegos de artificio", "mariposas que revolotean en tu abdomen", "electricidad que recorre desde tu cabeza hasta la punta de los pies", "un fuego que te quema por dentro".

La angustia le invadió en ese momento y creyó que nunca más podría sentir amor por otra persona. Sin embargo, a él no le importaba pues sólo quería verla sonreír.

-Que bello te están quedando esos muñecos- una suave voz sacó su cabeza de la ensoñación. Una mujer mayor con sus ojos extrañamente de un color rojizo y café.

-Muchas gracias, Kurenai-san, creo que estarán listos dentro de poco y podrán llevarlos a los hogares- dedicó una suave sonrisa a la mujer. En un principio pensaba que Kurenai era amante de su protector, por lo que la repudió tanto como a quien se hacía llamar su "salvador". Hasta que comprendió que la amistad es un vínculo que también se puede dar entre un hombre y una mujer.

-¿Estás lista?- acarició su larga cabellera.

-¿Es ahora?- un leve puchero mostró su descontento. Estaba cansada de estar encerrada.

-Sí, el doctor te está esperando...-posó las manos en sus caderas, era de cierta manera una autoridad para esa chica- déjame prepararte-

-Está bien, me voy a cambiar- Se dirigió a su closet, su cuerpo atravesó toda la habitación que era de un extraño color, en el que los humanos creen conocerlo pero lo nombran de distintas manera.

Ella poseía una mesa de costura a un rincón de su habitación. Un escritorio frente a una enorme ventana que daba a una pradera irreconocible. Su cama estaba en el centro y su armario pegado a la pared. Ella cada vez que tenía que ir a verlo en su moderna consulta vestía una bata de hospital, todo por la higiene del lugar. Kurenai estaba para ayudar con su peinado, su larga cabellera era recogida en una gran trenza.

-¿Cuándo podré salir?- se sentó en la silla que estaba frente a al mujer, hermosas sillas con detalles delicados, todo representativo para ella.

-El doctor dijo cuando estés mejor de tu vista- cada mechón pasaba sobre uno y debajo del otro. El tacto de otra persona la inquietaba, a pesar de ser querida su corazón no se dejaba entrar a nadie.

-Ha dicho eso durante cuatro años...-miraba como las cortinas de su ventana bailaban con la brisa mañanera- No me gusta estar encerrada y él lo sabe-

-Sí, lo sabe- ató la trenza- y tu también sabes los peligros que hay afuera-

Había veces que se comportaba como una niña mimada y no era de menos, su protector entregaba todo lo que tenía para complacerla sólo a ella. Kurenai intentaba mantener la paz ayudándola a reinsertarse en la sociedad que posee normas y conductas.

Ambas mujeres atravesaron la casona, su habitación daba en el último piso y tenía que llegar al sótano del edificio. Recordaba que la primera vez que llegó le asustó bastante ver cuadros y esculturas tan vívidas que sentía que la vigilaban por la casa, en especial en una casona donde no entraba suficiente luz.

Le gustaba, en invierno, ver cómo el doctor leía en la sala de estar. Apacible, como si nada lo molestara, siempre con un chaleco alto, el cabello húmedo por el baño que le gustaba tomar a las siete de la tarde, a veces un café o simplemente se mantenía sólo, estirado en el sillón con las voces secas de la chimenea. Ella se escondía en la escalera, observando, pensando en su próxima jugada y a medida que el tiempo transcurría, esa costumbre de alerta pasó simplemente a la contemplación de un hombre.

En una oportunidad, ella observaba el fuego como si fuera la televisión, pequeñas chispas saltando lograban en ella la curiosidad por la madera. El doctor entró como de costumbre a las siete y media para la hora de su lectura. La saludó con un pequeño gesto y se estiró en el sofá. Muchas veces observó el libro y no cabía en su cabeza que siempre leyera lo mismo por lo que la curiosidad se asomó en su mirada.

"¿Por qué siempre lee lo mismo?" La joven giró su cuerpo para observar y él tranquilo, no realizó ningún cambio. "Tienes muchos libros y sólo lees uno, no entiendo"

"Porque es muy interesante, me ayuda a matar el tiempo" no despegaba la mirada del libro, perezoso cambiaba de página. Ciertas manías que poseía el doctor la sacaban de quicio. La joven se levantó de su puesto y camino hacia el hombre que en ningún momento cambió su estado.

"¿Puedo leerlo?" Intentó acercarse al libro el cual se cerró en su nariz.

