Advertencia: Este fic no busca adaptarse a la realidad el máximo posible. Desconozco en gran medida las leyes y lo más probable es que no encontréis algo "preciso" en este escrito debido entre otras cosas, y hablando de modo simple, soy de ciencias y no sé nada de leyes. El objetivo del fic es entretener, de modo que agradecería comprensión en este aspecto. Sin más disfrutad del fic. ¡Nos vemos en los juicios!

Aclaro que el primer capítulo es introductorio y no refleja cómo será la totalidad del fic.


¿?

En la oscuridad de aquella habitación de hospital, el sonido de los instrumentos que mantenían con vida a aquel hombre era lo único que sonaba, con un sonido rítmico, que comenzó a acelerarse dramáticamente cuando un segundo sonido comenzó a resonar entre el tenue silencio de los pasillos. Un paso tras otro, sin prisa, sin pausa. El pulsímetro comenzó a acelerar el ritmo al que sonaba, al tiempo que los picos que registraba se hacían más elevados.

La puerta se abrió, produciendo un chirrido. Y una figura conocida para el hombre que se mantenía postrado en la cama hizo acto de presencia. El pulso pareció relajarse durante un segundo, y luego se elevó hasta un límite insospechado cuando esa sombra empuñó un revolver. El disparo llenó el ambiente de un ruido ensordecedor. El último sonido que aquel hombre pudo escuchar, hasta que el pulsímetro volviese a cambiar su ritmo, convertido en un pitido sin final, que continuaría hasta el momento en que alguien se decidiese a desenchufar esa máquina.

Regina Mills

Notaba cómo me temblaban las manos en aquella sala diminuta. Me había mirado compulsivamente frente a aquel espejo. Me sentía demasiado joven como para aquello. En ciertos aspectos es lo que todos pensaban. Una abogada de diecinueve años no es que fuese precisamente experimentada. Aquel era mi primer caso, uno de asesinato, nada más y nada menos. Me había puesto un chaleco rojo, que cubría una camiseta blanca y se encontraba encima de una falda del mismo color. Los tacones no habían sido un acierto. Me dolerían los pies al final del juicio.

_ ¡Tú! Sí, tú. La de rojo._ Me dijo una voz, que me observaba._ ¿Eres Regina, no?

Me giré y me encontré con una mujer de unos veinticinco años. Cuando me llamó noté un profundo acento inglés. Había algo en ella, no obstante, que resultaba imponente. Algo en su mirada que daba pavor. Tragué saliva y asentí.

_ La gente dice que eres un prodigio.

_ A la gente le gusta hablar. _ Comenté, tratando de quitarle peso a lo que decían. Sí, es cierto, había adelantado varios cursos para poder llegar a donde estaba a mi edad.

_ Espero que la gente tenga algo de razón._ Dijo, encogiéndose de hombros._ Porque tienes pinta de estar a punto de desmayarte.

Eso era cierto, sentía que estaba mareada y notaba mi estómago revuelto por los nervios. Sin embargo, en lo que a los demás respectaba, debía dar la impresión de que me encontraba bien.

_ Estoy bien._ recalqué._ ¿Quién eres tú?

_ Soy Augustine Morgan._ Sonrió, con suficiente._ Fiscal. Aunque eso ya lo sabes, ¿Verdad?

Tenía razón. No relacionaba la cara al nombre, pero sí que podía hacerlo con el nombre y la profesión. Era mi rival y, por lo que sabía, otro prodigio. Pero no un prodigio cualquiera. Los Morgan eran una larga estirpe de fiscales, todos ellos prodigios, todos ellos geniales. Tragué saliva una vez más.

_ Nos vemos en el juicio, Mills. No dejes que te pueda la presión._ Sacó una petaca de uno de sus bolsillos y dio un trago._ ¿Un traguito antes del juicio? A mí me relaja.

_ No, gracias. No me parece profesional._ Contesté.

_ Cómo quieras.

Se ajustó su americana y salió de la sala. Yo tenía bastante miedo, a decir verdad, y la confianza con la que se movía aquella mujer no ayudó a que me sintiese mejor. Casi parecía que daba por hecho que iba a demostrar que mi cliente era culpable.

Hablando de mi cliente, venía por la puerta junto con mi madre. ¿He comentado que mi cliente es una niña de doce años? Es suficiente como para poner de los nervios a cualquiera. Si no demostraba su inocencia iba a terminar encerrada en un reformatorio sin remedio.

