Capítulo 1

Había sido una semana muy ajetreada en casa. Entre empacar las cosas que me llevaría a la universidad y pasar los últimos momentos con mis amigos del instituto, me había faltado el tiempo para sentarme a reflexionar sobre la vida que comenzaría ese mismo viernes. Y, por qué no decirlo, también sobre la gran oportunidad que se me presentaba.

La Universidad Saint Amoris es considerada una de las más prestigiosas del país, alma-máter de grandes líderes políticos, importantes científicos; los mejores médicos, escritores y abogados desfilaron por sus aulas. Y el que me hubiesen aceptado, sin haber estudiado en uno de sus colegios semilleros…

"Como el famoso Sweet Amoris" – pensé

Realmente era afortunada de haber ingresado. Y además, becada. Sólo tenía que pagar mis gastos personales, lo cual es una suerte, considerando que mamá siempre se preocupó de brindarme la mejor educación, pero el dinero no era algo que abundara en casa...

Suspiré al ver mi habitación reducida a cajas.

En una hora llegaría el padre de Kentin para que subiéramos las cosas a la camioneta. El que dos chicos de una modesta escuela de pueblo hayan logrado un cupo en Saint Amoris era su orgullo.

Miré el frigobar que me llevaría y el pequeño microondas de segunda mano, sin poder evitar sentirme muy afortunada con todo lo que estaba sucediendo.

Saint Amoris podía ser el lugar donde mis sueños se volvieran realidad.


Fueron casi tres horas de viaje hasta el campus universitario. Kentin no pudo contener un suspiro de admiración mientras la camioneta se acercaba cada vez más al acceso principal. Gran cantidad de áreas verdes para esparcimiento, canchas de deportes y los edificios de aulas que destacaban por su estilo neoclásico.

Cuando estábamos llegando al edificio de dormitorios, mi corazón comenzó a latir cada vez más rápido.

"Aquí es donde comenzaré mi nueva vida"

Nos detuvimos junto al parque que se ubicaba frente al Edificio Gris, donde encontraríamos mi dormitorio y el de Ken.
A la entrada había un gran magnolio, que exudaba su aroma y volvía cada vez más etérea mi felicidad.

Una chica castaña llevaba a la entrada el registro de nuestros nombres y nos entregó las respectivas llaves, indicándonos cómo llegar a cada cuarto.

Una vez que identificamos nuestros respectivos aposentos –me separaban dos puertas de la estancia de Ken-, nos despedimos de mamá que ya no contenía las lágrimas en sus ojos, y del papá de Ken que la rodeaba con un brazo tratando de calmarla.

Los abrazamos a ambos muy fuerte –posiblemente pasarían algunos meses antes de volver a vernos- y sólo asentimos cuando nos recordaron que cuidáramos el uno del otro. Ken era mi mejor amigo desde el jardín de niños, y hace algunos años también nos habíamos convertido en casi hermanos cuando nuestros padres iniciaron su noviazgo, por lo que realmente no hacía falta que nos hablaran del tema.


Antes de desembalar todas las cajas, analizamos nuestros nuevos hogares.

Mi dormitorio era pequeño, pero contaba con un clóset empotrado en la pared cubierto con una cortina blanca y una cama de plaza y media, apegada a la derecha de la pared del fondo. Sobre ésta, había una ventana que daba justo a otro magnolio.

El dormitorio de Kentin era prácticamente idéntico al mío, pero la cama se encontraba a la izquierda y el clóset más cercano a la entrada.

Sólo pudimos reír ante la suerte de tener dormitorios en el mismo edificio –aparentemente eran uno de los pocos edificios mixtos del lugar-, además que al ser individuales no tendríamos que adaptarnos a un eventualmente insoportable compañero de cuarto.

En los pasillos se veía a todos en el mismo ajetreo. Una pelirroja de trenzas entraba varias cajas al que sería su dormitorio, con la ayuda de un albino y otro pelirrojo –posiblemente artificial-.

Con ayuda de Kentin logré dejar casi todas las cosas en su lugar, además de ubicar mi pequeño frigobar junto a la cama, con el microondas encima. Frente a la cama coloqué la mesa de centro que solía ser de mamá, tan baja que quedaba casi a ras de suelo. A su alrededor puse los cojines que traía y sonreí al pensar en Ken y los nuevos compañeros que podrían estudiar conmigo en ellos.

Desembalamos todo en el cuarto de Ken, arreglamos su escritorio y silla bajo la ventana, recordando que apenas encontráramos un lugar para sacar copias de las llaves de nuestros cuartos, tendríamos que intercambiar un juego. Ya más de alguna vez me había quedado fuera de casa por olvidadiza, así que era ciento por ciento necesario.

Dejé a Kentin con los últimos detalles de su nueva morada, y fui a recorrer el edificio. Desde la entrada se extendía un largo corredor, con las puertas de los dormitorios a ambos lados. Logré contar al menos unas 10 puertas, pero ignoraba si se tratarían de piezas individuales o compartidas. Terminando el corredor, a izquierda y derecha se encontraban los baños, además de una gran puerta en medio que daba a lo que me imagino sería la sala de estar.