"Cuando lo termine, podrás tenerlo" por fin miró a la chica, con aspecto aburrido.

"¿Y cuando será eso?"comenzaba el juego del "tire y afloje" la insistencia de ella era clave en todo lo que ocurría en esa casa. "Lleva casi medio año con eso"

"Bueno, me tomaré el tiempo que yo quiera para terminarlo" volvió a su lectura. La chica comenzó a enrojecer y no por nerviosismo, sino por la rabia que muchas veces le generaba y que en ocasiones quería salir con fuerza pero las vidas pasadas se lo impedían.

Se dispuso a salir indignada, pero él la retuvo. No estaba acostumbrada al contacto físico por lo que quiso zafarse rápido del agarre. El doctor estaba apacible, sin ninguna reacción pero sabía, de lo poco que lo conocía, que quería hacer algo por ella.

"Si quieres podemos leer juntos" era suficiente para ella. Él acomodó sus piernas para que la chica pudiera recostarse sobre él. No le incomodaba esconderse en sus brazos, mucho tiempo pasó en que era la única manera de controlar los demonios que la poseía. Se acostó en su pecho con disposición de seguir la lectura, el hombre abrió el libro y con una mano comenzó a acariciar la negra cabellera de la chica. "No vas a entender nada de la historia"

"No me importa..."la joven soltó un pequeño bostezo y él sólo se limitó a sonreír. La chica poco a poco comenzó a dormitar hasta que no pudo más y se rindió. El doctor, feliz de poder disfrutar de los únicos momentos de paz que le ofrecía la vida.

-¿Vamos?- La tomó de los hombros, era constante en ella revivir aquellos recuerdos importantes y traumáticos, a pesar de que los últimos no la perseguían tanto como los lectores pensaban.

Un leve rubor subió en sus mejillas, en esa ocasión no pudo mirarlo en dos semanas y él sólo reía, le molestaba ver esa risa socarrona cuando pasaba por el pasillo.

Se adentraron en un pequeño ascensor que su única función era conectar la consulta con la casona. Siendo sincera, era el segundo lugar que más detestaba estar, en especial por el molesto olor a químicos, luces artificiales y un frío terrible.

Fuera del ascensor les seguía un pasillo lleno de puertas, habitaciones que según él habitaban los futuros grandes descubrimientos de la ciencia y salud.

-No entiendo cómo puede pasar todos los días encerrado aquí- era prácticamente un reproche, últimamente sólo lo veía en sus consultas pues se iba muy temprano a la ciudad y regresaba en la noche sólo para seguir sus investigaciones.

-Sabes que ha hecho grandes avances en la salud...gracias eso has mejorado bastante- sonreía con sus palabras. Kurenai tenía una voz tan suave que siempre sacaban sonrisas en ella. La mayor abrió la puerta a una pequeña recepción- siéntate, voy a avisar que llegamos-

La chica sujetó sus ropas para poder sentarse. Por mucho tiempo pasó horas aquí sólo para encontrar respuestas de su condición, a veces sólo por esperar que saliera pero entendió que la vida de ese hombre era incompatible con la de ella.

-Estamos aquí- Kurenai habló a una pequeña máquina en la puerta. No se escuchó respuesta hasta que la puerta se abrió.

-Muy bien...que pase- ahí estaba su voz, la chica tragó pesado, no le gustaba estar encerrada, más de lo que ya estaba. Atravesó la puerta metálica sin antes mirar a la mujer que tenía al lado. Una simple sonrisa que buscaba tranquilizarla.

La luz artificial era terrible para ella, las primeras veces terminaba llorando con tan sensible que tenía sus ojos. Había en el centro de la habitación una camilla plana de acero, la misma en que se acuesta al cadáver para examinarlo. Estantes que cubrían toda la habitación con frascos y herramientas. Una zona que ocupaba especialmente para hacer exámenes.

-Que bueno verte...Hinata- su nombre resonó en toda la habitación. De un cuarto contiguo salió él, con su bata blanca, despeinado como siempre y esa actitud de desinterés por el mundo. Su sonrisa fue lo que más le atrajo, él la protegía con sólo mirarla.-Eso si, te ves extraña-

-Kurenai-san me hizo un peinado- tocó su trenza con cariño.

-Acuéstate en la camilla, voy por las cosas- Estiró su delgado cuerpo en helado metal, ocultó su rostro con las manos por la fuerte luz artificial de la habitación. El doctor se movía por todo el lugar buscando sus cosas. En una mesa puso las herramientas necesarias para trabajar- ¿Te ha ido bien con la lentilla?-

-Sí, fue difícil acostumbrarse al principio pero veo bien ahora...por lo menos- el doctor comenzó a examinar la vista de la chica. Suavemente posó su mano en la tersa piel de Hinata, acercó su rostro y comenzó a abrir los ojos jade de la chica.