Mi madre, con su tradicional americana de color azul marino, se acercó y me miró a los ojos. Noté como, instantáneamente me iba relajando. Tenerla cerca siempre me ponía de mejor humor. Era por ella por la que me había convertido en abogada, y mi modelo a seguir.

_ Relájate Regina. Tú sólo sal ahí y usa tus notas. Verás como todo va bien._ Me dijo._ Sabemos que Paige es inocente. ¿Verdad?

Sí. Lo sabía. No habría accedido a llevar el caso si no creyese en la inocencia de mi cliente. Noté como la decisión que tenía mi madre se me transmitía y me daba fuerzas para seguir. Paige llevaba un buen rato mirándonos alternativamente.

_ ¿Tengo que preocuparme?_ Preguntó. Lo cierto es que la niña era una monada.

_ No, todo está bien._ Dije, más para convencerme a mí misma que para lograr lo mismo con ella.

Me despedí de mi madre y me adentré atravesé las puertas que me separaban de mi destino. Me subí al banco de la defensa y suspiré largamente. Augustine ya estaba sentada en el banco de la acusación, con una tranquilidad pasmosa.

_ Se abre la sesión en el caso contra Paige Norrington._ La voz del juez me devolvió a la realidad._ ¿Está la acusación preparada?

_ La acusación está preparada, su señoría._ Dijo Augustine, sin dejar de mirarme.

_ La… la defensa está lista su señoría._ No pude evitar que se me atropellara la voz.

_ Señora Morgan. Su alegato inicial, por favor._ ¿La había llamado señora? ¿Estaba casada tan joven?

_ Su señoría. Lo cierto es que me cuesta entender el motivo por el cual nos hemos reunido aquí._ Dijo, con convicción._ Las huellas de la acusada estaban en el arma del crimen, y se encontraron huellas dactilares en esta… además de los rastros de pólvora en su ropa. Todas las pruebas están en su contra.

_ Entiendo, señora Morgan._ El juez asintió._ ¿Qué tiene que decir la defensa al respecto?

_ Bueno…_ Me había quedado fría con su avalancha de pruebas._ ¿Qué hay del motivo? ¿Por qué iba una niña de doce años a querer cometer este crimen?

_ ¿No es obvio?_ Augustine no se alteró._ Paige iba tras la fortuna de su padre. Era el único motivo por el cual se acercó a él. Él la abandonó cuando era un bebé… y ella volvió por su dinero. Sugiero concluir este caso ya.

_ Creo que está acelerando las cosas. ¿No cree?_ Le dije.

_ Mi marido acaba de morir. Disculpe si quiero cerrar el asunto lo antes posible._ Dijo, dando un golpe sobre la mesa.

_ ¡Protesto!_ Exclamé. Aquello era un despropósito. ¿Cómo podía ser la esposa del marido parte de la acusación? Aquello no tenía sentido. Y sin embargo, parece que la influencia de la familia Morgan había llegado más lejos de lo que cabía esperar._ La defensa se niega a que se dé por concluido el juicio hasta que se haya interrogado a los testigos.

Se produjo un tumulto entre los asistentes al juicio. Daba la impresión de que los cuchicheos terminarían por hacer que no pudiese oír ni mis propios pensamientos. Sin embargo, una de las frases que mi madre me había dicho estaba resonando en mi cabeza, sobreponiéndose a las demás.

Las pruebas sólo son pruebas. Son como un puzle. Uno con más formas de ser resuelto de las que parece. Encontrar la verdadera forma sólo depende de ti.

_ ¡Orden! ¡Orden en la sala!_ La voz del juez consiguió acallar finalmente las voces._ Señorita Mills. ¿A quién desea llamar al estrado?

_ La defensa solicita llamar al estrado._ Tragué saliva._ A la acusada… ¡Paige Norrington!

Si había alguien que podría explicar porque todas las evidencias la señalaban, decididamente debía ser la propia acusada. Tuvieron que poner un pequeño banco ante el estrado para que Paige pudiese subirse. La pobre ni siquiera parecía darse cuenta de lo que estaba pasando. ¿Cómo podían pensar que ella había cometido el crimen?

_ Díganos su nombre completo y… curso escolar, por favor._ Le pedí.

_ Soy Paige Irina Andrómeda Norrington._ Se presentó. Menudo nombre más largo._ Y voy a sexto.

_ Nos gustaría que nos hablase de Daniel Morgan, su padre._ Dije, con tranquilidad._ ¿Qué opinión le merece?