Giré la manilla y me encontré con un gran salón decorado en forma moderna, con paredes grises, donde había sillones y un televisor, una mesa larga y varias sillas que parecían servir de comedor, un área de cocina, algunas mesas de futbolito, estantes con libros y revistas varias, además de unas seis mesas más pequeñas con lámparas incluidas.

Frente a una de ellas, se encontraba sentado un rubio de ojos ambarinos con un libro de aspecto antiguo y en el área de cocina; una chica albina -¿hermana del otro chico, quizás?- con varias bolsas y vasos desechables.

"Vaya, realmente hay mucha gente diferente en este lugar"

Me di media vuelta para volver a mi dormitorio y sentí un impacto. Froté mi adolorida frente, para darme cuenta que había chocado con el ya recordado albino que estaba con el par de pelirrojos hace un rato.

-Auch, perdón, no te vi –dije, sonrojándome ante mi torpeza y al no saber qué esperar como respuesta.

El pelirrojo, que llevaba unos jeans rotos y una polera negra, se río por lo bajo y dibujo una sonrisa socarrona en sus labios.

No pude evitar notar que los ojos del albino eran de diferente color -¿lentes de contacto?- y que vestía unos pantalones negros y una camisa blanca con volantes en el cuello.

Me sonrío tímidamente y recogió algo del suelo.

-No te preocupes, discúlpame tú a mí, estaba algo distraído y tampoco me di cuenta de tu presencia.

Le sonreí de vuelta e iba a despedirme, cuando dijo

-Al parecer eres una de las recién llegadas. Mi nombre es Lysandro y mi dormitorio es el número 7. Si necesitas algo, sólo toca. Con mi compañero estaremos felices de ayudarte.

El pelirrojo nuevamente se limitó a ampliar una sonrisa torcida.

-Mi nombre es Sophia, muchas gracias por tu amabilidad. El mío es el dormitorio 9, si es que alguna vez me buscas. Gracias – sonreí ampliamente, para luego arrepentirme por decir eso. Ahora era la pelirroja la que se rió bajito. Sólo llevaba algunas horas ahí y ya estaba liándola.

Volví a mi dormitorio antes que pudiera responderme, para no "meter las patas" otra vez. Vi a Kentin conversando animadamente con una chica castaña con un piercing en cada ceja, sin poder evitar guiñarle un ojo.


Terminé de ordenar las últimas cosas y me eché encima de la cama, con la intención de buscar alguna película para matar las horas ya que, al ser día de inducción, la cafetería del campus y las bibliotecas se encontraban cerradas. Encendí mi notebook sólo para recordar que no tenía la clave de internet.

"Genial"

Iba a revolver entre mis cosas buscando el dichoso papel donde la había anotado al matricularme, cuando tocaron la puerta.

Esperando que fuera Ken, abrí rápidamente y sin pensarlo, le solté

-¿Cómo van esas conquistas, tigre? Grrrrrrrrrrrrrr.

Me quedé pasmada al ver que no se trataba de él, sino del rubio que estaba en la sala común. Sentí como el calor subía por mis mejillas, tanto que si hubiese tenido aceite y un huevo podría haberse freído.

-Ay… lo siento, pensé que eras otra persona… -dije con la vista baja, segundo strike del día. No sólo era experta en ridiculizarme, justo tenía que hacerlo en presencia de chicos guapos.

El rubio se limitó a reír con una carcajada cristalina, me sonrió con amabilidad y dijo

-Es agradable tener a una novata divertida integrándose al edificio. Mi nombre es Nathaniel, soy el delegado de los dormitorios y tú debes ser Sophia Walker, ¿o me equivoco?

"Qué simpáticos son todos por aquí"

-Sí, mi nombre es Sophia, acabo de instalarme aquí.

-En nombre de todos te doy la bienvenida al Edificio Gris –me entregó una bolsa ecológica con el escudo de la universidad y prosiguió- Aquí dentro encontrarás toda la información que necesitas, está tu agenda con los horarios y las reglas de la institución, además del paquete de bienvenida y las claves de acceso a Wi-fi. Cualquier cosa, mi dormitorio es el número 10, no dudes en tocar la puerta si necesitas algo.

"Insisto, tanta amabilidad me abruma, no puedo creerlo"

-Espero que te sientas integrada, y por favor, a eso de las 22 horas dirígete a la sala común. Todos los años se organiza una pequeña velada para los novatos, ojalá asistas. E ignora lo que digan las reglas de la institución esta noche. El alcohol corre por cuenta del edificio.

Me guiñó un ojo y se fue.

Cerré la puerta tras de mí, sin darle crédito a todas las emociones del día.

Parece que en la Universidad Saint Amoris los mejores años de mi vida sólo estaban empezando.