-Tus pupilas se ven mejor que antes-él la observaba con esos ojos penetrantes, que sin decir nada la desnudaba completa. Ella una vez quiso preguntar por la notoria cicatriz que atravesaba su ojo izquierdo y sólo consiguió una sonrisa de él.

Era un código, si no quieres hablar, respetaré tu silencio.

-Muy bien, Hinata, veamos tu espalda- se levantó para buscar utensilios y pomadas.- descúbrete esa parte-

Hinata comenzó a desnudar su espalda, una de las tantas partes que fue maltratada. La piel estaba apretada por muchas cicatrices, masticada por la carne que se cerró en su forma. En cuatro años, él ha logrado sanar la mayor parte de su cuerpo, aunque lo que estaba más roto no era carne que se pudre después de muerta.

-¿Kurenai te ha puesto la crema?- suavemente, comenzó a cambiar el vendaje. A él siempre le gustaba ocupar hierbas para sanar las cicatrices. El tacto que poseía era tan cómodo y tranquilizador, era la única que persona que podía tocarla, en especial cuando le entregaba cariño.

-Ella se preocupa mucho por mí- habló en susurros, con las manos cubría su pecho- Kakashi-san...-

-Dime- su voz siempre sonaba tranquila. Hinata lo miró de reojo.

-Aún no sé...- estaba nerviosa, no comprendía porqué se ponía a hablar de esto estando semi desnuda y en una situación en la cual sabía que no tendría la misma respuesta que en otro momento. Su voz comenzó a cortarse y temblar en un rostro enrojecido- Aún no sé qué...qué responder-

El hombre no mencionó nada ni hizo ningún gesto de aprobación o rechazo, simplemente siguió su trabajo y continuó cambiando el vendaje. Hinata comenzó a sentirse culpable, esa ilusión que guardaba en él veía cómo se destruía poco a poco. Ella no comprendía que era tener todo y destruirlo, lo vivió, por lo que no siente miedo en perderlo todo.

-Kakashi-san...yo- comenzó a retorcer la tela entre sus manos. Su respiración se cortó.

-No tienes que sentirte culpable- sus manos se alejaron de la delgada espalda de la chica. Hinata se volteó lentamente buscando su mirada, pero no había nada ahí, sus ojos estaban vacíos como siempre y aunque sonreía para tranquilizarla, sabía que no había nada en esos orbes negros- tenemos que conversar-

-Está bien- observó cómo el hombre se deslizaba por la habitación. Hinata comenzó a acomodar su ropa y se sentó en la camilla, frente al hombre que ya no vestía su bata, sino un chaleco y unos vaqueros.

-Tú vista ha mejorado bastante y sobre todo has empezado a dominarla- se apoyó en el escritorio, comenzó a jugar con un bolígrafo. Su mirada apacible pero algo inquietó a Hinata, su expresión era seria- Pero tenemos que seguir avanzando-

-¿A qué...a qué te refieres?- no le gustaba cómo se estaban tornando las cosas. Ella se erizaba completa, al igual que los gatos.

-Habrá que operar- cruzó sus brazos sobre el pecho. Un pequeño temblor comenzó a anunciarse en los labios de la chica, no quería estar en la oscuridad de nuevo y más aún sólo para darle el gusto a un pequeño grupo de hombres. Juntó sus fuerzas.

-No quiero...no lo haré- las lágrimas comenzaron a brotar descontroladas sobre sus mejillas teñidas de sangre- Sabes que lo odio...-

-Hinata...- su nombre sonó como una súplica, Kakashi se acercó lentamente a la chica- Dejarás de ocupar lentilla y tu visión será perfecta...-

-¡Perfecta para que me utilicen!- Hinata saltó de la camilla, directo a enfrentarlo. Kakashi sólo guardó sus manos en los bolsillos sin perder calma, observó como la chica se desesperaba frente a él- ¡Tú! Me prometiste que era la última...dijiste que no vería la oscuridad de nuevo-

La desesperación comenzó a devorarla por dentro. Ver su mirada indiferente la confundía más, no comprendía porqué decía ayudarla si la acercaba más a sus pesadillas. Le suplicaba con la mirada, la necesidad de la libertad la acechaba como las nubes dentro de la tormentosa lluvia. Las lágrimas desbordaron en ella en un tormentoso llanto. La imagen se nublaba frente a ella y sólo divisó como una mano intentaba acercarse.