_ Pues… es bastante guay._ Dijo, mirando a Augustine._ Me recogió del orfanato. Parece que me había dejado allí, pero que estaba arrepentido. Creí que esta vez no iba a tener que volver. Pero ahora se ha ido… y supongo que tendré que volver.

_ ¿Y el dinero que te dejó?_ Le pregunté.

_ No me ha dejado nada._ Dijo, en un susurro._ A mí el dinero me da igual.

"No me ha dejado nada". Alcé una ceja. Si eso era cierto entonces el motivo que Augustine había dicho no tenía sentido. Aunque Paige fuese una persona con el corazón frío, no tendría ningún motivo para asesinarlo si eso no le reportaba ningún beneficio.

_ La defensa solicita ver el testamento actual de la víctima._ Dije, comenzando, por fin, a hilar mi caso.

_ ¡Protesto!_ Augustine volvió a golpear la mesa._ ¡El testamento de la víctima es irrelevante!

Y entonces, lo sentí. Fue como un pestañeo, pero pude ver cómo Augustine perdía la sonrisa por un instante. Había tragado saliva. Estaba claro que el testamento era importante. Ella quería que el caso se resolviese lo antes posible.

_ ¡Protesto!_ Contraataqué, alzando la mano y apuntándola con un dedo acusador._ Usted misma ha usado el testamento como base de su móvil. ¿Insinúa ahora que ha mentido, acaso?

_ Yo…_ Augustine dio un paso atrás._ Está bien… que se presente el testamento.

La estaba desarmando. La primera pieza del puzle podía caer finalmente. Augustine y yo nos miramos en silencio, al tiempo que el Alguacil se encargaba de ir a buscar lo que se había pedido. Cuando lo miré, confirmé que estaba en lo cierto.

_ Su señoría. El testamento aquí adjunto… señala que la heredera de la fortuna es su mujer, la fiscal Morgan._ Se me notaba mucho más confiada que antes._ ¿Por qué iba la acusada a asesinar a su padre si la fortuna no estaba destinada a ser suya?

_ ¿Y qué más da?_ Augustine parecía haber recuperado la sonrisa._ A pesar de todo, las huellas siguen estando en el alma, al igual que los residuos. Quizá le mató porque no la incluyó en el testamento. ¿No se le ha ocurrido eso, abogada?

Tragué saliva. Volvía a tenerme en jaque. Miré a Paige. Ella tenía la respuesta. Tenía que preguntarle, pero me daba mucho miedo lo que pudiese responderme. ¿Y si lo había hecho ella? No, no podía tener dudas. Paige era inocente, de eso estaba segura.

_ Paige… ¿Disparaste tú esto?_ Pregunté, enseñándole la pistola, que se encontraba en una bolsa de plástico.

_ Sí._ Dijo, llevándose el dedo a los labios.

_ ¿Cuándo?_ Pregunté._ ¿Fue la noche del crimen?

_ Sí._ Dijo, sin perder la sonrisa._ En el hospital.

_ ¿En el hospital?_ Empezaba a sentir que me desmoronaba como un flan._ ¿Y a qué le diste?

Pain empezó a revolverse, como si no quisiera responder. Parecía que se había dado cuenta de que estaba cavando su propia tumba. ¿O sería algo más? Esperaba que realmente fuese algo más. Paige miró a Augustine, y esta le dirigió una mirada asesina. Esta vez fui yo la que le di un golpe a la mesa. Paige dio un respingo.

_ Paige. ¡Dime la verdad! ¡Piensa en lo que te pasará si no lo haces!_ Mi voz sonó más alta de lo que me gustaría.

_ ¡Protesto!_ Exclamó Augustine._ Está acosando a la testigo.

_ Se acepta._ El juez dio un golpe de martillo sobre la mesa._ Señorita Mills, absténgase de gritar a la acusada.

_ Lo siento, señoría._ Dije, frustrada.

_ Le di a una columna…_ Dijo, Pain en un murmullo.

_ ¿A una columna?_ Alcé a una ceja._ ¿Cómo que a una columna?

_ Sí… a una columna del parking… la D9.

_ ¿Por qué le disparaste a la columna del parking?_ Paige miró a Augustine, tembló un poco._ Dime la verdad, Paige. Por favor.

_ E-Ella me lo dijo…_ Señaló a Augustine.

_ ¡Protesto!_ Exclamó Augustine._ Esto… esto es…

Y entonces, la verdad se abrió ante mí, como si de una ventana iluminada se tratase. Mis ojos se cruzaron con los de Augustine.

_ Su señoría… Paige Norrington es inocente. _ Me crucé de brazos, sonriendo._ La verdadera culpable es, sin un ápice de duda… ¡Augustine Morgan!