-¡No!- golpeó el brazo del hombre-¡No te acerques!-

Hinata huyó de todo lo que se encontraba en esa sala. Se encerró en su habitación a llorar, a gritar y repetirse una y otra vez que estaba a salvo, que nadie vendría por ella. Todo estaba bien, nadie le iba a lastimar.

Abrazó sus piernas, escondida en un rincón, al igual como lo hizo antes, para que nadie viniera por ella.

En el subterráneo, Kakashi comenzó a ordenar todo para un nuevo día. Quería concentrarse y avanzar con las investigaciones pero su mente no lo dejaba en paz. Ver a la chica tan desesperada lo inundaba de miedo, pensar en que se alejaría de él lo llevaba a lo más profundo de su ser, aquellos huecos en los cuales el ser humano no debe verse involucrado.

Unas delicadas manos comenzaron a masajear su cansada espalda. Respiró profundo y dejó sus preocupaciones despegaran de su cuerpo.

-Ella sabe que te preocupas por su salud- se sentó junto a él sin dejar de hacer cariño a la parte superior de la espalda- Sólo que aún tiene fantasma que la atormentan-

-No es sólo eso- juntó sus manos sobre su rostro, pensando que en cuál era el siguiente paso- Pero tiene razón...después que se mejore iremos a probar si funcionó el tratamiento y eso sí que es terrible-

-Lo sé- una mirada melancólica llenó a la mujer de ojos rojos- Pero tú le devolviste la vista a una persona y yo sé que eso te lo agradece-

-Tú siempre ves el lado positivo de todo ¿eh?- le regaló una sonrisa. Kurenai tomó la mano del hombre en un gesto tranquilizador.

-Sólo trato de ser la voz de la razón, algo que a ti te falta mucho- Kakashi rió amargamente. Se levantó del escritorio y comenzó a buscar en frascos lo que podría ayudar en esta situación.

-Voy por un café- tomó sus cosas para salir de la habitación.

-¿Y le hechas Valium al café?- se detuvo en el marco de la puerta y sonrió ladino.

-Tengo problemas para dormir...deja todo cerrado- Kurenai sabía que ese hombre podía ser muy tramposo cuando se lo proponía.

Había terminado hace poco los cuatro muñecos en los que estaba trabajando en la tarde. No estaba muy animada de coser pero sabía que debía distraer su mente. Se sentía un poco culpable, Kakashi siempre soportaba sus cambios de humor y berrinches, se preguntaba porque no le gritaba igual que ella lo hacía. Sin embargo, no quería operarse, era un proceso horrible en el que ella quedaba a oscuras por dos semanas y debía adaptarse otra vez a mirar.

-¿Por qué no me pueden dejar así?- suspiró cansada. Miró el reloj que estaba sobre la repisa- Las nueve y media...-

Llevaba puesto una remera básica con unas pantaletas, siempre vestía lo más fresca posible. Tomó su bata de baño y fue en busca de aquello que calmaría su ser hasta el día siguiente. Salió de su habitación. La casona por naturaleza era bastante oscura y a pesar de las nuevas tecnologías al hombre le gustaba que todo estuviera con una luz tenue, que recordaba a las casas cuando sólo se iluminaban con velas y de día, el sol entrando por todas las ventanas.

Bajó las escaleras con cuidado, esperando no encontrarse con el hombre. Llegó a la cocina y pudo notar que las luces se proyectaban desde el pasillo.

"Ojalá sea Kurenai-san" se mordió el labio incómoda. Tomó valor y entró a la habitación.

-Hola- se detuvo en seco en el marco de la puerta. Kakashi, sentado con una taza que de seguro era de café. No hizo ningún gesto, sólo esa mirada inexpresiva que poseía- Kurenai te extraño en la cena-

-No tenía hambre- apresurada buscó té en hoja y su taza. El hombre la seguía con la mirada, Hinata sabía que esa era su seña para que ambos conversaran, cosa que ella no quería. Presurosa buscó la tetera y el infusor.

-Tienes que hervir agua- dijo antes tomar un sorbo de café. Hinata comenzó a lanzar maldiciones al cielo, frente a él colocó su taza y el endulzante, puso agua en la tetera y la colocó al fuego.

Se quedó parada apoyada en el mesón, viendo cómo la tetera comenzaba a calentarse. De reojo miraba al hombre que muy tranquilo tomaba de su taza, se preguntaba qué estaba tramando, todo estaba muy tranquilo.

-Está bien...-sus mejillas comenzaron a iluminarse, su voz comenzó a temblar- lo siento...por golpearte-

Kakashi se giró con una ceja levantada, eso logró que los nervios la comieran de nuevo. Desvió la mirada del hombre hacia el suelo. El doctor se levantó directo hacia la chica y con sus brazos acorraló el paso, apoyando sus manos en el mesón obligó que Hinata lo enfrentara con la mirada.

-Yo...- su voz fina hiló sus labios, sus mejillas se inundaban más y más. No era la primera vez que existía este tipo de cercanía, no era algo que reprochaba o incomodara, sin embargo, nunca podía contra esos ojos negros que la observaban- No quiero ver la oscuridad...otra vez-

-Lo sé- Kakashi cerró los ojos y suavemente junto la frente con la joven de mirada clara-Perdón, no quise herirte-

Sus poderosas manos se unieron a la espalda de Hinata. Un pequeño temblor recibió el tacto, ella sólo miraba sus manos, apoyadas en el fuerte pecho que la resguardaba, sus mejillas le picaban de lo rosada que estaban. Un pequeño fuego comenzó a subir por su pecho.

-Eres lo más importante que tengo ¿lo sabías?- susurró en su cuello. Hinata asintió con cariño, ese hombre la hacía sentir completa y a pesar que no entendía muy bien cuál era el tipo de relación que los unía. Ambos se fundieron en un abrazo, ella con los brazos al rededor de su cuello y él escondido en su pequeño cuerpo, acariciaba su fina figura.

La tetera resonó su fin, Kakashi se separó del cuerpo de la chica quien había estado nerviosa en todo momento. Apagó el fuego y volvió donde Hinata quien inmóvil seguía los movimientos del hombre.

-Ve a sentarte, yo te sirvo- cariñoso, sujetó la nariz y sonrió, con la típica curva que muchas mujeres caían a sus pies, sin embargo, Hinata era diferente.

Hinata se sentó en la rústica mesa que había en el centro de la cocina. Puso el infusor en el tazón y Kakashi le sirvió y se llenó un poco más su café.

-Te va a dar cáncer o algo así, si sigues tomando café- echó endulzante en su té de hojas. Kakashi sólo observaba encantado a la chica y rió-¿Qué es tan gracioso?-

-De algo tendré que morirme- sonrío mientras bebía su amargo café. Hinata infló sus cachetes en señal de enojo, lo cual aumentó más la diversión del hombre.

-Eso no divertido- cerró los ojos indignada y se dispuso a tomar de su té. Kakashi apoyó su cabeza en su mano libre mirando con una sonrisa en la estampada en sus labios- No comprendo...c-cuál es el chiste de todo esto-

-Me siento feliz- tomó otro poco de café.

-¿Feliz de que?- lo imitó, pero saboreando el té que estaba demasiado caliente para su gusto.

-Que a pesar de todo, igual te preocupas por mi- sonrío al ver la reacción de la chica, que casi escupe el té. El color rápidamente subió a sus mejillas y las dificultades para hablar se hicieron presente.

-Yo...c-claro que lo hago...- extrañamente un incontrolable cansancio llenó su cuerpo. Corrió la taza lejos porque la agradable sensación de dormir en esa mesa comenzaba a tentarla. Apoyó la cabeza entre las manos, cada vez era más difícil mantener los ojos abiertos.-Tú siempre te has preocupado por mi...yo tambien quiero cuidarte-

Y cayó, la joven dormía en la mesa. Kakashi tomó los trastes para limpiarlos. Se volvió a sentar frente a la chica y sacó su móvil.

-Estamos listos, ven enseguida con las cosas, nos encontramos a las doce en el quirófano...ningún problema...adiós- suspiró cansado sabía que sería difícil que lo perdonaran pero hay que seguir avanzando. Acarició la mano de la chica y sonrió.-Esa mala costumbre de poner endulzante al té
de hierbas-

Se levantó y se llevó a la chica. Sabía que sería una larga noche.


Hola! Es mi primera historia (esto no estaba escrito antes) pero sentí necesario poder comunicarme un poco con las personas que leían (que las adoro?)

Esta es una historia en un mundo alternativo, es "nuestro" universo pero con avances tecnológicos que poco podrán ir apreciando. Les agradezco mucho que pasen por los siguientes capítulos.
Nos leemos en los comentarios
Un abrazo
Lua