Si anteriormente se había generado bullicio en la sala, no era nada comparable a lo que había visto en aquel momento. El juez tuvo que gritar haciendo uso de todas sus fuerzas esta vez para lograr que la gente se callase.

_ ¿Te atreves a acusarme, a mí?_ Parece que finalmente, estaba ante la verdadera Augustine Morgan. Su voz sonaba desquiciada, y su ojo izquierdo tenía un tic tremendamente pronunciado._ ¡Soy una Morgan! ¡Soy un prodigio! ¡Y tú no tienes ninguna prueba! ¿En qué basas tu charco? ¿En el testimonio de la acusada en el hedor a whisky? No me hagas reír.

_ ¿Whisky?_ Dije en un murmullo. Abrí la bolsa del arma y aspiré._ Efectivamente… este arma huele a Whisky… pero eso no se mencionaba en ningún informe. Supongo que tendremos que enviar al alguien al aparcamiento a buscar la bala que ha mencionado Paige… y analizar el whisky para compararlo con el que llevas encima. Quizá hayas aprovechado los puntos ciegos de las cámaras para aparcar en el parking… pero es imposible que tu entrada haya pasado desapercibida del todo.

Yo sonríe, y Augustine cada vez se encontraba más blanca. La había cazado, y ella lo sabía. Las mismas pruebas que había usado para señalar a Paige ahora apuntaban hacia ella. Era cierto que no todo estaba funcionando de una forma exacta, pero la verdad es que bastaría para el jurado. ¿Qué jurado condenaría a una niña de doce años habiendo otro sospechoso?

Lo que me sorprendió fue ver la reacción de Augustine en ese momento. Se echó a reír. Una risa demente y malsana, perversa, que resonó por toda la habitación y me hizo estremecerme. El silencio absoluto la siguió. Ya no había tic alguno, pero la locura parecía haberse instalado en sus ojos, y no parecía querer salir.

_ Sí… lo hice yo._ Dijo, como si realmente la aliviase._ Yo le disparé a ese cerdo. Llevo casada con él desde que era una niña, prácticamente. Me ha usado como un mero juguete sexual todos estos años… Y ahora aparece esa mocosa… hija de una puta que se folló en una noche de desenfreno… Y pretendía darle lo que es mí.

Augustine se pasó la mano por el rostro, provocando al bajar que su párpado inferior derecho bajase un poco, lo que le dio un aspecto realmente grimoso durante unos instantes.

_ Hice lo único que podía hacerle. Meterle una bala en el pecho a ese cabrón antes de que me lo quitara todo… y sabes qué. ¡Has fallado… prodigio! Sí… puede que vaya a la cárcel… pero ese testimonio que tienes entre las manos… es válido. ¡La fortuna es mía, y ni tú ni nadie podréis quitármela!

En eso tenía razón. Sin embargo. Dudaba que todo su dinero lo compensase. Aunque ella, en su locura, parecía creer que así era. Abandoné la sala de aquel juicio, victoriosa, a pesar de todo. Más tarde me enteraría de que condenaron a Augustine a veinte años de arresto domiciliario, y le retiraron su capacidad para ejercer la fiscalía. Parece que, después de todo, su dinero y su influencia sí que la liberaron de una pena más horrible.

20 años después

El teléfono sonaba sobre la mesa del despacho. Me había quedado dormida sobre el sofá para las reuniones. Me puse en pie, somnolienta, y cogí el teléfono, bostezando. Una voz familiar me habló por el otro lado de la línea, una que me hizo sonreír.

_ ¿Qué pasa, Astrid?_ Dije, permitiéndome bostezar._ ¿Has encontrado un caso?

Abrí las ventanas y me acomodé en la silla giratoria y di un giro. Me quedé observando los recortes de periódicos y el título que había colgados de la pared. Los recortes que iban desde la abogada novata que había sido hasta la mujer en la que me había convertido.

_ ¿Asesinato? Suena algo mal. De acuerdo… hablaré con la acusada. ¿Cómo dices que se llama?_ Eché la silla hacia atrás._ Con que… ¿Emma Swan? Curioso nombre. Nos vemos en las celdas.

Colgué el teléfono y me puse en pie, desperezándome. Tomé mi americana azul y me la coloqué, dirigiéndome hacia la puerta. Un nuevo caso, una nueva aventura. En ese momento no tenía ni idea de lo especial que sería. En ese momento no supe que el caso de Emma Swan cambiaría mi vida.